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Vd. se encuentra en: - Amigos colaboradores Amigos colaboradores - Eduardo de Prado Álvarez Eduardo de Prado Álvarez Sobre Foro de Ermua y unos ' Artículos de interés' recibidos
EDUARDO DE PRADO ALVAREZ

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25-01-07 - Sobre Foro de Ermua y unos ' Artículos de interés' recibidos

He recibido este  e-mail de Foro de Ermua y quiero contestarlo.

Lo primero que hay que decir es que me agrada que me los manden, lo agradezco y se lo ruego: que lo sigan haciendo, por favor.

Lo segundo, es que he leído varias veces el escrito de Joan Juaristi. Estoy muy de acuerdo con lo que dice Juarista hasta: " haciendo de paso un ejercicio de historia ".


  A partir de: “En 1975, pocos meses antes de la muerte de Franco", ya es mucho más discutible el análisis de Juaristi. Y es discutible por subjetivo. Por muy subjetivo.

Yo creo que la manera vasca de ser españoles, incluso de sentirse profundamente españoles, es muy necesaria para la Patria España. Admiro sinceramente las luchas de los constitucionalistas en el País Vasco desde 1975. Conozco que muchos vascos han tenido que "exilarse" de Vascongadas por motivos políticos y de terrorismo desde la muerte de Franco y sé que muchos actúan cívica y políticamente en Madrid.

La visión vasca de España es una de las visiones posibles de España. El españolismo y el constitucionalismo vascos son admirables, y es muy bueno que existan para luchar contra el separatismo vasco, para un análisis en profundidad de la Historia y la actualidad de Vascongadas, y de Vasconia en España y para el aprecio del resto de los españoles de lo vasco.

Nunca se lo agradeceremos bastante el resto de lo españoles.

Pero hace muchos años que he llegado a la conclusión de que la visión vasca de España tenemos que procurar que sea una de las visiones posibles una de las visiones buenas posibles de España; nunca la única. Y esto es así porque creo que adolece de algunas insuficiencias importantes, no diré limitaciones.

Que el desarrollo de este pensamiento merece un Ensayo más que unos folios, lo sé. Ahora bien hay que decir ya que la refriega diaria, que la noble lucha -que nunca les agradeceremos lo bastante insisto, y que España nunca debe olvidar-, que los constitucionalistas y españolistas sinceros llevan en el País Vasco, a veces les hace peder cierta perspectiva.

No siempre la visión de España que proponen es la más ajustada.

España es muy compleja: hay lo gallego y lo canario: hay lo andaluz y lo murciano; hay lo valenciano y…lo castellano. Hay lo catalán y lo extremeño. Hay una España que se origina también en Asturias y en Cantabria que se extiende por León hacia Extremadura y por Palencia y Burgos hacia Castilla y una forma de abordar los asuntos de la patria. No pueden desconocerse.

Es decir, España es mucho más compleja que un “España contra el separatismo vasco” o el España es como la ven los nobles vascos que luchan noblemente contra el separatismo vasco.

No podemos reducir España al problema vasco. Jamás.

Es admirable, por ejemplo, la tozudez maña en favor de España, pero nos haríamos un flaco favor a nosotros mismos si pensáramos que todos tenemos que ser como el buen español aragonés. Y según su idiosincrasia. No.

El caso de la socialista vasca Rosa Díez, apellido muy norteño, castellano, leonés, tal vez cántabro también, es un caso excepcional. Su clarividencia aparece como muy poco condicionada por la dura refriega diaria en Vascongadas. Ahora, desde el Parlamento Europeo ha ganado en consistencia, en madurez y es ya excepcional.

“”Porque ésta no fue orientada por las residuales fuerzas del exilio republicano ni por un bloque democrático a la italiana, sino por nuevas fuerzas nacidas de la descomposición del régimen y de la Iglesia (a este respecto, hay que recordar que casi todo el antifranquismo de izquierda o nacionalista surgido en los sesenta tuvo origen eclesial, no sólo ETA)” escribe Juaristi.

Bien, pero….

¿Quiere decir Jon que ”nació “de la descomposición del régimen” y (también) de la Iglesia” o “de la descomposición del régimen y de la descomposición también de la Iglesia”?

Porque no queda claro. Nada claro en el texto de Juaristi.

Hace tiempo que sé que entre los que luchan por la libertad, por la Unidad de España, contra los separatismos, también hay anticlericales, gente que no traga a la Iglesia. Bueno, hay que aclararse: Si quieren la alianza de los católicos, de los cristianos, sean de izquierdas y de derechas, en la lucha por España y la Libertad, hay que ser honestos y leales con ellos.

¡¡Por cierto, La Iglesia no está en descomposición!! Al menos que yo sepa.

“En este proceso de agregación hay que observar tres fenómenos: la extrema izquierda afluyó mayoritariamente al PSOE, no al PCE, a cuya dirección odiaba más que al franquismo; tampoco hubo trasvase del PCE al PSOE hasta la crisis terminal de los comunistas, a comienzos de los ochenta y, finalmente, tanto en Cataluña como en el País Vasco, la existencia de organizaciones nacionalistas de izquierda frenó el crecimiento de los socialistas, al convertirse aquéllas en polos de atracción para los izquierdistas (incluso los comunistas vascos, tras la crisis del PCE, prefirieron unirse a los nacionalistas de Euskadiko Ezkerra)”

 

Este análisis es también cierto pero limitado y por lo tanto parcial. Porque también es cierto que es sólo en en 1982 cuando el PSOE entre en el Gobierno de España y pare entonces ya casi toda la ORT y casi todo el PTE, incluso la OIC y las Ligas votaron PSOE del “caudillo” popular Felipe. Pero no es menos cierto que aquel famoso Octubre del 82 (10 millones de votos para Felipe) muchos católicos de Misa diaria también lo hicieron, y las diversas Falanges, y muchos carlistas, incluso de siglas Carlistas, y fascistas sinceros que vieron el caudillo nacional necesario en es “joven nacionalista PSOE” según la prensa USA. Incluso muchos de Fuerza Nueva. Eso es ya historia.

“En Cataluña, optaron por transformarse en una fuerza nacionalista más. En el País Vasco, salvo durante el período marcado por el Pacto de Estella, que los obligó a acercarse al PP e improvisar una estrategia constitucionalista, han oscilado entre los compromisos de gobierno con el PNV y las tentativas de atraerse a los nacionalistas de izquierda. Durante la primera fase del «proceso de paz», esta última fue su directriz estratégica (es más: hay motivos suficientes para sospechar que los socialistas vascos no trataban tanto de terminar con ETA como de conquistar el espacio electoral de la izquierda abertzale).”

Ni punto de comparación la sutileza de análisis de lo vasco con la poquedad de lo catalán. ¡Pues no es compleja ni nada la vida del PSC, la fagozitación de la Federación Catalana del PSOE, la toma de la UGT, el catalanismo radical de CC OO de Catalunya (nada menos que bautizadas como ‘Comisió Obrera Nacional de Catalunya), la distorsión en todo por parte del PSUC, distinto del PCE, y en fin tota la vida catalana en 45 años!

Espero que nadie se moleste.

Porque digo que el reconocimiento duradero hacia todos los constitucionalistas vascos y su defensa del Estado y de España –que España nunca debe olvidad– no puede hacernos desconocer la pluralidad de las maneras de ser y estar en España. Y seguro que Camps, actual presidente del la Comunidad Valencia, es el primero en entenderme.

En esto no estoy con Ortega y Gasset en aquello de “sólo mentes castellanas… “etc., pero tampoco en sus antípodas; que ahora parece que Castilla ya no sea necesaria, ni los castellanos y castellanas de verdad sean precisos en España.

Por ejemplo, cito de pasada, el olvido de esto puede estar en el origen de los fracasos del PP en zonas como Cataluña y Andalucía, y mientras no lo resuelva, malo para el PP y malo para España.

Hay que seguir a Julian Maria y su "España Inteligible".

Y finalmente;  creo que Santos Juliá ha comprendido perfectamnte lo que quise decir al hablar del pensamiento blando, en efecto más que pensamieto débil, que define una parte de lo que pasa en España. Que es una constante de una cierta España,  una cierta españa en cierto forma vergonzante. O quizás que no quiere ser España.

Eduardo de Prado Álvarez.

Barcelona, 25 enero de 2007.

Eduardo de Prado Álvarez.-----Mensaje original-----
De: Prensa Foro Ermua [mailto:prensa@foroermua.com]
Enviado el: lunes, 15 de enero de 2007 12:45
Para: Prensa Foro Ermua
Asunto: Artículos de interés

Os adjuntamos dos artículos de sumo interés.

ESTADO DE MIEDO

Sábado, 13 de Enero de 2007

Por Jon Juaristi (ABC, 13/01/07):

EL título se lo tomo prestado a una novela de Michael Crichton (altamente recomendable, por cierto). En ella, dicha expresión define lo que ha sido la situación de las democracias occidentales desde 1945 hasta hoy: estado de miedo, que no estado de guerra. Ni siquiera el terrorismo ha conseguido abolir el imperio de la ley. Los Estados democráticos son más fuertes que los totalitarios, entre los que se han dado abundantes casos de regresión al estado de naturaleza y a la guerra civil consiguiente (ex Yugoslavia, repúblicas ex soviéticas). Pero, en los democráticos, el terrorismo ha conseguido a veces la intensificación del estado de miedo y la inhibición de las libertades, hasta llegar en algunos de ellos al golpe de estado y al cambio de régimen por una dictadura militar (países del Cono Sur). De ahí que, en las democracias afligidas por el terrorismo, la estrategia contra éste no deba plantearse como una lucha por la paz, puesto que no existe un estado de guerra, sino como una defensa de la libertad ante el estado de miedo. En rigor, ante el terrorismo, el pacifismo de Estado es el peor camino posible. O propicia las soluciones dictatoriales o favorece las demandas de los terroristas, toda vez que un Estado pacifista tenderá siempre a sacrificar las libertades en aras de la paz. En este sentido, la estrategia del actual Gobierno ante ETA -y ante el terrorismo islámico- ha sido profundamente equivocada. Que el estado de miedo se incrementó en el País Vasco durante el pasado año, el del «proceso de paz», lo demostraban las encuestas en vísperas del atentado de Barajas. La persistencia de Rodríguez en el pacifismo de Estado, con el correlativo rechazo de la propuesta de la oposición (volver al Pacto por las libertades y reorientar desde la defensa de las mismas la lucha contra ETA), agrava considerablemente la situación. Como , dado el empecinamiento suicida del Gobierno, parece imposible transformar aquella, trataremos de interpretarla, haciendo de paso un ejercicio de historia.

En 1975, pocos meses antes de la muerte de Franco y de la suya propia, el poeta Gabriel Aresti escribía que el futuro de Euskadi estaba en manos de la democracia cristiana (el PNV) y del PCE. El comunista -eurocomunista, a la sazón- Aresti traducía así a términos vascos lo que ya para entonces era el sueño imposible del eurocomunismo español: una salida del franquismo a la italiana, mediante un compromiso histórico entre las dos fuerzas sociales independientes del régimen, los católicos y los comunistas o, como más exactamente lo ha formulado mi amigo José Miguel Oriol, la Iglesia católica y el PCE. Un compromiso que había funcionado en Italia desde la época de De Gasperi y Togliatti y que se había revelado capaz de consolidar la democracia a pesar de la inestabilidad política endémica y de la oleada terrorista de los «años de plomo». A mediados de los sesenta, una salida semejante todavía era verosímil en España, pero no ya en 1975. En primer lugar, porque la Iglesia católica española no salió del Concilio Vaticano II reconciliada con los valores políticos de la democracia, sino, salvando honrosas excepciones, dividida en sectores radicalizados, entre los que predominaban los de izquierda y, en el País Vasco y Cataluña, los nacionalistas. En ausencia del socio esperado, la estrategia eurocomunista del compromiso histórico resultó un fracaso y el PCE se derrumbaría a lo largo de la Transición.

Porque ésta no fue orientada por las residuales fuerzas del exilio republicano ni por un bloque democrático a la italiana, sino por nuevas fuerzas nacidas de la descomposición del régimen y de la Iglesia (a este respecto, hay que recordar que casi todo el antifranquismo de izquierda o nacionalista surgido en los sesenta tuvo origen eclesial, no sólo ETA). El caso del PSOE no es una excepción. En Suresnes se liquidó el PSOE histórico, republicano y marxista, y se inició la construcción de un nuevo partido socialdemócrata que apenas conservaba del anterior otra cosa que sus bases sindicales, lo que no era poco, pero insuficiente para un partido de masas que pudiera disputar al PCE la hegemonía de la izquierda. Como es sabido, el PSOE creció durante la Transición , a medida que el PCE se hundía, gracias a las aportaciones de la extrema izquierda, bien fuesen directas o por mediación de pequeñas organizaciones socialistas o socialdemócratas de ámbito regional. En este proceso de agregación hay que observar tres fenómenos: la extrema izquierda afluyó mayoritariamente al PSOE, no al PCE, a cuya dirección odiaba más que al franquismo; tampoco hubo trasvase del PCE al PSOE hasta la crisis terminal de los comunistas, a comienzos de los ochenta y, finalmente, tanto en Cataluña como en el País Vasco, la existencia de organizaciones nacionalistas de izquierda frenó el crecimiento de los socialistas, al convertirse aquéllas en polos de atracción para los izquierdistas (incluso los comunistas vascos, tras la crisis del PCE, prefirieron unirse a los nacionalistas de Euskadiko Ezkerra).

La anomalía vasca y catalana ha representado una causa perenne de desazón para los socialistas, al impedirles convertirse en una alternativa al nacionalismo. En Cataluña, optaron por transformarse en una fuerza nacionalista más. En el País Vasco, salvo durante el período marcado por el Pacto de Estella, que los obligó a acercarse al PP e improvisar una estrategia constitucionalista, han oscilado entre los compromisos de gobierno con el PNV y las tentativas de atraerse a los nacionalistas de izquierda. Durante la primera fase del «proceso de paz», esta última fue su directriz estratégica (es más: hay motivos suficientes para sospechar que los socialistas vascos no trataban tanto de terminar con ETA como de conquistar el espacio electoral de la izquierda abertzale). Tras el atentado de Barajas, vuelven a acercarse al PNV. Tal oscilación oportunista es un índice de la inconsistencia moral y política del progresismo, definido por Jean-Claude Milner como un dispositivo de repentización de falsas coartadas éticas (buenistas) para cualquier desaguisado. Pero no es algo que tenga fácil solución, sino la característica esencial de la izquierda progresista. No deja de resultar curioso y significativo que los cuadros comunistas vascos del antifranquismo, los que estuvieron en las cárceles franquistas en el 62, terminaran en el constitucionalismo recalcitrante, o sea, en la defensa incondicional de la libertad contra el terrorismo y frente al pacifismo delicuescente. Ahí, qué duda cabe, había y hay una moral democrática. Una voluntad de no plegarse al estado de miedo. Y un referente ético que, personalmente, nunca me ha fallado.

Santos Juliá NACIONAL

Palabras y hechos

Santos Juliá 14/01/2007

Lo menos que se puede decir es que el Gobierno no interpretó correctamente las advertencias de ETA.

UN POLÍTICO, más si es gobernante, tiene un problema cuando un amplio sector de la ciudadanía llega a convencerse de que su palabra no guarda relación con los hechos de los que quiere dar cuenta o pretende encauzar en una determinada dirección. Hoy es evidente que no era la mejor manera de identificar como "proceso de paz" la negociación con ETA y que no era la mejor manera de identificar el rearme de ETA como un accidente de tal proceso.

Hoy es dolorosamente claro que no basta nombrar un hecho para cambiar su significado. Cuando por medio de la palabra se intenta modificar el significado de unos hechos, quien sale perdiendo es la palabra, no los hechos: el lenguaje se pervierte y las palabras descienden al nivel de la in/significancia, pierden su referente, no explican el sentido de las cosas. Es lo que ha ocurrido con el discurso al que el presidente del Gobierno se ha lamentablemente acostumbrado en los últimos tiempos y que ha tenido su más patética expresión en su incomprensible conducta y en las declaraciones inmediatas al atentado: eran palabras vacías de sentido, que conducen al autoengaño del emisor y a la frustración de sus destinatarios

Hace meses, casi recién proclamado un alto el fuego permanente, y como el vandalismo callejero no remitiera, ETA se vio en la necesidad de anunciar, primero, que el Pueblo Vasco hacía muy bien en demostrar su enfado por medio de ese tipo de actos y, segundo y principal, que se confundía quien entendiera permanente como irreversible. ETA llamaba entonces a las cosas por su nombre. Que la kale borroka desapareciera y que lo permanente se convirtiera en irreversible dependería de los pasos que el Gobierno diera en una negociación que ETA ha definido desde su primer comunicado como proceso para construir, sin renuncia previa a las armas, un nuevo marco político. Cualquiera podía interpretar, porque estaba tan claro como la luz del día, que ETA había suspendido -por emplear una palabra del gusto del presidente- sus atentados de manera condicional: si el Gobierno daba pasos en la dirección querida por ETA, mantendría la suspensión; si no, habría kale borroka y lo permanente se convertiría cualquier día en reversible sin dejar de ser, para sus autores, permanente.

Lo menos que se puede decir es que el Gobierno no interpretó correctamente estas reiteradas advertencias, siempre acompañadas de hechos: robo de armas, secuestro, chantaje a empresarios, vandalismo callejero y todo lo demás. No eran, contrariamente a la interpretación de los expertos en procesos de paz comparados, mensajes para consumo interno, sino palabras cargadas de hechos, como a su debido tiempo advirtió la policía francesa. El Gobierno, sin embargo, convencido, como tantos de sus asesores, de que lo que ETA hacía era pedir árnica para pasar el trago del desarme, interpretó todo eso como retóricas para calmar a los más reacios y traerlos al redil del proceso.

El presidente del Gobierno arrastra desde hace tiempo un grave problema de discurso, que sus más allegados han pretendido trivializar desdeñando a quienes así lo señalaban como gentes de otra generación, de un tiempo pasado. Lo mostró en el debate del Estatuto de Cataluña; lo ha vuelto a mostrar en la negociación con ETA. Su cada vez más deletérea perversión del lenguaje era recibida con inquietud por los ciudadanos que comenzaron a sospechar que aquel pensamiento blando, más que débil, ocultaba una inseguridad de fines: el presidente, en realidad, no sabía adónde iba el proceso y lo disimulaba a base de identificarlo con calificativos genéricos. Pero como a un gobernante siempre se le supone en posesión de información superior, se le otorgó la presunción de que, aunque no supiera adónde iba el proceso, sabría al menos cómo manejarlo. El atentado de ETA ha demolido también esa presunción: el presidente no poseía esa información superior, y la reiterada petición de fe y confianza en su palabra estaba montada sobre una nube de humo.

Y éste sí que es un problema cuando hechos de la magnitud del último atentado no caben en el discurso de quienes, negociando con ETA, creyeron estar embarcados -y actuaron como si lo estuvieran- en un proceso de paz. Sin duda, habrá que reconstruir estrategias con vistas a futuras negociaciones; para que sean creíbles, será preciso elaborar el discurso que las identifique. Mal empezamos si el reconocimiento del error se censura -única práctica en la que el presidente ha mostrado rápidos reflejos: censurar cualquier esbozo de autocrítica- y si, finalmente, todo lo ocurrido se despacha con un "ya os decía yo que el proceso sería largo, duro y difícil".

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