VIRGEN DE LA SOLEDAD

VIRGEN DE LA SOLEDAD (Convento de San José MM .Carmelitas Descalzas)

Virgen de la Soledad (Virgen de la Paloma) Anónimo castellano. Siglo XVIII. Óleo sobre lienzo 122x100 cm. Convento de San José (MM. Carmelitas Descalzas) Medina del Campo

Virgen de la Soledad (Virgen de la Paloma) Anónimo castellano. Siglo XVIII. Óleo sobre lienzo 122x100 cm. Convento de San José (MM. Carmelitas Descalzas) Medina del Campo

La devota sensibilidad popular se complacía sobre todo en los dolores de la Madre de Dios, y Después de hacer concebido los temas de la Piedad y de la Dolorosa, se creó aún otro, el de la Soledad. Los artistas españoles se apropiaron de él y lo interpretaron de una manea muy típica y conmovedora, con un suntuoso manejo de sentimientos y actitudes. Un tema de gran tradición y, con una ascendencia muy remota, concretamente en una capilla dedicada a la Virgen, frente al Calvario, lugar según indica el teólogo dominico del siglo XV Félix Feber, la Virgen residió desde el momento en que fue consumada la Pasión, hasta el día de la resurrección de su Hijo. Fueron los devotos peregrinos que visitaban los santos lugares quienes transmitieron a Occidente el piadoso recuerdo de la desolación de María. Desde las primeras representaciones del Speculum humanae salvationis, de época medieval, pasando por las desgarradoras expresiones el arte hispano-flamenco, hasta la elocuente imaginería del siglo de oro español, el tema de la Soledad de María ha ido configurándose primero como Virgen llorosa, rodeada de los gozos y sufrimientos de Cristo, luego acompañada de Juan y, por último, sola al pie de la cruz.

Esta representación pictórica custodiada en la clausura del convento de San José en la villa de Medina del Campo, -segunda de las fundaciones de Santa Teresa de Jesús- dentro de una dependencia conocida por la comunidad carmelita como la obra nueva, sigue el modelo aportado por la desaparecida Virgen de la Soledad realizada por Gaspar Becerra. Escultura que se encontraba en la iglesia de San Isidro en Madrid, procedente del convento de la Victoria, también conocido como el de "los Mimos". Su popularidad la llevó a convertir en un icono devoto, repetido en pintura, escultura y gravado, tardíamente conocido con el nombre popular de la Virgen de la Paloma. Aquí, la Virgen, con irrefutables similitudes al tipo ideado por Bercerra, aparece arrodillada, con la mirada baja y desolada, uniendo fuertemente sus manos ante la cintura en ademán de oración. Su indumentaria, reflejo de la devoción doliente del momento, obedece al modelo asignado a las viudas de la sociedad española, con un manto negro que cubre la imagen desde la cabeza, asomándola por debajo una túnica y capas blancas. María, completamente sola, "la Sola del Sol difunto", como dice Lope de Vega, se halla sumida en un dolor sin fondo con los ojos arrasados en lágrimas, por su sentimiento con desborda el cerrado contorno de su figura. Expresión de hermosura, dolor, efecto, ternura, conformidad, y sobre todo refugio para las aflicciones de las almas devotas. Ntra. Sra. de la Soledad no figura entre las devociones más asiduas de los ricos y los nobles. Pero sin embargo, en las clases populares castellanas, que en primer lugar se identifica con la religión, y dentro de esta identificación, parece omnipotente la imagen de María, donde la Soledad se presenta como el centro de identificación del sentimiento popular.

En España, durante el siglo XVIII, el panorama pictórico estaba caracterizado por la pervivencia del barroco por debajo del arte oficial y académico, especialmente en los focos provincianos, coexistiendo con el rococó a la francesa que propagan la corte y sus órganos. Bajo el influjo de este particular contexto estilístico, el artista retrata a la virgen como si se tratase de una talla de altar. Parece como si la escultura se hubiera metamorfoseado en pintura. Una práctica que nos evoca a los llamados retablos-fingidos, realizados en pintura sobre muro, favorecidos por el auge de la escenografía que se hallaba en las artes. Para lograr este efecto simulador, la composición recoge una serie de elementos y atributos propios de las innumerables imágenes de vestir en la Soledad que se encuentran desperdigadas por infinidad de templos. De esta forma, la Virgen aparece arrodillada sobre una peana con una cabeza de ángel "tallada" en el frente; coronada por un resplandor de plata, con rayos flameados y lisos, rematados éstos en estrellas, con la inscripción latina: GLORIOSA DOMINA, otorgándole así el tratamiento de Ilustre Señora; y por último, de sus brazos cuelga un rosario de nácar -muy frecuentes en la provincia de valladolid durante el XVIII-. Completan esta recreación escenográfica, una sabanilla con encaje y las cortinas, que enseñan un atormentado movimiento de paños, con afán pictórico claroscurista, contribuyendo a expresar el angustiado sentimiento de la Señora. Finalmente, unos floreros, despliegan todo un repertorio de símbolos marianos: las rosas, sugieren el amos a la Virgen; las violetas, son emblema de modestia y humildad; los lirios, símbolo por excelencia de pureza y castidad; y los narcisos, aluden a su dolor.

BIBLIOGRAFÍA

Bravo Lozano, J.: 1981, pp. 201-203. Capel Margarito, M.: 1998, pp 117-123. Rodríguez, J. L. y Urrea, J.: 1982, pp. 381-388

Última restauración:16-01-07 Restauradora: Consuelo Valverde. Importe 2.216 euros