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MEDINA DEL CAMPO
(ACONTECIMIENTOS NACIONALES E INTERNACIONALES)


Los aspectos sociales del conflicto

El castillo de Torrelobatón, utilizado durante algún tiempo por los realistas para amenazar la cercana Valladolid, fue ocupado por el comunero Juan de Padilla desde febrero de 1521 hasta la derrota sinal en Villalar.
El castillo de Torrelobatón, utilizado durante algún tiempo por los realistas para amenazar la cercana Valladolid, fue ocupado por el comunero Juan de Padilla desde febrero de 1521 hasta la derrota sinal en Villalar.

El programa de los comuneros se centraba en una serie de peticiones de distinta índole: políticas, administrativas y de carácter económico. Entre las primeras, la más significativa era el importante papel que trataban de dar a las Cortes, que se había de convertir en la primera institución del reino, limitando el poder del rey. Para ello pedían que, <<de aquí en adelante>>, se reuniesen cada tres años: <<y lo pueden hacer en ausencia y sin licencia de sus altezas y de los reyes sus sucesores>>. Además, los procuradores serían elegidos sin intervención de los funcionarios de la corona: <<cada estado elija y nombre su procurador en su ayuntamiento>>; se reunían <<libremente>> para tratar de los asuntos, serían pagados por las ciudades y no por el rey, y no podía recibir mercedes. Otras peticiones recogían el sentir popular: que Carlos regresara a Castilla <<brevemente>>; que se restituyera a doña Juana en sus prerrogativas; que el monarca contrajera matrimonio <<a voto y parecer de estos sus reinos>>; que se terminara con la presencia de extranjeros en cargos públicos; y que, si tenía que ausentarse, dejara gobernantes <<puestos y elegidos a contentamiento del reino>>. Además, eran necesario que se frenaran los gastos de la corte aplicando una política de austeridad.

Pendón de los comuneros, en la Catedral Vieja de Salamanca
Pendón de los comuneros, en la Catedral Vieja de Salamanca

Junto a esto se planteaban reformas en la administración y en los órganos de justicia, tratando de acabar con el desorden y la corrupción: las vacantes serían ocupadas por personas de experiencia y no con las <<recién salidos de los Estudios>>; los obispos residirían en sus diócesis y los funcionarios darían cuenta de sus gestión cada cuatro años. Las demandas de tipo económico se centraban, principalmente, en la necesidad de una disminución de los impuestos, con especial a las alcabalas; así como en atender las necesidades de los fabricantes de paños y adoptar medidas para evitar la salida de otro y plata de Castilla.

Los aspectos sociales del conflicto.

Al iniciarse el levantamiento comunero todos los grupos sociales parecían estar de acuerdo con la protesta, bien porque la asumieron, o bien porque no reaccionaron contra ella. No obstante, la radicalización del movimiento en el otoño de 1520 indujo a muchos a apartarse de él, tomando posturas contrarias a la <<Comunidad>>.

En un principio, era un movimiento organizado y dirigido por las ciudades, como destacó J. A. Maravall, aunque no todas tuvieron las mismas aspiraciones. Toledo parecía desear un modelo político de Ciudad-Estado semejante al que existía en Italia; Valladolid intentaba revalorizar la figura de doña Juana; y Burgos acabó desvinculándose, aunque en medio de no pocas dudas e indecisiones. En la lista de este tercer estado aparecían gentes que no tenían muchas cosas en común: notarios, médicos, alcaldes, jurados, tenderos, mesoneros y la más variada relación de oficios mecánicos que se pueda imaginar. Grupos, por tanto, heterogéneos y con distintos intereses.

Franciscanos y dominicos destacaron por su militancia comunera. Vista del claustro  de Santo Tomás de Ávila, de la orden de los dominicos
Franciscanos y dominicos destacaron por su militancia comunera. Vista del claustro de Santo Tomás de Ávila, de la orden de los dominicos

A ellos se unió la baja nobleza, los <<caballeros medianos>>, de que habla algún cronista; así como ciertos sectores eclesiásticos que participaron en lo que Joseph Pérez ha denominado <<sermones subversivos>>. Junto a éstos, profesores y alumnos procedentes de las universidades de Alcalá de Henares, Valladolid y Salamanca. Todos ellos trataron de justificar el levantamiento desde puntos de vista legales, ideológicos y morales. Entre los más activos estuvieron los frailes franciscanos, seguidos por los dominicos. Recuérdese que fueron frailes los que elaboraron, a instancias de Salamanca, un primer programa reivindicativo, y que los clérigos armados que capitaneaba el obispo Antonio de Acuña resistieron después de la derrota en la batalla de Villalar.

A la burguesía ciudadana, pequeña nobleza y eclesiásticos se unieron también los más bajos sectores sociales, tanto de la ciudad como del campo, que asumieron el protagonismo de los tumultos. Ellos dieron al movimiento un aire de violencia y de resentimiento social, de enfrentamiento de desheredados contra privilegiados, <<de pobres contra ricos>>, como dijo un contemporáneo, en un intento de acabar con una sociedad jerárquica y llena de diferencias económicas. Destaca su demanda de terminar con sus privilegios fiscales y establecer una mayor igualdad en la distribución de las cargas económicas, algo que apuntaba directamente contra determinados sectores nobiliarios y eclesiásticos, que acabaron tomando posiciones contrarias a los comuneros.

Ejecución de los cabecillas comuneros, Juan Bravo, Juan de Padilla y Francisco Maldonado. Óleo (detalle) por Antonio Gisbert. 1860. Palacio del Senado, Madrid.
Ejecución de los cabecillas comuneros, Juan Bravo, Juan de Padilla y Francisco Maldonado. Óleo (detalle) por Antonio Gisbert. 1860. Palacio del Senado, Madrid.

Pocos miembros de la alta nobleza se alinearon junto a los comuneros, y cuando lo hicieron el pueblo dudó de su lealtad, puesto que el término <<grande>> para muchos se contraponía al de <<comunero>>. La tensión entre unos y otros se puso de manifiesto en los levantamientos antiseñoriales, sobre los que la Junta trató de no pronunciares, aunque finalmente aseguró que <<no está dispuesta a consentir que ningún grande se apoderara del reino>>. Afirmación que estaba el la línea de lo expuesto en el proyecto de ley perpetua, que los comuneros intentaron hacer llegar al emperador, y en la que se pedía: <<que en la casa real de Su Majestad ningún grande pueda tener ni tenga oficio, que tocara a hacienda o patrimonio real; y que si algunos tienen, se lo quiten y no los tengan>>. El movimiento comenzaba a ser un ataque al orden social establecido, y así lo vio el marqués de Villena cuando aseguró que lo que se estaba intentando era poner a los grandes en <<subjección e igualdad>>, añadiendo después, <<de aquellos con quien no lo deben tener>>.

La espiral de violencia colectiva se estaba imponiendo atemorizó a muchos, no solo a los grandes, sino también al patriciado urbano y a la mediana nobleza. Junto a ellos, la falta de disciplina de algunos de los componentes del ejército comunero, entregados al pillaje, desmoralizó y creó disensiones entre los propios comuneros sobre la estrategia a seguir. Desarticulados, cayeron ante un ejército formado por la unión de los grandes y el rey en esa escaramuza militar que fue la batalla de Villalar. Sin embargo, el levantamiento sirvió de aviso al rey de lo que podía suceder si los castellanos se unían contra él. Castilla tardaría en olvidar este levantamiento y el emperador también, puesto que todavía en 1552 prohibía la venta de títulos de hidalguía a hijos o nietos de comuneros.

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