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28-09-23 - CURIOSIDADES sin importancia.

¿Sabíais que existió un barco con el nombre "Castillo de la Mota".

La construcción del buque

Buque Castillo de la Mota
Buque Castillo de la Mota

"Castillo de La Mota" representó un hito tanto en la historia de la Marina Mercante española como en la de la compañía pública que lo encargó. Este barco fue diseñado para satisfacer las necesidades de transporte de mineral y carbón de la factoría de ENSIDESA en Avilés, así como de otras empresas pertenecientes al INI. Para financiar su construcción, se obtuvo un préstamo de la banca privada de acuerdo con las condiciones establecidas en la orden ministerial de Hacienda del 20 de octubre de 1966, durante el mandato de Gonzalo Aguirre Asensio como presidente de la Empresa Nacional Elcano.

Buque Castillo de la Mota
Buque Castillo de la Mota

El contrato para la construcción del buque "Castillo de La Mota", que era el segundo con este nombre en la historia de la Empresa Nacional Elcano de la Marina Mercante, se formalizó el 29 de mayo de 1968 con la Empresa Nacional Bazán. El astillero de Ferrol fue el lugar de construcción designado, y este proyecto fue la construcción número 141 de esa factoría. El 21 de junio de 1970, el barco fue lanzado al agua en una ceremonia que contó con la madrina Sofía de Grecia, en ese entonces princesa de España, y la presencia del príncipe Juan Carlos de Borbón y Pilar Primo de Rivera.

Buque Castillo de la Mota
Buque Castillo de la Mota

El 5 de enero de 1971, el buque ingresó al dique seco de Astilleros de Santander para llevar a cabo trabajos en el casco, incluyendo su pintura general. Esta operación fue destacada en la historia del puerto de Santander, ya que era el buque más grande que había ingresado en la bahía hasta esa fecha. En las pruebas de mar oficiales realizadas el 14 de enero, el barco alcanzó una velocidad de 15.8 nudos y el 21 de enero fue entregado oficialmente a la Empresa Nacional Elcano.

Buque Castillo de la Mota
Buque Castillo de la Mota

En su primer viaje, el "Castillo de La Mota" transportó carbón desde Norfolk, EE. UU., como parte del consorcio Iberbulk, que también incluía a Naviera Vizcaína, Naviera de Castilla y Naviera Astro. El carbón fue descargado parcialmente en Gijón y el resto en Avilés.

A partir de agosto de 1972, este buque se convirtió en el escenario del "Proyecto Castillo de La Mota". En colaboración con la ETS de Ingenieros Industriales de Barcelona, el Centro de Técnica Naval (CETENA), Bureau Veritas, la Asociación de Investigación de la Construcción Naval (AICN) y Magnavox, la división técnica de Elcano desarrolló un proyecto de automatización naval utilizando computadoras. Este proyecto incluyó aspectos como la optimización de la ruta, el posicionamiento por satélite, cálculos de navegación, control automático y, especialmente, un sistema anticolisión innovador en ese momento. Los resultados de esta investigación proporcionaron valiosos conocimientos y experiencias aplicables rápidamente en el sector.

En enero de 1976, el barco sufrió un incendio en su sala de máquinas, lo que requirió que fuera inmovilizado durante varios meses para su reparación. Luego, continuó su servicio en el transporte de carbón y también realizó viajes con cargas de fosfatos y granos. En su etapa final, transportó mineral de bauxita para la factoría de Alúmina en San Ciprián (Lugo).

Finalmente, en julio de 1987, el "Castillo de La Mota" fue retirado de la flota de la Empresa Nacional Elcano y vendido para su desguace. El proceso de desmantelamiento tuvo lugar en Ferrol, cerca de donde se había construido hace 16 años. Este buque tenía una capacidad de 29,589 toneladas brutas, 21,315 toneladas netas y un peso muerto de 53,006 toneladas. Sus dimensiones incluían una eslora total de 212.78 metros (200 metros entre perpendiculares), 30.99 metros de manga, 20.15 metros de puntal y 12.28 metros de calado. Estaba propulsado por un motor AESA-Sulzer 6RD90 con una potencia de 15,000 caballos sobre un solo eje y mantenía una velocidad de 15 nudos.

Fuente: Juan Carlos Diaz Lorenzo Fotografías: Puente de Mando.

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20-10-23 - La postal que data la visita de Benito Pérez Galdós a Medina del Campo.

Portada de la postal remitida por Benito Pérez Galdós // Archivo Casa-Museo Pérez Galdós
Portada de la postal remitida por Benito Pérez Galdós // Archivo Casa-Museo Pérez Galdós

El novelista y político español remitió una postal a su hija y a la madre de ésta el 11 de mayo de 1906, a su paso por la Villa de las Ferias.

Paula de la Fuente-. Era mayo. Justamente 11 de mayo de 1906, cuando los pasos del prolífico escritor Benito Pérez Galdós dibujaron un camino hacia Medina del Campo. Un paseo por la popularmente conocida como Villa de las Ferias, que hizo parada en la Oficina de Correos, remitiendo a su hija una postal con la imagen de la emblemática Plaza Mayor de la Hispanidad.

Lo cierto es que no se tiene constancia exacta del motivo que hizo que Galdós se trasladara a la villa que vio morir y testar a Isabel la Católica: «Pensamos inicialmente que podría tratarse de uno de los viajes que realizó Galdós cuando se comprometió con el Partido Republicano, pero ese compromiso no se hizo público hasta finales de ese año, y fue en 1907 cuando el novelista, que sería luego elegido diputado, comienza a participar en mítines republicanos en diferentes lugares de España. Lo más probable es que se tratara de un viaje privado», explica Miguel A. Vega, técnico de museos en la Casa-Museo Pérez Galdós.

Reverso de la postal donde consta la destinataria: Lorenza Cobián // Archivo Casa-Museo Pérez Galdós
Reverso de la postal donde consta la destinataria: Lorenza Cobián // Archivo Casa-Museo Pérez Galdós.

Si bien es cierto, el periódico ‘Canta-Claro’, publicado en Medina del Campo el domingo, 20 de mayo 1906 y cuya hemeroteca se guarda en los fondos de la Fundación Museo de las Ferias, alude al canario en su sección ‘Instantánea’. Bajo la firma de ‘R.M.S.’, se habla de Galdós de tal forma: «Benito Pérez Galdós. Yo tuve el gusto de saludar al insigne Maestro la noche del 14 de los corrientes en la Fonda de la Victoria de Medina del Campo./Aquel Coloso, que hizo conmover mi alma tantas veces leyendo su ‘Gerona’ y su ‘Dos de Mayo’, y sacudió mis nervios en vertiginosa carrera con su obra ‘Electra’, se me representaba muy grande, muy altivo, muy orgulloso de sí mismo; y lo encontré muy dulce, muy suave, muy apacible, cual la brisa que agita las poéticas palmeras de su Canaria tierra./ Yo le creía nervioso, agitado en medio de la multiplicidad de sus grandes ideas, abstraído del vulgo mundo que rodearle pudiese; y le vi atento, cortés, cariñoso, afable con los pocos amigos que le rodeábamos en el momento que el Orfeón Sarabriense le rendía homenaje con una serenata./ Y la escuchaba con deleite, dando a su diestra mano el rítmico movimiento de la melodía que se ejecutaba; y noté en su semblante que la música le hería, le hace sentir algo, le hacía pensar./ ¿Quién sabe dónde estaría en aquellos momentos el portentoso cerebro de D. Benito Pérez Galdós?». 

Lo dicho, realmente no se conoce el motivo de su viaje como tal. Volviendo a la postal, es el matasellos el que permite conocer el día en que fue depositada en Correos. En un tono rojizo se puede leer esa fecha: 11 de mayo de 1906. Pero, ¿qué viene a decir la tarjeta? Pues bien, Miguel A. Vega, que también nos ha hecho llegar el reverso de la misma, relata que es justo ahí donde reside la destinataria, que no es otra que Lorenza Cobián. Una mujer de origen asturiano, de la que podría destacarse su andadura como modelo del pintor Emilio Sala. Vega narra cómo Galdós tuvo con ella una relación a finales de la década de los ochenta y principios de los noventa del siglo XIX. A pesar de que no llegaron a casarse ni a convivir, tuvieron una hija, María Pérez-Galdós Cobián, quien nació en 1891. Pérez Galdós la reconoció, siendo además su heredera.

Desgraciadamente, Lorenza falleció tan solo dos meses más tarde de la recepción de la postal. Así, tras la muerte de su madre, la pequeña se crio con una tía -hermana de Lorenza- mientras que el escritor se ocupaba del mantenimiento de la pequeña. De hecho, siempre que salía de viaje se encargaba de enviarle alguna que otra postal o carta, como la que nos ocupa. Cabe mencionar que el archivo epistolar galdosiano de la Casa-Museo proviene de las cartas que Galdós recibía y que siempre conservó.

La fundación que lleva su nombre, y que ha contribuido a la documentación de este artículo, guarda también algunas de las cartas del novelista que se han ido descubriendo paulatinamente desde que se fundara la Casa Museo en la década de 1960. Si bien es cierto, el fondo inicial lo conformaba el legado adquirido a María Pérez-Galdós Cobián, que incorporó ciertas cartas que ella misma había recibido de su padre. Es el caso de esta tarjeta postal de la Colegiata de San Antolín, en cuyo reverso se lee la citada remitente: «Sra. Doña Lorenza Cobián. Calle San Bruno, 1. Madrid».

«Rueda 11. / Bueno y contento / Que coman / bien y se divier (sic) / Cariños / d B» es el texto que viene reflejado en la postal medinense. Llamativa también es la firma del literato. Y es que, explica el técnico de museos de la Casa-Museo Pérez Galdós, a la hora de remitir mensajes cortos, y en gran medida entre familiares, el autor canario optaba por las letras d[e] B[enito]. Muy distinto a su rúbrica en los escritos de una mayor seriedad, donde emplea su nombre completo; o en las cartas, igualmente familiares pero más largas, donde firma como ‘Benito’.

La colección de tarjetas postales forma parte del fondo epistolar del archivo personal del escritor, que se conservan en la Casa-Museo Pérez Galdós. «Fueron muy utilizadas en su ámbito familiar para enviarse mensajes cortos y recuerdos cuando estaban de viaje. A veces, es un sobrino, una de sus hermanas, etc. Pero las postales también eran un medio que utilizaban los admiradores para dirigirse al escritor expresando su admiración o solicitando un autógrafo», cerciora Miguel A. Vega. Se trata de un epistolario de 9.773 documentos y hasta 512 tarjetas postales.

Actualmente, este centro de saber y de cultura que gira alrededor de la vida y obra de Benito Pérez Galdós trabaja en la creación de un portal que permita la consulta pública y gratuita del epistolario galdosiano que, de momento, ya se encuentra digitalizado.

Benito Pérez Galdós y sus menciones sobre Medina del Campo

En el prólogo que Galdós realiza en la obra ‘Vieja España’ de José María Salaverría -septiembre de 1907- Benito se refiere al municipio vallisoletano en tal modo: «Medina del Campo, emporio que fue, según dicen, del comercio español. Medina está equidistante de Ávila y Zamora, de Segovia y Valladolid; fue apeadero frecuente de los Católicos Reyes y de todo viajante castellano. Visitando la noble villa, recorriendo su inmensa plaza, la mayor sin duda que en España existe, y las calles vetustas, asalta la duda de que allí tuviera el comercio la extensión y la cuantía que suponen algunos autores. Cierto que las anchuras de la plaza indican un mercado concurridísimo y considerable».

En este sentido, continúa: «Dice la tradición que en Medina la industria del curtido y adobo de cordobanes, suelas y pergaminos, alcanzaba valores fabulosos, y que poseía las mejores y más activas imprentas de Castilla. A su mercado concurrían los finos paños de Segovia, estameñas, bayetas, sayales y otros productos de los innumerables telares de Peñaranda y Rioseco. Flandes enviaba sus tapices, sus velludos y holandas, y Portugal la rica especiería del Cataly»

Sin embargo, Pérez Galdós garantizaba entonces que «de esto habría que rebajar algo» puesto que «el dinero corriente siempre deja rastro y sedimento en el suelo por donde pasa, y en la ilustre Medina débilmente se ve la huella metálica que al través de los siglos permanece en los emporios arruinados […]»

Más información en la edición semanal de La Voz de Medina y Comarca.

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16-11-11 - Adiós a medio siglo de dulces

PATRICIA GONZÁLEZ | MEDINA DEL CAMPO.

Algunos de los últimos clientes de la panadería de Cipriano Martín. :: F. JIMÉNEZ
Algunos de los últimos clientes de la panadería de Cipriano Martín. :: F. JIMÉNEZ

«Es un día muy triste para la familia y para los empleados», explica Jesús Martín, hijo del propietario.

La panadería medinense de Cipriano Martín cierra tras 55 años de servicio.

«¡Hoy es el último día que le vendo la barra de pan!» o «¿Dónde compraremos ahora las medianas?» fueron algunos de los comentarios más escuchados durante todo el día de ayer en la popular panadería medinense de Cipriano Martín, que tras 55 años cerró sus puertas para siempre.

El motivo de que los hornos ya no se enciendan más es la jubilación de la titular del establecimiento, como explica uno de sus hijos, Jesús Martín: «Hoy es un día muy doloroso para nosotros y estamos muy afectados, pero es una decisión sin retorno».

Ese sentimiento de tristeza embargaba también a los once trabajadores del obrador y repostería tradicional, y a los centenares de clientes, que ayer adquirieron por última vez las tradicionales pastas de té y los suizos y trenzas.

«Yo estoy aprovechando para comprar las pastas con almendras por encima y unos pastelillos, ya que como Cipri cierra, al menos podré degustar las pastas durante algún tiempo más», comentó uno de los clientes habituales a la salida de la céntrica pastelería mientras que otros leían los carteles donde la familia propietaria de la panadería comunicaba a todos sus clientes que ayer era el último día en el que atendían al público.

Medio siglo atrás

En 1956, una pareja de recién casados no se lo pensó dos veces al ver que se traspasaba uno de los negocios de la vía principal de Medina del Campo, la calle Padilla. «La panadería era de Cuadrado y mi padre decidió coger el traspaso y empezar con el tema del pan», recordó Martín, quien ensalzó el trabajo y la dedicación de los empleados durante todos estos años.

«Hoy es un día muy malo para todos nosotros, ya que además de soportar la pena por cerrar un negocio familiar, estamos muy afectado por los trabajadores, porque muchos de ellos han dedicado toda la vida al negocio», comentó uno de los hijos de la propietaria. «Era una situación que ya no se podía alargar más, ya que mi madre se jubiló este año con 81 años y nosotros no nos podemos hacer cargo del obrador porque nos dedicamos a otras cosas». «Hemos ido avisando a todos nuestros clientes, como bares y restaurantes, de que el 15 de noviembre cerrábamos para que buscaran un nuevo proveedor», añadió.

«Muchas de nosotras llevábamos trabajando en la pastelería más de dos décadas», explicó una de las empleadas mientras preguntaba a los clientes «¿Quién es el próximo?».

En este día gris, no solo por la lluvia, los clientes de Cipriano Martín acudieron en masa a despedirse de sus entrañables amigos, quienes cada mañana les vendían con una sonrisa el pan de la comida o los dulces del desayuno, como comentaban las clientas.

18-12-23 - El panadero que enseñó a las clarisas de Medina a hacer dulces

Cipriano Martín Bartolomé, hijo y nieto de panaderos, abrió su propio obrador en 1955 en la calle Padilla de Medina del Campo. Hoy sus hijos y dos de sus nietos mantienen vivo el negocio familiar.

Sonia Quintana

Álbum de la familia Martín
Álbum de la familia Martín

Cipriano Martín Bartolomé (Medina del Campo, 1932) abrió en 1955 su propio obrador de pan y dulce. Hijo de Ezequiel Martín Arévalo (Medina del Campo, 1892) y Jenara Bartolomé Fernández, conocidos industriales panaderos y confiteros de la localidad vallisoletana, Cipriano se independizó del negocio familiar para establecerse por su cuenta tras casarse con Vitoriana Gutiérrez Gallego. «Pidió un crédito en el Banco Central para montar su horno», recuerda José Carlos Martín Gutiérrez, hijo de Cipriano y copropietario de la confitería familiar en la actualidad. «Mi bisabuelo Primitivo y mi tatarabuelo Gregorio también eran panaderos; así que ya son seis generaciones», apostilla José Carlos Martín.

Ezequiel y Jerana tuvieron su primer horno en la plaza de San Agustín, que luego trasladaron al número 10 de la calle Claudio Moyano. Ezequiel fue también alcalde de barrio durante la monarquía de Alfonso XIII, durante la República y con posterioridad a la Guerra Civil. Tras el fallecimiento de este industrial, en 1956, la panadería cerró sus puertas. Un año antes había inaugurado su horno su hijo Cipriano, en el número 4 de calle Padilla. «Aquí aprendieron a hacer dulces las clarisas. Durante unos años por las tardes venían dos monjas a aprender con mi padre en el obrador«, recuerda José Carlos Martín.

Ezequiel y Jenara llegaron a tener 22 hijos. A la muerte de Ezequiel, solo quedaban vivos cinco: Ángel, Cándida, Alejandro, Cipriano y Pilar. «Mi abuelo principalmente era panadero. En los años sesenta trajo de Valladolid a Valeriano Polo, hijo del pastelero Adriano Polo, para que le enseñara a hacer pasteles. Estuvo con mi abuelo tres años. De esa época son las cocadas y toda la bollería», cuenta Carlos Martín Sanz, nieto de Cipriano e hijo de José Carlos. «En la época de la Guerra Civil la gente le llevaba a mi abuelo la harina para que les hiciera el pan», apostilla José Carlos Martín.

El 8 de septiembre de 1973, en el encierro de San Antolín, se escapó un novillo «que no hizo más que dar algún susto y sus rebozos de emoción por las calles de la Ronda de Gracia y Plaza de Santiago, donde fue muerto, no sin que antes diera tremenda cornada a la popular mula que uncida a su tartana repartía el pan por aquellos aledaños pacíficamente», recogía El Norte de Castilla en sus páginas al día siguiente. La mula, propiedad de Cipriano Martín Bartolomé, murió al poco tiempo a consecuencia de la cornada. «El mejor socio que tuvo mi abuelo fue, sin duda, mi abuela. Era una vendedora nata. La que verdaderamente trabajó en la confitería fue ella», señala Carlos Martín Sanz.

Cipriano murió a los 80 años en 2012 dejando tres tiendas de pan y dulces en Medina. Sus dos hijos, José Carlos y Jesús Ángel Martín Gutiérrez, ambos con otros trabajos, decidieron mantener viva la memoria de Cipriano con la reapertura del obrador primitivo de la calle Padilla, «que estuvo unos años cerrado tras la muerte de mi abuelo», explica su nieto Carlos Martín Sanz. Otra de sus nietas, Marta, sigue los pasos de su abuela tras el mostrador de la confitería familiar, «donde desde hace unos años hemos incorporado un nuevo dulce, en honor a nuestro abuelo: los ciprianitos».

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