El 
                                        gobierno desde una óptica eclesial.
                                      Isabel y su consorte Fernando 
                                        llegan al gobierno de sus reinos desde 
                                        una experiencia amarga de anarquía 
                                        y guerra. Y se proponen conseguir un nuevo 
                                        orden político; un propósito 
                                        
relativamente 
                                        viable para el Reino de Castilla; muy 
                                        poco esperanzado por los reinos de la 
                                        Corona de Aragón. Capítulos 
                                        de este proyecto son la paz pública 
                                        en las zonas más conflictivas como 
                                        Galicia y la franja norte peninsular; 
                                        las instituciones públicas de justicia, 
                                        fiscalidad y administración municipal; 
                                        la promoción de la educación 
                                        mediante nuevas instituciones escolares; 
                                        la mejora de la salud con una reorganización 
                                        de la estructura hospitalaria . Se trata 
                                        de muchas iniciativas nuevas y sobre todo 
                                        de reajustes traumáticos en muchas 
                                        instituciones de tipo señorial 
                                        que nunca habían sido afectadas 
                                        por la intervención de los organismos 
                                        de la corona, en especial por la creciente 
                                        intervención del Concejo Real y 
                                        de las nuevas Audiencias. En estas reestructuraciones 
                                        están presentes los criterios eclesiales 
                                        tradicionales que el cuerpo eclesial venía 
                                        aplicando desde siglos. Los reyes modernos 
                                        no tienen otros criterios no otros procedimientos. 
                                        Tampoco pueden invocar otra moral que 
                                        la establecida por los teólogos, 
                                        canonistas y moralistas, como lo había 
                                        hecho en su día el Rey Sabino en 
                                        sus textos legislativos. Isabel busca 
                                        ajustarse a estos principios guiada por 
                                        maestros mendicantes como los obispos 
                                        Diego de Deza y Pascual de Ampudia, leales 
                                        a la corona pero firmes en la proclamación 
                                        de los grandes principios de la moralidad 
                                        pública. En su Testamento da fe 
                                        de esta voluntad y también de sus 
                                        vacilaciones morales en puntos poco claros 
                                        como la fiscalidad avasalladora de las 
                                        alcabalas o la supremacía jurisdiccional 
                                        que recomendaban sus legistas frente a 
                                        las instituciones eclesiásticas.
                                      En el esquema de gobierno 
                                        de su tiempo el cuadro eclesial es la 
                                        primera gran realidad de la vida, omnipresente 
                                        y comprensiva de todas las facetas de 
                                        la vida pública. Lo representan 
                                        el papado como autoridad suprema y legitimadora 
                                        de la cristiandad a la cual se recurre 
                                        para dar validez definitiva a las iniciativas; 
                                        la curia romana como cerebro administrativo 
                                        de la Iglesia, con una incidencia mayor 
                                        en los temas fiscales, beneficiales, jurisdiccionales 
                                        y doctrinales de cuyas decisiones dependen 
                                        las personas de los clérigos y 
                                        de los fieles en comportamientos, derechos 
                                        y economías; los prelados, a la 
                                        vez señores temporales y pastores 
                                        en distritos bien determinados, a cuyas 
                                        órdenes están los esbatimentos 
                                        clericales y las asociaciones de fieles, 
                                        por lo que su provisión y gobierno 
                                        representan un capítulo primario 
                                        de gobierno público; las instituciones 
                                        religiosas regulares y laicas que son 
                                        las fuerzas más vivas y eficaces 
                                        en el campo del testimonio cristiano, 
                                        sobre todo en los valores religiosos y 
                                        en la labor asistencial y educativa por 
                                        entonces exclusiva de las iglesias; los 
                                        fieles que insertan por entero su vida 
                                        en la normativa eclesiástica, en 
                                        la práctica sacramental, en la 
                                        celebración litúrgica, en 
                                        el asociacionismo religioso y de esta 
                                        permanencia hacen confesión pública 
                                        ordinaria a lo largo de su vida y solemne 
                                        en los testamentos.