La iglesia 
                    que anhelaba la Reina Isabel.
                   
                  
En tiempos de 
                    Isabel la Católica se ha superado la pertenencia estática 
                    y conformista de la iglesia canónica y oficial. A lo 
                    largo de la Baja Edad Media surgen demandas, propuestas e 
                    incluso programas de renovación de la Iglesia. A los 
                    oídos de Isabel llegan como una herencia y un desafío, 
                    porque en buena parte son también campañas que 
                    vienen apadrinando las monarquías ibéricas desde 
                    siglos, con particular insistencia en el siglo XV por la conmoción 
                    causada por el Cisma en el Pontificado y el radicalismo teológico 
                    de los concilios de reforma. En concreto los reyes Isabel 
                    y Fernando tienen desde los inicios de su reinado una voluntad 
                    de reforma en las cosas y en la vida de la iglesia hispana.
                  En este momento hay varios 
                    aspectos que subrayar: 
                  - La regularidad en los procedimientos 
                    fiscales y beneficiales, gravemente alterador pos la anarquía 
                    y el favoritismo, el mal uso de las penalizaciones temporales 
                    y espirituales, el cumulativismo y absentismo de los titulares; 
                    frente a los cuales sólo procede clamar por la severidad 
                    en la aplicación de la norma, en la selección 
                    de los candidatos, en la penalización capaz de disuadir 
                    el mercantilismo beneficial.
                  - La estimulación de 
                    la vida cristiana a favor de los grupos populares comprometidos 
                    y de las actividades más testimoniales que están 
                    representados por los grupos devotos, ascéticos, caritativos 
                    y educativos; un campo en que la intervención de la 
                    Reina Católica fue intensa, sobre todo en las nuevas 
                    comunidades y tierras del Reino de Granada y en los equipos 
                    de misioneros de Canarias y la Indias.
                  - La búsqueda de una 
                    renovación pastoral en las iglesias particulares que 
                    de momento no encontraba otro camino que la selección 
                    de los prelados apuntando hacia una tipología de obispos 
                    en que prevalece una formación, la desvinculación 
                    nobiliaria e hidalga y el compromiso de la residencia en la 
                    sede, cualidad que solo ofrecen algunos religiosos y letrados 
                    bien conocidos por su estilo personal de vida y su religiosidad.
                  - La urgencia mayor de cambios 
                    e impulsos nuevos en algunos campos de la vida pública: 
                    el de la justicia, mediante la institucionalización 
                    y profesionalización de los tribunales y letrados; 
                    el de la asistencia pública buscando una organización 
                    hospitalaria más completa y eficaz en el nuevo tipo 
                    de Gran Hospital; el de la educación y escolarización 
                    promocionando las escuelas urbanas de Gramática que 
                    pronto crecen y llegan a ser estudios generales y universidades.
                  - La reforma religiosa que 
                    es el reto de la monarquía que se cifra definitivamente 
                    en la propagación de las congregaciones de observancia 
                    en las Órdenes monásticas y en las familias 
                    mendicantes, abandonando las intervenciones directas de la 
                    Corona mediante comisarios que nunca resolvieron más 
                    que embrollos momentáneos.
                  Isabel y Fernando dieron escalonadamente 
                    los pasos que pudieran llevar a estas difíciles y largas 
                    conquistas: tomaron el pulso de la vida eclesiástica 
                    en la congregación de las iglesias en Castilla, celebrada 
                    en Sevilla en 1478; obtuvieron bulas de reforma general y 
                    específica en las diversas familias religiosas; buscando 
                    un estatuto que les permitiera introducir directamente sus 
                    designios en la vida eclesiástica que era el Patronato 
                    Real, conseguido solo para Granada, Canarias y las Indias; 
                    formularon programas para las iglesias misioneras de Granada, 
                    Canarias y las Indias y formularon una legislación 
                    que sirvió de base a una serie de procesos renovadores 
                    que prosiguen en los reinados siguientes.
                  Lo positivo de sus iniciativas 
                    está en que fueron seguidas sin vacilar por los soberanos 
                    del siglo XVI; Carlos V en tierras aragonesas y Felipe II 
                    en la aplicación sui generis del Concilio Tridentino.