A los 17 años, Isabel 
                                  había vivido lo bastante como para tener 
                                   claro 
                                  el sentido de su existencia. Cuando aquel 24 
                                  de agosto la adolescente rubia, de piel muy 
                                  blanca y ojos azules, herencia de los Lancaster, 
                                  esperaba en Cebreros el documento que su hermano 
                                  Enrique había firmado a pocas leguas, 
                                  en Cadalso de los Vidrios, reconociéndola 
                                  como Princesa de Asturias y heredera del trono, 
                                  tenía ya la misma contextura física, 
                                  espiritual y política de su madurez. 
                                  Sabía lo que quería y, sobre todo, 
                                  lo que no quería, que era precisamente 
                                  lo que estaba bien a la vista en Castilla. Isabel 
                                  se hizo mayor a golpe de zozobras y desventuras.
claro 
                                  el sentido de su existencia. Cuando aquel 24 
                                  de agosto la adolescente rubia, de piel muy 
                                  blanca y ojos azules, herencia de los Lancaster, 
                                  esperaba en Cebreros el documento que su hermano 
                                  Enrique había firmado a pocas leguas, 
                                  en Cadalso de los Vidrios, reconociéndola 
                                  como Princesa de Asturias y heredera del trono, 
                                  tenía ya la misma contextura física, 
                                  espiritual y política de su madurez. 
                                  Sabía lo que quería y, sobre todo, 
                                  lo que no quería, que era precisamente 
                                  lo que estaba bien a la vista en Castilla. Isabel 
                                  se hizo mayor a golpe de zozobras y desventuras. 
                                
Pero aquella muchacha inteligente, 
                                  hermosa según los gustos de la época, 
                                  piadosa y  retraída, 
                                  parecía abocada a un destino poco halagüeño. 
                                  La degradación de la Corte y los escándalos 
                                  de Enrique; el menosprecio de éste a 
                                  su madre; la soledad; la falta de recursos, 
                                  lindante con la escasez, que madre e hija padecieron; 
                                  la sombra de un matrimonio forzado, del que 
                                  se había librado poco antes por la súbita 
                                  muerte del maestre de Calatrava, viejo rijoso 
                                  al que la había prometido Enrique IV 
                                  para asegurarse el apoyo de su hermano el marqués 
                                  de Villena, y el peligro que corría su 
                                  vida en aquel baile de golpes de mano, cambio 
                                  de herederos, raptos y asesinatos, la hicieron 
                                  madurar a la fuerza.
retraída, 
                                  parecía abocada a un destino poco halagüeño. 
                                  La degradación de la Corte y los escándalos 
                                  de Enrique; el menosprecio de éste a 
                                  su madre; la soledad; la falta de recursos, 
                                  lindante con la escasez, que madre e hija padecieron; 
                                  la sombra de un matrimonio forzado, del que 
                                  se había librado poco antes por la súbita 
                                  muerte del maestre de Calatrava, viejo rijoso 
                                  al que la había prometido Enrique IV 
                                  para asegurarse el apoyo de su hermano el marqués 
                                  de Villena, y el peligro que corría su 
                                  vida en aquel baile de golpes de mano, cambio 
                                  de herederos, raptos y asesinatos, la hicieron 
                                  madurar a la fuerza. 
                                
También la  hicieron 
                                  extremadamente cautelosa, aunque no medrosa. 
                                  Cuando tuvo ocasión de acceder al poder 
                                  y de ejercerlo, nunca dudó. Pero no había 
                                  en ella improvisación sino reflexión 
                                  acorde con las circunstancias. Y por cierto, 
                                  que desde aquel 19 de septiembre de 1468, cuando 
                                  fue jurada Princesa de Castilla en la venta 
                                  de los Toros 
                                  de Guisando, no faltaron circunstancias 
                                  para poner a prueba el ánimo más 
                                  esforzado. Eso mismo pidió la víspera 
                                  en la capilla: "Seso y esfuerzo" para 
                                  defender su derecho. Nunca le faltaron.
hicieron 
                                  extremadamente cautelosa, aunque no medrosa. 
                                  Cuando tuvo ocasión de acceder al poder 
                                  y de ejercerlo, nunca dudó. Pero no había 
                                  en ella improvisación sino reflexión 
                                  acorde con las circunstancias. Y por cierto, 
                                  que desde aquel 19 de septiembre de 1468, cuando 
                                  fue jurada Princesa de Castilla en la venta 
                                  de los Toros 
                                  de Guisando, no faltaron circunstancias 
                                  para poner a prueba el ánimo más 
                                  esforzado. Eso mismo pidió la víspera 
                                  en la capilla: "Seso y esfuerzo" para 
                                  defender su derecho. Nunca le faltaron. 
                                
En marzo de 1468, Gonzalo 
                                  Chacón tomo posesión de Medina 
                                  del Campo en nombre de Isabel, quien en mayo 
                                  expreso su deseo de visitar la feria 
                                  de Medina del Campo siendo acompañada 
                                  por su hermano Alfonso 
                                  cabalgando junto a ella. 
                                
El 4 de julio, mientras Alfonso 
                                  agonizaba, salió de Cardeñosa 
                                  una carta firmada por Isabel dirigida al reino 
                                  donde se decía que si Alfonso moría 
                                  Isabel era su legítima heredera, que 
                                  la ciudad sería ocupada en su nombre 
                                  como su señora natural, y sus diputados 
                                  se dispondrían a prestarle juramento 
                                  en las cortes. Cuatro días después, 
                                  Isabel firmó otra carta en la que anunciaba 
                                  que Alfonso había muerto el 5 de julio: 
                                  "a 
                                  ora de terçia plego a Nuestro Señor 
                                  que los pecados de estos regnos llevar desta 
                                  presente vida al dicho señor rey mi hermano". 
                                
 No hay modo de saber como 
                                  se sentía Isabel en ese momento. Parece 
                                  ser que habló de fundar un convento dedicado 
                                  a la memoria de su hermano en el lugar donde 
                                  había muerto. Aunque nunca lo hizo, mandó 
                                  esculpir su figura en un nicho junto a la tumba 
                                  de sus padres en la Cartuja de Miraflores. 
                                
Isabel no estuvo presente 
                                  cuando enterraron a Alfonso, la noche de su 
                                  muerte, en el convento de San Francisco de Arévalo. 
                                  Carrillo y Pacheco la habían llevado 
                                  a Ávila donde discutieron que medidas 
                                  adoptar para Isabel tras el fallecimiento de 
                                  su hermano. Pacheco insistía en que Isabel 
                                  debía declararse heredera no de Alfonso 
                                  sino de Enrique, no reina, sino princesa. Carrillo 
                                  quería que se proclamara inmediatamente 
                                  reina y sucesora de Alfonso, pues no se fiaba 
                                  de Enrique: ¿acaso no la había 
                                  puesto éste bajo la custodia de su esposa 
                                  para que creciera incapaz de gobernar? Pacheco 
                                  pensaba que Isabel debía casarse con 
                                  Alfonso de Portugal. Carrillo por el contrario, 
                                  consideraba que debía contraer matrimonio 
                                  con Fernando de Aragón. Llegados a este 
                                  punto, Pacheco amenazó con llevarse a 
                                  Isabel de Ávila. Carrillo replicó 
                                  con firmeza que el otro no se atrevería, 
                                  porque la guarnición era suya. Pacheco 
                                  alegó entonces la amenaza de la peste. 
                                  Carrillo le aseguró que solo atacaba 
                                  a los varones. 
                                
Al morir su hermano Alfonso, 
                                  había recibido  ya 
                                  la oferta dematrimonio de Fernando de Aragón, 
                                  pero no aceptó hasta ser jurada como 
                                  princesa y sucesora. Sin embargo, apenas se 
                                  perfiló la boda, muchos nobles castellanos 
                                  y el rey Alfonso de Portugal, tío de 
                                  Isabel, trataron de desbaratarla a toda costa. 
                                  Existía el peligro de la creación 
                                  de un poder hegemónico en la Península 
                                  que acabara con el precario equilibrio de los 
                                  tres reinos y con la abundosa cosecha para los 
                                  nobles del desgobierno de Castilla.
ya 
                                  la oferta dematrimonio de Fernando de Aragón, 
                                  pero no aceptó hasta ser jurada como 
                                  princesa y sucesora. Sin embargo, apenas se 
                                  perfiló la boda, muchos nobles castellanos 
                                  y el rey Alfonso de Portugal, tío de 
                                  Isabel, trataron de desbaratarla a toda costa. 
                                  Existía el peligro de la creación 
                                  de un poder hegemónico en la Península 
                                  que acabara con el precario equilibrio de los 
                                  tres reinos y con la abundosa cosecha para los 
                                  nobles del desgobierno de Castilla. 
                                
Un factor decisivo para el 
                                  triunfo de Isabel fue su alianza con Aragón 
                                  y el matrimonio en 1469 con Fernando, heredero 
                                  de dicha Corona. La comunidad de intereses refuerza 
                                  el matrimonio de los que conocemos como los 
                                  Reyes Católicos, reyes de Castilla a 
                                  la muerte de Enrique IV en 1474, y de Aragón 
                                  en 1479.