TEMA: V Centenario
ANTE TODO MUJER

 

 

¿Como era en esa realidad cotidiana?. Los primeros años en Arévalo junto a una madre que, maltratada, se iba hundiendo en las brumas de una perturbación que, como sucedía juego con Juana, fue más sentimental que mental.

Isabel fue educada precisamente en la Isabel la Católicaresistencia a los sentimientos. Gonzalo Chacón, santa Beatriz de Silva, Lope de Barrientos, Fray Martín de Córdoba y algunas otras personas le ayudaron en este menester.

Dominar y hasta ocultar, hasta donde era preciso, sus sentimientos, fue una de las constantes de su existencia. Algunas veces la estallaba la alegría, pero esto sucedía raramente, en la guerra de granada, por ejemplo, a la vista de los brillantes caballeros. Y entonces brotaban de sus labios expresiones que sin duda proceden de las lecturas de novelas de caballería: <<Los campos se han vestido de verduras>>.

En el momento del parto se cubría el rostro con un velo para que nadie pudiera percibir su sufrimiento.

Este dominio liberado de los sentimientos -lo que sin duda causaba demoledoras consecuencias sobre su salud- era presentado como una parte de su conducta religiosa. Pues Isabel conectó perfectamente con aquellas personas que la rodeaban y que le estaban trasmitiendo un mensaje: la existencia misma se la representaba como un tránsito durante el cual la conciencia del deber debía ha su vez presidirlo todo. Pedía a Dios que si no le asistía derechos -obligaciones- al trono no le consintiera alcanzado. En consecuencia se sentía movida a procurar para doña Juana, víctima inocente de una coyuntura de matrimonio inválido, la mejor forma de compensación posible, pues nadie debe pagar las culpas ajenas. De este comportamiento religioso era un eje esencial su matrimonio, respuesta a un sacramento recibido en sus dos dimensiones: amor a los hijos, a fin de cuentas donado de Dios -Él me lo dio, Él me lo quitó, es el comentario a la terrible noticia de la muerte del Príncipe don Juan- y amor al marido de quien, al despedirse para afrontar el juicio dijo que era el mayor don que de Dios recibía.

Isabel pretendió, por tanto, vivir como cristiana en una plenitud de comportamiento. Y dio un Isabel la Católicasingular paso adelante negándose a admitir que entre laicos y eclesiásticos hubiera diferencia sustancial: exigió de fray Hernando de Talavera que pusiera por escrito y le entregara las lecciones que aquél destinaba a sus monjes porque, a fin de cuentas, todos eran fieles dentro de la misma iglesia. Espíritu laico, pero en conexión directa con lo que entonces se consideraba esencial para la santidad: ese apartamiento del mundo que permite el encuentro de uno mismo en la intimidad del alma. Se hizo construir en Guadalupe una celda, donde podía, a intervalos, practicar ese <<contemptus mundi>> indispensable para alcanzar esa <<vía de perfección>>.

Dos aspectos han de ser tenidos en cuenta y sobre ellos sería preciso orientar nuevas investigaciones: la rectitud moral que debía transmitirse, a juicio de la reina, a todos cuentos entonces formaban parte de la Corte, y la obediencia a la Iglesia. Al servicio de la primera se hicieron grandes esfuerzos económicos. Ninguna represalia puede señalarse en relación con los nobles que militaran contra ella en la guerra civil: cada aspecto que se establecía indicaba cuidadosamente las compensaciones que debían dar a fin de que nadie se sintiera perjudicado en sus intereses. Consciente de las graves deficiencias que podían señalarse en los Papas coetáneos, Sixto IV, Inocencio VIII, Alejandro VI, nada hizo sin previa consulta y aquiescencia. Tengo para mí que si en lugar de exigirle una solución al problema converso y judío le hubiera solicitado condescendencia y comprensión, el juicio en torno a 1492 sería muy diferente. Para Isabel, como para su marido, la obediencia a Roma en todo cuanto se refería a la vida de la Iglesia constituía un valor indispensable.

También la feminidad. Isabel no renunciaba a ser mujer. Estaba convencida de que la Virgen María -<<a quien tenemos por señora y abogada en todos nuestros hechos>>- indicaba el valor objetivo que hace de la condición femenina algo superior. Siendo Reina, aplicó a ese oficio las cualidades que le eran propias: intuición, seguridad, condescendencia. Esas virtudes simplemente humanas, pero que sorprendían a sus contemporáneos como si se tratara de una especie de prodigio de la naturaleza. Desde el laicismo a esa condición femenina, la Reina enfocó su existencia como un camino para alcanzar santidad. Valores todos que en nuestros días se hacen difíciles de entender.

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