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V CENTENARIO DE LA MUERTE DE ISABEL LA CATÓLICA

Isabel la Católica
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Sistema monetario de las tierras de Castilla. II.

El maravedí, o morabetino, es el nombre que se daba al dinar de oro almoraví, moneda utilizada durante la Edad Media desde el año 1172 hasta el 1221. En los contactos económicos entre el mundo cristiano y el mundo musulmán el cambio entre la moneda cristiana y la moneda de los territorios musulmanes utilizada por cada uno de ellos se establecía en la proporción de un maravedí por cada diez dinares.

Se acuñaron monedas de un maravedí en vellón en el siglo XIV y XV, durante los reinados de Alfonso XI, Enrique II, Juan II y Enrique III. Estas monedas fueron el cruzado, el maravedí blanco o burgalés y la doble blanca. En el siglo XIV, durante el reinado de Enrique III, se acuña una moneda llamada dinero que equivalía a la doceava parte de un maravedí y también se acuña la blanca equivalente a cinco dineros, en la práctica, medio maravedí, que estuvo en circulación hasta el siglo XIX con este valor. Junto con el maravedí, Fernando III acuñó, en la primera mitad del siglo XIII, la dobla equivalente a dos dinares y que se convirtió en la unidad áurea hasta el reinado de los Reyes Católicos.

También se acuñaron en el reinado de Fernando III medias doblas, llamadas mazmudinas, y cuartos de dobla con un valor de un dinar y medio dinar. En el año 1333, Fernando III establece el cambio de la dobla en veinticinco maravedíes. A mediados del siglo XIV Pedro I establece la equivalencia de la dobla en los treinta y cinco maravedíes de oro y en los treinta y seis maravedíes de plata. Pedro I crea el real en plata y la equivalencia entre doblas y reales se establece en doce reales por cada dobla. La dobla llegó a valer cien maravedíes de oro a finales del siglo XIV, a mediados del siglo XV su equivalencia en oro llegaría a los ciento cincuenta maravedíes, en el año 1473 a cuatrocientos maravedíes hasta los cuatrocientos ochenta en el año 1480. En el año 1475 los Reyes Católicos acuñaron maravedíes y blancas de vellón como parte de su sistema monetario. La moneda de vellón irá perdiendo en la aleación su proporción de plata hasta llegar al siglo XVII cuando la acuñación se hace prácticamente sólo en cobre. El cuarto y el ochavo fueron monedas de cobre entre los siglos XV y XIX con un valor de cuatro y dos maravedíes, respectivamente. Durante el siglo XV y el siglo XVI el maravedí desaparece como moneda de uso para convertirse en moda de cuenta básica para cambios y equivalencias y en referente de valor. Reaparece su uso en el siglo XVII con acuñaciones en cobre, que se hacen cada vez más frecuentes desde el año 1599.

La otra moneda de uso común en el siglo XVIII era el real. El real se acuña en plata desde el siglo XIV durante el reinado de Pedro I con un valor de tres maravedíes. A fines del siglo XIV su valor era de 8 maravedís y a mediados del XV de 15. Durante el reinado de los Reyes Católicos el real pasa a valer 30 maravedíes en el año 1475 y 34 en 1497, valor que se establece en la ordenación del sistema monetario recogido en las Ordenanzas de Medina del Campo. El real, como moneda característica de Castilla, tuvo distintas acuñaciones y valores ya que existieron emisiones de monedas de reales de a ocho, de a cuatro y de a dos, como múltiplos que acuña Carlos I. Igualmente se acuñaron divisores en piezas de medio, cuarto y octavo real como ya habían hecho los Reyes Católicos. Como múltiplo del real podemos citar el cincuentín equivalente a 50 reales. Tanto múltiplos como divisores de la moneda de real tienen la referencia del real de 34 maravedíes desde el año 1497. La moneda de ocho reales recibía el nombre de peso o duro y se convertirá en la moneda fundamental del sistema monetario español a partir del siglo XVIII. Carlos I acuña en plata piezas de ocho reales que reciben el nombre de peso viejo, o real de plata viejo. En el año 1642, Felipe IV baja la proporción de plata y el real de a ocho pasa a llamarse real de plata nuevo. El real de plata vieja equivalía a 10 reales de plata nueva. Con la acuñación de vellón el real de a ocho de plata vieja se cambia por 15 reales de vellón y el de plata nueva por 12. Durante el siglo XVII en las acuñaciones del real, al igual que sucede con las del maravedí, es cada vez más abundante el cobre y la denominación de vellón pasa a ser de uso popular, la única circulación al alcance de las clases populares y su permanencia en el lenguaje como sinónimo de moneda de poco valor.

En el siglo XVIII, las equivalencias entre pesos y reales sufrirían nuevas modificaciones y así el cuartillo de real en vellón pasará a equivaler a la cuarta parte de un real.

Maravedís, reales y doblas son las monedas que circulan por las tierras de Castilla hasta finales del siglo XV. El maravedí y el real se mantendrán hasta el siglo XIX y serán los instrumentos de pago más utilizados para las actividades comerciales. El sistema monetario de Castilla entre los siglos XV y XVIII presenta una variedad de monedas de poco valor cuya denominación se ha incorporado a nuestro vocabulario en expresiones coloquiales con el significado de estar escaso de fondos monetarios. Así tenemos que el ardite, nombre de una moneda catalana de vellón acuñada entre los siglos XVI y XVIII, a dado lugar a la expresión “no valer un ardite”. A una expresión semejante han dado lugar las monedas denominadas cuarto y ochavo que tenían un valor de cuatro y dos maravedíes, respectivamente, que ya están recogidas en el sistema monetario de Castilla de las Ordenanzas de Medina del Campo. La blanca, moneda de vellón acuñada por los Reyes Católicos con un valor de medio maravedí, es el origen de la expresión “estar sin blanca”. Las moneda denominada calderilla ha pasado a hacer referencia como nombre genérico a todas las monedas de escaso valor. El nombre de otras monedas que circularon en estas siglos se ha ido convirtiendo en denominación muy usada para acuñaciones con distinto valor como sucede con el duro. Durillo fue el nombre genérico de la moneda española de los reales de a ocho o moneda con un valor de ocho reales. También se denominó duro a la moneda de veinte reales, a la de dos escudos y a la de cinco pesetas.

Los Reyes Católicos realizaron una reforma del sistema monetario de Castilla recogido en las Ordenanzas de Mediana del Campo de 1497. En el año 1475 acuñan el excelente de Granada en oro, según el modelo del ducado veneciano, con un valor de 375 maravedís o lo que es lo mismo de 11 reales y un maravedí o 750 blancas. También se acuñaron medios excelentes y cuartos de excelente. Al excelente después de la acuñación de los ducados en el año 1477 se le llama también doble ducado. El excelente sigue en circulación hasta el año 1632, aunque conocido como trentín por equivaler a 30 reales y que será la unidad áurea hasta 1537. Durante el reinado de los Reyes Católicos se acuñó el ochavo, equivalente a 1/8 de real, que a partir de 1566 fue una pieza de vellón rico con valor de dos maravedís, aunque posteriormente se acuñaron otras monedas de cobre con igual denominación. De las acuñaciones en oro hay que citar el castellano equivalente a cuatrocientos cuarenta maravedíes o lo que es igual a 13 reales. Estos monarcas sustituirán la dobla castellana y el florín aragonés por el ducado con un valor de medio excelente en el año 1477, moneda que será la base del sistema monetario en oro y funcionará como patrón internacional de intercambios y unidad de cuenta. Al ducado también se le llamará florín a principios del siglo XVII. Durante su reinado también se acuñan cuartos de ducado equivalentes a medio escudo. Con respecto al real, como ya hemos recogido, los Reyes Católicos establecen su valor en 34 maravedíes, equivalencia que no se modificará hasta el siglo XIX, siglo en que desaparece esta moneda. Durante el reinado de los Reyes Católicos en los territorios del reino de Valencia circula el excelente valenciano y en los de Cataluña el principat catalán.

En España se mantuvo entre los siglos XVI y XVIII la proporción en oro de los ducados mientras que bajaba en el resto de Europa por lo que los ducados que salían de nuestro territorio eran acaparados ya que valía mas el oro de su ley que el valor de cuenta de la moneda. Debido a ello, Carlos I acuña en el año 1535 el escudo con una equivalencia a trescientos cincuenta maravedíes que quedará como nueva moneda de cuenta y unidad en oro y se acuña la onza en oro con un valor de ocho escudos. Felipe II acuña escudos en plata para los Países Bajos. El centén o centín, acuñado en oro en el Real Ingenio de Segovia por Felipe III y Felipe IV, tuvo un valor de cien escudos. Desde el año 1738, durante el reinado de Felipe V hasta el de Fernando VII, circula el escudillo en oro o medio escudo, que fue una moneda muy popular.

El nombre de la moneda denominada escudo hace referencia a que en el reverso de todas las monedas acuñadas, unas veces en oro y otras en plata, aparece el escudo de referencia del territorio donde se realiza la emisión, siendo una moneda inspirada en la moneda francesa Écu. El escudo desaparece del sistema monetario español como moneda en uso en el reinado de Isabel II.

Por lo que se refiere al sistema monetario en oro. La unidad áurea, base de las acuñaciones en oro, será el excelente hasta el año 1477, año en el que se acuñan los ducados y se convierten en la moneda de referencia para los cambios y para fijar los precios y los intercambios con Europa y América. La acuñación de excelentes en oro se mantiene cuando ya el ducado sea la moneda patrón en el sistema áureo. Una nueva acuñación en oro la de los escudos en el año 1535 hace que éstos se conviertan en la nueva monedad base de cuenta. El escudo sustituirá desde el año 1537 al excelente y al ducado como unidad áurea. A pesar de estos cambios en la unidad base de referencia de la moneda de oro, los ducados serán la moneda en la que se hacían los asientos y los empréstitos de la Hacienda de Castilla con los banqueros europeos, situación que se mantendrá durante toda la edad moderna. El valor del ducado se equipara con el del escudo en 350 maravedís para la contabilidad oficial y de la administración, para los pagos de sueldos, los arrendamientos y las compras y las ventas entre particulares.

En los siglos XVI, XVII y XVIII circula un sistema monetario con acuñaciones en oro, plata y aleaciones con más o menos porcentaje de cobre, que serán las emisiones en vellón. Como hemos visto durante estos siglos se produjeron multitud de cambios en el sistema monetario, tanto en las monedad usadas en las actividades cotidianas como en las utilizadas de valor de referencia. A lo largo del siglo XVII se impone la acuñación monetaria en cobre. La moneda de vellón, aleación de un metal precioso con otros metales, es el recurso de la Hacienda Real para evitar la fuga de metales nobles, pues en muchas monedas tenía mas valor el metal acuñado que la moneda en circulación. Esta situación se agrava con la quiebra de la Hacienda en el año 1575 y con las bancarrotas que se suceden en el siglo XVII y la solución es que la aleación fuera perdiendo porcentaje de plata. Entre los años 1599 y 1625, durante el reinado de Felipe III, se acuñaron gran cantidad de monedas de cobre puro, cantidad que se calcula en unos 22 millones de ducados. En el año 1606 se elimina la acuñación en plata y el cobre se reduce al 50% en la moneda de vellón, estos datos son indicativos de la situación monetaria de la Hacienda Real las catástrofes monetarias se repetirán durante los años 1656 y 1680.

Las Cortes de Castilla consiguen la prohibición entre los años 1608 y 1617 de la emisión de monedas de vellón y a cambio de esta prohibición conceden a favor del monarca un Servicio de 17,5 millones de ducados. En el año 1617 la Corona solicita de las Cortes la emisión de moneda de vellón no excediendo la cantidad solicitada de los ochocientos mil ducados, pero este límite no se respeta y hasta el año 1619 se acuñaron cinco millones de ducados. En el mes de junio del año 1619 las Cortes vuelven a solicitar el ceso de las acuñaciones en vellón, pero en 1621 se estaba acuñando de nuevo vellón en la casa de la moneda de Toledo. Entre los años 1621 y 1626 la acuñación en vellón asciende a los catorce millones de ducados. En el año 1627 se vuelve a prohibir la emisión de vellón y se procede a recoger el vellón en circulación y a cambiarlo por plata. Para realizar el cambio del vellón por la plata se crea La Diputación para el Consumo del Vellón que fracasa en sus planes de conversión y apenas tiene un año de vigencia por lo que se crea una compañía bancaria regida por italianos para recoger el vellón circulante pagando en plata el 80% del valor nominal del vellón entregado y asegurando un interés del 5%, pero esta medida fracasa por la desconfianza de los castellanos. Ante la imposibilidad de realizar esta operación y terminar con la circulación del vellón se acuerda, en 1628 durante el reinado de Felipe IV, reducir el valor nominal del vellón en un 50% por lo que el cambio de la moneda de vellón por la de plata suponía dar dos reales de vellón y recibir uno de plata.

A pesar de todos los intentos realizados durante el siglo XVII para suprimir la acuñación de vellón y evitar su circulación esta moneda se mantiene a lo largo de todo el siglo y continuará en uso en el siglo XVIII: Tal fue la importancia de la circulación en vellón que en el año 1686 Carlos II crea el real de vellón como unidad de cuenta, aunque el término vellón se convertiría en sinónimo de moneda de poco valor que circulaba sobre todo en el campo; en sinónimo de calderilla; palabra que pasa al vocabulario usual de los habitantes de Castilla. En el año 1693 se interrumpirán las acuñaciones de monedas de vellón. Durante el siglo XVII junto con la emisión y acuñación de las monedas de vellón serán frecuentes sus resellos para aumentar el valor de la moneda circulante y este será el sistema elegido para evitar el aumento de nuevas acuñaciones. Con los resellos se hacía una marca de mayor valor sobre la moneda antigua lo que suponía que la moneda materialmente acaba bastante maltrecha. Se realizan resellos en los años 1603, 1641, 1642, 1651 que no evitarán las catástrofes monetarias de los años 1656 y 1680. En 1658, 1660 y 1664 hay nuevas operaciones de resello. A partir de 1686 la situación monetaria se estabiliza. Recordemos que durante el siglo XV y en los años 1557, 1575 y 1597 se producen las tres grandes bancarrotas del estado durante el reinado de Felipe II

En los siglos XVI y XVII circularon el real acuñado en plata y en vellón y la blanca de vellón. El real equivalía a treinta y cuatro maravedíes y si era de plata el cambio era por el doble de maravedíes. Otras monedas en cobre eran el ochavo, la moneda castellana de dos maravedíes y el cuarto con un valor de cuatro. La blanca era la moneda con un valor más reducido ya que sólo equivalía a medio maravedí. En el año 1718 se recoge la moneda de vellón y se fabrica otra redonda y de cobre puro y en 1772 Carlos III recoge, definitivamente, toda las acuñaciones de moneda de vellón que circulaba mayoritariamente desde el siglo anterior siendo el único dinero al alcance de los campesinos castellanos. Una Real Cédula del 26 de Enero de 1718 reorganiza las casas de la moneda y desde el año 1725 se produce una recuperación de la estabilidad monetaria. Las monedas de referencia durante el siglo XVIII serán el real de 34 maravedís, el real de a dos, la peseta de cuatro reales y el escudo de oro, equivalente a 40 reales de vellón. En el año 1728, se acuña en plata el llamado peso fuerte con una equivalencia a 10 reales de plata. Desde 1737, este peso también se cambiará por 20 reales de vellón. El peso es una moneda que circulaba en Cataluña y Valencia con el nombre de Duro, siendo la que adoptará el sistema monetario español junto con la peseta en el siglo XIX.

En el siglo XIX se concretan los intentos que durante el siglo XVIII con la llegada de la dinastía de los Borbones buscaron la unificación del sistema de peso y medidas y del sistema monetario en un sistema y único y válido para todos los territorios de la Corona. El sistema monetario español adoptará en el siglo XIX monedas con valores y nombres que eran utilizadas en los territorios de Cataluña y Valencia como son el duro y la peseta. La peseta tiene su origen en una moneda catalana de plata que tenia el valor de 2 reales de plata y 4 reales de vellón. Su elección se basa en ser la moneda que más se asemejaba a la moneda francesa. Hasta el año 1937 se realizaron emisiones de pesetas en plata y posteriormente en latón. Desde el año 1944 se acuñaron pesetas en una aleación de cobre, aluminio y níquel. La etimología de peseta también se ha hecho derivar de la palabra catalana peça que quiere decir pieza. En el año 1854 se pasó a la contabilidad monetaría en céntimos y se emitieron monedas de 10, 5, 2 y 1 céntimo acuñadas en bronce, circulando igualmente el duro de 20 reales, la media peseta de dos reales y el real. En 1864 la base del sistema monetario era el escudo, el doblón y los céntimos. En la reforma monetaria de 1.868 se establece como unidad de cuenta la peseta de plata de 100 céntimos y cuatro reales, desapareciendo monedas como el doblón isabelino de oro que valía 100 reales, los cuatro duros isabelinos, equivalentes a 80 reales, y el escudo isabelino o medio duro de plata con un valor de 10 reales. Lo expuesto corresponde a las variaciones que sufrió el sistema monetario propio del reino de Castilla hasta el siglo XIX.

Hasta la unificación del sistema monetario cada reino de la Corona de España tenía su propio sistema monetario y monedas que habían dejado de acuñarse o de circular en Castilla lo seguían haciendo en otros reinos con distinto valores. Igualmente, circulaban monedas con variaciones regionales y locales lo que daba lugar a la existencia de monedas sin valor fuera de su territorio. A estas monedas para poder ser usadas fuera de su zona de circulación había que agregarles la llamada “prima” o “premio”, que se estimaba en un 15% más del valor de la mercancía.

Hasta la segunda mitad del siglo XIX con relación al sistema de unidades de medida ocurría en Castilla lo mismo que ya hemos indicado con el sistema monetario existiendo en estos sistemas una desorganización total. Se utilizaban en los territorios de la corona española medidas y monedas con variaciones locales y un gran número estas medidas no tenían un valor preciso como ocurría con las denominadas cestos, zurrones, talegos, aranzadas, yugadas, obradas, cuerdas, cargas. Por ejemplo, la carga, que se utilizaba para cuantificar las cantidades de uva y leña, equivalía en Castilla de modo general a 5 arrobas y el quintal a 100 libras. La fanega, la unidad más extendida en España para la medida de áridos, se utilizaba como unidad de superficie, de peso y también de capacidad. La fanega, a pesar de ser de uso común en gran parte del territorio de Castilla, tenía gran diversidad de equivalencias tanto como medida de superficie como de capacidad.

A principios del siglo XIX comenzaron a promulgarse distintas disposiciones oficiales con la finalidad de establecer el Sistema Métrico Decimal en España. El establecimiento del Sistema Métrico Decimal en España fue un proceso largo y difícil y este sistema no se adoptará de forma efectiva hasta el día 1 de Julio del año 1880. Desde 80 años antes se había ido preparando la obligación definitiva de adoptar este sistema con la creación de la Comisión de Pesas y Medidas encargada de aprobar los patrones primarios y calcular las equivalencias entre las medidas tradicionales y las nuevas. En el año 1801 el gobierno decretó la unificación fundada en las medias tradicionales como fueron la vara de Burgos, 0,8359 metros, y el Sistema de Pesos y Medidas de Castilla. Durante el reinado de Isabel II, el 19 de julio de 1849, se aprobó la Ley de Pesas y Medias que establecía el sistema métrico decimal en el país y en las colonias americanas y asiáticas. En el texto aprobado se decía que la utilización sería obligatoria a partir del 1 de enero de 1853, pero los problemas y las dificultades no dejaron de producirse, junto a los debates intelectuales a favor y en contra de su implantación. El decreto de 14 de febrero de 1879 estableció la obligatoriedad del sistema a partir del 1 de julio de 1880 y suponía la ilegalización, en la práctica, de las medidas tradicionales, pero la resistencia a las nuevas medidas duro varias decenas de años y se hizo necesaria la intensificación de controles para impedir el uso de las medidas tradicionales.

Con respecto al sistema monetario habría que decir que los Reyes Católicos iniciaron una tímida unificación de este sistema, por lo menos en lo que se refería a la moneda patrón y a la unidad de cuenta. Así, el 14 de junio de 1497 promulgaron una Pragmática como Ley Básica del Sistema Monetario. Este intento de organización y racionalización era un paso imprescindible para la formación de un estado moderno, fuerte y centralizado. La creación de un estado moderno es uno de los ejes sobre los que se mueve la política de los siglos de la edad moderna y en esta línea de actuación los soberanos de Francia se sitúan a la cabeza de este intento de creación de un estado poderoso realizando una primera unificación de su sistema monetario y de pesos y medidas en el siglo XIV.

Para completar este apartado y a modo de resumen se recogen algunas de las medidas de peso y capacidad utilizadas entre los siglos XV y XVIII y algunas de las cuales todavía se siguen usando en el medio rural de modo tradicional.

Medidas de peso.

Adarme: 1/16 de onza. 1,79 g.
Arroba: 25 libras: 11,5 Kg.
Cajón: para minerales, 200 a 240 arrobas.
Cahiz: Medida para áridos, sal, harina, granos, etc. Medida de origen árabe denominada qafiz. En castilla se utilizaba una variante equivalente a 666 litros, y como medida para el yeso su valor era de 690 kilos.
Carga de carreta: 150 a 160 arrobas.
Carga de mula: 12 a 14 arrobas.
Cuarterón: 1/4 de libra, 115 gramos
Ochava o Dracma: 1/8 de onza. Para medicina se dividí la ochava en 3 escrúpulos. Cada escrúpulo se podía dividir en 2 óbalos y este se podía dividir, a su vez, en 3 caracteres o granos.
Libra: 460,093 gramos
Onza: Esta medida se refiere a la cuantificación de 1/16 de libra, que equivale a 28,75 g, o bien a 1/17 de libra equivalente a 27 gramos. Onza también se denomina al cuarto de cuarterón, que suponían, también, unos 28,75 gramos.
Pesada de cueros secos: 40 libras. 18,4 kilogramos.
Petacas de Jabón: 1/3 de carga de mula.
Quintal: 4 arrobas. 46 kilogramos.
Quilate: 9,5 gramos
Tercio de hierba: 7 a 8 arrobas.
Tomín: 1/3 de onza.
Tonelada: 20 quintales. 920 kilogramos.

Medidas de capacidad.

Arroba: 12,5 litros, solo para aceite.
Azumbre: 1/8 de cántara: 2,02 litros.
Cahíz: 12 fanegas de 56,4 kilos.
Cántara: 16,13 litros. También llamada arroba.
Copa: 0,12 litros.
Cuartilla: 1/4 de cántara. Unos 4 litros.
Cuartillo:1/4 de azumbre, unos 500 ml.
Fanega: Medida de origen árabe, faniqa, con significado de saco grande. Se utiliza tanto como medida de capacidad como medida de peso con gran variedad de valores regionales, comarcales e incluso locales. En la provincia de Cuenca su equivalencia era de 54,2 litros
Moyo: 16 cántaras. 258 litros.

Medidas de longitud.

Legua: su valor es de 5.572 metros.
Palmo. Equivale a 9 pulgadas unos 20,9 centímetros.
Paso: equivale a 5 pies que son 1,39 metros.
Pie: son 12 pulgadas equivalentes a 27,9 centímetros
Pulgada: su valor es de 2,3 cm.
Vara: son 3 pies ó 4 palmos equivalentes a 83,6 centímetros.

Monedas.

En el siguiente listado se recogen las denominaciones, el valor y las equivalencias entre algunas de las monedas de uso más frecuente y que son el referente necesario para las estimaciones de precios y producciones entre los siglo XV y XVIII.

Blanca.- Su valor en acuñaciones de vellón era de medio maravedí.
Doblón: pieza de oro de 2 escudos. También se aplicaba este nombre a la pieza de 4 escudos y de 8 escudos.
Ducado: equivalente a 11 reales.
Escudo: equivalente a 10 reales.
Marco: 1/2 libra:
Pelucona: doblón de a ocho escudos.
Peso ensayado: equivale a 450 maravedís de cobre.
Peseta.-Como base del sistema monetario vigente desde la segunda mitad del siglo XIX equivalía a cien céntimos. Una peseta eran 2 reales de plata y 4 de vellón
Peso: Pieza de plata equivalente a 8 reales:
Real.- Esta moneda fue la base del sistema monetario desde el siglo XV. En su acuñación en vellón era equivalente a 34 maravedíes. Desde mediados del siglo XIX un real eran 25 céntimos, la cuarta parte de una peseta.
Tostón: moneda de cuenta usada, desde el s. XVI, en España y América equivalente a 2,5 reales (8,57 g.).
Etiquetas: Campos del Paraíso, Catastro de Ensenada, el Reino de Castilla.

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09-02-11 Según la escritora Cristina Hernando. Isabel la Católica, víctima del franquismo

La reina Isabel la Católica fue una “víctima” del franquismo, pues “fue tal su vinculación e identificación con el régimen –su simbolismo y valores- que los españoles, mayoritariamente, asocian su figura al franquismo”.

Portada del libro de Cristina Hernando sobre Isabel la Católica.
Portada del libro de Cristina Hernando sobre Isabel la Católica.

Es la tesis que defiende la escritora Cristina Hernando, autora de una biografía novelada de Isabel la Católica (Madrigal de las Altas Torres, Ávila, 1451 – Medina del Campo, Valladolid, 1504) y que incide en que “no es justo” el caso, pues “existe un gran desconocimiento” hacia la figura de la soberana.

De hecho, según Cristina Hernando, a Isabel la Católica se la culpa de las "atrocidades" del descubrimiento de América, cuando, “en realidad, fueron posteriores a su muerte y en su testamento protegió a los indígenas como súbditos de la Corona", así como de la expulsión de los musulmanes y judíos, "pero se olvida que se les permitió quedar" a cambio de su conversión.

Considerada por la escritora una mujer “muy adelantada a su tiempo”, según ha explicado a Efe y recoge el periódico todocastillayleon.es, Isabel la Católica es el objeto de la novela histórica titulada Isabel la Católica. Grandeza, carácter y poder (Nowtilus), que se aproxima a la figura de la reina a través de un retrato psicológico con el que Cristina Hernando (Madrid, 1970) intenta matizar creencias firmemente arraigadas a su figura.

El tesón, la fortaleza interior, la confianza en sí misma, su talento como gobernante y su intuición son algunas de las cualidades que de la reina destaca Hernando, psicóloga y profesora de ciclos formativos en un Instituto de Educación Secundaria de la Comunidad de Madrid.

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27-09-2011 - Confirmacion del privilegio de la Villa de Ondarroa por los Reyes Catolicos Dn. Fernando y Da. Isabel en Medina del Campo a 30 de marzo de 1476. ( propiedad de la biblioteca del Parlamento vasco )

Documento núm. 1
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Documento núm. 10
Documento núm. 11 (página en blanco)
Documento núm. 12 (página en blanco)

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06-01-12 - El primer grito a favor de los indios.

Poco después de que Colón reclamara las tierras del nuevo mundo, Isabel la Católica autorizó las encomiendas de sus pobladores. Este sistema adjudicaba un grupo de indígenas a cada colono para su evangelización y explotación remunerada

En la Navidad de 1511, exactamente el cuarto domingo de Adviento, un fraile dominico llamado fray Antonio Montesino lanzaba desde el púlpito de una humilde iglesia de madera y paja de la ciudad de Santo Domingo, capital de las Indias, la primera protesta seria contra los repartimientos y encomiendas en el Nuevo Mundo. Denunciar el sistema establecido con el respaldo de la Iglesia defendiendo al indio, y sólo diecinueve años después del descubrimiento de América, supuso un hito en la “lucha por la justicia” y un aldabonazo para todos, desde el Rey hasta el último de los encomenderos.

Desde el mismo momento en que Cristóbal Colón pisó tierra americana, la suerte del indígena estaba echada. Sin embargo, tuvieron que pasar diez años hasta aquella Real Provisión, de 20 de diciembre de 1503, firmada por la reina Isabel la Católica en Medina del Campo y dirigida al gobernador Nicolás de Ovando, legalizando los repartos de indios a favor del colono español. A partir de esa fecha repartimientos y encomiendas serán dos términos equivalentes en el ordenamiento legal indiano.

Antes de que la reina Católica firmara este importante documento, pasaron diez años de ensayos y hubo consultas a expertos teólogos, a letrados y a juristas. Los Reyes habían establecido que la condición jurídica de los indios era la de personas libres y no sujetas a servidumbre. Pero, como describe Luis Arranz, la realidad en el día a día de los encomenderos era muy distinta.

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