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Medina del Campo. Villa histórica, monumental, escultórica y paisajística
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ASOCIACIÓN TAURINA CULTURAL "LOS CORTES"

PLAZA PARTIDA

Los torneos y juegos de cañas y otros se celebraron en la Plaza mayor desde el siglo XV.

La Plaza Mayor de Medina fue, desde el siglo XVI, palenque y coso donde tenías lugar torneos y juegos de cañas y toros, para celebrar, sobre todo, algún acontecimiento regio.

Aunque la Villa tuvo, de manera esporádica e improvisada, otras plazas de toros, fue siempre el gran zoco de la colegiata de San Antolín, escenario principal de los festejos taurinos, que durante la primera mitad de este siglo, tuvieron carácter eminentemente popular con los encierros y capeas.

Tras el paréntesis de la guerra civil y hasta la inauguración de la actual Plaza de Toros en 1949, el espacio dedicado al coso taurino se redujo a la parte que, desde el atrio de la Colegiata llegaba, por un lado, hasta la calle de Simón Ruiz, y por el otros, hasta la del Almirante.

Me dijeron que, desde entonces, Lino Matos, medinense de arraigados sentimientos y querencias, viejo y sabio catador de antiguas tradiciones taurinas y camperas, no volvió a pisar el recinto interior de la gran plaza, en protesta por lo que consideraba un vil y necio atropello a las mejores esencias toreras y costumbristas de su pueblo.

Pude comprobarlo aquella tarde en que intente convencerle de que atravesáramos, desde el bar de Mangas, los jardines de la plaza, para ganar el Arco y salir al Arrabal, donde vivía Lino. Todo fue inútil. Lino Matos, acompañado de sus dos galgos, fieles y famélicos compañeros de imposibles correrías cinegéticas, rodeando bajo los soportales, luego por el atrio de la colegiata, atravesó el Arco, y siguió, parsimonioso e indiferente, por la calle de Gamazo en adelante.

Tengo en los más vivo de la memoria, (yo era un niño al que le empezaba a Bar taurinosombrear el bigote) aquel trozo de plaza, ceñido por el cíngulo de los Caños, la Carpintería, San Antolín, el Ayuntamiento y la Cárcel, como un inmenso retablo, en el que, durante una década y del uno al ocho de septiembre de cada año, se representaban las estampas de un espectáculo luminoso y grotesco, ritual y trágico, formidable, único, sobre un testo y arrancado de Valle o Cela y la paleta de Goya, o Solana.

Yo asistía a este chafarriñón deslumbrante de romance de ciego, desde el balcón de la casa del señor Manuel, conserje del Ayuntamiento.

Todos los sentidos se empapaban con la eclosión del singular ambiente; gasta el gentío, bullanguero y chillón, que se estrujaba en los tablados, subía un denso y sofocante olor a pólvora, sudores, orines, resinas, vomitonas, aguardientes...

Mientras en el atalancado ruedo, la representación y sus personajes se sucedían en un carrusel multicolor y variopinto.

El busto guiñolesco de Varela, citando y provocando al toro, con una banderola en pértiga flexible, cual cometa de infante, sobre un tabladillo, junto a los toriles.

El repique seco y contundente, de las varas de freno, como restallante abanico, sobre el bravo novillo, que bordeaba los palos, buscando la piadosa salida...

Los seis ayudados que Paquillo le enjaretó a un colorado, ojo de perdiz, veinte arrobas, seis años, corniveleto, astifino, junto a las talanqueras de los caños; lances que luego le haríamos repetir, alguna vez, a las claritas del alba, sobre la acera del Continental, con un mantelillo, arrancado a un velador del Café centenario, por muleta...

La pavorosa cornada de Angelillo Casado, que cuando se descamisaba para mostrárnoslas en orgulloso gesto, aquella encrucijada de cicatrices, rosas y cárdenas, me recordaba la intrincada orografía de la sierra de Gredos.

El Barbas

El Rufo el Barbas, desparramado y fantasmal, metía miedo a los toros del chula, hasta que uno se vengó, poniéndole las cosas en su sitio, rebañándole no se cuantos kilos de manteca...

Tan credos enharinados, Peleles de azul Mahon, rellenos de paja, aventada por un cornalón utrero, el aire ardiente de la tarde... Quiebros de Tasio, del barbero, de Cleto a un cinqueño avisao... Requiebros de Fermín de la España... charanga, desafinada en los entreactos... Campanas, gritos, sangre, saliva, llanto, risas, sol, madre, toro, niño, campo, luto, jota, novia, toro, muerte...

Todo lo sigo viendo, oyendo, tocando, oliendo, mordiendo cuando paso por el Arco de la plaza, camino del tiempo, desde el tiempo...

Mariano García Pásaro

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