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JUAN II DE CASTILLA Y LEÓN

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Juan II de Aragón (1458-1479) y I de Navarra (1425-1479)

Juan II de Aragón (1458-1479) y I de Navarra (1425-1479)
Juan II de Aragón (1458-1479) y I de Navarra (1425-1479)

Hijo de Fernando de Antequera y de Leonor de Alburquerque, representó a su padre, de 1415 a 1416, en el gobierno de Sicilia. También intervino, activamente, junto con su hermano Enrique (Marqués de Villena) contra el valido de Juan II de Castilla, Alvaro de Luna. A los veintidós años de edad se casó con Blanca de Navarra, lo que le convertiría en rey consorte de Navarra. Inmerso en los asuntos de Castilla, vivió ajeno, en un principio, a los problemas navarros.

En 1435, se trasladó a Italia para ayudar a su hermano, Alfonso V de Aragón, en la conquista de Nápoles. Regresó como lugarteniente del rey para ocuparse de la gobernación de Aragón y Cataluña. Al morir su esposa Blanca, se negó a entregar el reino a su hijo y legítimo heredero el príncipe Carlos, el Príncipe de Viana , al que nombró su lugarteniente en el reino de Navarra. Enfrentado, de nuevo, en una guerra contra Castilla, fue derrotado en Olmedo (1445), con lo que se puso fin a la influencia del partido aragonés en los asuntos castellanos.

En 1444, Juan contrajo nuevas nupcias con Juana Enríquez, hija de Fadrique Enríquez, Almirante de Castilla y rival de Alvaro de Luna. Hijos de este segundo matrimonio fueron Fernando, Leonor, María y Juana; además tuvo numerosa descendencia en sus aventuras extramatrimoniales.

Juana Enríquez, mujer ambiciosa e indomable que dominaba a su padre, le utilizaba para espiar e influir en los asuntos de Castilla. Alvaro de Luna, harto de la injerencia aragonesa, invadió Navarra, aliándose con el príncipe Carlos contra su padre, que a su vez buscó el apoyo de Enrique, heredero de Juan II de Castilla. Esto provocó la guerra civil entre los nobles partidarios de Carlos, Beaumonteses , y los partidarios de Juan de Aragón, Agramonteses , dos bandos que se odiaban.

Carlos fue derrotado en Aybar y hecho prisionero, en 1452. Juana Enríquez, en avanzado estado de gestación, abandonó Estella y se trasladó a Aragón, donde dio a luz a su hijo Fernando. Decidida a que su hijo fuera el futuro rey de Aragón, mostró toda su aversión hacia Carlos que una vez liberado, a petición de las Cortes de Lérida, marchó a Nápoles en busca de la protección de su tío Alfonso V.

Pero Alfonso muere, en 1458, sin descendencia y Juan II hereda el reino aragonés y los condados catalanes a la avanzada edad de sesenta años. Tras una breve reconciliación con su hijo Carlos, le acusa de traición por mantener tratos secretos con Castilla y ordena su prisión en el castillo de Azcona. Los catalanes, partidarios de Carlos, se sublevaron y Juan se avino a ponerle en libertad. Carlos es nombrado heredero y lugarteniente del Principado y, en virtud de la concordia de Villafranca del Penedés, se le confió el gobierno de Cataluña y se prohibió entrar a Juan II, en el Principado, sin autorización previa.

Carlos se vio forzado a suspender las negociaciones de boda con la hermanastra de Enrique IV de Castilla, Isabel ( la futura reina Católica), por deseo de los catalanes, poco aficionados a las aventuras de esa clase, y solicitó la mano de María de Francia. Durante las negociaciones murió repentinamente, a la edad de cuarenta años (septiembre de 1461) a consecuencia de una infección pulmonar, pero fueron muchos los que creyeron que su muerte fue provocada por envenenamiento, por instigación de Juana Enríquez que, de esta forma, veía despejado el camino hacia el trono de su hijo Fernando. Poco después Fernando era jurado como heredero del reino de Aragón en las Cortes de Calatayud.

Luís XI de Francia, que deseaba hacerse con los reinos de Navarra y Cataluña, alentaba a los partidarios de la independencia de Cataluña al enfrentamiento con Juan II y aunque Juana consiguió que las Cortes Catalanas juraran a Fernando como heredero del Principado, la situación en Cataluña se fue enrareciendo hasta que, en febrero de 1462, estalló la revuelta de los payeses de remensa, dando lugar a la guerra civil.

Un ejército de la Generalitat, bajo el mando de Roger Pallarés, sitió a Juana y a su hijo en su fortaleza de Gerona. Pero la enérgica reina supo defenderse, durante cuatro meses, hasta que llegaron las tropas del rey que, apoyadas por tropas del rey francés, obligaron a levantar el cerco. El precio que se pactó por la ayuda francesa de Luis XI fue de 200.000 doblas de oro, a pagar en el plazo de un año; como garantía de pago se ofrecieron la Cerdaña y el Rosellón que pasarían al reino francés en caso de no efectuarse el pago, como así fue.

Cataluña continuó su guerra contra Juan, ofreciendo el gobierno del Principado a quien mejor ayuda quisiera ofrecerles. Enrique IV de Castilla fue nombrado conde de Barcelona y señor del Principado, pero la nobleza castellana le forzó a abandonar Cataluña a su suerte. La misma oferta recibió el rey Pedro de Portugal y fue el mismo Fernando, con trece años, el que, al mando del ejército, venció en Calaf al portugués, que moría poco después. Juan II, ciego y con setenta años, continuó su acoso, ayudado por su hijo y, al fin, en 1472, consiguió entrar con sus tropas en Barcelona, obligando a los rebeldes a rendirle obediencia (como tantas veces ha tenido que hacer, por la fuerza de las armas, ese pueblo, siempre descontento con la nación a la que pertenece). Juan, por razones de Estado, se mostró clemente con los vencidos, renunció a la venganza y concedió el perdón.

Pero antes de esto, Juan II, se había hecho operar de cataratas en Lérida, había recobrado la vista y se puso a la tarea de propiciar la unión de Castilla y Aragón. Realzó la posición de Fernando nombrándole rey de Sicilia, al tiempo que enviaba emisarios secretos a Castilla con la misión de allanar las dificultades que habían surgido en las estipulaciones matrimoniales. Pocos meses después, él y su hijo, firmaban en Cervera las capitulaciones matrimoniales (7.1.1469) y el rey partía para continuar su guerra contra Cataluña.

Entre los años que mediaron entre la boda con Isabel (1469) y su ascensión al torno de Castilla, a la muerte de Enrique IV el Impotente (1474) Fernando fue reclamado por su padre para que le ayudara, tanto en la guerra contra Cataluña, como, tras la rendición de Cataluña, en la difícil guerra contra Luis XI de Francia para recuperar el Rosellón; en ambas ocasiones contó con el apoyo de las tropas castellanas.

Juana Enríquez no pudo asistir a la boda de su amado hijo, cruel destino, tal vez la venganza de los cielos por su supuesta participación en la muerte del desgraciado príncipe Carlos. Aquella enérgica y caprichosa dama había muerto en 1468, tras una dolorosa agonía producida por un cáncer de pecho.

Juan II, un rey de talento, inquieto y turbulento, sensual y avaro, fue distinguido por sus contemporáneos con el título de El Grande y murió de viejo, a los ochenta y un años de edad. Su hijo Fernando se convirtió en rey de Castilla, de Aragón y Cataluña, de Sicilia y de Nápoles, y su hija Leonor, nacida del matrimonio con Blanca de Navarra, heredó el reino de Navarra. Fernando II de Aragón y V de Castilla y León fue, digno hijo de tales padres, un hábil político y diplomático.


Juan II (1458-1479) el Bravo nació el 29 de junio de 1397 en Medina del Campo y falleció el día 10 de enero de 1468 en el palacio episcopal de Barcelona. Hijo de Fernando I el Justo y de Leonor de Albuquerque.

Juan II
Juan II (1458-1479) el Bravo

A los 18 años fue enviado por su padre como lugarteniente general de Cerdeña y Sicilia. Allí conoció a una bella mujer Blanca de Navarra (1385-1441), la viuda del Martín el Joven, rey de Sicilia y heredero de Aragón (muerto antes que su padre Martín el Humano) e hija del rey Carlos III el Noble, con quien se casaría el 10 de junio de 1420 en Pamplona y de la que tuvo un hijo, Carlos, el famoso Príncipe de Viana (Carlos, primogénito de Blanca de Navarra, legítima heredera de aquel reino, y de su segundo esposo, el infante don Juan, duque de Peñafiel, hermano del monarca dela Corona de Aragón Alfonso el Magnánimo y primo-cuñado del rey de Castilla Juan II, había nacido el 29 de mayo de 1421, en el convento de los Predicadores de peñafiel) y dos hijas: Blanca, nacida en Olite en 1424, casada con Enrique IV de Castilla el Impotente, y Leonor, casada en 1436 con Gastón IV, Conde Foix.

Al morir su suegro (1425), Juan II tomó el título de rey de Navarra, que ya no dejó a pesar de que el título pertenecía a su esposa Blanca, y luego, tras la muerte de ésta (1441), a su hijo Carlos el Príncipe de Viana, legítimo soberano navarro. En 1447 contrae de nuevo matrimonio, esta vez con Juana Enriquez, mujer ambiciosa e intrigante, futura madre del rey Fernando II el Católico.

Cuando don Juan llegó a Navarra acompañado de su segunda esposa, junto con el clan de los Enríquez y sus aliados, escoltados por sus respectivas mesnadas, los navarros se sintieron invadidos y ocupados militarmente por una fuerza extranjera.

Ni el pueblo navarro, ni sus Cortes, ni el Príncipe Carlos, estaban preparados para hacer frente a semejante acometida de don Juan, ni al aguerrido aparato bélico que le acompañaba.

La guerra civil estalló en 1450, cuándo Juan, tras revocar leyes e instituciones y haber nombrado hombres de su plena confianza para ocupar cargos y lugares estratégicos del reino, se autoproclamó publica y oficialmente rey de Navarra.

Los navarros leales a la legitimidad, instaron al Príncipe a expulsar al invasor y a defender lo que por derecho era suyo, pero éste no quiso contrariar a su padre.

Carlos abandonó Navarra en 1456, después de su segunda derrota militar ante las aguerridas tropas de su padre y las de su cuñado Gastón de Foix.
Atrás quedaban seis años de intrigas, recelos, asechanzas, rencores, violencia, con sus respectivas traiciones, derrotas, capitulaciones, incluidos la prisión y el desheredamiento; humillaciones, vejaciones, y descalificaciones mutuas, que hacían impensable una reconciliación entre ambas partes.

Se trasladó primero al País Vasco, después a Francia, Italia, Roma, Nápoles (donde le acogió su tío Alfonso el Magnánimo) Sicilia y Mallorca. A mediados de marzo de 1460, desembarcó en Barcelona para firmar la paz con su padre. El encuentro entre ambos tuvo lugar el 13 de mayo, en Igualada, donde el Príncipe había acudido a recibirlo. No obstante, la Concordia de Barcelona fue una farsa.

Seis meses más tarde, en Lleida, Juan ordenó detenerlo, estando las Cortes reunidas, acusándole de un delito de alta traición: Intento de parricidio. La prisión ilegal de don Carlos fue el detonante de la revolución catalana, que propició la capitulación del monarca. Don Juan, no sólo se vio obligado a devolver la libertad a su primogénito después de tres meses de cautiverio, sino también a firmar los pactos de Villafranca, primera constitución escrita de todo Occidente europeo, que obligaba al autoritario y déspota monarca a respetar el derecho constitucional catalán, cosa que no había hecho en el reino de Navarra. No es de extrañar que Cataluña se enfrentara pronto al nuevo rey, persona poco grata, como se manifestó en 1453 con ocasión de su nombramiento como Lugarteniente del Principado.

También Juan II fue un hombre vital aficionado al bello sexo, y debido a sus frecuentes desplazamientos que le impedían permanecer en palacio por mucho tiempo, entretuvo sus ocios con otras mujeres, con las que tuvo varios hijos. Uno de ellos, Juan de Aragón, Arzobispo de Zaragoza, que solicitó el perdón real para su hermano Carlos el Príncipe de Viana.

Operado de cataratas

Cuando Juan heredó el reino de Aragón tenía entonces 60 años y en la fecha de su reconocimiento por las Cortes de Aragón, el 15 de julio de 1458, ya había perdido la vista por cataratas; no podía leer y apenas reconocía a los que le rodeaban.Estamos en 1468, el monarca desde hace dos años está ciego, le tienen que acompañar en todo momento, no distingue ya más que tenuemente la luz, no puede ir de caza, su gran afición, y está deficiencia visual le ocasiona frecuentes accesos de cólera.
En aquellos momentos, con la mayor conflictividad de su reino, con la sublevación de Navarra, alimentada por su yerno el Conde Foix, con el rechazo de Cataluña, donde apenas reina, con la pérdida de los territorios Transperinaicos y con los eternos conflictos de Castilla, Juan II toma una decisión heroica: se hace operar de cataratas.

Este tipo de intervención se venía realizando desde el siglo XIII. Bernardo Giardonio, en 1305, había escrito sobre su tratamiento, mediante perforaciones: Una trascripción actual sería más o menos ésta: “Entonces escojan un buen restaurador.

Y estando el cuerpo limpio y el ojo sano bien atado, hagan un agujero en la córnea con una aguja de cabeza redonda y comiencen a horadar la conjuntiva hacia la cola del ojo y horaden hasta encima de la úvea y compriman el agua (catarata) mansamente hacia la parte baja con la aguja y no la saquen pronto, sino que la tengan dentro un tiempo para que el aguja no vuelvan arriba. Y levanten la aguja y después compriman otra vez y luego la sacan”

El 11 de septiembre de 1468, un cirujano judío llamado Creixas Abietar, que ejercía la medicina en LLeida, operó con éxito a Juan II “pasando la aguja por las cataratas del ojo derecho”, método denominado de abatimiento, ya que por aquel entonces no se conocía la extracción ni la destrucción (277 años después, Jacobo Daviel, oculista del rey Luis XV de Francia, es el primero en concebir la idea de extraer la catarata, estableciendo una técnica e inventando el instrumental adecuado parta llevar a cabo este tipo de operación), Juan II se hizo operar del ojo izquierdo el 12 de octubre de 1469 con tan buen resultado como en el primer ojo.“El éxito de la operación fue total y el rey recobró a los 70 años sus bríos guerreros, sus energías y dotes de mando, su actividad y sobre todo, sorprendentemente le mejoró el carácter, tan propenso al odio y a la cólera”.

Francisco J. Solduga, doctor en farmacia

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14-09-17 - Denuncian la subasta de legajos del Archivo del Reino de Aragón robados tras el incendio de 1809

Técnicos de Patrimonio del Gobierno aragonés estudian la procedencia de la colección de cartas manuscritas del siglo XIV al XVII que saldrá a la venta por 60.000 euros.

MÓNICA ARRIZABALAGA arrizabalaga1114/09/2017 02:24h - Actualizado: 14/09/2017 09:47h.Guardado en: Cultura

Carta manuscrita con nueve líneas autógrafas de Fernando II de Aragón y otra firmada por el monarca en 1478 - ANSORENA

Carta manuscrita con nueve líneas autógrafas de Fernando II de Aragón y otra firmada por el monarca en 1478 - ANSORENA

Los técnicos de Patrimonio del Gobierno aragonés estudian la procedencia y autenticidad de un lote de 66 documentos históricos que se subastarán próximamente en Madrid y que, según denuncia la Asociación Pública para la Defensa del Patrimonio Aragonés (Apudepa), pertenecieron al Archivo del Reino de Aragón y fueron robados tras el ataque de las tropas napoleónicas al palacio de la Diputación en 1809.

Entre los legajos, que saldrán a la venta el próximo 27 de septiembre en la sala Ansorena, se encuentra una carta con nueve líneas autógrafas que Fernando el Católico escribió a su padre Juan II de Aragón el 13 de julio de 1477 en Medina del Campo o la que remitió María, reina de Hungría y Bohemia, a los diputados de Aragón en mayo de 1583.

La importante colección de manuscritos del siglo XIV al XVII incluye 30 cartas pertenecientes a la correspondencia de los Reyes de Aragón fechadas entre 1440 y 1470, otros 15 documentos sobre la invasión francesa de Lombardía de los años 1490, cinco cartas de Jaime II «el Justo» y 16 cartas del siglo XVI, entre ellas una carta autógrafa del Gran Capitán o cartas firmadas por Felipe II y Carlos I.

Los documentos, cuyo precio de salida asciende a 60.000 euros, formaban parte de una colección privada «desde hace décadas», señalan a ABC desde Ansorena. Las mismas fuentes de la casa de subastas aseguran que «el Ministerio de Cultura tiene constancia de estas cartas» ya que, tal y como se subraya en la catalogación del lote, «la colección está declarada inexportable».

Apudepa asegura «con rotundidad» que estos documentos formaron parte del Archivo del Reino de Aragón que, tras el incendio de 1809, se disgregaron. La mayor parte de estos fondos se conservan actualmente en la Diputación Provincial de Zaragoza y en el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza, pero otros documentos que quedaron en precaria situación fueron sustraídos a mediados del siglo XIX. En una carta remitida a Manuel Bofarull en 1853, el académico Pascual de Gayangos denunciaba el estado de los restos del archivo de la Diputación. «Cada día que pasa disminuye la colección y andan ciertos pajarracos que tienen las uñas muy largas», alertaba Gayangos.

Según el análisis realizado por la asociación de defensa del patrimonio aragonés, una veintena de los documentos que figuran en el catálogo de la casa de subastas madrileña se corresponden con los descritos en los inventarios de Xavier de Salas o Diego Bonilla y otros tres manuscritos son cartas remitidas a los diputados del Reino de Aragón, «que ellos guardaban celosamente en su archivo zaragozano». El resto también coincide tanto por su temática como por su datación con el contenido de la conocida como Alacena de Zurita (documentos y archivos del cronista Jerónimo de Zurita).

Apudepa está convencida de que «se trata de un caso de expolio» y exige que, si se verifica que los documentos son auténticos, sean depositados en el Archivo del Reino que se conserva en el Archivo de la Diputación Provincial de Zaragoza.

Fuentes del Gobierno de Aragón confirman a ABC que, como siempre que hay una subasta que afecta al Patrimonio aragonés, los técnicos de Patrimonio están estudiando la procedencia y autenticidad de los manuscritos.

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