Por sus especiales 
                características, la pequeña imagen del Nazareno, 
                que la cofradía de la misma advocación lleva la 
                noche del Jueves Santo en la procesión de la Vera Cruz, 
                es una obra de gran interés para la historia de la escultura 
                procesional en Castilla.
              Se trata de 
                una figura de 76 centímetros de altura cuya propiedad fundamental 
                radica en que sólo cabeza, manos y pies son de madera, 
                mientras que en el resto del cuerpo se emplea la técnica 
                llamada "de papelón". Consiste en amasar por 
                compresión y con ayuda de engrudo varias capas de pasta 
                de papel que, de este modo adquiere consistencia. Cuando está 
                húmeda, se modelan las distintas superficies que se convierten 
                en definitivas con el secado. Aunque no se ha hecho un estudio 
                en profundidad, este procedimiento debía ser, por su bajo 
                coste, mucho más habitual en la escultura de lo que podemos 
                imaginar en función de los ejemplos conservados. Su escasa 
                resistencia a las condiciones ambientales extremas y los golpes, 
                daría lugar a la pérdida de la gran mayoría 
                de las obras y el deseo de sustituirlas por otras menos efímeras. 
                De cualquier modo, ya se utilizaba en la época medieval 
                y de ello es una buena prueba el legendario Crucifijo que, procedente 
                del monasterio benedictino de San 
                Bartolomé, permanece al culto de la iglesia de San 
                Miguel de Medina del Campo.
              La ligereza 
                del material determinó su importancia para la escritura 
                procesional. Con el apoyo oficial de la iglesia a las procesiones 
                de disciplina en la segunda mitad del siglo XVI, se inicia un 
                periodo de enriquecimiento temático que cristaliza en el 
                deseo de incorporar conjuntos con varias figuras que reflejan 
                los distintos episodios de la Pasión. En ese momento, aún 
                eran impensables los grandes grupos en madera policromada que 
                comienzan a fabricarse desde la primera década del siglo 
                XVII. Por ello, la técnica del "papelón" 
                era la más propicia para los primitivos pasos que resultarían 
                muy livianos a pesar de contar con un gran número de figuras.
              La descripción 
                que hizo el viajero portugués Tomé Pinheiro de Veiga 
                de la Semana Santa de Valladolid de 1605, tantas veces citada, 
                es el testimonio más elocuente de esa situación: 
                "en lugar de nuestras banderas pintadas, traen pasos de 
                bulto, de altura proporcionada, los más bellos y hermosos 
                que se puede imaginar, porque estos de Valladolid son los mejores 
                que hay en Castilla, por la proporción de los cuerpos hermosura 
                de los rasgos y aderezos de las figuras, que todo es de la mitad 
                materia, de cartón y lino, de que están formados; 
                y si va algún vestido, gorra y capa al exterior, es todo 
                de brocado o tela, de suerte que perece muy bien". Estos 
                pasos se emplearon en otros lugares manteniéndose en uso 
                durante una gran parte del siglo XVII. Como ejemplo podemos citar 
                el encargo de la cofradía de Jesús Nazareno de León 
                a Francisco Díez de Tudanca, en 1675, de una nueva coronación 
                de espinas para sustituir a la antigua por "estar yndepcente 
                por ser las hechuras de los sayones de cartón y averse 
                de renovar cada año en que la compañía tiene 
                mucho gasto".
              Por lo que respecto 
                a la iconografía, es curioso constatar que las tres antiguas 
                cofradías de Medina del Campo tenían una imagen 
                del Nazareno. Lamentablemente, hemos de dar por perdido el que 
                perteneció a la Misericordia, del que tenemos noticias 
                por un contrato de 1629 con Melchor de la Peña, publicado 
                por García Chico. Es un buen consuelo que aún hoy 
                pueda salir en procesión el de la cofradía de las 
                Angustias, sin dura el más importante desde el punto de 
                vista artístico. 
              También 
                la Vera Cruz 
                contaba con un Cristo con la Cruz a cuestas que se 
trasladó 
                a la cercana localidad del Campillo. Pensamos que esta imagen 
                del siglo XVIII se realizó para sustituir al Nazareno de 
                "papelón", excesivamente pequeño. Aunque 
                ahora se conserva en la ermita del Amparo, 
                que fue encontrada por Sánchez del Barrio y Urrea Fernández 
                en el fondo de una hornacina de la ermita de San 
                Roque, a donde fueron a parar otras pertenencias de la Vera 
                Cruz tras su desaparición.
              En cuanto a 
                la cronología, los ojos de cristal y la talla del pelo 
                y la barba son argumentos suficientes para datarlo en el primer 
                cuarto del siglo XVII. A pesar de ello, es interesante que a una 
                técnica antigua se sume una tipología que responde 
                a un modelo más propio del siglo XVI, Frente a la actitud 
                vacilante o incluso postrado en tierra del Nazareno barroco, en 
                este caso se muestra un Cristo que camina decidido hacia el Calvario, 
                con el pie atrasado apoyado sobre la pinta de los dedos.
              Para finalizar, 
                solo nos resta resaltar la diversidad de manifestaciones artísticas 
                que la Semana Santa fue capaz de crear. L comparación de 
                dos obras con una cronología bastante próxima como 
                el Nazareno de las Angustias, 
                monumental y de madera, con el de la Vera Cruz, diminuto para 
                el escenario urbano y de "papelón", es la mejor 
                prueba de ello.