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MEDINA DEL CAMPO
(ACONTECIMIENTOS NACIONALES E INTERNACIONALES)

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Castilla en la época de Isabel I

Isabel I de Castilla
Isabel I de Castilla

El inicio de este tema exige, como primer paso, aludir el significado del término Castilla. En un principio, así puede leerse en el "Poema de Fernán González", Castilla era, simplemente, "un pequeño rincón". Posteriormente pasó a ser un condado, y desde mediados del siglo XI, bajo el mandato de Fernando I, un reino, luego unido al de León. Mas con el tiempo el término Castilla hacia referencia al conjunto de los territorios sobre los que se ejercían su soberanía los monarcas de Castilla, León, Galicia, Toledo, etc. Estamos hablando, en definitiva, de la denominada "corona de Castilla". Así pues, con el término Castilla se definían unos vastos territorios que abarcaban, en el norte peninsular, desde Finisterre hasta el río Bidasoa, en el sur desde el Golfo de Cádiz hasta el puerto de Cartagena, incluyendo, por supuesto tanto las dos Mesetas como las tierras de Andalucía.

Es más, en el transcurso del reinado de Isabel I se incorporaron a la corona de Castilla, gracias a la importante y eficaz labor militar desarrollada en aquellos años, los dominios del reino nazarí de Granada, último reducto del Islam peninsular. Se trataba de un territorio, situado bajo la denominación musulmana, cuya ocupación, de acuerdo con los viejos tratados de reparto firmados siglos atrás por los reyes de Castilla y Aragón, correspondía a los castellano-leoneses. Pero no acabó ahí la proyección territorial de la corona de Castilla. Otro paso de notable trascendencia fue la incorporación a la corona de las islas Canarias. Ahora bien, el suceso de mayor relevancia de cuantos acaecieron en los años finales del siglo XV fue la llegada del marinero genovés Cristóbal Colón a los territorios que se consideraban, inicialmente, las Indias occidentales. Estamos hablando, como es bien sabido, nada menos que del continente americano, incorporado, no podía ser de otra manera, a la corona de Castilla, pues de ella había salido la expedición que lo descubrió.

Por lo tanto la corona de Castilla era, a finales del siglo XV, el núcleo político de mayor extensión territorial de cuantos había, en aquel tiempo, en el conjunto de España. Pero sobre todo, ahí se encuentra su rango más llamativo, había experimentado un sensacional proceso expansivo en la época en la que fue la reina de Castilla Isabel la Católica.

Si dirigimos nuestra mirada al ámbito demográfico llegaremos a una conclusión en cierto modo similar a la que acabamos de presentar. Es indudable que no existen datos cuantitativos precisos de la época que nos estamos ocupando. No obstante, todos los estudiosos del tema han puesto de relieve la aplastante superioridad demográfica de la corona de Castilla, tanto sobre la corona de Aragón como sobre el reino de Navarra. Vicente Pérez Moreda, uno de los más lúcidos historiadores de la población española de aquellos tiempos, estima que el conjunto de España contaba hacia el año 1500 con unos cinco millones de habitantes. Pues bien, la corona de Castilla, en opinión del autor citado, tendría alrededor de cuatro millones de habitantes, es decir el 80 % de la población global española. El resto se repartía entre la corona de Aragón, que se supone se aproximaba al millón de habitantes, y el reino de Navarra, que apenas rebasaría los 100.000 habitantes. Es muy significativo, por otra parte, que el territorio de la cuenca del Duero, equivalente a la actual Comunidad Autónoma de Castilla y León, contara en aquellos años del reinado de Isabel I con una población bastante semejante a la actual. Hay que tener en cuenta que dicha zona era la que contaba con la red urbana más densa de toda la corona.

La Corona de Castilla se hallaba, a finales de la decimoquinta centuria, en una fase de expansión económica, lo que contrastaba con la corona de Aragón, en particular con el Principado de Cataluña, testigo en el siglo XV de una profunda crisis. Ciertamente en la corona de Castilla predominaba la actividad agrícola. No obstante es imprescindible señalar la fuerza que había alcanzado la ganadería ovina, amparada en la poderosa institución de la Mesta. Un caso sumamente relevante, en el terreno mercantil, se encuentra en el espectacular auge alcanzado por las Ferias de Medina del Campo, o las que los Reyes Católicos designaron, en el año 1491, nada menos que "ferias generales del reino". A las citadas ferias, como es sabido, acudían hombres de negocios de diversos países europeos, desde Italia o Flandes hasta Alemania, Francia o Inglaterra. No podemos olvidar, por otra parte, el importante papel que desempeñaron dichas ferias en el desarrollo de las letras de cambio.

En otro orden de cosas hay que señalar la intensa actividad que se desarrollaban, en aquellas décadas, tanto en el área del Cantábrico oriental como en el Golfo de Cádiz. José Ángel García de Cortázar ha hablado de dos "polos de desarrollo", el primero formado por el triángulo que tenía sus vértices en la ciudad castellana de Burgos y en dos puntos de la zona vasca del Cantábrico. Precisamente en el año 1494 se establecía en Burgos un Consulado. El otro "polo de desarrollo" se proyectaba desde la ciudad de Sevilla hacia la costa gaditano-onubense. El foco Burgos-Cantábrico oriental se caracterizó, desde mediados del siglo XV, por el incremento constante del comercio internacional, que se dirigía básicamente hacia la zona de Flandes, pero también hacia los puertos atlánticos de Francia, sin olvidar las relaciones tanto con Inglaterra como con la Hansa germánica. La corona de Castilla exportaba en primer lugar lana, peto también hierro vizcaíno. A cambio se importaban productos manufacturados, desde tejidos hasta obras de lujo, como retablos o tapices, que adquirían los "ricos hombres" de la corona de Castilla. El foco del suroeste de Andalucía se basaba,ante todo, en la actividad de los hombres de negocios genoveses establecidos en aquella región, y particularmente en Sevilla.

Otro rasgo que es preciso destacar es el relativo a la sociedad de la época. En la corona de Castilla, como en el resto de los países europeos de aquel tiempo, funcionaba una sociedad estamental. Por una parte había estamentos privilegiados, la nobleza y el clero, por otro el denominado "estado llano", que aludía la mayoría de la población, básicamente labriegos, aunque también gentes de las ciudades. Ahora bien, desde algún tiempo atrás se iba configurando el embrión de la futura burguesía, es decir un sector no privilegiado pero que poseía sólidas bases económicas y que tenía su asiento en las ciudades y villas.

El sector de la alta nobleza había logrado en la Castilla bajomedieval un notable fortalecimiento, plasmado en la concesión, por parte del poder monárquico, de importantes señoríos. Sánchez Albornoz lo denominó la "ventosa señorial". El proceso señorializador dio un nuevo paso en tiempos de los Reyes Católicos, pese a lo que decía, años atrás, cierta historiografía. Es evidente que los monarcas citados pusieron fin, en las Cortes de Toledo de 1480, a la política desarrollada por Enrique IV de Castilla, el cual había efectuado excesivas concesiones a la alta nobleza. Es más, algunos miembros de la nobleza recibieron duros castigos, como el caso del gallego Pardo de Cela. Pero en el fondo la nobleza era el sostén social y político del reino. Los Reyes Católicos crearon títulos nuevos, como el marquesado de Moya o los ducados del Infantado, Nájera o Gandía. Asimismo fundaron nuevos señoríos, como el de los Vélez, situado en el reino de Granada, o el de Mueda, en tierras toledanas.

En el ámbito urbano se había desarrollado un sector en el que solían coincidir la práctica mercantil, por una parte, y el acceso a la caballería, por otra. Carmen Carlé denominaba al citado grupo "Caballeros patricios", los cuales, obviamente, controlaban el gobierno municipal en la época de los Reyes Católicos. De todos modos hubo ciudades que se vieron sometidas a la presión de algunos "ricos hombres". Ese fue el caso, entre otras, de Segovia, de Toledo o de Burgos. La pugna entre los grandes señores territoriales y la oligarquía urbana ha sido vista, por el historiador norteamericano Haliczer, como el precedente de la futura sublevación de las Comunidades de Castilla. Es preciso señalar, no obstante, que en determinados casos la reina Isabel intervino en favor de los más modestos, como sucedió, por ejemplo, en el caso segoviano. Recordemos que en su testamento Isabel la Católica revocó las mercedes otorgadas en su día a Andrés Cabrera, debido a los trastornos que el mencionado noble había causado en la ciudad de Eresma y del Clamores.

El reinado de Isabel la Católica fue muy importante, para la corona de Castilla, en lo referente al fortalecimiento del poder real. Un paso importante fue la creación, en las Cortes de Madrigal de las Altas Torres del año 1476, de la institución de la Santa Hermandad. Inspirada en las Hermandades Generales, la Santa Hermandad, que se organizaba en cuadrillas, desempeñaba atribuciones tanto policiales como judiciales. También data de aquel reinado la generalización del régimen de corregidores, delegados de los monarcas en las ciudades y villas de los reinos. El corregidor, así lo ha señalado el historiador Marvin Lunenfeld, era "vínculo duradero entre el municipio y el gobierno central en cuyo nombre gobernaba".

Los Reyes Católicos, por otra parte, ratificaron la presencia de la Audiencia, o lo que es lo mismo de la Real Chancillería, en la villa de Valladolid. No obstante, en el año 1494 decidieron crear una segunda Audiencia, debido a la gran extensión de los territorios de la corona de Castilla. Esa nueva Audiencia, dirigida al ámbito meridional de los reinos, tuvo inicialmente su sede en Villa Real, aunque luego se trasladó a Granada. No es posible olvidar, asimismo, el papel creciente que tenían los letrados, denominados en las fuentes de la época los "hombres de los expedientes", en las tareas de gobierno. También es preciso señalar el hecho de que la corona asumió, durante aquel periodo, el control de las grandes órdenes militares, Santiago, Calatrava y Alcántara.

El matrimonio de Isabel y Fernando, herederos ambos respectivamente de las coronas de Castilla y Aragón, dio paso a la construcción de lo que el cronista de aquel tiempo Mosén Diego de Valera definió, sin duda con gran acierto, como "la monarquía de todas las Españas". De esta forma se había restablecido la unidad de España, rota a comienzos del siglo XIII, cuando tuvo lugar, como consecuencia de la invasión musulmana, la caída del reino visigodo. A propósito de la citada unión conviene recordar los versos que escribió el poeta franciscano fray Íñigo de Mendoza. Dicho escritor manifestaba su agradecimiento a Dios por el paso dado a raíz del matrimonio de Isabel y Fernando.

"...tú en tus sanctas alturas

soldaste las quebraduras

de nuestros reinos de España".

Ahora bien, ¿que papel desempeñaba la corona de Castilla en la unión efectuada con la de Aragón? Años atrás, el eclesiástico Rodrigo Sánchez de Arévalo había afirmado que, "el primero y principal reino de España es el de Castilla y León porque es el centro de España y porque los reyes de los otros reinos son derivados". La corona de Castilla, sin duda, tenía más peso en aquellos momentos, no sólo por su mayor extensión y población, sino también porque en ella el poder de los reyes era menos contestado que en la de Aragón, Castilla, dijo Pierre Vilar, se fue preparando en el transcurso del siglo XV "para su futuro papel de dirección". De ahí deriva la conocida expresión "Castilla hizo a España", frase en la que coincidieron, en los años treinta del siglo XX, José Ortega Gasset y Claudio Sánchez Albornoz.

La corona de Castilla, en los últimos años del siglo XV, caminaba hacia lo que el profesor Luis Suárez ha denominado el "máximo religioso". Esa frase quería dar a entender la identificación de la monarquía con un determinado credo religioso, sin duda el mayoritario, es decir el cristiano. Eso se tradujo, no podía ser de otra manera, en la expulsión de las minorías que profesaban otras religiones, es decir los judíos y los mudéjares. La expulsión de los judíos fue decretada en el año 1492. Es preciso señalar que, con anterioridad, los hebreos ya habían sido expulsados de otros países europeos. El motivo esencial que se recoge en el decreto para llevar a cabo dicha medida era el deseo de evitar la comunicación de los conversos, es decir los antiguos judíos pasados a las filas del cristianismo, con sus antiguos hermanos en la fe mosaica. Ciertamente el decreto fue promulgado por los Reyes Católicos, pero el motivo último de esa medida perece radicar tanto en la presión de la iglesia como en la existencia, a nivel popular, de un indudable tufillo racista, según ha puesto de relieve el historiador israelí Benzion Netanyahu. Los judíos que aceptaron el bautismo cristiano se quedarían en los reinos hispanos, pero los que se mantuvieron fieles a su religión tenían que salir en un plazo de cuatro meses. Unos años más tarde, en 1502, se tomó una medida similar contra los mudéjares, a los que se les ofrecía o el bautismo o la expulsión.

Paralelamente se puso en marcha el tribunal de la Inquisición, cuyo objetivo era, en principio, vigilar a los cristianos nuevos y conversos, es decir a la amplia masa de hebreos que habían aceptado el bautismo cristiano, pero de los que se sospechaba que, al manos una buena parte de ellos, seguía judaizando. La Inquisición, aprobada en el año 1478 por el pontífice Sixto IV, comenzó sus actuaciones en Sevilla. Posteriormente sus funciones se propagaron por toda la corona de Castilla, extendiéndose a la corona de Aragón. ¿Es posible calificar a la Inquisición española como la "primera forma de totalitarismo de los tiempos modernos", según la opinión expresada por el hispanista francés Joseph Perez?

Si hacemos una incursión n el terreno de la actividad cultural del reinado de Isabel la Católica tenemos que señalar, con rasgo más llamativo, la afirmación de la lengua castellana. El gran protagonista de aquel acontecimiento fue el gramático y humanista Elio Antonio de Nebrija, andaluz de origen, que fue profesor de la Universidad de Salamanca. En el año 1492 salía a la luz la importante obra del citado autor titulada "Gramática de la lengua castellana". Era la primera obra en la que se establecía una normalización de la lengua citada. La lengua, decía Nebrija, es ante todo un vehículo de cultura, pero también es un instrumento decisivo al servicio de los objetivos perseguidos por la monarquía. Ahí se encuentra la explicación de la famosa frase "siempre la lengua fue compañera del imperio", con lo que se quería poner de manifiesto la estrecha conexión que existía entre el idioma castellano y la monarquía de los Reyes Católicos.

No es posible dejar de lado el significado alcanzado por los años en los que gobernó Isabel la Católica en el campo de la producción literaria. Basta con el recordemos dos obras claves, las "Coplas a la muerte d su padre", elaboradas por el genial poeta Jorge Manrique, que aparecieron en el año 1476, y la "Celestina", espectacular obra dramática dl converso Fernando de Rojas, que vio la luz en los últimos años dl siglo XV. ¿Cómo olvidar, por otra parte, la larga lista de brillantes cronistas de aquel reinado, casos de Alonso de Palencia, Hernando de Pulgar, Mosén Diego de Valera o Andrés Bernáldez? Como remate es preciso consignar la aparición, en el reinado del que estamos hablando, de obras como "Wcárcel de Amor", de la que fue autor Diego de San Pedro. Tampoco podemos olvidar la labor realizada en aquellos años por el dramaturgo Juan de Encina. En definitiva, tanto la lengua castellana como la literatura escrita en ese idioma conocieron un espectacular desarrollo durante el reinado de Isabel la Católica.

En el año 1472, es decir dos años antes del acceso al trono de Isabel I, tuvo lugar la realización en tierras hispánicas de la primera obra impresa, Estamos hablando del "Sinodal de Aguilafuente", obra que imprimió Juan Parix, personaje de origen alemán, por mandato del entonces obispo de la diócesis segoviana Juan Arias Dávila. Durante mucho tiempo se pensó que las primeras obras en nuestro país databan de los años 1473 y 1474, habiendo sido su sede, respectivamente, las ciudades de Zaragoza y de Valencia. Hoy, en cambio, está plenamente comprobado que el "Sinodal de Aguilafuente" es la primera obra impresa en España. La aparición de la imprenta, que conoció una notable difusión durante el reinado de Isabel I de Castilla, tenía, no nos engañemos, un auténtico carácter revolucionario, pues posibilitaba la propaganda masiva de los textos escritos, cosa de todo punto impensable en los años anteriores. Castilla, por lo tanto, fue pionera en esa labor.

Como última faceta queremos señalar la diversidad de estilos artísticos que se dieron cita en la corona de Castilla en tiempos de Isabel la Católica. La fuerza del gótico flamígeno se dio la mano con el incipiente renacimiento, originario de tierras italianas. Pero al mismo tiempo seguía circulando la tradición mudéjar. La propia reina Isabel acudió en diversos momentos a alarifes mudéjares para que efectuasen obras en el Castillo de la Mota. Por si fuera poco en los años del reinado de Isabel se dieron cita en las tierras hispánicas artistas de diverso origen, unos locales, otros, en cambio, originarios de países extranjeros. Recordamos, como nombres señeros, a Juan Guas, Enrique Egas, Simón de Colonia, Gil de Siloé, Felipe Bigarny, Pedro Berruguete, y tantos otros. En cuanto a las obras arquitectónicas erigidas en aquellos años podemos mencionar dos de ellas, la iglesia de San Juan de los Reyes, sita en Toledo, y el palacio de Santa Cruz, levantado en Valladolid. La iglesia toledana constituye una muestra impresionante del estilo gótico, en tanto que el palacio vallisoletano es un ejemplo paradigmático del estilo renacentista.

Esa conjunción de lo medieval y lo moderno, claramente presente en el campo de las artes plásticas, puede generalizarse, si duda alguna, a todas la facetas del reinado de que estamos hablando. Así lo señaló l ilustre profesor Antonio Domínguez Ortiz, al indicar que el reinado de los Reyes Católicos "participó en ambos (lo medieval y lo moderno), modificado lentamente la herencia recibida y ampliándola con nuevas adquisiciones".

Julio Valdeón Baruque, Universidad de Valladolid
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