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Medina del Campo. Villa histórica, monumental, escultórica y paisajística
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Vd. se encuentra en: - V Centenario muerte de Isabel la Católica.


Cuadro De Eduardo Rosales 1864, Museo del Prado de Madrid
Cuadro De Eduardo Rosales 1864, Museo del Prado de Madrid

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08-01-18 - La mujer que cambió el mundo: Isabel

Retrato de Isabel la católica | Wikipedia
Retrato de Isabel la católica | Wikipedia

Pocas horas antes de morir, Isabel la Católica dijo de su marido que era "el mejor rey de España". Ella también merece ese título.

Su más destacado biógrafo, Luis Suárez, describe así su carácter:

Destacaba especialmente la intuición que le permitía desenvolverse con acierto en medio de problemas muy complejos que a lo largo de su vida surgieron. Sin embargo, fue la piedad religiosa la nota más destacada de su carácter.

Esta religiosidad es el motor de la expulsión de los judíos no conversos, del viaje de Cristóbal Colón y de las campañas en el norte de África.

Hija de Juan II y de la infanta portuguesa Isabel, no parecía llamada a heredar la Corona de Castilla porque tenía dos hermanos varones, Enrique y Alfonso. El mayor fue proclamado rey en 1454, pero su flojedad en el gobierno del reino y su decadencia moral (alardeó de que era impotente para conseguir la nulidad de su primer matrimonio) animaron las banderías de la aristocracia. La Farsa de Ávila (1465), en que unos nobles depusieron a Enrique en efigie y proclamaron al infante Alfonso, constituye uno de los momentos de mayor miserabilidad de la historia de España. Este conflicto civil se prolongó hasta que en 1468 Alfonso murió.

Enrique y su valido, el marqués de Villena, quisieron conseguir la paz de la siguiente manera: se excluiría a la hija del rey, Juana, y se reconocería sucesora a Isabel, que se casaría con Alfonso V de Portugal. La infanta dijo:

...me caso con Fernando y no con otro alguno.

Fernando era otro infante de la Casa de Trastámara, proclamado ya rey de Sicilia y heredero de Aragón. Contaba con el apoyo de su padre, el rey Juan II, para desposar a Isabel.

Fernando e Isabel la Católica
Fernando e Isabel la Católica

Fernando entró disfrazado en Castilla y en octubre de 1469 los dos jóvenes se casaron en Valladolid. Entonces Enrique y su esposa declararon legítima a Juana la Beltraneja, aunque respetaban la sucesión de Isabel. Pero Isabel recibió el apoyo del papa —gracias a su legado, el cardenal Borja— y de los Mendoza.

En diciembre de 1474 falleció Enrique e Isabel fue proclamada en paz. Incluso se reguló el estatus de Fernando. En la Concordia de Segovia (1475), redactada por el cardenal Mendoza y el arzobispo Carrillo, Isabel quedó como reina propietaria. Aceptó que su marido se titulase rey de Castilla y que todos los actos se atribuyesen a los dos. Se dice que el cronista Pulgar, al nacer la infanta Juana, escribió:

...los Reyes parieron una hija.

Sin embargo, esa primavera la nobleza que había medrado con Enrique se sublevó por Juana, que tenía 13 años, y cuyo matrimonio se concertó con su tío, Alfonso V de Portugal. La guerra civil se convirtió en internacional. Los portugueses derrotaron a los castellanos en Guinea, pero en la Península Ibérica Fernando obtuvo sobre Alfonso una victoria decisiva en Toro (1476). En 1479, Castilla y Portugal firmaron el Tratado de Alcáçovas.

A partir de ese momento, los acontecimientos se suceden. En vez de perseguir a quienes se habían alzado contra ellos, los Reyes Católicos los perdonaron y también pactaron que su primogénita, Isabel, casase con el nieto de Alfonso V. En las Cortes de Toledo (1480) anunciaron el establecimiento de un orden institucional en la Monarquía. Por ejemplo, en el Consejo Real el poder pasó de los nobles a los letrados.

Después de la toma de Zahara (1481) por los musulmanes, los reyes comenzaron una campaña militar contra el emirato granadino para conquistarlo completamente. En ella destacó Gonzalo Fernández de Córdoba, que luego tomó para Fernando el reino de Nápoles.

En 1492, el fraile Cisneros entró en la corte como confesor de Isabel. La soberana quedó tan admirada por la fe y las ideas del franciscano que consiguió del papa que le nombrara arzobispo de Toledo. Cisneros se dedicó a la reforma de la Iglesia y a la fundación de la Universidad de Alcalá de Henares. Así se eliminaron de España las semillas de las guerras de religión que ensangrentaron Europa debido a la reforma protestante y se forjó una clase dirigente culta y espiritualmente responsable.

En 1494, Portugal y España se repartieron el mundo como una naranja en el Tratado de Tordesillas.

En 1495, Colón desembarcó en Sevilla con unos 500 indios prisioneros de guerra hechos esclavos. Cuando Isabel se enteró, ordenó su liberación y devolución a sus familias.

La reina tuvo cinco hijos, cuatro mujeres y un varón. Ella y Fernando los emplearon para alianzas extranjeras que engrandecieran el poder de España. Así, los casaron con infantes de la Casa de Avís para culminar la unidad con Portugal. Y también con los Habsburgo alemanes y los Tudor ingleses para cercar a Francia. El destino condujo a que esta política sustituyese la dinastía Trastámara por la de Austria.

Varios de sus hijos empezaron a desaparecer antes que ella. El frágil príncipe Juan falleció en 1497, a los seis meses de su boda con la archiduquesa Margarita de Austria. La hija póstuma de éste nació muerta. En 1498 murió su primogénita Isabel, casada sucesivamente con dos infantes portugueses. Dejó un niño, Miguel de la Paz, que habría unido las coronas de Portugal, Castilla y Aragón, pero expiró en 1500.

Isabel murió en 1504 en Medina del Campo, sola, sin el consuelo de su marido y sin sus otras tres hijas, Juana, María y Catalina, que estaban en cortes extranjeras.

Cuadro De Eduardo Rosales 1864, Museo del Prado de Madrid
Cuadro De Eduardo Rosales 1864, Museo del Prado de Madrid

A los dolores del cuerpo y del alma se unió la preocupación por la incapacidad de Juana debida a su enfermedad mental. Trató de asegurar el derecho al trono de su hija y en su testamento Isabel nombró a Fernando gobernador de Castilla y las Indias.

Deseó ser sepultada en Granada, pero estaba dispuesta a seguir a su marido después de muerta.

...quiero e mando, que si el Rei eligiere sepultura en otra cualquier iglesia o monasterio de cualquier otra parte o lugar destos mis reinos, que mi cuerpo sea allí trasladado e sepultado junto.

Desde 1517, ambos se encuentran en la catedral de Granada, junto a los cuerpos de Juana, de Felipe y del pequeño Miguel.

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13-01-18 - Enfermedad, muerte y entierro de Isabel la Católica.

En noviembre de 2004 se cumplió el V. Centenario del fallecimiento de Isabel la Católica. Diferentes actos en varias ciudades se celebraron durante este año para conmemorar la efemérides, y desde hace meses se reeditan y publican antiguas y nueva obras que ofrecen diferentes visiones de la persona y reinado de, en opinión de Menéndez Pidal, la mejor reina que ha tenido España. El lector interesado podrá encontrar en estas obras diferentes detalles sobre esta mujer. Aquí solo se pretende analizar cual fue la causa de su fallecimiento.

Nacida en Madrigal (hoy de las Altas Torres) el 22 de abril de 1451, festividad de Jueves Santo era hija del segundo matrimonio de Juan II de Castilla que a los 14 años de edad había casado por primera vez con María de Aragón de cuyo enlace había nacido el príncipe heredero Enrique. El monarca castellano tenía treinta años cuando contrajo segundas nupcias con Isabel de Portugal, unión de la que nacerían Isabel y dos años después el infante Alfonso. Relatan los cronistas que Isabel de Portugal sufrió una depresión postparto tras el nacimiento de Isabel de Castilla, y pocos años después de la muerte de su marido Juan II en 1454, hubo de ser enclaustrada, cuando no había cumplido los treinta años de edad, en el castillo de Arévalo afectada de una grave esquizofrenia. El encierro se prolongaría hasta su fallecimiento.

Isabel será reina tras graves conflictos entre los castellanos. Cuando contaba con treinta años de edad, moría su padre, dejando una Castilla convulsa, enzarzada en continuas luchas entre nobles, heredando el trono Enrique IV, primer hijo de Juan II y hermanastro de Isabel. Enrique, al que las crónicas le describen como neurasténico, irascible, de carácter difícil, exhibicionista e indeciso, había casado por puras razones de estado con Blanca de Navarra. El matrimonio fue anulado a los pocos años por no haber sido consumado, por lo que comenzó a conocérsele como el Impotente, aunque en verdad, más que impotente, Enrique era homosexual. Proclamado rey casó en segundas nupcias con Juana de Portugal, prima suya y hermana del rey portugués Alfonso V, mujer hermosa y de costumbres nada acordes con la austeridad de la corte castellana, ligeramente casquivana, y que en poco tiempo inició una relación sentimental con el válido del rey, don Beltrán de la Cueva. La reina Juana parió una hija a la que se le puso igual nombre, y al que en poco tiempo comenzó a conocérsela como la Beltraneja, por sospechas los nobles y el pueblo quien era su verdadero padre. Las dudas de la paternidad de Juana la Beltraneja y la muerte prematura del príncipe Alfonso, hijo menor de Juan II, llevaron a Isabel a ser proclamada heredera del trono de Castilla según el convenio de Toros de Guisaldo y aprobación de las Cortes reunidas en Ocaña, tras una conflictiva guerra civil entre castellanos; tras la muerte de Enrique en 1474 fue proclamada reina de Castilla, y aún hubo de mantener un conflicto bélico con Alfonso V de Portugal, defensor de los derechos dinásticos de su sobrina Juana la Beltraneja. A partir de 1482, consolidada en el trono castellano y reina consorte de Aragón, se dedicará de lleno a la conquista del reino musulmán de Granada, que logrará el dos de enero de 1492.

Los cronistas de la época la describen como inteligente, vigorosa, enérgica y religiosa, de mediana estatura y rubia, y los retratos que de ella nos han llegado la muestran de aspecto físico agradable y ligeramente entrada en carnes. Debió de ser una mujer sana, durante gran parte de su vida, al menos hasta 1496, dadas las escasas referencias a enfermedades que recoge el doctor Juan Rodríguez de Toledo, en su Diario. Este médico nacido, formado y doctorado en Valladolid, fue, además de Regidor del Ayuntamiento de su ciudad natal, médico personal de Isabel y de Fernando hasta 1497 fecha en la que falleció. Dejó escrito un Diario que se encuentra recogido en el Cronicón de Valladolid, escueto y simple en el que se escatimaban palabras y espacios y se relatan los sucesos acaecidos en la corte española hasta 1539, pues fue continuado por escritores anónimos después de la muerte del médico.

Isabel la Católica
Isabel la Católica

El buen estado físico de la reina se demuestra en su historia ginecológica. Casada Isabel en octubre de 1469 a los 18 años de edad con su primo segundo Fernando heredero de la corona de Aragón, su primera preñez se comunica a la corte en febrero de 1470, y el 1 de octubre del mismo años, nace en Dueñas la primogénita, a la que se bautiza con el mismo nombre que su madre y abuela materna. En segundo embarazo en 1475, en plena guerra de Sucesión del trono, acabó en aborto en el camino de Toledo a Ávila. El tercer embarazo ocurre en 1478, y de él nacería en el Alcázar de Sevilla el segundo hijo, el único varón, y por tanto heredero, el príncipe Juan, bautizado así en honor de sus dos abuelos paterno t materno, y que demostró desde su nacimiento una debilidad física notable obligando a los físicos a administrarle toda clase de tónicos vigorizadores. A los ocho menes de este tercer embarazo, la reina iniciaba una nueva gestación que finalizaba en noviembre de 1479, cuando en Toledo, días después de llegar los monarcas, de Extremadura, nacía el tercer hijo, la infanta Juana, que a su postre heredaría la corona de Castilla de su madre y l mente perturbada de su abuela materna. En el verano de 1482, y en Córdoba, donde los monarcas preparan la campaña de Granada, Isabel, de un embarazo gemelar, pare su cuarto hijo, la infanta María, y treinta horas después, otra niña que nace muerta. El último alumbramiento de la reina se produce en Alcalá de Henares en 1486, naciendo de este parto la infanta Catalina. Cinco partos y seis embarazos, el primero con 19 años y el último con 35, es una mujer que no deja de viajar por asuntos de estado por las tierras castellanas en el siglo XV, demuestran una salud férrea, que se confirma por ejemplo, cuando sus cronistas relatan que tras el aborto del segundo embarazo, la reina se recupera en unos días y continúa encargándose de las vicisitudes del conflicto. Y es de resaltar que todos los partos ocurrieran en lugares muy dispares, lo que demuestra la intensa actividad de esta mujer en los asuntos de estado.

La salud de Isabel comienza a decaer a partir de 1496 y la causa fundamental es la sucesión de hechos desgraciados que suceden en la familia, que fueron descritos como "cuchillos de dolor que traspasaron su ánimo y corazón" por el cronista Andrés Bernáldez, el cura de los Palacios, y que se englobaría en lo que hoy denominamos "duelo familiar". En agosto ese año fallece su madre, Isabel de Portugal, con 6 años de edad, de los que más de cuarenta los ha pasado enclaustrada en Arévalo, afectada de una severa esquizofrenia. La reina no se encuentra presente en el momento del fallecimiento de su madre, que en su testamento ha pedido ser enterrada en la Cartuja de Miraflores y que sus honras fúnebres se celebren sin pompa ni vanidad.

Su segundo hijo, el príncipe Juan, heredero del trono, contrae en abril de 1407 matrimonio con Margarita de Austria, hermana de Felipe el Hermoso. El enlace es fruto del pacto entre las coronas de Aragón y Castilla con la casa de Hasburgo, casado por un lado Felipe y Juana, y por otro Juan y Margarita. El matrimonio del heredero se malogró seis meses después cuando en octubre Juan fallece en Salamanca, unos dicen que a causa de exceso conyugales (actividad a la que el matrimonio se dedicó de forma constante e incansable) y otros que la peste o viruela. Su mujer embarazada, malparía en Alcalá de Henares una hija muerta en los primeros meses e 1498. El derecho heredar el trono recae, tras este malparto a la primogénita Isabel.

La infanta Isabel había casado en 1490 con el príncipe Alfonso, heredero del trono de Portugal. Pocos meses después de los esponsales, el joven marido fallece al caer accidentalmente del caballo. En 1497 contraría segundas nupcias con el rey de Portugal, Manuel de Braganza el Afortunado, primo del anterior marido, y que había heredado el trono portugués. La nueva reina de Portugal da a luz en Zaragoza el 23 de agosto de 1498 un niño llamado Miguel. La madre fallece una hora después del parto, bien por una embolia pulmonar o una rotura uterina. El recién nacido se convertía en el heredero de las coronas de Castilla, Aragón y Portugal, tras los fallecimientos de su tío Juan y su madre. La reina depositó en él sus esperanzas de succión, malogradas de nuevo, cuando el 20 de julio de 1500, Miguel fallecía de forma súbita en Granada, cuando aún no había cumplido los dos años de edad.

Nada de extraño que Andrés Bernáldez escribiera en su crónica "el primer cuchillo de dolor que traspasó el ánimo de la reina doña Isabel fue la muerte del príncipe. El segundo fue la muerte de doña Isabel su primera hija reina de Portugal. El tercer cuchillo de dolor fue la muerte de don Miguel, su nieto, que ya con él se consolaba. Y desde esos tiempos, vivió sin placer de dicha reina, muy necesaria en Castilla, y se acortó su vida y su salud".

Tras la muerte de sus hermanos Juan e Isabel. y la de su sobrino Miguel, los derechos dinásticos pasaban a Juana, que en 1496 había casado con Felipe el Hermoso y residía en Flandes. El matrimonio viaja a España en 1501 para que Juana sea proclamada en Toledo heredera de la corona de Castilla, y en Zaragoza de la de Aragón. Las desavenencias del matrimonio y los desvaríos mentales de Juana, no trajeron precisamente la tranquilidad a la reina Isabel.

En 1503 tras una grave crisis de Juana, Isabel enfermó en Alcalá de Henares, con un cuadro clínico de fiebre prolongada, dolores generalizados y los propios médicos que la atienden (Nicolás de Soto, Juan de Guadalupe y Julián Gutiérrez de Toledo) certifican la influencia de la crisis de Juana en el proceso de la enfermedad y en el deterioro de la reina, relatando que "duerme mal, come poco, y a veces no nada, está muy triste y bien flaca". Sus otras dos hijas, María y Catalina se encuentran lejos. María ha casado con su cuñado viudo Manuel de Portugal, y Catalina se encuentra en Inglaterra, donde ha enviudado de su primer marido, el príncipe de Gales Arturo y ha casado con su cuñado Enrique, el futuro Enrique VIII. Afortunadamente para ella, la reina católica no llegará a conocer las desventuras de su hija menor, que provocaron años después el cisma religioso anglicano al negarse el Papa a anular el matrimonio entre Catalina de Aragón y el monarca ingles, cuya tortuosa y abominable vida sentimental es de sobra conocida.

Un año después de la enfermedad de Alcalá, en el verano de 1504, y ya en la ciudad de Medina del Campo, rebrota la fiebre y enferma también su esposo Fernando. Al rey se le diagnostica una fiebre terciaria (paludismo) de las que se recupera en unas semanas. Sin embargo Isabel continúa con fiebre alta que persiste a diario, y que se mantiene, según Pedro Mártir de Anglería, durante más de cien días, al tiempo que el cuerpo se le ulcera y añade que "todo sus sistema se halla dominado por una fiebre que la consume; rehúsa toda clase de alimento, y se halla de continuo atormentada por una sed devoradora, y la enfermedad parece que va a terminar en hidropesía". (Junceda Avello, E., Ginecología y vida íntima de las reinas de España). El estado general se deteriora y en septiembre el rey hace venir de Salamanca al prestigioso médico Fernando Álvarez para atenderla. La reina redacta su testamento el 12 de octubre consciente de su gravedad y finaliza sus días el 26 de noviembre de 1504 a los 53 años de edad, consumida por la fiebre y con una hidropesía o edema generalizado. La clínica relatada, de fiebre alta y prolongada y el deterioro general, hace pensar que Isabel padecía un cáncer y que la fiebre fuese de origen tumoral, ya que además el padre Mariana afirma que "en junio Isabel tenía cierta enfermedad fea, prolixa e incurable, aunque no se sabe donde ni de qué clase" (Liss PK, Isabel the queen: life and times). El hecho de que sus médicos personales relaten una fistula en las partes vergonzosas (Rodríguez Valencia V., Isabel la Católica en la opinión de españoles y extranjeros) conduce a la sospecha de que el tumor fuese de origen uterino o retal, capa de producir metástasis hepáticas o pulmonares y condujesen a una insuficiencia cardio-respiratoria y a la hidropesía final. Es posible que el curso de la enfermedad se agravase aún más por una hipotética diabetes, dada la sed que la atormentaba que recoge Pedro Mártir de Anglería, aunque ésta podría ser resultante de la insuficiencia renal o uremia terminal.

Cumpliendo sus deseos expresados en la Real Cédula de 3 de septiembre de 1504 en la que se dispone la fundación de la Capilla de los Santos Juanes Bautista y Evangelista que sirve para su enterramiento, su cadáver es trasladado a Granada amortajado con hábito franciscano, bajo una lluvia que se prolonga durante todo el viaje y que el propio Pedro Mártir de Anglería relata como "lloraron todo el viaje las nubes; desde el día que partimos con la reina de Medina del Campo, fue de suerte la tristeza del cielo que, en todo el camino no vimos el sol ni aún las estrellas; llovía de noche y de día no parecía que andaba la ente por tierra, sino que navegaba por mar...". Se llegó a Granada el 15 de diciembre, y nueve días duraron las exequias que la ciudad le consagró. El cadáver fue depositado en la Iglesia del convento de San Francisco, y allí permaneció mientras duraron las obras de construcción de la Capilla Real, juntamente con el de su nieto Miguel fallecido en 1500, y con el de Fernando el Católico que fue trasladado en 1516 tras su fallecimiento en Madrigalejo. Una lápida en el actual Parador Nacional de Turismo recuerda el primer lugar de enterramiento de la reina católica.

Cripta de los reyes catolicos Isabel y Fernando
Cripta de los reyes catolicos Isabel y Fernando

Finalizadas las obras de la Capilla Real, por orden del emperador Carlos, los restos mortales de Isabel, Fernando y Miguel fueron trasladados a la cripta real en 1521. En diciembre de 1525 se trasladó el cadáver de Felipe el Hermoso desde la Cartuja de Miraflores, y posteriormente llegaron en 1539 los restos de la emperatriz Isabel (esposa de Carlos) y en 1549 los de la princesa María Manuela, Juan y Fernando al Escorial, al tiempo que se traían los restos de Juana la Loca.

Sepulcro de los Reyes Católicos
Sepulcro de los Reyes Católicos

En 1512 se encargó el cenotafio de los Reyes Católicos a Doménico Alexandre Fancelli y en 1519 el de Juana y Felipe a Bartolomé Ordóñez. Ambos fueron realizados en Italia. El cenotafio de Juana y Felipe fue finalizado por los discípulos de Ordóñez, tras la muerte del escultor, y no llegó a Granada hasta 1539, y viviendo aún Juana, fue almacenado en el Hospital Real. El cenotafio de los reyes Católicos permaneció en el centro del crucero de la Capilla Real, no siendo instalado el de Juana y Felipe hasta 1603, cuando se sospechaba que Felipe III intentaba trasladarlo a Valladolid, ubicando ambos sepulcros en la disposición que actualmente muestran. Debajo, en una cripta abovedada reposan los féretros de plomo de Isabel y Fernando (en el centro), el de Juana (a la izquierda), y los de Felipe y Miguel (a la derecha), vacíos, según el historiador Fernández Suárez pues fueron saqueados por los franceses en 1810 (Fernández Suárez, L., Isabel, mujer y reina).

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28-08-19 - Isabel la Católica, la reina que liberó a los esclavos

Los indígenas americanos no fueron tan reprimidos como nos quieren hacer creer.

José María Zavala. 

Cuadro De Eduardo Rosales 1864, Museo del Prado de Madrid

Tras acceder al arsenal de 3.160 legajos sobre Isabel la Católica repartidos en veintisiete volúmenes, el primero de ellos con dos tomos, que integran la denominada Positio (el documento para el proceso de canonización), estamos por fin en condiciones de arrojar luz sobre el polémico asunto de la esclavitud de los indígenas durante el Descubrimiento de América. Se trata, como ya sabe el lector, de uno de los pilares de la falsa leyenda negra contra la reina Isabel, entretejida con intereses espurios y la cual desmonto, parapetado en documentos desconocidos, en mi nuevo libro «Isabel la Católica. Por qué es santa».

El problema se planteó cuando, a finales de 1494, Colón envió a los reyes una primera remesa de quinientos esclavos. Sabemos, por dos Reales Cédulas del 12 y 16 de abril de 1495, que el mencionado envío se realizó desde La Española con la expedición de Antonio de Torres, compuesta por cuatro navíos.

Al parecer, los indios fueron hechos esclavos en acciones de guerra emprendidas por Colón y descritas por Bartolomé de las Casas. Los así «alzados», en el derecho de guerra de la época, eran hechos prisioneros en calidad de esclavos. No puede sorprender por tanto que el almirante actuase de ese modo, conforme a las ideas comunes de su tiempo. A no ser que esa acción de guerra fuese «injusta», como la califica el propio De las Casas, censurando a Colón por actuar «sin voluntad de los Reyes», pero reconociéndole al mismo tiempo como hombre «cristiano y virtuoso y de muy buenos deseos» cuya condición, unida a su idea de compensar los cuantiosos gastos de la Corona de España en las expediciones y a su «ignorancia del derecho», atenuarían la condena.

Nos interesa saber qué hizo Isabel al enterarse de que la expedición de Antonio de Torres había salido de La Isabela con este cargamento de esclavos, el 2 de febrero de 1495, arribando al puerto de Cádiz a primeros de abril. En pocos días, el obispo de Badajoz, Juan Rodríguez de Fonseca, comunicó la llegada de la remesa a los reyes, pidiéndoles instrucciones sobre los esclavos.

De momento, en la Corte y cancillerías castellanas se actuó con normalidad, despachándose el 12 de abril una Real Cédula a Fonseca, que decía: «Paréscenos que se podrán vender allá mejor en esa Andalucía que en otra parte; debeislos faser commo mejor os paresciere». Pero de modo imprevisible, solo cuatro días después, el 16 de abril, salió de la misma cancillería otra Real Cédula dejando en suspenso la anterior. En la misma se ordenaba al obispo Fonseca que paralizase la venta de esclavos, aduciéndose la siguiente razón: «Porque Nos querríamos informarnos de Letrados, Teólogos e Canonistas si con buena conciencia se pueden vender».

«Buena conciencia»

Apelar a la «buena conciencia» era casi connatural a Isabel. Y eso, precisamente, fue lo que se hizo. De esta consulta a teólogos y canonistas no se conserva más documento hoy que el propio anuncio de los reyes en su carta, ya citada, del 16 de abril. Isabel ordenó recoger a todos los indios para entregárselos a Pedro de Torres y repatriarlos a sus familias, todo ello por su cuenta y riesgo. No resulta extraño así que el historiador Rafael Altamira, a la vista del documento correspondiente, reflexionase así: «Fecha memorable para el mundo entero, porque señala el primer reconocimiento del respeto debido a la dignidad y libertad de todos los hombres, por incultos y primitivos que sean; principio que hasta entonces no se había proclamado en ninguna legislación, y mucho menos se había practicado en ningún país».

Es importante subrayar que, aunque la doctrina universal fuese contraria en la práctica a la libertad de los esclavos, la reina Isabel dudó ya entonces en su propia conciencia de la licitud del tráfico con seres humanos. En el planteamiento de ese problema a nivel de conciencia se atisbaba una ley natural que prohibía el tráfico de personas; y esa ley no podía ser otra que la del respeto a la misma naturaleza del hombre, o como hoy suele decirse: el principio de la igualdad y de la dignidad de la persona fiel o infiel, civilizada o bárbara.

Y que en la mente de Isabel anidara ya una opinión más bien negativa, y que ella misma recabase el criterio de teólogos y canonistas sobre la licitud de la venta de personas, nos lleva a deducir lo siguiente: cansada de esperar la respuesta a su consulta, y dejándose llevar por su intuición, sin razonamientos, decidió liberar a los indios esclavizados.

PRECURSORA DEL DERECHO DE GENTES

En las instrucciones para el cuarto viaje, Isabel le dirá taxativa a Colón: «Y no habéis de traer esclavos». Con esta decisión, Isabel se anticipó en treinta y cinco años a la formulación del derecho de gentes de Francisco de Vitoria y Domingo de Soto: en América no habría esclavos, aunque la esclavitud continuó durante siglos en otros continentes. Entre los legajos inéditos figuran los que nos revelan ahora la existencia de marineros que acompañaron a Colón a las Indias y regresaron luego trayendo consigo cada cual su indio esclavo. En cuanto tuvo conocimiento de ello, la reina Isabel ordenó que se reclamase a los indios en cuestión para entregarlos a su secretario Pedro de Torres, quien a su vez abonó a los marineros, con cargo a la Contaduría Real, el gasto del viaje de cada aborigen (800 maravedís desde las Indias a Sevilla), decretándose su inmediata puesta en libertad.

Fecha: 1494

El problema se planteó cuando Colón envió a los Reyes Católicos una primera remesa de quinientos esclavos desde La Española con la expedición de Antonio de Torres.

Lugar: CÁDIZ

La reina Isabel ordenó recoger a todos los indios para entregárselos a Pedro de Torres y repatriarlos a sus familias, todo ello por su cuenta y riesgo.

Anécdota: El historiador Rafael Altamira reflexionaba: «Fecha memorable para el mundo entero, porque señala el primer reconocimiento del respeto a la dignidad y libertad de todos los hombres».

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