Villa histórica, 
          monumental, escultórica y paisajística 
        Villa 
          de las Ferias 
       
       
         
           
          
           
          
           
          MENÚ DE CONTENIDO 
          
           
          
            
            
               
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                   Zenón 
                    de Somodevilla y Bengoechea, Marqués de la Ensenada. Retrato  realizado por Jacopo Amigoni en 1750. -  
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            Zenón 
              de Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada, 
              (Hervías, 1702-1781), político español, artífice de 
              las grandes reformas administrativas de los reinados de Felipe V 
              y Fernando VI. 
            Nació en Alesanco 
              (La Rioja) el 2 junio de 1702. De origen hidalgo, debió su 
              promoción social a sus servicios al Estado. En concreto, 
              se formó en la escuela de José Patiño dentro 
              de la administración naval. 
       
          
            
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              Comitiva de la Marina que trasladó los restos del Marqués de la Ensenada desde la iglesia de Santiago en Medina del Campo hasta la Real Academia de la Marina en San Fernando  | 
             
           
          
            Tras demostrar su 
              valía en la reconquista de Orán (1732), y en la expedición 
              a Nápoles (1733) fue recompensado con el título de 
              marqués de la Ensenada en 1736. Al año siguiente ascendió 
              al cargo de secretario del Consejo del Almirantazgo, y colaboró 
              como intendente de Marina en la reconstrucción naval. 
           
      
            
              
                
                  
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                    Zenón 
                      de Somodevilla y Bengoechea, Marqués de la Ensenada  | 
                   
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            En 1743, a la muerte 
    de José del Campillo, pasó a encabezar la administración 
    ocupando las secretarías de Hacienda, Guerra, Marina e Indias, 
    y Estado. Desde esta posición abordó un amplio programa 
    de reformas en la administración y en la hacienda, el comercio 
    de las Indias, la construcción naval y el fortalecimiento 
    del Ejército como base para el mantenimiento de la paz desde 
    una postura neutral. Precisamente el empleo de la fuerza frente 
    a Inglaterra fue el motivo de las principales diferencias con José 
    de Carvajal, responsable de los asuntos exteriores. 
        Su política 
              de regalismo extremo (apoyada por el jesuita padre Rávago) 
              condujo a la firma del Concordato de 1753: entre otros derechos, 
              la Corona obtuvo de Roma el patronato universal sobre los beneficios 
            eclesiásticos. 
       
          
            La caída de 
    Ensenada estuvo relacionada con la crisis política abierta 
    en 1754, al prevalecer los intereses ingleses y antijesuitas que 
    representaban el duque de Huéscar y Ricardo Wall. Ensenada 
    fue destituido y desterrado a Granada, y aunque Carlos III al llegar 
    al trono le levantó el castigo, ya no volvió a desempeñar 
    más cargos. Murió el 2 de diciembre de 1781 en Medina del Campo (Valladolid). 
         
          
        
            HABITANTES 
            DE MEDINA DEL CAMPO DESDE EL SIGLO XVI
           
          
            En 1634 el Consistorio de Medina del Campo 
              elevó al rey Felipe IV un "Memorial Histórico", 
              atribuido al regidor medinense Don Juan de Montalvo, el cual 
              no es más que un resumen de glorias y grandezas de la 
              Villa, y que sirvió de complemento y aderezo a la petición 
              y súplica de Medina tendiente al logo de resucitar las 
              famosas Ferias mercantiles, y por ese medio salir de la decadencia 
              y ruina en que Medina estaba sumida. 
            Pues bien, en ese documento, síntesis 
              y resumen de la "Historia de Medina" de López 
              de Osorio (1616), con ligeros aditamentos, se fijaba la población 
              medinense en los años de mayor pujanza ferial "en 
              dieciséis mil vecinos" equivalente a más 
              de 60.000 habitantes. 
            Ya en tonos más reales se habló 
            y fijó, a la muerte de la Reina Católica, "catorce 
              mil vecinos" equivalente a 50.000 habitantes, teniendo 
              en cuenta que los días de Feria eran cien al año, 
              repartidos en dos periodos feriales de cincuenta días. 
            Posteriormente en el "Censo de población 
              por provincias y partidos de Castilla la Vieja en el siglo XVI", 
              obra de Tomás González, encontramos que en 1530, 
              Medina del Campo tenía 20.500 habitantes estables, y 
              Burgos figuraba con 13.325, Palencia con 13.000, León 
              solamente contaba con 5.500, Segovia con 28.000 y Valladolid 
              con 38.100 habitantes. 
            Volvemos a tener datos fidedignos en el año 
              1561, con una población estable de 16.800 habitantes, 
              albergados en 2.729 casas, en gran parte de obra considerada 
              nueva, al ser edificadas y ampliadas las incendiadas en aquél 
              trágico 21 
                de agosto de 1520, con ocasión de las guerras de 
              las Comunidades. 
            La decadencia económica de las Ferias 
              medinenses llevó aparejada la demográfica y urbana,culminándose 
              aquella con la suspensión de pagos de la Hacienda Real 
              en 1575, y la de 1596, que fueron seguidas de grandes ruinas 
              y "bancarrotas" de los principales banqueros y asentistas 
              de España y Europa. 
            Todo ello queda reflejado en el censo de ese 
              1596, en el que figuran 9.590 habitantes y registradas 110 casas 
              hundidas, y 376 cerradas sin habitar; este panorama de ruina 
              y desolación se irá acentuando durante todo el 
              siglo XVII, encontrándonos en 1631 con una población 
              medinense de 5.500 habitantes, en 1640 son mil menos y en 1648 
              el censo era de 3000 habitantes. 
            Este espectacular descenso de población 
              se refleja en casi quinientas muertes habidas en el hundimiento 
              de las bóvedas de la iglesia 
                de Nuestra Señora de Gracia, de PP. Agustinos, acaecida 
              en la tarde del Viernes Santo de 1629, en el que murieron 138 
              personas de forma inmediata, con cerca del doble de heridos 
              graves. 
            En este siglo, en 1674, según el catedrático 
              Felipe Ruiz, mi admirado amigo, la población medinense 
              era de 942 vecinos, con clara recuperación respecto a 
              los 650 vecinos de 1646 y 1648 (no habitantes). 
            En pleno siglo XVIII, ya en 1752, el Catastro 
              de la Ensenada consigna en 5.050 habitantes la población 
              de Medina, acusándose un receso en el censo de Floridablanca 
              de 1787, que nos da 3.454 habitantes que quedaron reflejados 
              en los aspectos urbanísticos y monumentales medinenses, 
              por el académico Antonio Ponz en su "Viaje por España". 
            Durante los primeros años del siglo 
              XIX la ruina y despoblación de Medina del Campo sigue 
              aumentando, agravado todo por la guerra de la Independencia 
              y las carlistas, y así en el censo fiable, el de 1848, 
              la población de Medina era de 780 habitantes, la menos 
              documentada; ya en el año 1861, en que llega el ferrocarril 
              a Medina, pasamos de 1.500 moradores y en 1880 se llega a las 
              2.950 habitantes. 
            Inicia la Villa del siglo XX con un censo 
              de 3.971 habitantes, pasando ya a 8.854 en 1910; se llega a 
              los 10.441 en 1920, en 1930 se pasa a 12.295, y en el censo 
              de 1940, a pesar de las sensibles pérdidas de vidas humanas 
              derivadas de la Guerra Civil (1936 - 1939), se registraron 13.007 
            habitantes. 
            En 1950 se llegó a los 14.288 habitantes, 
              14327 en 1960, alcanzándose los 16.518 habitantes en 
              1970, los 19.231 en 1980, y en 1985 llegamos a 19.912 habitantes, 
              siendo el año del V Centenario (1992), cuando Medina 
              del Campo pasó los "míticos" 
            20.000 habitantes. 
            A primeros de enero del año 1995, según 
              datos facilitados por el Excmo. Ayuntamiento, el censo de población 
              era de 20-139 habitantes. 
            Como dato curioso, añadiremos que, 
              concretamente en 1591 el clero regular (frailes y monjas) sumaban 
              un total de 252, distribuidos en aquella Medina en franciscanos 
              50, franciscanos descalzos 15, promostatenses 12, benedictinos 
              3, dominicos 30, agustinos 32, jesuitas 30, trinitarios 24, 
              carmelitas descalzos 32 y carmelitas descalzas 24. 
            En cuanto al total de monjas eran 222; profesas 
              70 en Santa María la Real (dominicas), Santa Clara 40, 
              Trinitarias de la Composición 16, Agustinas de la Penitencia 
              28, Franciscanas de la Visitación 31, y doncellas de 
              Santa Isabel 35. 
            
           
          
          
            30-09-08 - «Se decía que parecía buen católico, pero que no se le conoció confesor»
               - M. 
                A. R. | LOGROÑO
               
              Urdáñez leyó su trabajo 
                del Marqués de la Ensenada 
              Llegó a ostentar el Toisón de Oro, 
                la máxima distinción. 
              
                
                  
                    
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                       El catedrático 
                        Gómez Urdáñez disertó sobre 
                        el Marqués de la Ensenada.   | 
                     
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  El catedrático de Historia Contemporánea. 
    José Luis Gómez Urdáñez, trazó 
    una biografía de urgencia de don Zenón de Somodevilla, 
    marqués de la Ensenada para el común, un riojano 
    de Hervías que «nació en cuna humilde». 
    Había muchos hidalgos jornaleros en La Rioja y, además, 
    quedó huérfano a una corta edad. El profesor describe 
    al riojano como «pequeño de estatura, agraciado, 
      simpático y jovial; oía más que leía». 
    Su investigación sigue las peripecias de quien fue marqués 
    de la Ensenada. ¿Cómo era? Pues adicto 
    al 'brazo jesuítico. Fue ministro de cuatro secretarías. 
    Gómez Urdáñez. Se decía de él 
    que «parecía buen católico pero no se 
      le conoció confesor». Se inició como 
    marino participando en la conquista de Orán. 
              El autor evoca las grandezas y miserias del riojano. 
                Como cuando se decía que el Rey Carlos III «le 
                  hacía menos caso que a sus perros», o ese momento 
                en el que pensaba que sustituiría a Esquilache y comprobó 
                que el rey no sólo no le hacía ministro, sino que 
                le desterró a Medina 
                del Campo. 
              Recuerda el catedrático que sus restos 
                reposan en el Panteón de Marinos Ilustres, junto con los 
                de grandes héroes de la Marina Española, como Jorge 
                Juan, su gran amigo. La Armada reverencia a Ensenada. Existe desde 
                tiempos muy pretéritos siempre un buque con su nombre. 
              Sostiene el autor de la lección inaugural 
                que «La Rioja no ha olvidado a uno de sus hijos más 
                  leales». Y rememora que «hace seis años, 
                    con motivo del 250 aniversario de su nacimiento, Hervías 
                    y Alesanco celebraron la onomástica, ahora ya sabiendo 
                    que Zenon nació en Hervías, donde se le bautizó 
                  un 25 de abril de 1702. El hidalgo pobre y pronto huérfano 
                    llegó a ostentar el Toisón de Oro, la máxima 
                    condecoración que un español puede recibir de sus 
                reyes». 
              Por fortuna, el trabajo del especialista en Historia 
                Contemporánea no se reduce sólo a unos folios que 
                pronto pasarían a un cajón. La UR convino con acierto 
                editar una publicación conmemorativa, sin grandes pretensiones 
                en su diseño, que ayer fue distribuida a las autoridades 
                e invitados a la apertura del curso académico 2008/2009. 
                Debe reiterarse que el experto ayer enseñó deleitando 
                a una audiencia variopinta. 
              A Ensenada la historia le ha catalogado como 
                un ministro ilustrado con sus mejoras en la navegación 
                fluvial, creación de fábricas, desarrollo del comercio 
                de las colonias, etcétera. Fueron impuladas por él 
                al servicio del Ejército la de paños de Ezcaray 
                o la de cáñamos y linos de Cervera del Río 
                Alhama. 
              El trabajo está repleto de referencias 
                riojanas. Sirva como ejemplo cómo se cuenta que los hermanos 
                logroñeses Delhuyar espiaron por Europa «el arte 
                  de compactar metales», o sea, la técnica de 
                construcción de cañones. 
             
          
          
                      16-11-09 - 
                La Hacienda del marqués 
              
        
          
            
              
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                 Documentos de la exposición 
                  recopilados por el marqués de la Ensenada, el fundador 
                  de la Hacienda moderna española. /DM  | 
               
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        La exposición 'El Catastro de Ensenada', exhibida 
          en Toledo, muestra el trabajo realizado en el siglo XVIII para una reforma 
          fiscal que no llegó a ejecutarse. Fuente: J. 
          V. MUÑOZ-LACUNA | TOLEDO 
         Mil jueces, 6.000 técnicos y 90.000 peritos 
          trabajaron durante cuatro largos años a mediados del siglo XVIII 
          recorriendo todos los municipios de la Corona de Castilla con la misión 
          de realizar un exhaustivo censo de población, tierras, oficios 
          e impuestos. 
         El objetivo de su promotor, Zenón de Somodevilla, 
          I Marqués de la Ensenada (Hervias, La Rioja, 1702 - Medina 
          del Campo, Valladolid, 
          1781), era contar con datos objetivos para ejecutar una reforma fiscal 
          que sustituyera las injustas y complicadas rentas provinciales por un 
          solo impuesto: la «Única Contribución». 
         Este ensayo de reforma fiscal nunca llegó a 
          aplicarse, pero su abundante documentación constituye hoy un 
          material valiosísimo para conocer cómo era la España 
          de mediados del siglo XVIII. Una selección de estos documentos 
          se muestra hasta el 9 de diciembre en la iglesia de San Román, 
          de Toledo, en la exposición «El Catastro de Ensenada». 
         La exposición muestra la evolución de 
          los instrumentos utilizados por el Catastro desde el reinado de Fernando 
          VI hasta nuestros días y su eje es la minuciosa labor que encargó 
          el Marqués de la Ensenada, considerado el fundador de la Hacienda 
          moderna española. Desde 1750 hasta 1754 hubo que recorrer todos 
          los rincones de la Corona de Castilla -la actual España a excepción 
          de Canarias, País Vasco, Navarra, Aragón, Cataluña, 
          Baleares y la Comunidad Valenciana- para formular 40 preguntas a las 
          autoridades locales en asuntos como actividades industriales o comerciales, 
          número de tabernas, molinos, puentes, ferias, escribanos, arrieros 
          y canteros o impuestos y rentas reales. Llegaron a contabilizarse árboles 
          y cabezas de ganado y a medirse tierras para certificar la veracidad 
          de las respuestas. 
         Toda una radiografía de la España de 
          finales del Antiguo Régimen que fue fácil de confeccionar 
          en el caso de los grandes núcleos de población de La Mancha. 
          pero muy difícil en Galicia y Asturias por su complicada orografía 
          y su dispersión geográfica. Incluso se descubrió 
          que una pequeña localidad, Carrascosa del Tajo, entre las provincias 
          de Soria, Guadalajara y Cuenca, jamás había tributado 
          en ninguna de ellas por su carácter fronterizo. 
         El resultado de tan minucioso trabajo fue un «rico 
          patrimonio documental con que contamos hoy», según Luis 
          Martínez, director general de Patrimonio Cultural de la Junta 
          de Castilla-La Mancha, que es uno de los organizadores de esta exposición 
          junto al Ministerio de Economía. 
           
        
          
      
        16-11-09 - Padre de la Hacienda moderna
              Toledo inaugura una exposición sobre el catastro del marqués 
          de la Ensenada, el primer intento serio de reforma fiscal en nuestro 
          país.
          Fuente: J. 
          V. MUÑOZ-LACUNA | COLPISA TOLEDO 
         Mil jueces, 6.000 técnicos y 90.000 peritos 
          trabajaron durante cuatro largos años a mediados del siglo XVIII 
          recorriendo todos los municipios de la Corona de Castilla con la misión 
          de realizar un exhaustivo censo de población, tierras, oficios 
          e impuestos. El objetivo de su promotor, el riojano Zenón de 
          Somodevilla, I marqués de la Ensenada (Hervías-Alesanco, 
          La Rioja, 1702-Medina del Campo, 1781), era contar con datos objetivos 
          para ejecutar una reforma fiscal que sustituyera las injustas y complicadas 
          rentas provinciales por un solo impuesto: la 'Única Contribución'. 
         Este ensayo de reforma fiscal nunca llegó a 
          aplicarse pero su abundante documentación constituye hoy un material 
          valiosísimo para conocer cómo era la España de 
          mediados del siglo XVIII. Una selección de estos documentos se 
          muestra hasta el 9 de diciembre en la iglesia de San Román, de 
          Toledo, en la exposición El Catastro de Ensenada. 
         La exposición muestra la evolución de 
          los instrumentos utilizados por el Catastro desde el reinado de Fernando 
          VI hasta nuestros días y su eje es la minuciosa labor que encargó 
          el marqués de la Ensenada, considerado el fundador de la Hacienda 
          moderna española. Desde 1750 hasta 1754 hubo que recorrer todos 
          los rincones de la Corona de Castilla -la actual España a excepción 
          de Canarias, País Vasco, Navarra, Aragón, Cataluña, 
          Baleares y la Comunidad Valenciana- para formular 40 preguntas a las 
          autoridades locales en asuntos como actividades industriales o comerciales, 
          número de tabernas, molinos, puentes, ferias, escribanos, arrieros 
          y canteros o impuestos y rentas reales. 
         Llegaron a contabilizarse árboles y cabezas 
          de ganado y a medirse tierras para certificar la veracidad de las respuestas. 
         Toda una radiografía de la España de 
          finales del Antiguo Régimen que fue fácil de confeccionar 
          en el caso de los grandes núcleos de población de La Mancha 
          pero muy difícil en Galicia y Asturias por su complicada orografía 
          y su dispersión geográfica 
         Visitas abiertas 
         Incluso se descubrió que una pequeña 
          localidad, Carrascosa del Tajo, entre las provincias de Soria, Guadalajara 
          y Cuenca, jamás había tributado en ninguna de ellas por 
          su carácter fronterizo. 
         El resultado de tan minucioso trabajo fue un «rico 
          patrimonio documental con que contamos hoy», según dice 
          Luis Martínez, director general de Patrimonio Cultural de la 
          Junta de Castilla-La Mancha, que es uno de los organizadores de esta 
          exposición junto al Ministerio de Economía. 'El Catastro 
          de Ensenada' puede visitarse de martes a sábado de 10:00 a 14:00 
          horas y de 16:00 a 18:15 horas y los domingos de 10:00 a 14:00 horas. 
         Para conocer la renta real de un país nada mejor 
          que averiguar cuántos bienes tienen sus habitantes, también 
          los eclesiásticos y los nobles. «Que pague cada vasallo 
          a proporción de lo que tiene, siendo fiscal uno de otro para 
          que no se haga injusticia ni gracia», llegó a escribir 
          el marqués de la Ensenada en sus informes a Fernando VI para 
          justificar esta iniciativa que pretendía sanear la hacienda pública, 
          en bancarrota por los gastos de las guerras en Italia para lograr tronos 
          para los hijos de la reina Isabel de Farnesio. 
           
        
      
       
        10-01-10 - El catastro de 
          Ensenada. El proyecto del Marqués de la Ensenada de una Sola 
          y Real Contribución. 
        Fuente: http://palomatorrijos.blogspot.com/ 
        El proyecto del Marqués de la Ensenada para 
          reformar el sistema tributario de Castilla responde a las inquietudes 
          de la nueva dinastía que reina en España y por ello, aunque 
          sólo sea de un modo muy general, es necesario que nos detengamos 
          en la importancia y en las repercusiones que tendrá para nuestro 
          país la llegada de la dinastía francesa de los Borbones. 
          El panorama de la Hacienda Real que la Única Contribución 
          intentará reformar es uno de los aspectos mas importantes para 
          conocer la importancia y el alcance que tuvo la Averiguación 
          Catastral. Parte importante de este trabajo se centra en el proyecto 
          de Ensenada y en el proceso formal de su ejecución y realización. 
          El costo de este proceso se elevó a cuarenta millones de reales, 
          la séptima parte del presupuesto anual del estado. La cantidad 
          de dinero invertida en la realización de las averiguaciones catastrales 
          no fue inútil pues, aunque el proyecto no entrara nunca en vigor, 
          los datos obtenidos han supuesto una ingente formación para investigaciones 
          posteriores y una fuente documental de importancia relevante para conocer 
          la situación de España a mediados del siglo XVIII. 
        El Catastro de Ensenada es el primer intento para pasar 
          en el aspecto fiscal desde una concepción patrimonial en la que 
          los territorios son posesión de la Corona, y por ello el Rey 
          es el receptor de los impuestos, a una idea plenamente moderna de la 
          recaudación fiscal en la que los impuestos tienen la finalidad 
          de atender los gastos de funcionamiento del Estado no estando nadie 
          exento de contribuir fiscalmente en razón de sus posesiones e 
          ingresos. En el siglo XVIII, los políticos reformistas se preguntaban 
          a dónde iba a parar el dinero recaudado por una administración 
          donde era muy difícil saber cual era el grado de fiscalidad y 
          cuales eran los ingresos de las haciendas locales y de la Hacienda Real. 
          Para el Marqués de la Ensenada las alcabalas y los millones habían 
          sido un desastre para Castilla, pues, contribuyendo a proporción 
          mucho menos el rico que el pobre, éste se halla en la última 
          miseria y destruidas nuestras fábricas. Esta visión 
          negativa y bastante pesimista de lo que era y había significado 
          el sistema impositivo castellano ya había sido expuesta a finales 
          del siglo XVII por los llamados políticos arbitristas en su búsqueda 
          de soluciones para los males de Castilla desde los último 
          años del siglo XVII. 
        El debate sobre el Catastro debemos situarlo en plena 
          época de la Ilustración y del Despotismo Ilustrado; el 
          Rey con un poder absoluto tiene como finalidad de su reinado buscar 
          el progreso y la felicidad de sus súbditos. 
        Las operaciones que pusieron en marcha la realización 
          de la encuesta catastral comenzaron en el año 1750 y no se cerraron 
          definitivamente hasta el año 1759. El proceso catastral se desarrolló 
          dentro del marco legal que recoge en el Real Decreto y en las Instrucciones 
          de 10 de octubre de 1749. El término Catastro se entiende en 
          la actualidad como censo oficial estadístico de la riqueza urbana 
          y rústica de un país. Catastro es, también, un 
          pago sobre rentas fijas y posesiones, pues tras la averiguación 
          catastral se había previsto establecer una contribución 
          única o catastro. Esta contribución consistiría 
          en el pago anual de un porcentaje sobre la base imponible resultante 
          del valor dado a los bienes y rentas. El Catastro fue el proyecto de 
          reforma más importante en la historia tributaria hasta el siglo 
          XIX, y, aunque lleva el nombre de Ensenada, fue planeado, con anterioridad 
          al que aquí nos ocupa para el Reino de Castilla, por el ministro 
          José Patiño para Aragón y Cataluña, según 
          decreto de 16 de octubre de 1716. En Aragón, la reforma tributaria 
          recibió el nombre de Real Contribución Única, en 
          Valencia de Equivalente y en Mallorca de Talla. Navarra y el País 
          Vasco siguieron conservando sus haciendas forales y contribuían 
          a la Hacienda General con el llamado Servicio en Navarra y Donativo 
          en el País Vasco. En Cataluña la reforma tributaria se 
          hizo mediante repartos globales de sumas fijas, pero sin conocimiento 
          directo de las posibilidades del contribuyente. Por el contrario, el 
          objetivo del Catastro castellano era que los contribuyentes pagaran 
          de una forma proporcional y equitativa a sus bienes. Las cuotas personales 
          a satisfacer en concepto de tributación se fijarían a 
          través de los municipio y los gremios. El Catastro en Cataluña 
          intentó ser el principio de un sistema fiscal que buscaba la 
          justicia impositiva. Al comienzo fue muy protestado, pero se fue introduciendo 
          de acuerdo a las circunstancias que iban permitiendo las posibilidades 
          económicas catalanas hasta convertirse en un sistema ágil 
          y beneficioso hasta el punto en que debemos buscar en él una 
          de las causas del triunfo de la economía catalana en el siglo 
          XVIII. Pero el catastro en Castilla, como veremos, no correría 
          igual suerte. 
        Los bienes a catastrar se dividieron en dos grandes 
          grupos, el de los bienes reales y el de los bienes personales. Los bienes 
          reales incluían los ingresos derivados de la explotación 
          agrícola y ganadera de las fincas rústicas y los alquileres 
          o rentas obtenidos de otras propiedades rústicas y urbanas como 
          podían ser fabricas, molinos y batanes. Bienes reales eran considerados 
          también los ingresos por diezmos y censos. Para valorar las fincas 
          rústicas se hizo un claseo en treinta y dos tipos en una escala 
          que iba desde los 1.050 a 0 reales de valor asignado a la producción 
          en dinero que podía obtenerse de un almud de tierra. Nadie estaba 
          excluido de tributar por sus bienes reales. Los bienes personales eran 
          las utilidades derivadas del trabajo en actividades artesanales, profesionales, 
          comerciales y mercantiles. Estaban exentos de pagar por estos conceptos 
          los nobles, hidalgos, eclesiásticos y funcionarios. Pero, no 
          sólo se opusieron al Catastro las clases privilegiadas que podían 
          ver en peligro su exención fiscal, sino que también se 
          opusieron a la Única y Real Contribución algunos políticos 
          reformistas como el ministro Floridablanca que pensaba que el Catastro 
          era una novedad que podía poner en peligro el orden económico 
          de la nación. Aunque la población española 
          era poco favorable a los cambios y los estamentos privilegiados no aceptaban 
          fácilmente las reformas, los ilustrados intentaron encontrar 
          y poner en marcha, muchas veces en contra de la opinión pública, 
          las soluciones para los llamados males de España. 
        Reducir a una Sola y Única Contribución 
          los Millones, Alcabalas, Cientos, Servicio Ordinario y Extraordinario, 
          las Rentas Provinciales de Castilla, y proceder a la centralización 
          y organización de su cobro era la intención del Catastro 
          tal y como se recoge en el Real Decreto de 10 de octubre del año 
          1749. 
        Se han cumplido ya más de doscientos cincuenta 
          años del nacimiento del Marqués de la Ensenada y del comienzo 
          de la encuesta catastral, uno de sus más importantes proyectos 
          para las tierras de la Corona de Castilla. El proyecto del Catastro, 
          concebido y realizado hasta donde fue posible durante los años 
          en que fue ministro de la Real Hacienda, nunca llegaría a tener 
          una aplicación práctica para la reforma tributaria en 
          Castilla. Antes de iniciar una aproximación a los aspectos formales 
          y de ejecución del Catastro vamos a conocer al protagonista de 
          lo que conocemos como Catastro de Ensenada. Don Zenón de Somodevilla 
          y Bengoechea nació en Hervás (La Rioja) en el año 
          1702. Desde muy joven sirvió a la Corona en España e Italia. 
          En este país conoció los catastros de Milán del 
          año 1718 y los realizados en Saboya en el año 1728 y pudo 
          pensar en lo conveniente de este audaz proyecto cuando en España 
          asumió tareas de gobierno, teniendo ya el precedente del realizado 
          por José de Patiño. Como reconocimiento de los servicios 
          prestados en Italia a la Corona fue nombrado I Marqués de la 
          Ensenada. En 1743, Felipe V le encarga, a la muerte de José de 
          Campillo, los asuntos de Hacienda, Guerra, Marina e Indias como Secretario 
          de Estado, cargo equiparable a los actuales ministerios. En 1746, Fernando 
          VI, al heredar la corona, le mantuvo en estos cargos. En el año 
          1749 empiezan a promulgarse los Decretos Reales, que pondrán 
          en marcha el proyecto de Única Contribución, desde el 
          Despacho de Hacienda. A pesar de estar en pleno proceso de ejecución 
          de la averiguación catastral en 1754 Fernando VI lo destierra 
          a Granada bajo acusaciones de traición y en 1757 el destierro 
          se traslada al Puerto de Santa María (Cádiz). Carlos III 
          le levanta el destierro en el año 1760, aunque en 1766 es de 
          nuevo desterrado en Mediana del Campo. En esta población muere 
          el Marqués de la Ensenada en el año 1781. 
        Del Marques de la Ensenada, como político representante 
          del reformismo borbónico, también podemos decir que se 
          preocupó de otros aspectos que necesitaban en España un 
          gran cambio. En un memorial del año 1748 recogía la necesidad 
          de realizar una cartografía adecuada de España; necesidad 
          a la que en parte responde la Cartografía de España de 
          Tomás López, considerada el mapa del Antiguo Régimen. 
          En los años de su ministerio, desde 1743 a 1754, además 
          de lo ya mencionado, consiguió la modernización de la 
          Marina, construyó dársenas en los puertos de El Ferrol, 
          Cartagena y Cádiz y mejoró el sistema de comunicaciones, 
          mejora que se puede ejemplificar en la construcción de un camino 
          desde Burgos a Santander por Reinosa y en la apertura del puerto del 
          León en la Sierra de Guadarrama. Ensenada estableció un 
          programa de formación de científicos y técnicos 
          en el extranjero e impulso una política de reforestación 
          para completar sus reformas de la Marina y aumentar la disponibilidad 
          de madera para la construcción de barcos. Pero, su figura también 
          está rodeada de sombras y se le acusó de enriquecimiento 
          a costa de sus cargos políticos. Estas acusaciones y otras actuaciones 
          políticas ocasionaron su caída en el año 1754. 
          A su muerte, el inventario de sus bienes le hacía dueño 
          de importantes colecciones de bienes artísticos. El Marqués 
          de la Ensenada se nos presenta, al igual que otros políticos, 
          como una figura llena de buenos propósitos, no conseguidos en 
          todos sus aspectos, y al mismo tiempo victima de su poder y de sus aspiraciones 
          personales. 
        Para hacer posible la reforma del sistema fiscal y 
          la implantación de la Única Contribución se pone 
          en marcha en la Corona de Castilla la averiguación catastral 
          con la finalidad de conocer, registrar y evaluar los bienes, rentas 
          y cargas de los vecinos de los territorios de este Reino. Una vez realizada 
          la averiguación catastral de la riqueza del reino de Castilla, 
          el siguiente paso era establecer las cargas fiscales como un pago anual 
          único sobre una base imponible resultante del valor dado a bienes 
          y rentas y reuniendo en un sólo impuesto el complejo sistema 
          de Rentas Provinciales. Era la primera vez que se procedía a 
          controlar las haciendas, rentas, beneficios y utilidades, lo que iba 
          a suponer poner en peligro la situación de los estamentos privilegiados. 
        El objetivo del catastro era gravar las rentas obtenidas 
          de la propiedad de la tierra o de la actividad profesional, aunque en 
          muchos casos se mezclan productos brutos y netos lo que dificulta obtener 
          valoraciones fiables. Este hecho se refleja, sobre todo, al tratar el 
          tema de los salarios, jornales, sueldos y utilidades como retribuciones 
          por el trabajo personal. Estos conceptos unas veces aparecen como rendimientos 
          netos y en otras ocasiones como rendimientos brutos. 
       
      
        El proceso de Averiguación fiscal para 
          alivio de los vasallos y mejor conocimiento de los Reinos se inició 
          en abril de 1750 y se dio por finalizado en el mismo mes del año 
          1756, aunque toda la documentación a elaborar no se terminó 
          de redactar hasta el año 1759. Los seis años de averiguación 
          catastral suponen un tiempo record para la realización de una 
          tarea de esta envergadura en unos años donde no había 
          ningún tipo de ayuda técnica. El principal motivo para 
          la realización de este proyecto era la reforma del complejo sistema 
          fiscal de las tierras de Castilla. Este sistema era en su planteamiento 
          injusto, pues la riqueza estaba en manos de dos estamentos privilegiados, 
          nobleza y clero, y era el estado general, el pueblo; es decir, los pecheros, 
          los que pagaban los tributos. Los impuestos se recaudaban mayoritariamente 
          mediante imposiciones sobre los consumos lo que suponía una tributación 
          mediante impuestos indirectos. Los estamentos privilegiados, que disponían 
          de una producción propia de productos de consumo, no tenían 
          que recurrir por ello al abastecimiento público por lo que nobles 
          y eclesiásticos estaban en la práctica exentos de cargas 
          fiscales a través de la tributación indirecta. La reforma 
          de Ensenada quiere superar esta situación y establecer un sistema 
          impositivo que grave a cada uno según sus propiedades o sus rentas, 
          pero para ello era necesario conocer lo que poseen y lo que ingresan 
          tanto los miembros de los estamentos privilegiados como los pertenecientes 
          al pueblo llano. 
        El Catastro del Marqués de la Ensenada proporcionará 
          un censo oficial estadístico de la riqueza urbana y rústica 
          de Castilla para establecer en base a él una contribución 
          real sobre rentas fijas y posesiones. El Catastro fue una averiguación 
          de la riqueza de ciudades, villas y aldeas por desplazamiento de un 
          grupo de funcionarios, llamado audiencia, que venía a ser un 
          equipo de averiguación. Para llevar a cabo, precisamente, la 
          averiguación de la riqueza generada por la tierra los propietarios 
          debían declarar en sus Respuestas Particulares la extensión, 
          calidad y dedicación de sus parcelas, aunque no se pedía 
          la declaración del capital generado por las producciones. La 
          valoración de lo que la tierra podía producir se hacía 
          por los funcionarios del catastro en las Contadurías de Hacienda 
          de las intendencias en base a unos formularios que estimaban el precio 
          de un almud de tierra según su calidad, el cultivo al que estaba 
          destinado y el precio de la producción generada anualmente. La 
          valoración obtenida se anotaba en los márgenes de cada 
          una de las parcelas declaradas. Los formularios manejados daban valoraciones 
          brutas y para pasarlas a productos netos o beneficios de explotación 
          se descontaba de la valoración la mitad para gastos de labores 
          y aperos, siembra y pago del diezmo y se dejaba la otra mitad como percepción 
          líquida, añadiéndose los beneficios que se obtenían 
          por lo que se pudiera ingresar por derechos de monte, pastos, prado 
          y matorrales. 
        La realización de las averiguaciones para conocer 
          la riqueza de los habitantes de Castilla generó una gran base 
          documental. A pesar de que el fondo documental resultante de los procesos 
          de averiguación se ha perdido en gran parte el conservado ha 
          permitido hacer un gran estudio económico de los hombres y territorios 
          de este reino a mediados del siglo XVIII. Esta base documental se estima 
          en 78.527 volúmenes, que se centralizaron en las Contadurías 
          de Rentas Provinciales en las capitales de las veintidós intendencias 
          de la Corona de Castilla. El Reino de Castilla estaba integrado por 
          los territorios de las dos Castillas, Galicia, Extremadura, Andalucía, 
          Murcia y de las Islas Canarias, que no llegaron a catastrarse. Las averiguaciones 
          debían realizarse en 15.000 de las 22.000 poblaciones que integraban 
          los territorios del reino de España y afectaban por igual a sus 
          vecinos seculares y eclesiásticos. 
        Las Respuestas Generales de las poblaciones castellanas 
          fueron la primera documentación iniciada en el proceso catastral 
          y también la primera terminada en las Contadurías de las 
          intendencias, según Orden de la Real Junta de Única Contribución 
          del 11 de mayo de 1753 en la que se recogían las actuaciones 
          para el cierre de la averiguación. De las Respuestas Generales 
          quedan 672 volúmenes en el Archivo Histórico de Simancas 
          y otros con las rectificaciones y comprobaciones que se pedían 
          y hacían cuando había datos que se necesitaba contrastar. 
          Igualmente, al Archivo Histórico de Simancas pasaron 2.289 libros 
          y 2.047 legajos existentes en Madrid en la sede de la Real Junta de 
          Única Contribución. Los archivos históricos de 
          muchas provincias también disponen en sus fondos de parte del 
          material de las averiguaciones realizadas en sus municipios, como ocurre 
          en el caso del Archivo Histórico Provincial de Cuenca. Algunas 
          provincias disponen de la documentación prácticamente 
          completa y en excelente estado de conservación. Pero como ya 
          hemos dicho la averiguación catastral resultó inútil. 
          Se sucedieron las protestas y reclamaciones, sobre todo por parte del 
          estamento eclesiástico, cuando se intentó que la contribución 
          del clero a los gastos de Estado aumentase. La implantación de 
          la Única Contribución se fue aplazando y al final se abandonó 
          el proyecto que ha quedado como un documento histórico, social 
          y económico de primer orden. La Hacienda Española seguiría 
          siendo injusta, complicada y con grandes desigualdades contributivas 
          entre los distintos reinos de la Corona, a pesar de que en 1725 se sustituye 
          el arrendamiento del cobro de los impuestos por la administración 
          estatal directa. 
        El intento del Marqués de la Ensenada de conocer la situación 
          de las tierras de Castilla y sus habitantes tiene una sucesión 
          formal en el Interrogatorio del año 1802. En este año 
          el Secretario de Estado y Hacienda, don Miguel Cayetano Soler, ordenó 
          una Averiguación sobre las condiciones de la agricultura 
          de todos los pueblos. La finalidad de este Interrogatorio era 
          conocer la cantidad, calidad y destino de las tierras de cultivo para 
          hacer una división agrícola de España. Para su 
          realización se mando un cuestionario a las distintas localidades 
          que se interesaba por el estado de la agricultura, la distribución 
          de la propiedad y las mejoras que se creían necesarias. Con anterioridad 
          a este Interrogatorio El Diccionario Geográfico de Tomas López 
          recoge, a través de un Interrogatorio de 15 preguntas dirigido 
          a obispos, curas y autoridades, una descripción de las provincias 
          españolas y su situación en la segunda mitad del siglo 
          XVIII. Pero el Catastro de Ensenada tiene un gran precedente en el siglo 
          XVI cuando Felipe II manda redactar las Relaciones Topográficas, 
          llamadas también Relaciones Históricos Geográficas 
          de España. Las Relaciones Topográficas tuvieron una finalidad 
          parecida a la que perseguiría Ensenada y Tomás López 
          y que no era otra que conocer la situación de las tierras y pueblos 
          de España. Para ello se elabora una encuesta que recoge información 
          sobre datos físicos como relieve, vegetación, animales, 
          y sobre datos económicos relativos a la agricultura, ganadería, 
          artesanía y comercio. En la encuesta también había 
          preguntas sobre población, casas, fiestas, creencias, sucesos 
          históricos, y otras destinadas a conocer cual era la organización 
          territorial, administrativa, eclesiástica y de justicia. Se elaboraron 
          distintos interrogatorios entre los años 1570 y 1578. En 1570 
          se hizo una encuesta de cincuenta y ocho preguntas y en 1574 se hace 
          un ensayo en algunas poblaciones con un interrogatorio de veintiséis. 
          En el año 1575 la encuesta que se prepara tiene cincuenta y nueve 
          preguntas y en 1578 se empieza la realización de las Relaciones 
          con un interrogatorio de cuarenta y cinco preguntas. La realización 
          de las Relaciones suspendió y no se conocen las razones, ni las 
          circunstancias que motivaron esta suspensión. Mucha documentación 
          de las Relaciones desapareció en el incendio del Escorial de 
          1761. Entre las Relaciones de las que se ha conservado documentación 
          se encuentran las que recogen encuestas de algunos pueblos del Obispado 
          de Cuenca, aunque faltan las de los pueblos de la serranía. Como 
          acabamos de recoger fue un recurso muy común conocer e indagar 
          la situación de las tierras castellana a partir de formularios 
          basados en un interrogatorio sobre aspectos relacionados con la situación 
          demográfica, social y económica de la población 
          y sus habitantes. Estos interrogatorios han permitido seguir el desarrollo 
          histórico, social y económico de las tierras castellanas 
          cuando ha sido posible su conservación. 
        Superada la oposición de Fernando VI al contar 
          el proyecto con el apoyo de los Intendentes, aunque no con el dictamen 
          positivo de los Consejos de Gobierno al considerar que con este proyecto 
          se atacaban los fundamentos de la sociedad, se pone en marcha la averiguación 
          catastral llevada a cabo tanto a nivel individual como local. Para su 
          puesta en marcha y dirección se designa una Real Junta de Única 
          Contribución y se hace en Guadalajara una averiguación 
          a modo de ensayo en el año 1746. La decisión de la realización 
          del catastro se plasmó en el Real Decreto de 10 de Octubre de 
          1749, que se promulgó con una Instrucción de 41 capítulos. 
          En esta Instrucción se recogía el proceso formal de realización 
          de la encuesta y una serie de modelos o formularios para recoger la 
          información obtenida en las averiguaciones y que servirían 
          a los vecinos de la población a catastrar de guía para 
          hacer sus declaraciones de familia y bienes; declaraciones que se conocen 
          con los nombres de memoriales, relaciones y respuestas particulares 
          de vecinos. Las poblaciones debían responder a un Interrogatorio 
          de cuarenta preguntas y con las respuestas se realizaron las llamadas 
          Respuestas Generales. Al decreto de Única Contribución 
          suceden otros para completar el proceso de reforma fiscal que se ponía 
          en marcha. Así, el día 11 de Octubre aparece el Real Decreto 
          para la administración directa de las rentas por cuenta de la 
          Hacienda Real a partir del 1 de Enero de 1750. El día 13 de Octubre 
          de este año aparece la Ordenanza de Intendentes por la que estos 
          se convertían en la primera autoridad provincial y en los dirigentes 
          de la averiguación catastral como jueces instructores o presidentes 
          de las comisiones o audiencias de averiguaciones en las poblaciones 
          de su intendencia. El 11 de mayo de 1753 aparece la última orden 
          catastral en la que se recogen los procedimientos a seguir para el cierre 
          de la Averiguación Catastral. 
        El rey encomendó la dirección suprema 
          del Catastro a la Real Junta de Única Contribución. La 
          primera decisión que adoptó esta Junta, tras ser nombrados 
          los intendentes de las 22 provincias de Castilla, fue que estos realizaran 
          la averiguación de un pueblo de su intendencia con el carácter 
          de catastro piloto para advertir errores en el método señalado 
          en la Instrucción o interpretaciones equivocadas del proceso 
          formal a seguir para desarrollar la encuesta catastral. Esta medida 
          fue muy válida ya que en las primeras veintidos operaciones realizadas 
          aparecieron buena parte de los problemas que surgirían en la 
          realización del Catastro. En Cuenca, se realizó esta operación 
          piloto en Albadalejo del Cuende. Las intendencias en las que se debía 
          ejecutar el Catastro eran: Ávila, Burgos, Córdoba, Cuenca, 
          Extremadura, Galicia, Granada, Guadalajara, Jaén, León, 
          Madrid, La Mancha, Murcia, Palencia, Salamanca, Segovia, Sevilla, Soria, 
          Toledo, Toro, Valladolid y Zamora. Si las poblaciones que había 
          que catastrar se acercaban a las 15.000 y eran veintidos los intendentes 
          vemos que tocaba a cada uno catastrar 680, y como se calcula que se 
          necesitaban 50 días para realizar la averiguación de una 
          población, se hubiesen necesitado 93 años para hacer el 
          Catastro de una intendencia. La solución fue aumentar el número 
          de audiencias y ponerlas a cargo de jueces subdelegados por la imposibilidad 
          material del intendente de realizar la averiguación en todas 
          las poblaciones de su intendencia. Los primeros jueces subdelegados 
          nombrados por el intendente como jueces instructores fueron los corregidores 
          de las poblaciones de realengo. Los jueces nombrados mantenían 
          un rango acorde con la categoría de la población a catastrar. 
          Durante cinco años se realizó el trabajo de campo y 1.200 
          equipos de averiguaciones, las llamadas audiencias o comisiones, con 
          mas de 6.000 empleados recorrieron las poblaciones a catastrar. 
        Hay que tener en cuenta que un 95% de las poblaciones 
          a catastrar tenía menos de cien vecinos y que la audiencia debía 
          permanecer en cada población realizando las operaciones catastrales 
          hasta varias semanas trabajando todos los días de la semana y 
          todos los días del año según ordenó la Real 
          Junta. 
        Las averiguaciones de los pueblos se centraban en la 
          obtención de respuestas formales a un Interrogatorio de cuarenta 
          preguntas para fijar y establecer una Única Contribución 
          estaban encomendadas a unos equipos o comisiones, las llamadas audiencias. 
          Las audiencias debían estar formadas, al menos, por un escribano 
          Real, con la función notarial de dar fe de cuanto ocurriese, 
          por un asesor jurídico para dictaminar conforme a la ley las 
          situaciones de conflicto, por uno o más oficiales administrativos 
          como técnicos con experiencia y un buen manejo de los números, 
          y por dos o más escribientes o amanuenses para ir pasando a pliegos 
          limpios la información dada en los memoriales. Las audiencias 
          podían y solían complementarse con péritos, hombres 
          prácticos y de mucha experiencia, que supieran de agrimensura, 
          fueran conocedores de las tierras y de sus calidades así como 
          de las cosecha que podían producirse en años normales, 
          y que juraban responder con verdad a todo lo que les fuese preguntado. 
          Estos péritos podían pertenecer a la administración 
          real y se completaban en los pueblos con vecinos nombrados por los jueces 
          instructores y por los concejos. El alguacil de la comisión se 
          encargaba de ejecutar las ordenes del juez instructor como presidente 
          de la audiencia de averiguaciones. 
        El primer acto de la averiguación consistía 
          en enviar al alcalde una carta en la que se anunciaba la fecha de llegada 
          de la audiencia. Con esta carta se remitía a la población 
          el bando que había que promulgar y en el que se transmitía 
          a los vecinos la orden del Rey por la que todos quedaban obligados a 
          presentar una declaración de personas, familias y bienes, y la 
          forma en que debían hacerla bajo juramento. Estaban obligados 
          a presentar esta declaración los vecinos y forasteros propietarios 
          de bienes en la población así como todo aquel que tuviera 
          cualquier tipo de derecho en ella. En el bando se especificaba el plazo 
          que se daba para presentar las declaraciones que variaba entre 30 y 
          80 días. Aquellos vecinos que no supieran escribir debían 
          buscar que alguien les hiciera la declaración que debía 
          entregarse firmada por un testigo. Una vez recogidos estos Memoriales, 
          llamados también Relaciones, Declaraciones o Respuestas Particulares, 
          se comprobaba que estaban las de todos los sujetos con obligación 
          de presentarlos y se examinaban para ver si formalmente eran adecuados 
          y su letra era legible. Si faltaba alguno el pregonero en un bando daba 
          un nuevo plazo a los que faltaban bajo pena de multas. Con las Respuestas 
          Particulares de los sujetos catastrales, legos y eclesiásticos, 
          se formaban los Libros de lo Raíz, de lo Real o Maestro en los 
          que todo lo inicialmente declarado era comprobado y reconocido, anotándose 
          también todas las rectificaciones. El siguiente paso era el reconocimiento 
          y comprobación con los péritos por parte de la audiencia 
          de lo correcto de todos los datos aportados. Si no había acuerdo 
          entre lo aportado por los vecinos y lo reconocido por los péritos 
          se hacían anotaciones al margen del documento y se procedía 
          a la aclaración de todas las divergencias y dudas que hubieran 
          surgido. Mientras los vecinos preparaban sus Memoriales el alcalde, 
          los regidores y los justicias debían reunirse con el intendente 
          o subdelegado, generalmente en la posada donde este se alojaba, para 
          contestar al Interrogatorio de cuarenta preguntas sobre su población. 
          Previamente los alcaldes y los regidores de la población debían 
          haber elegido a los vecinos, que como representantes del concejo, iban 
          a participar en las declaraciones catastrales como conocedores de las 
          respuestas del Interrogatorio que se les había remitido previamente 
          para la preparación de la encuesta. 
        A las reuniones de las audiencias, como actos solemnes 
          del proceso catastral, debían asistir, junto con los representantes 
          de la Corona, el cura principal de la población, las autoridades 
          municipales y los peritos elegidos por el instructor del proceso y por 
          el Concejo. Al iniciarse las reuniones de la audiencia se tomaba juramento 
          de decir verdad a todos los reunidos, juramento que se completaba con 
          la señal de la cruz y con la petición de la protección 
          de Nuestro Señor o de Nuestra Señora. En algunas Respuestas 
          se recoge el gesto de llevarse una mano al pecho. La Real Instrucción 
          que acompañaba al Decreto de Catastro de octubre de 1749 reglamentaba 
          el desarrollo de ejecución y realización del catastro. 
          Así, el capitulo IV recogía que al cura párroco 
          no se le debía tomar juramento teniendo él que autorizar 
          la declaración y el acto oficial de la averiguación catastral. 
        El documento con las Repuestas Generales al Interrogatorio suele comenzar 
          señalando la fecha, lugar y nombre del juez que iba a llevar 
          a cabo la averiguación y el de todos los que iban a intervenir 
          en el proceso mencionando su oficio o su cargo. Al final del documento 
          los que habían intervenido en las averiguaciones declaraban bajo 
          juramento la verdad de todas las Respuestas y las firmaban. Por último, 
          el notario recoge el nombre y edad de los vecinos de la villa dando 
          fe, con la expresión ante mí y su nombre, 
          de la legalidad de todo el proceso. Los Libros con las Respuestas Generales 
          se cerraban en la Contaduría de Rentas Provinciales de la intendencia 
          donde el Contador Principal de la Hacienda Real ratifica que su contenido 
          concuerda con los originales afirmando que la documentación de 
          la población catastrada queda en la Contaduría bajo su 
          custodia. La firma y rúbrica del intendente y del contador principal 
          cierra el documento de Respuestas y su tamaño atestigua la importancia 
          de estas dos autoridades como representantes del poder del Rey. Al Concejo 
          de la población catastrada se le entregaba una copia de las Respuestas. 
          Hay archivos municipales donde se puede encontrar la copia de alguno 
          de los Libros Catastrales. Como parte de la documentación catastral 
          hay que citar el llamado Libro de los Cabezas de Casa, que también 
          recibe los nombres de Libro Mayor de lo Personal, Libro de Familias, 
          Libro de Vecinos, Libro de Vecindario, Libro de Registro de los Vecinos 
          y Libro Maestro de Familias, seguidos de las expresiones legos 
          o eclesiásticos, según correspondiese. Estos 
          libros contienen un resumen de los datos demográficos solicitados 
          en el bando y recogidos en los memoriales aportados por los cabezas 
          de familias o superiores de conventos y monasterios. Con los resúmenes 
          de los datos demográficos se elaboró el Vecindario de 
          Ensenada para las tierras de Castilla, que empezó a elaborarse 
          entre 1752 y 1756 y aparece en 1759. Se habían hecho censos de 
          población en 1591, en el reinado de Felipe II, y a comienzos 
          del S. XVIII a la llegada del rey Felipe V a España. 
        En la documentación catastral el término 
          utilizado para referirse a los elementos del clero es el de eclesiástico. 
          Los miembros del estamento eclesiástico podían pertenecer 
          a comunidades religiosas y entonces hablamos de clero regular. Para 
          referirnos al resto de individuos pertenecientes a este estamento se 
          utiliza la expresión clero secular. Para referirse a la población 
          seglar se usa el término secular, laico o lego. El clero regular 
          disfrutaba de propiedades por su pertenecía a una orden o comunidad 
          religiosa, pero tanto el clero regular como el secular podía 
          tener propiedades personales, denominadas libres patrimoniales, por 
          haberlas recibido en herencia y de ellas disponía libremente 
          para su venta o herencia como bienes de su patrimonio personal y por 
          las que tenían que pagar los impuestos que le correspondiesen. 
        Desde siglo XVII una de las acusaciones al estamento 
          eclesiástico era la acumulación de rentas y propiedades 
          que no generaban riqueza, aunque parte de los ingresos de ellas obtenidos 
          se dedicasen a la asistencia de la población marginal. El clero 
          regular y el secular podía recibir donaciones para atender su 
          actuación dentro de la Iglesia y ayudar al mantenimiento de comunidades, 
          ordenes o instituciones religiosas. Las propiedades, bienes y rentas 
          recibidas como legados, donaciones o herencias recibían el nombre 
          de propiedades benefíciales. El clero secular mejoraba sus ingresos, 
          sobre todo en las zonas rurales, formando parte de capellanías, 
          memorias, fundaciones, patronatos de obras pías y cofradías. 
          Los párrocos y eclesiásticos, en las pequeñas poblaciones 
          de Castilla, podían disfrutar de las rentas de un curato para 
          sufragar sus gastos y los de su parroquia y que completaban la parte 
          del Diezmo y La Primicia que les correspondía. Los curatos eran 
          rentas o posesiones que los particulares podían dejar a una parroquia 
          como legado y que administraba el párroco. A pesar de estos ingresos 
          los eclesiásticos de algunas poblaciones tenían que recurrir 
          a las limosnas de sus vecinos. En las poblaciones con gran número 
          de eclesiásticos estos se organizaban en cabildos, que recibían 
          subvenciones de particulares o disfrutaban de rentas legadas por protectores. 
          Los conventos y monasterios eran las instituciones que poseían 
          las mayores propiedades, rentas e ingresos, que pertenecían a 
          la comunidad y servían para el sustento de monjas y frailes, 
          mantener y reparar edificios religiosos y sufragar obras piadosas y 
          de beneficencia. 
        La religiosidad estaba presente en todas las manifestaciones 
          de la vida pública y privada de la sociedad castellana y el poder, 
          tanto material como espiritual, de la Iglesia se manifestaba en ritos, 
          ceremonias, fiestas y en las relaciones que los vecinos del reino tenían 
          con el estamento eclesiástico. Los seglares también participaban 
          en las obras asistenciales religiosas a través de cofradías 
          y hermandades, que se ponían bajo distintas advocaciones, como 
          podía ser la del Santísimo, la de Cristo Crucificado, 
          la de Animas o bajo advocaciones de la Virgen o de los Santos. Las cofradías 
          y hermandades tenían entre sus fines la beneficencia y la caridad 
          ayudando a viudas, huérfanos, enfermos, mendigos y transeúntes. 
          La pertenencia o la relación de los habitantes de Castilla con 
          estas instituciones aparece en las declaraciones de bienes, oficios 
          y cargos que tuvieron que presentar. Las Respuestas Particulares de 
          los vecinos recogen su relación, como beneficiado o como beneficiante, 
          con cofradías, hermandades, memorias, fundaciones, legados, obras 
          pías, patronatos y capellanías. Debemos recoger, en este 
          sentido, que el titular de estas instituciones, como ya hemos dicho 
          con finalidad asistencial y caritativa, podía ser un elemento 
          de la población secular o religiosa, aunque los actos del culto 
          y las ceremonias religiosas siempre tenían que estar bajo la 
          ejecución de un eclesiástico. 
        Cuando se acababa de elaborar los Libros con las informaciones 
          fiscales proporcionadas por los vecinos y las poblaciones, uno para 
          legos y otro para eclesiásticos, se procedía al acto más 
          solemne de la averiguación catastral en cada población 
          que era su lectura en Concejo Abierto. Para la lectura de la averiguación 
          catastral se convocaba de nuevo a los vecinos y a los forasteros con 
          bienes en el pueblo, mediante un pregón o bando, para que asistieran 
          a la lectura, partida a partida, de las relaciones de propiedad presentada 
          por si alguien se sentía agraviado o consideraba que algún 
          dato propio o ajeno era falso o incorrecto. Si todos los asistentes 
          daban su conformidad se procedía a firmar las diligencias de 
          lectura por parte del juez instructor, las autoridades, los peritos 
          y el escribano, siendo tal acto garantía para el Rey y los vasallos. 
          Si había alguien que no estuviera de acuerdo con los datos recogidos 
          se procedía a averiguar la verdad corrigiendo los desacuerdos. 
          Hecha la lectura pública, y aprovechando ratos libres en el siguiente 
          pueblo, se preparaban los estados o resúmenes cuantitativos llamados 
          Estados o Mapas Locales. 
        Con la información recogida en estos resúmenes 
          locales se elaboraba para cada intendencia una serie de Libros con resúmenes 
          generales cuantitativos llamados Mapas o Estados Generales, unos para 
          legos y otro para eclesiásticos. Los Mapas o Estados Locales 
          son la base de datos del Catastro con incidencia fiscal para establecer 
          posteriormente los pagos de Única Contribución. Había 
          que rellenar cuatro modelos de Libros, tanto a nivel local como de la 
          intendencia, tanto para legos como para eclesiásticos, diferenciados 
          por las letras D (tierras), E (casas y todo tipo de rentas), F (industria 
          y comercio) y H (ganados). Para los legos se hacía uno más, 
          el G, destinado a calcular sobre nuevas bases el impuesto llamado Servicio 
          Ordinario y Extraordinario, al que solamente estaban sujetos los varones 
          entre 18 y 60 años del estado general. Además de todos 
          estos Libros se realizó el llamado Libro de lo Enajenado en el 
          que se recogía, población por población de cada 
          intendencia, las posesiones, cargos, oficios, rentas, privilegios y 
          todo aquello que perteneciendo a la Corona estaba en manos de particulares 
          o de otros propietarios a los que había pasado por Merced Regía 
          a cambio de servicios en dinero a la Hacienda Real. También se 
          elaboraron Los Libros de los Mayores Hacendados en los que se recogían 
          las posesiones del mayor propietario de cada población y la estimación 
          de su valor. 
        Para la realización de este trabajo administrativo 
          las Contadurías de Rentas Provinciales de las capitales de las 
          intendencias pasaron de los pocos empleados habituales a contar con 
          más de un centenar, y en algunas de ellas llegarían a 
          trabajar mas de tres mil personas. Las contadurías revisaban 
          los datos catastrados, atendían reclamaciones y quejas, realizaban 
          rectificaciones y copias, calculaban productos, estimaciones y claseos 
          de las partidas solicitadas por los formularios y los interrogatorios. 
          Esta labor se desarrollaba bajo la dirección del contador, responsable 
          de la documentación de la encuesta catastral, y la supervisión 
          general de su intendente. 
        En muchas contadurías se tuvo que redactar las 
          Respuestas de muchas poblaciones pues la audiencia que llevaba a cargo 
          las averiguaciones no podía ocuparse de ello al tener que comenzar 
          el trabajo de otra población. Todas estas operaciones necesitaban, 
          aparte del aumento del número de empleados, un personal especializado 
          en contabilidad y en operar en maravedíes y fracciones de maravedíes. 
          En las Contadurías se recogió la documentación 
          que verificaba los datos catastrados, la correspondencia y material 
          complementario como actas, diligencias, certificaciones de ingresos 
          y gastos del Común, copias de privilegios de derechos enajenados 
          a la Real Hacienda, certificaciones de Diezmos y cualquier tipo de nota 
          o correspondencia que tuviera relación con todo el proceso formal 
          que se seguía en cada una de las poblaciones catastradas. Las 
          Contadurías, además de la documentación citada, 
          realizaron copias de los libros de las 15.000 encuestas catastrales 
          hechas. Con los datos del proceso catastral se elaboraron 200 libros 
          de resúmenes, que se han convertido en la principal fuente documental 
          para estudiar la riqueza de Castilla y sus habitantes en el siglo XVIII. 
        Este es, a grandes rasgos, el proceso formal que se 
          siguió para catastrar las tierras de la Corona de Castilla y 
          que pone de manifiesta el enorme esfuerzo humano realizado pero que 
          no tendría la finalidad con el que fue puesto en marcha y ejecutado 
          prácticamente en su totalidad. Para comprender en toda su extensión 
          este intento tenemos que saber que se puso en marcha una maquinaría 
          administrativa que hizo posible realizar el proyecto en seis años. 
          A modo de ejemplo se puede decir que en tres días era posible 
          que un documento viajara desde Galicia a Madrid para resolver aclaraciones 
          de datos teniendo en cuenta que de cualquier diligencia se pedía 
          acuse de recibo de las documentaciones intercambiadas. Una de las principales 
          dificultades a las que se tuvo que hacer frente fue la de la ocultación 
          de datos y propiedades, la disminución de la extensión 
          de tierra y la baja catalogación de su calidad. Sobre todo se 
          dieron casos de ocultaciones de propiedades en los estamentos privilegiados 
          que tenían posesiones en municipios distintos de los que eran 
          vecinos. Aclarar todas las ocultaciones supuso que la ejecución 
          del Catastro se alargara en el tiempo y aumentara en su coste. 
        Las intendencias, como base de la organización 
          territorial y administrativa, y el intendente, como figura clave del 
          funcionamiento de esta organización, fueron los instrumentos 
          para llevar a cabo las medidas reformistas de los nuevos políticos. 
          Las intendencias y sus partidos de rentas fueron las demarcaciones para 
          las labores catastrales y los intendentes los responsables de supervisar 
          las actuaciones y de dar el visto bueno al proceso catastral seguido 
          en su intendencia. La finalidad última del Catastro era gravar 
          las rentas de la tierra, los salarios del trabajo y los beneficios de 
          un negocio. En Cataluña y en Valencia, donde ya se había 
          establecido el Catastro y el Equivalente respectivamente, los porcentajes 
          con los que se gravó estos ingresos fueron del 8% en las rentas 
          agrícolas y del 10% en las artesanales e industriales. 
        Pero de nuevo tenemos que insistir en que todo el proceso 
          descrito y los esfuerzos empeñados en la encuesta catastral no 
          servirían para su finalidad primordial ya que el nuevo impuesto 
          en forma de una única y nueva contribución no llegaría 
          a ser la base del sistema impositivo y los fallos, vicios y errores 
          fiscales se mantendrán hasta el siglo XIX. Podemos decir que 
          a mediados del siglo XVIII se perdió la oportunidad de reformar 
          el sistema tributario de Castilla y con ello la posibilidad de adelantar 
          las reformas sociales y económicas que hubieran hecho posible 
          superar la situación de estancamiento que todavía se vivía 
          en este reino. No será hasta ya entrado el siglo XX cuando se 
          pueda hablar de una práctica fiscal basada en los principios 
          de proporcionalidad a la hora de fijar la cantidad con la que cada ciudadano 
          debe contribuir a los gastos del presupuesto estatal. La idea de un 
          presupuesto económico a nivel local o nacional como previsión 
          de ingresos y gastos no existe en la hacienda pública anterior 
          al siglo XIX. Anticipar las cantidades a ingresas y el modo de gastarlas 
          significará un importante avance a la hora de racionalizar el 
          sistema impositivo y el único medio de racionalizar económicamente 
          el funcionamiento del Estado. 
       
      
        
          
          
          
        31-05-16 - El Marqués ilustrado, ‘medinense’ 60 años más
        Un investigador descubre que su cadáver permaneció en Santiago el Real hasta 1943 / Sobrino publica un estudio del catastro que impulsó el noble.
        El cadáver de Zenón de Somodevilla y Bengoechea, más conocido sencillamente como Marqués de la Ensenada, permaneció en Medina del Campo 60 años más de lo que creían los académicos, y de lo que apuntan los anales de la historia. Es una de las principales conclusiones del libro que acaba de publicar el investigador medinense Eduardo Sobrino Mata. Es la sexta de sus obras, disponible en librerías desde hace pocos días con el título Medina del Campo y su Tierra en 1752 según las respuestas generales del Catastro de la Ensenada. 
        El libro aborda la situación de la comarca en la época en la que se realizó uno de los principales documentos históricos que mandó realizar el noble, uno de los personajes más característicos de la Ilustración española. Su conocido ‘Catastro’ «permite conocer la situación social y económica de esta tierra», explicó a este periódico el propio Sobrino. «De ahí la vital trascendencia de la documentación estudiada para conocer, casi al detalle, la situación de la agricultura, la ganadería, la industria, el comercio y la población». 
        Pero, sin duda, la sorpresa más llamativa que ha dado la investigación es la localización en el Archivo municipal de Medina, por parte de Sobrino, de varios documentos inéditos sobre la suerte que corrieron los restos mortales del Marqués de la Ensenada, desterrado a Medina del Campo por Carlos III en 1766. El personaje, uno de los políticos más importantes de su época, murió en la villa en 1781 y fue enterrado en la iglesia de Santiago el Real, donde aún se conserva la lápida que cubrió sus restos. 
        «Todas las enciclopedias dan el año 1869 como la fecha del traslado de sus restos al Panteón de Ilustres Marinos de la localidad gaditana de San Fernando», explicó el investigador. Según ha podido demostrar Sobrino «es completamente errónea, y se debe a que en esa fecha fueron exhumados y trasladados a Madrid a requerimiento del Ministerio de Fomento, al proyectarse la construcción del Panteón Nacional, donde iban a descansar los restos de los personajes más ilustres de España». 
        Sin embargo, finalmente ese proyecto «quedó en nada» y los restos regresaron a Medina catorce años después, en 1883, donde permanecieron hasta 1943, cuando se trasladaron definitivamente a San Fernando. Así, descontando entre 1869 y 1943 (74 años) los 14 que permanecieron en Madrid, el resultado son 60 años más de lo que se creía en Santiago el Real. 
        El libro aporta muchos datos sobre la situación de decadencia que atravesaba Medina del Campo en el siglo XVIII. «En aquellos días la superaba Nava del Rey, tanto en riqueza como en número de vecinos», aseguró Sobrino. «Nava contaba unos 1.300, y Medina un millar justo». Ese declive «continuaría imparable en los años siguientes», y «venía produciéndose desde finales del siglo XVI por el ocaso de sus ferias y mercados». El Catastro de la Ensenada evidencia la pérdida de oficios en la villa, como los de impresores, joyeros, encuadernadores, entalladores, plateros o doradores. 
        Fragmentos de especial interés son los dedicados a lugares, en el término de Medina, que ya no existen por haberse despoblado. Uno de ellos el prado de La Golosa, donde existen restos de época medieval.  
       
          
      
        24-09-18 - Presentación del libro editado por el Ministerio de Hacienda sobre la obra Catastral del Marqués de la Ensenada en Medina del Campo
        Mañana  día 25 a las 11:30 en el Salón de Plenos del Ayuntamiento 
        Presentación del libro editado por el  Ministerio de Hacienda sobre la obra Catastral del Marqués de la Ensenada en  Medina del Campo 
       
      
        
          
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            | D. Ricardo Hernández García presentara su libro “El Catastro  de Ensenada, Medina del Campo 1752”. | 
           
        
       
      
        El Ministerio de Hacienda ha editado con  la colaboración del ayuntamiento de Medina del Campo y diversas instituciones  académicas una publicación dirigida a difundir la excepcional obra catastral  del Marques de la Ensenada; una de las grandes figuras del siglo XVIII español,  quien falleció precisamente es esta localidad vallisoletana en 1781, y que  desempeño el ejercicio conjunto de cuatro carteras ministeriales: Hacienda,  Marina, Guerra e Indias. 
        Una publicación presentada este 25 de  septiembre por la alcaldesa de la localidad M. Teresa López Martín y por el  Director General del Catastro, Fernando de Aragón Amunárriz; y cuya edición ha  sido posible gracias a la dedicación y el buen hacer de un conjunto de  profesionales coordinados por Concepción Camarero Bullón, de la Universidad  Autónoma de Madrid, entre los que cabe destacar a Laura García Juan, de la  Universidad Isabel I de Burgos y a Ricardo Hernández García de la Universidad  de Valladolid. 
        Ensenada abordó una avanzada reforma del  sistema tributario español para superar su ineficiencia y su inequidad:  ineficiencia, porque hasta entonces existían multitud de figuras impositivas y  las tareas de recaudación estaban arrendadas a particulares; inequidad porque  hasta entonces sólo tributaba el pueblo llano y no los demás estamentos de una  sociedad que luchaba por abrirse paso a la modernidad. 
        El eje central de la obra ensenadista  consistió en censar y describir la totalidad de los  inmuebles, personas,  ganados, oficios y rentas, con el fin de establecer un único impuesto sobre la  riqueza proporcional a la de cada contribuyente; una operación descomunal que  con sorprendente agilidad y buen hacer llevó a levantar el catastro de las  15.000 localidades de la Corona de Castilla en tan solo 7 años, entre 1749 y 1756. 
        Un Catastro que hoy está documentado en  cerca de 80.000 volúmenes en los que se contienen 40 millones de hojas y que  además ofrece hoy un excepcional testimonio de la economía y de la sociedad de  aquella España. 
        En Medina del Campo, las operaciones se  desarrollaron a lo largo de 1752 bajo la dirección del entonces corregidor de  la villa, Manuel Joaquín de Vega y Meléndez, y de ellas resultó una amplia y  detallada descripción de la localidad, en la que entonces moraban 3.780  habitantes, cuyos oficios se detallan en la documentación resultante de los  trabajos; y así sabemos que de los 682 vecinos con profesión reconocida, 235  eran labradores, 60 se dedicaban a la industria del cuero o que el número de  funcionarios ascendía a 37. También sabemos gracias al resultado de la  averiguación practicada que de las cerca de 11.500 hectáreas contenidas en su  término municipal, el 59% estaba dedicado a tierra de secano y el 27% a viñedo,  y que la superficie de huerta apenas llegaba al uno por mil de las existentes (11,31  hectáreas). Incluso, podemos conocer que dentro del cereal, la cebada resultaba  el cultivo dominante, con 3.384 hectáreas, y que le seguía el trigo con 3.085  hectáreas, de las que 736 eran de buana categoría, siendo el resto de calidad  media. 
        En suma, un magnífico trabajo que 262  años después sigue dando frutos como fuente inagotable para la investigación y  que, sin ninguna duda, inspira la trayectoria seguida por el catastro español  desde entonces como registro general de la propiedad inmobiliaria; un registro  en el que la Dirección General Catastro gestiona la información de casi 78  millones de inmuebles, plenamente disponible a través de Internet y que en el  año 2017 recibió más de 77 millones de visitas. 
        Como en tiempos de Ensenada, el Catastro  hoy se construye desde la cooperación entre las distintas Administraciones y la  aplicación de las últimas tecnologías; y más allá de su vertiente tributaria,  constituye una excepcional herramienta para la protección del derecho de  propiedad y la planificación y gestión de las más diversas políticas públicas. 
       
      
      
        26-09-18 - La obra del Marqués de la Ensenada, referente economía española siglo XVIII.
       
      
        
          
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            El Catastro de Ensenada y su uso en Genealogía | 
           
        
       
      
        Valladolid, 25 sep (EFE).- El Ministerio de Hacienda ha editado, en colaboración con el Ayuntamiento de Medina del Campo (Valladolid) y diversas instituciones académicas, una publicación dirigida a difundir la excepcional obra catastral del Marqués de la Ensenada, una de las grandes figuras del siglo XVIII español. 
        Presentada por la alcaldesa de Medina del Campo, Teresa López y el director general del Catastro, Fernando de Aragón, esta obra detalla el abordaje de una avanzada reforma del sistema tributario español por parte del Marqués de la Ensenada, quien falleció en la villa medinense en 1781 y que desempeñó el ejercicio conjunto de cuatro carteras ministeriales: Hacienda, Marina, Guerra e Indias. 
        Su objetivo fue superar la ineficiencia e inequidad de dicho sistema tributario: Ineficiencia, porque hasta entonces existían multitud de figuras impositivas y las tareas de recaudación estaban arrendadas a particulares, e inequidad, porque hasta entonces solo tributaba el pueblo llano y no los demás estamentos de una sociedad que luchaba por abrirse paso a la modernidad. 
        El eje central de la obra ensenadista consistió en censar y describir la totalidad de los inmuebles, personas, ganados, oficios y rentas, con el fin de establecer un único impuesto sobre la riqueza proporcional a la de cada contribuyente, en una operación descomunal que llevó a levantar el catastro de las 15.000 localidades de la corona de Castilla y León en tan solo siete años, entre 1749 y 1756. 
        El catastro está documentado en más de 80.000 volúmenes en los que se contienen cuarenta millones de hojas y ofrece además un excepcional testimonio de la economía y de la sociedad de aquella España, tal y como ha recordado Teresa López durante la presentación de "El catastro de Ensenada". 
        En Medina del Campo, las operaciones se desarrollaron a lo largo de 1752, bajo la dirección del entonces corregidor de la villa, Manuel Joaquín de Vega y Meléndez, y de ellos resultó una amplia y detallada descripción de la localidad, en la que entonces moraban 3.780 habitantes, cuyos oficios se detallaban en la documentación resultante de los trabajos. 
        A través de este análisis se sabe que, de los 682 vecinos con profesión reconocida, 235 eran labradores, 60 se dedicaban a la industria del cuero o que el número de funcionarios ascendía a 37 y que, de las cerca de 11.500 hectáreas contenidas en su término municipal, el 59% estaba dedicado a tierra de secano y el 27% a viñedo. 
        En suma se trata de "un magnífico trabajo que, 262 años después, sigue dando frutos como fuente inagotable para la investigación y que, sin duda alguna inspira la trayectoria seguida por el catastro español desde entonces como registro general de la propiedad inmobiliaria", ha indicado López. 
        "Un registro en el que la Dirección General del Catastro gestiona la información de casi 78 millones de inmuebles, plenamente disponible a través de internet y que, en el año 2017, recibió más de 77 millones de visitas", ha destacado. 
        Como en tiempos de Ensenada, el Catastro hoy se construye desde la cooperación entre las distintas administraciones y la aplicación de las últimas tecnologías y, más allá de su vertiente tributaria, constituye "una excepcional herramienta para la protección del derecho de propiedad y la planificación y gestión de las más diversas políticas públicas", ha concluido. EFE 
       
      
      
        26-09-18 - El catastro de Ensenada
      
        Se presenta un libro que recoge la obra catastral del Marqués de la Ensenada.
        
       
      
        
          
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            Presentación del libro "El catastro de Ensenada" en el Ayuntamiento de Medina del Campo / Cadena Ser  | 
           
        
       
      
        El Ministerio de Hacienda ha editado con la colaboración del Ayuntamiento de Medina del Campo una publicación titulada "El catastro de Ensenada", trabajo dirigido a difundir la obra catastral del Marqués de la Ensenada, una de las grandes figuras del siglo XVIII fallecido en Medina. 
        El eje central de la obra de Ensenada consistió en censar y describir la totalidad de los inmuebles, personas, ganados, oficios y rentas, con el fin de establecer un único impuesto sobre la riqueza proporcional a la de cada contribuyente; una operación que se levó a cabo con agilidad y buen hacer. En concreto se levantó el catastro de las 15.000 localidades de la Corona de Castilla entre 1749 y 1756. Un catastro que hoy está documentado en cerca de 80.000 volúmenes que ofrecen un perfecto testimonio de la economía y de la sociedad de aquella España. Es de destacar algunos proyectos de ese documento como el Canal de Castilla o la Red de Carreteras. 
        En Medina del Campo, las operaciones catastrales se desarrollaron a lo largo de 1752 cuando contaba con 3.780 habitantes, cuyos oficios se detallan en la documentación resultante de los trabajos; y así sabemos que de los 682 vecinos con profesión reconocida, 235 eran labradores, 60 se dedicaban a la industria del cuero o que el número de funcionarios ascendía a 37. También sabemos gracias al resultado de la averiguación practicada que de las cerca de 11.500 hectáreas contenidas en su término municipal, el 59% estaba dedicado a tierra de secano y el 27% a viñedo, y que la superficie de huerta apenas llegaba al uno por mil de las existentes. Incluso, podemos conocer que dentro del cereal, la cebada resultaba el cultivo dominante, con 3.384 hectáreas, y que le seguía el trigo con 3.085 hectáreas, de las que 736 eran de buana categoría, siendo el resto de calidad media. 
        Se trata de un trabajo que 262 años después sigue dando frutos como fuente inagotable para la investigación y que, sin ninguna duda, inspira la trayectoria seguida por el catastro español desde entonces como registro general de la propiedad inmobiliaria. 
       
      
      
        16-04-2020 - Traslado de los restos mortales del Marqués de la Ensenada a San Fernando Cádiz.
        El ministro de Marina preside en Medina del Campo solemne acto religioso
        La memoria de un gobernante ejemplar
        España glorifica estos días la memoria de aquel gobernante ejemplar que  fue el marqués de la Ensenada, con justa y oportuna vindicación de su  nombre y de sus méritos. Se ha dicho en alguna ocasión que la grandeza  de alma de los pueblos se conoce por el trato que da a la memoria de sus  grandes muertos. La frase es justa, y España la justifica, plenamente en este  excepcional momento de su historia. El pueblo que surgió a una nueva vida  después de la prueba cruenta de una guerra victoriosa, tiene para los hombres  que en otros tiempos trabajaron por los mismos afanes patrióticos la más  reverente devoción. Olvidado el nombre de este español ilustre en los años  de tristeza y de escepticismo que ha vivido España, ahora se le hace justicia  en este solemne acto nacional que consiste en el traslado de sus restos desde  la humilde tumba de Medina del Campo hasta el Panteón de Marinos  Ilustres de San Fernando, después de un breve paso por Madrid para que  sea la capital de la nación la que, interpretando el anhelo de todos, rinda su  homenaje al gran ministro.   
        Con intuición certera, el primer marqués de la Ensenada realzó una obra  de gobernante tal vez no superada hasta nuestros días. Hacendista de competencia excepcional, pero, sobre todo, político agudísimo, tuvo como pocos  la visión de la gran tarea que le incumbía llenar a España en los anchos  caminos del mar. Y con voluntad férrea trabajó por que España fuese la aran  potencia marítima a que la llamaba su situación geográfica, su imperio colonial y su predestinación histórica.   
        Al marqués de la Ensenada se deben los grandes planes de reconstrucción  de la Armada española, que de haber sido proseguidos por los demás gobernantes, habrían devuelto a nuestro pueblo la fortaleza marítima de nuestro siglo  imperial, y con ella la hegemonía política del Mundo. Intrigas y falacias de  dentro y fuera de España hicieron fracasar la obra del marqués de la Ensenada, y al abandonar aquellos planes de rearme marítimo, renunciamos también, con increíble incuria, a toda ambiciosa política exterior. 
        Con ser notable la obra hacendística de Ensenada, tal vez la más densa,  completa y certera de cuantas se proyectaron en España hasta el siglo XIX, es  mucho más importante la labor que realizó desde el Ministerio de Marina, porque ésta, entrañaba, además, una intención política que, de haber cuajado en  realidad, habría mantenido sin eclipse la grandeza española. Por esto es de  ejemplar justicia este homenaje que se rinde hoy al gobernante insigne. Si  antaño se dejó alucinar España por sus enemigos hasta el extremo de anular  ella misma la obra de este gobernante extraordinario, ahora que ha emprendido  un nuevo camino en su Historia, quiere exaltar su gloria y reivindicar su nombre. Al llevar al Panteón de Marinos Ilustres los restos del marqués de la  Ensenada, la España de hoy muestra su grandeza honrando con justicia a  quien la sirvió con prudencia y abnegación sin par. 
      
        19-07-1943 - En Medina del Campo  Medina, del Campo, 6. — Con motivo del  traslado da loa restos mortales del marqués de la Ensenada, llegaron, en diversos automóviles, durante las primeras horas de la mañana, generales, almirantes  y vicealmirantes de la Armada 
        Al limite de la. provincia salió el gobernador civil de Valladolid para recibir al  ministro de Marina, vicealmirante D. Salvador  Moreno. 
        A las once de la mañana, llegó a esta  ciudad el ministro, siendo saludado, a la  entrada de la población, por «el alcalde,  y juez de Instrucción, arcipreste, Jerarquías,  autoridades y representaciones oficiales,  dirigiéndose seguidamente a la iglesia, de  Santiago el Real, donde reposaban los restos mortales del ilustre marino. 
        A la puerta, del templo se hallaba formada una batería del 47 regimiento de  Artillería, con estandarte, escuadra y música que rindió honores al ministro, el cual paso revista a la batería y a una compañía de Infantería de Marina con bandera, escuadra y banda de cornetas. 
        Luego entró acompañado de las autoridades, en la iglesia, y ocupo la presidencia, sentándose a su derecha el gobernador militar de Valladolid, señor Uzquiano, y el alcalde, y a la izquierda el gobernador civil y el capitán de Infantería don Ricardo Álvarez Terrazas, actual Marqués de la Ensenada. 
         Ocuparon lugares preferentes generales,  almirantes, vicealmirantes y el general da  Artillería marqués de Puño en Rostro.   
        En el centro del templo se hallaba el  túmulo con la arqueta, de madera de nogal que contenía los restos mortales del marqués de la Ensenada, cubierta con la bandera nacional y una monumental corona de flores naturales. 
        La misa fue oficiada por el cura párroco don Martiniano Fernández, y cantada por la «Schola Can-toram» de la Santa   Iglesia Metropolitana de Valladolid, dirigida por el maestro García Blanco. 
        Terminada la misa se entonó un solemne responso y se levantó acta, otorgada  por si notario don "Virgilio de la   Vega,  firmándola el ministro; el almirante Don  Manuel Mores jefa de la Jurisdicción Central de Marina; vicealmirante don Alfonso Arriaga, jefe de Estado Mayor de la  Armada; 'Don Rafael Ortega, Intendente  general de la Armada, don Ricardo Álvarez Terrazas, actual marqués de la Ensenada; Don Tomás Romojaro, gobernador civil de Valladolid, don Gaspar Valdivieso, arcipreste; don Martiniano Hernández, párroco de Santiago el Real, y don José Lorenzo, alcalde de la ciudad, que hizo entrega de las llaves de la arqueta al ministro. 
        La comitiva.- Salida, para  el Departamento marítimo de San Fernando
        Terminado este acto se colocaron los restos mortales del marqués de la Ensenada  sobre un armón de Artillería, tirado por  seis caballos. 
        Abrían marcha una batería motorizada y otro pie a tierra del 47 regimiento. Seguían las parroquias con cruz alzada, los restos del marqués de la Ensenada, a los que daba guardia de honor una compañía de Infantería de Marina con bandera arrollada y cornetas con sordina; la presidencia con las comisiones, y, finalmente, las baterías de honor, con estandarte arrollado y cornetas con sordina. 
        Durante la misa se hicieron los tres disparos de salva; otros tres a la salida da  la iglesia de los restos mortales y quince  al ser depositados en el furgón que se hallaba situado en la calle de Ángel Malina, desde donde salieron a la una y media de la tarde para el Departamento marítimo de San Fernando. 
        Las tropas del 47 regimiento de Artillería, que formaron en acto, y la compañía de Infantería de Marina, desfilaron  ante los restos del marqués de la Ensenada y autoridades. 
        El coronel del regimiento y el teniente coronel, fueron felicitados por el ministro  que, afablemente, se despidió de las autoridades. 
         El paso del corteja por las calles de la  población fué presenciado por numeroso  público.   
        Los balcones de las calles del recorrido  estaban cubiertos por colgaduras coa crespones negros.—Cifra. 
        Llagada a Madrid  La capilla ardiente. — Los restos del primer  marqués de la Ensenada, han llegado a  Madrid esta tarde, a las cinco y media. 
        En la puerta del Ministerio de Marina  formaban fuerzas coa arma a la funerala.   
        Esperaban a la puerta del departamento  el secretario general, almirante Moreu; el  jete del Estado Mayor da la Armada, almirante Arriaga; doña Marina Barrios,  marquesa viuda de la Ensenada; el capitán de infantería, señor Ávarez de Torradas, actual marqués de la Ensenada;  director del Museo Naval, don Julio Guillen, y altos jefes del Ministerio.  
        A la llegada de los restos, que venían  conducidos por un furgón en una arqueta, las fuerzas rindieron armas. Seguidamente fueron conducidos al Museo Naval,  en donde se había instalado la capilla ardiente, con crespones negros, banderas de  la época de Fernando VI, una talla con  el antiguo escudo de España, la cartera de  ministro del marqués de la Ensenaba y  un retrato suyo obra de Amiconi. 
        El altar estaba presidido por la Virgen  del Rosario, cuya imagen su supone estuvo a bordo de una de las naves en la  batalla de Lepanto. 
        El capellán del Ministerio, P. Lama, y  el subdirector de la biblioteca, P. Bila,  rezaron responsos, y en la capilla quedó  constituida una guardia a cargo de soldados de Infantería de Marina, hasta mañana a las seis y media de la mañana,  a cuya hora los restos serán trasladados  al Panteón de Marinos Ilustres de San  Fernando,  definitivamente donde  recibirán sepultura definitiva. -Cifra. 
        Mañana llegarán, a San Fernando Cádiz, 6. — Según informes recibidos en  la Capitanía General del Departamento Marítimo, los restos del marqués de la Ensenada llegarán a San Fernando a última  hora de la tarde del viernes. Serán llevados directamente a la capilla del Hospital  de Marina de San Carlos. A sus puertas  rendirán honores tina compañía de infantería de Marina, del Tercio Sur. 
        En la mañana del sábado habrá mía  misa en la citada, capilla, y seguidamente  se efectuará el traslado de los restos al  Panteón de Marinos Ilustres, Por disposición de la superioridad se rendirán honores de capitán general con mando. Cubrirán el trayecto, desde el Hospital de San  Carlos al panteón, todas las fuerzas disponibles de la Marina de Guerra y las del  Tercio Sur de Infantería de la base naval de Cádiz. 
        Acompañando a los restos vendrán el intendente general de la Armada, Ortega; el  contraalmirante Rafael García Rodríguez;  el actual marques de la Ensenada, descendiente del ilustre finado, y otras personalidades. — Cifra  
       
      
      
        17-05-2020 - La Universidad de La Rioja disecciona el Catastro de Ensenada.
        MARCELINO IZQUIERDO 
        Desde hace ya varios cursos, José Luis Gómez Urdáñez, catedrático de Historia Moderna de la Universidad de La Rioja (UR), miembro de la Real Academia de la Historia y experto en la figura del estadista e ilustrado riojano Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada y Bengoechea, I marqués de la Ensenada (Hervías, La Rioja, 20 de abril de 1702-Medina del Campo, Valladolid, 2 de diciembre de 1781), realiza una investigación con sus estudiantes de la asignatura Metodología de la Historia Moderna a partir del Catastro de 1749. 
        Este año, Gómez Urdáñez eligió la cuestión sanitaria como área de análisis, que precisamente ha coincidido con la pandemia del COVID-19 que está azotando el mundo entero. A pesar de la cuarentena, los estudiantes del Grado en Geografía e Historia de la Universidad de La Rioja han podido realizar el trabajo desde sus casas consultando los fondos digitalizados de este filón documental del Archivo Histórico Provincial, de la Chancillería de Valladolid y del Archivo de Simancas. El resultado se publicará en forma de artículo en 'Brocar', revista del Instituto de Estudios Riojanos (IER)       
        Este tipo de investigaciones parten de la misma premisa que la colección 'Historias de La Rioja sin salir de casa', que habitualmente permite el acceso a importantes documentos ya digitalizados en centenares de archivos y bibliotecas repartidos por el planeta. 
       
      
      
        08-05-24 - Pero, ¿qué fue la Gran Redada?
       
      
        Zenón de Somodevilla y Bengoechea, I Marqués de la Ensenada, fue un estadista y político español que nació en Hervías, La Rioja, en 1702 y falleció en Medina del Campo en 1781. Entre su dilatada trayectoria, fue nombrado superintendente general de Rentas, notario de los reinos de España, caballero del Toisón de Oro y de la Orden de Malta e incluso secretario de Hacienda, Guerra y Marina e Indias. Pero, si por algo destacó, fue por el papel desempeñado como consejero de Estado durante los reinados de Felipe V, Fernando VI y Carlos III. Sobre él giró la aplicación de la Gran Redada, que oficialmente fue conocida como «Prisión General de Gitanos» y que tuvo como propósito el extermino de aquellos que residían en España. 
        El racismo antiroma/antigitano como producto de la modernidad y dimensión de la colonialidad del poder practicada en el interior de Europa, «tiene su base en la propia emergencia de los estados−nación modernos», recalca la publicación científica «El racismo antirom/antigitano y la opción decolonial», de Helios F. Garcés. Además, añade: «A pesar de ser obligados a ligarse a la tierra de las maneras más insospechadas y violentas, el discurso del poder moderno que emanaba a través de la persistente legislación opresiva había calado inyectando en las capas populares de la población el recelo y desprecio por la diferencia romaní». 
        Y así se llega al mayor intento de genocidio gitano planteado por las autoridades españolas. Ya en 1717 con Felipe V, explica el artículo académico «El racismo antirom/antigitano y la opción decolonial», de Helios F. Garcés, se habilitaron, para el avecinamiento de los pueblos gitanos, una lista de 41 poblaciones concretas donde aglutinar a estos ciudadanos. En estas regiones, aumentó el rechazo al Pueblo Gitano y se tuvo que aumentar el listado a 74 zonas. Una pauta que tenía como propósito contribuir a la ruptura de las comunidades amplias. 
        «En 1748 se conviene, finalmente, en negar el asilo religioso de los gitanos en las ermitas de provincia y se abole la pena de galeras, dejando vía libre a la consecución de la Prisión General de los Gitanos o Gran Redada. El 30 de julio de 1749, bajo los auspicios de un importante ilustrado y Secretario de Hacienda, Marina e Indias −el Marqués de la Ensenada− y el gobernador del Consejo de Castilla -el obispo Vázquez de Tablada−, los poderes públicos del reinado de Fernando VI, pusieron en marcha la operación. El Estado español había llegado a la conclusión de que la mejor forma de llevar a cabo la dificultosa reducción social definitiva del pueblo gitano era privar de libertad en un solo día a todos los gitanos y gitanas del reino. La intención era reducir de por vida a toda la comunidad y eliminarlos», explica Helios F. Garcés en su investigación. 
        «Se estima que unas 12.000 personas fueron capturadas y recluidas con cadenas y grilletes. Los hombres, a partir de 15 años serían destinados a los arsenales para trabajar forzosamente en la construcción de navíos. Mientras, las mujeres, junto a los menores de 12 años, serían utilizadas en fábricas−prisión donde, a través de su trabajo, sufragarían su propio mantenimiento y el de sus descendientes hasta la misma muerte. La pena por intentar escapar era contundente: «al que huyere, sin más justificación, se le ahorque irremisiblemente». Los matrimonios mixtos, ya frecuentes en la época, sobre todo en Andalucía, también fueron objeto de la redada», ejemplifica el autor mencionado en su estudio. En cuanto a los gastos que supuso esta horrible operación, se pagaron con lo obtenido de la subasta de los bienes de las familias gitanas presas. 
        Cabe destacar que esta operación fue planteada en secreto, sin que ni siquiera las localidades donde se albergó a los cautivos tuvieran detalles al respecto. «A causa de los enormes problemas económicos, logísticos y sociales derivados de la puesta en marcha de la Gran Redada de los Gitanos de 1749, las autoridades locales alzaron sus quejas sobre la dificultad de alojar, alimentar y rentabilizar con eficiencia a las miles de personas cautivas», comenta Helios F. Garcés. 
        Este intento sincronizado en todo el país de poner en marcha la extinción del Pueblo Gitano -dividiendo a hombres y mujeres para imposibilitarles su reproducción, encarcelando y obligando a trabajos forzados a muchos de ellos-, finalizó el 6 de junio de 1763, cuando se dio la orden -bajo mandato de Carlos III- de liberar a todos los gitanos y gitanas presos de la Gran Redada. Un total de 16 años después del inicio de la operación con todo lo que eso supuso. 
        Vínculo del Marqués de la Ensenada con Medina del Campo 
        Aunque no hay acuerdo fehaciente de los académicos sobre la implicación de Ensenada en el Motín de Esquilache, este acontecimiento histórico hizo que el marqués perdiera sus cargos de consejero de Estado y Hacienda, así como su membresía de la Junta de Catastro. Tras despedirse así del gobierno de Carlos III en 1766, Zenón de Somodevilla y Bengoechea fue exiliado por orden real a Medina del Campo, donde falleció en 1781. Como ya se ha mencionado, tanto una plaza como el cuartel militar de la Villa de las Ferias porta su nombre. 
     
      
      
        16-07-24 - El destierro elegante y generoso del marqués de la Ensenada en Medina del Campo.
       
      
        Acusado de participar en el famoso Motín de Esquilache, el poderoso político español eligió en 1766 la villa de las Ferias para pasar la última etapa de su vida.
        Enrique Berzal 
     
      
        
          
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            Retrato del marqués de la Ensenada, fallecido en Medina del Campo en 1781. BIBLIOTECA NACIONAL  | 
           
        
       
      
        «Tuvo, pues, orden de retirarse de Madrid y de los Sitios Reales, y esto pudo suceder a 20 ó 24 de abril del año de 1766, como unos 10 ó 12 días después del tumulto de la Corte, que sucedió hacia la mitad de  ... dicho mes. No se le debió señalar sino la Provincia a que debía retirarse y él escogió por su gusto la Villa de Medina del Campo, o por lo menos no vino tan confinado a ella como fue en el primer destierro a Granada». Es un extracto del famoso 'Diario de la expulsión de los jesuitas de los Dominios del Rey de España (1767-1815)', escrito por el P. Manuel Luengo y comentado por Isidro María Sans en el número 16 (2009) del 'Anuario del Instituto Ignacio de Loyola'. Luengo rememora los primeros meses de destierro del hasta entonces todopoderoso Zenón de Somodevilla y Bengoechea, más conocido como marqués de la Ensenada, en la villa de las Ferias. 
        Prototipo de representante en España de la práctica política del despotismo ilustrado, especialistas como José Luis Gómez Urdáñez han destacado su imparable ascenso desde que en los años 30 del siglo XVIII llamó la atención por su pericia a la hora de organizar la escuadra española destinada a reconquistar Nápoles para el futuro Carlos III en la Guerra de Sucesión de Polonia. Fue entonces cuando recibió el título de Marqués de la Ensenada. A partir de ese momento, comenzó a escalar puestos en la Corte (secretario del Consejo del Almirantazgo, intendente de Ejército y Marina de la expedición a Italia durante la Guerra de Sucesión de Austria, secretario de Estado y del Despacho) hasta el extremo de ocupar, de manera simultánea, tres de las cuatro carteras ministeriales existentes en época de Felipe V: Hacienda, Guerra y Marina e Indias. Su sucesor, Fernando VI, le confirmó en todos sus cargos y le nombró, además, secretario de la Reina en 1747. 
        Ensenada centró sus esfuerzos en el fortalecimiento del Ejército y la Marina españoles en su enfrentamiento con Inglaterra por la disputa colonial. Dentro de su plan entraba impulsar la economía española y mejorar el sistema fiscal, de ahí medidas tan relevantes como la modernización de la construcción naval española siguiendo modelos europeos, la creación del Real Giro, la confección de un ambicioso catastro, conocido precisamente como «Catastro de Ensenada», para controlar la riqueza de las 22 provincias castellanas, la construcción de mejores vías de comunicación, la Contribución Única para gravar a los estamentos privilegiados, o el intento de simplificar la Hacienda. Sin embargo, el malestar generado por estas iniciativas entre determinados grupos sociales y las intrigas inglesas hicieron que cayera en desgracia en 1754, año de su primer destierro en Granada. 
        El segundo llegó en 1766, después de que Carlos III lo recuperase para la vida política. Acusado de participar en el Motín de Esquilache, el 18 de abril le llegó la orden de destierro a Valladolid. Ensenada eligió la villa de Medina del Campo, donde llegó cuatro días después, seguramente porque en ella residía su buen amigo Manuel Dueñas, que le dejó su palacio, y porque había un importante colegio de la Compañía de Jesús, con la que mantenía buenas relaciones. Precisamente de un miembro de esa Compañía, el P. Manuel Luengo, contamos con un rico testimonio escrito sobre la llegada de Ensenada a Medina y su proceder en los primeros meses. «Yo vivía en aquel tiempo en el Colegio de la Compañía en la dicha Villa de Medina del Campo, y vi llegar a ella desterrado de la Corte al famosísimo Marqués de la Ensenada, tan sereno, tan alegre, tan divertido y tan jovial como si no pasara por él cosa alguna o viniera a recibir grandes honores», recuerda Luengo. 
        El jesuita lo retrata como un hombre de estatura mediana, ni grueso ni delgado, «pero sí bien cortado y bien hecho. Su color era muy oscuro, los labios belfos, los ojos muy vivos y la frente muy capaz y espaciosa». Aficionado a los paseos, solía vestir con elegancia, adornado casi siempre con insignias de Órdenes y de Cruces, hacía gala de modales exquisitos y se movía como si fuera «un hijo de un Grande de España». Seguía recibiendo cartas y visitas de los caballeros y nobles más importantes del momento, también de los de Medina, que acudían casi a diario a su palacio, y en todo momento se reveló generoso y benéfico. Luengo aporta dos ejemplos: la donación desinteresada de dinero y propiedades, por un valor total de 300.000 reales, a una doncella que no podía costearse la boda por falta de medios, y la defensa personal a una familia honrada a la que calumnias de un vecino la tuvieron «expuesta a una deshonra muy grande por algún tiempo». Incluso pagaba las medicinas a todos los pobres de la localidad. 
        Tras su fallecimiento, ocurrido en Medina el 2 de diciembre de 1781, Ensenada recibió sepultura en la iglesia de Santiago el Real. En 1869 se decidió su traslado al Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando, en Cádiz, donde estuvieron un tiempo hasta su regreso, en 1883, a la villa vallisoletana. Fue en plena posguerra cuando se decidió el traslado definitivo: en virtud de un acuerdo del Consejo de Ministros tomado el 4 de diciembre de 1941, dos años después, concretamente el 7 de octubre de 1943, fueron enviados de nuevo a San Fernando, donde recibieron sepultura con honras militares.  
       
      
      
        09-11-24 - El Marqués de la Ensenada, el reformador que desafió a una España empobrecida y asediada.
        Por Á. Van den Brule A. 
       
      
        
          
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            Retrato del marqués de la Ensenada, por Pierre Jouffroy, c. 1770, Museo de Valladolid.  | 
           
        
       
      La verdad puede ser muy fina, pero nunca se rompe y siempre emerge por encima de las mentiras, como el aceite, flota en el agua.
         Don Quijote (Cervantes)
         El siglo XVIII español es quizás un gran desconocido en el contexto de nuestra historia. En una sociedad desmovilizada de la esperanza, paralizada y empobrecida por los cuatro frentes de guerra casi permanentes que había que atender; quiebras y hambrunas; la Corona y el pueblo parecían atrapados en el tiempo entre el Siglo de Oro y el fatídico y tenebroso siglo XIX con sus seis guerras – que se dice pronto-, una detrás de otra.        
         Pero como decía el poeta Leonard Cohen, “hay una grieta en todo, así es como entra la luz”. Con la Ilustración vino el reformismo, pero la resistencia del tejido político o lo que es lo mismo, de la aristocracia y de la Iglesia, no permitían experimentos ni zarandajas. España, sin duda alguna, ha sido siempre un motor de una potencia extraordinaria anulado por un freno de asimetría muy poderosa. Ya lo dijo Bismarck en su momento ante una capciosa pregunta de un periodista inglés. Si a eso le añadimos que somos el mayor parvulario del mundo, nos cuadra la ecuación.
         Pero no hace falta una lupa, ni escrutar recónditos recovecos para encontrar increíbles hombres de Estado, genios o héroes de la milicia y darnos cuenta, de que tenemos un sobrado surtido de entre los mejores. Prohombres – y mujeres -, que aportaron a una sociedad atrasada, el sello reformista que allende nuestras fronteras comenzaban a brotar.        
         Su actuación al frente del gobierno no fue sencilla y estuvo plagada de calumnias, bulos y desplantes; todo ello, muy español        
         Más conocido como el Marqués de la Ensenada, Zenón de Somodevilla y Bengoechea, está vinculado al reinado de Fernando VI, un monarca reformador a ultranza que puso el acento en la Armada y la mejora del sistema tributario. Ambos, de la mano en los asuntos de estado, tocaron las teclas adecuadas para frenar la patente decadencia que, inexorable, estaba devorando como la carcoma, un prestigio bien ganado en el concierto de las naciones. Éramos un coloso rodeado de ávidos liliputienses con malas intenciones. Curiosamente, los anglosajones, siempre en su idea permanente de dividir, no aceptaban la neutralidad española, tan fundamental para poder crecer tras tanto desgaste. Pero no hay que olvidar -y esto es fundamental-, que la política española de siempre, ha sido esencialmente cainita. El Marqués de la Ensenada tuvo que lidiar con las envidias internas y las zancadillas externas. Su actuación al frente del gobierno no fue sencilla y estuvo plagada de calumnias, bulos y desplantes; todo ello, muy español. Inglaterra jugó un papel determinante en la zapa del gran ministro que fue Ensenada intrigando, como es habitual para nuestra desgracia, contra este formidable político.
         El proyecto político del marqués tenía una proyección de centuria, no era de un mandato o una docena de años, no; era algo más grande y portentoso. Una armada oceánica con más de 150 fragatas de última generación, factible en lo financiero y apoyada en una ingeniería naval (la de Guarnizo- Cantabria) de dimensiones colosales, un ejército profesional y una obra civil espectacular apostando por unas infraestructuras de vanguardia; una revolución en el catastro, y a esto, había que añadir una sanidad preventiva, mejoras sustanciales en los astilleros en Cádiz y La Habana y un compromiso regio con Ensenada que fue determinante hasta que Inglaterra con sus habituales malas maneras, acabó con la que probablemente fue la figura española más importante del siglo XVIII. Las vicisitudes padecidas a lo largo de su magistral gobernanza con los díscolos cortesanos prestos a hacerle la cama sin ningún pudor (era muy prusiano en su quehacer cotidiano en una corte de vagos), le hicieron perder la partida frente al futuro de España. Fue un tiempo en el que la monarquía española se abría a nuevas ideas, iniciativas políticas y una mejora de la calidad de vida para con el atribulado pueblo.                
        
      
        
          
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            Retrato del marino español Jorge Juan y Santacilia (1713-1773), que también fue caballero de la Orden de Malta. (Rafael Tegeo)  | 
           
        
       
      
        Este hijo de hidalgos riojanos, tuvo una carrera meteórica basándonos en el apoyo de otro excelso ministro previo, llamado Patiño que alentando su probada eficacia lo impulsó hacia las más altas magistraturas del estado. Pero quizás, su error no fue tal, sino una derivada del hecho de la propia existencia de Gran Bretaña. Es sabido que el ilustre marino Jorge Juan, estuvo enredando a través de una nutrida cadena de espías irlandeses y portugueses en los astilleros del sur de la isla. Tras años de operar como Pedro por su casa, antes de ser descubierto, ya había tomado las de Villadiego disfrazado de alfombra persa en una veloz fragata portuguesa dedicada al comercio.        
         Enfrentado contra la Iglesia        
        Esta situación, que casi se convierte en un casus belli, descargó todas las iras de los cabreados británicos sobre el Marqués de la Ensenada que se vio obligado a dimitir. Aquellos hombres honorables, muy distintos de los de hoy, como fue el caso de Jorge Juan y el marqués de la Ensenada, dimitirían por pundonor y ética. El caso de Jorge Juan en particular fue sangrante en su enfrentamiento con la Iglesia y la Inquisición con el tema de la teoría heliocéntrica versus la teoría geocéntrica de los tonsurados. Llueve sobre mojado...                
         El advenimiento de Fernando VI incrementó sustancialmente el poder del Marqués de la Ensenada dándole cancha como un ministro orquesta, universal y plenipotenciario. Pero dos de los más destacados aristócratas del país, con cara de angelitos y de no haber roto un plato en la vida, se la tenían jurada. Los Duques de Alba y el de Huéscar, bien untados por los de Albión, consiguieron que nuestro buen ministro fuera desterrado al Puerto de Santa María. Poco más tarde, un Borbón decente, Carlos III, lo indultaría. Un helado invierno del año 1782, iniciaría en Gran Viaje. España, grandeza a raudales en un país de compleja gobernanza.                        
         P.D. Este escribano desde estas líneas quiere elogiar a las gentes de uniforme y a los miles de jóvenes que se están entregando con gran altura de compromiso para con una desgracia evitable.        
        
      
       
            
             
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