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ZENON DE SOMODEVILLA Y BENGOECHEA, MARQUÉS DE LA ENSENADA

El Catastro de Ensenada, Magna averiguación fiscal para alivio de los Vasallos y mejor conocimiento de los Reinos (1749 - 1756) Medin del Campo, 1752
El Catastro de Ensenada, Magna averiguación fiscal para alivio de los Vasallos y mejor conocimiento de los Reinos (1749 - 1756) Medin del Campo, 1752

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Zenón de Somodevilla y Bengoechea, Marqués de la Ensenada. Retrato realizado por Jacopo Amigoni en 1750. -
Zenón de Somodevilla y Bengoechea, Marqués de la Ensenada. Retrato realizado por Jacopo Amigoni en 1750. -

26-09-18 - Medina del Campo según el catastro de Ensenada

Fuente: Ricardo Hernández García
Universidad de Valladolid

Medina del Campo, Ensenada y su Catastro

 

Poco había cambiado la villa de Medina del Campo que se describe en el Catastro de Ensenada en 1752, respecto a la que conocerá el propio marqués partir de 1766, fecha en la que de manera definitiva llega para vivir ya hasta su fallecimiento en 1781, como consecuencia del destierro que le impuso el monarca Carlos III. Azares del destino, mientras que, gracias a la elaboración del Catastro, -su principal obra política-, podemos hoy en día conocer muchas cosas referentes a la sociedad, la política y la economía de Medina del Campo a mediados del siglo XVIII, nada sabemos (mas allá del comentario propio de la historiografía decimonónica) de cómo fue su estancia dentro de la villa en los que fueron sus últimos dieciséis años de vida.

Poco había cambiado la villa de Medina del Campo que se describe en el Catastro de Ensenada en 1752, respecto a la que conocerá el propio marqués partir de 1766, fecha en la que de manera definitiva llega para vivir ya hasta su fallecimiento en 1781, como consecuencia del destierro que le impuso el monarca Carlos III. Azares del destino, mientras que, gracias a la elaboración del Catastro, -su principal obra política-, podemos hoy en día conocer muchas cosas referentes a la sociedad, la política y la economía de Medina del Campo a mediados del siglo XVIII, nada sabemos (mas allá del comentario propio de la historiografía decimonónica) de cómo fue su estancia dentro de la villa en los que fueron sus últimos dieciséis años de vida.

Tal vez el hecho de vivir en Medina del Campo en su segundo destierro no fuera nada casual. si en el primer estuvo en la ciudad de Granada y después en el Puerto de Santa María, ambas localidades muy pobladas y sobre todo la segunda con un dinamismo económico ya desconocido en el corazón de Castilla, para su segundo destierro se eligió una zona más apartada de los centros políticos y económicos del momento. El corazón de la Meseta, antaño centro neurálgico de la vida española y europea, era a mediados del siglo XVIII la fugaz sombra de lo que había sido. Numerosos son los testimonios de los viajeros que pasaron por la villa a lo largo del siglo XVIII y quedaron pasmados de su crítica situación en términos demográficos y de actividad comercial. De entre ellos, viajeros y escritores que hablaron sobre la situación de Medina del Campo, señalaremos a uno de ellos, Eugenio Larruga, ilustrado español que desde la Real Junta de Comercio, Monda y Minas pudo analizar la situación real de innumerables localidades castellanas gracias a la consulta de los informes que desde éstas se remitían a la Junta relatando cual es la situación de cada localidad, así como la de su economía, especialmente su sector manufacturero. A este respecto es importante destacar que el comentario es del propio Larruga, es decir, no lo recoge de algún memorial enviado con el concejo medinense en aras a hacer crecer que la situación es peor de la real para reducir su pago de impuestos. Tampoco era Larruga un viajero curioso de los que abundan en los siglos XVIII y XIX, y que hacían comentarios generales teniendo escaso conocimiento del objeto analizado, de ahí muchas veces el asombro que emana de sus comentarios. Señalamos esto porque no siempre utilizamos la óptica adecuada cuando interpretamos los comentarios del pasado. Veamos el ejemplo de Larruga, quien dice al hablar de Medina del Campo:

"Esta población que antiguamente era la plaza de Castilla más comerciante, residencia de muchos monarcas, etc., y población de 14.000 vecinos es hoy un esqueleto".

Tras leer esto no cabe otra duda que pensar en una villa ruinosa, anclada en la profunda crisis económica que se enseñoreó de estas tierras en el siglo XVII, en definitiva, una villa venida a menos sin atisbos de poder recuperar algo del esplendor pasado. Probablemente un análisis más pausado ponga ante nuestros ojos la realidad de Medina del Campo en el siglo XIII. Ni tenía por supuesto el esplendor pasado, ni estaba abocada a su inmediata desaparición rodeada por ciudades y villas mucho más ricas y prósperas que ella.

Si el análisis lo establecemos no solo con Medina del Campo, sino con toda su Tierra, o si se prefiere, con toda Castilla, lo cierto es que se percibe una situación más o menos parecida, en lo que destacarán las particularidades de una u otra localidad, pero no es menos incuestionable que, en términos generales, ese siglo XVIII si bien será el cambio de coyuntura, escasamente servirá para restañar ñas graves heridas que dejó el siglo XVII. Es por lo tanto la situación de Medina del Campo una situación normal, en la que no destaca por su especial atraso o crisis en el siglo XVIII, si bien sí lo ha parecido en muchos análisis ya que se establecía el punto de comparación de la Medina del Campo de mediados del siglo XVI, momento de mayor esplendor de toda la historia. Tal ves esa distorsión es lo que hay que corregir al estudiar lo acontecido a mediados del siglo XVIII.

Portada del Libro Maestro de seglares de Medina del Campo. Todos los libros maestros, llamados también de lo real o de llo raíz, tiene idéntic estructura: se recoge primero el nombre del titular de los bienes y a continuación se detallan estos por partidas: casas, tierras, ganado, etc. (Archibo Histórico de Valladolid).
Portada del Libro Maestro de seglares de Medina del Campo. Todos los libros maestros, llamados también de lo real o de llo raíz, tiene idéntic estructura: se recoge primero el nombre del titular de los bienes y a continuación se detallan estos por partidas: casas, tierras, ganado, etc. (Archibo Histórico de Valladolid).

Como se podrá ver a lo largo de este texto, es cierto que aún cuando Medina del Campo continuará durante este periodo siendo la localidad cabecera de la comarca y de la Tierra, no era en estos momentos el epicentro de la actividad económica. Si su desarrollo pretérito se basó en el comercio y en las ferias disminuido éste y desaparecidas las otras, no quedaba otro recurso que el de la explotación agraria. La agricultura, pieza clave de la economía local, estará muy limitada por los condicionantes climáticos, que determinarán casi en exclusiva el cultivo de cereal y de viñedo. Es en este contexto en el que Medina, pese a no apostar en el siglo XVIII por una ampliación del viñedo como sí lo harán otras cercanas y pujantes villas como Rueda o Nava del Rey, mantendrá su privilegiada posición dentro del entramado comarcal, ya que seguirá siendo el núcleo administrativo de la misma, tanto en el ámbito civil como en el religioso, así como el principal centro receptor de las rentas agrarias de la comarca. En definitiva, y a pesar de no ser la populosa villa que siempre se recuerda al mencionar su historia, Medina del Campo seguía siendo una de las principales villas en cuanto al volumen de población de la provincia de Valladolid y de Castilla y León.

Medina del Campo y su tierra

La comarca de la Tierra de Medina presenta unas características muy parecidas a las de otras comarcas limítrofes como la de Torozos o de la Tierra de Campos. El clima en su variedad mediterráneo interior o continentalizado modelo de las actividades económicas de la misma, así pues, condiciona de forma notable las actividades agrarias que se pueden desarrollar. La elevad aridez estival que comienza ya a desarrollarse en el mes de mayo, junto a la presencia de bajas temporales invernales y la larga duración de esta estación, han imposibilitado históricamente la entrada de cultivos alternativos al omnipotente cereal -sobre todo trigo, aunque también hay cebada y en mucha menos medida centeno y avena- , y al viñedo en su variedad verdejo fundamentalmente. Como complemento, aunque en muy poca extensión, también se pueden localizar cultivo de leguminosas como las algarrobas, garbanzos o lentejas. Por lo tanto la variedad en los cultivos es muy reducida, lo que deriva en una especialización productiva obligada o impuesta por los condicionantes climáticos. De hecho, aun cundo se quisiera superar una limitación con otra serie de cultivos de regadío, este era prácticamente imposible de realizar debido a la ausencia de recursos fluviales. Tan solo cruzan la comarca dos ríos, el Trabancos en la zona oeste y el Zapardiel, que cruza la villa de Medina del Campo, en la zona más oriental. Pese a ello, estos dos cursos fluviales presentaban en la época poco caudal y además corrían serio peligro de estiaje en los meses cálidos, por lo que su aporte a la economía bien en forma de regadío, como aprovechamiento hidráulico para mover molinos o batanes, será prácticamente nulo.

Además del clima hay que tener en cuenta otro factor como es el de la morfología de la comarca. Aun cuando esta no sea completamente homogénea en toda la Tierra de Medina, ya que se pueden diferenciar tres formas de relieve -terrazas fluviales, campiñas y riberas de los ríos-, se podría definir todo este espacio como de llanuras salpicadas por algunos suaves y breves ondulaciones del terreno. Sus suelos destinados a la producción agrícola no destacan por su especial riqueza, ya que presentan carencias de minerales y de materia orgánica, motivo por el que sin unas especiales labores, los rendimientos que se van a obtener del cultivo de esta tierra serán limitados. Por este motivo, y por su adaptación a la climatología reinante, además de cereal se optará por aprovechar el terreno con el cultivo del viñedo, siendo este cultivo en buena medida el que va a determinar a lo largo de la época moderna qué zonas van a aumentar más su población y que otras zonas la van a ver mermada.

Pese a la crucial importancia de la agricultura en el devenir historio de la comarca, lo cierto es que si a alguna actividad económica se asocia este territorio, y sobre todo su cabecera de comarca, es el comercio y en concreto a las ferias comerciales. El desarrollo de las ferias generó un gran impulso para toda la comarca de donde se vio fortalecida la villa de Medina del Campo por ser el eje en el que se celebraban tales ferias. No obstante, y a lo largo de los casi dos siglos de existencia de las ferias, hasta el primer cuarto del siglo XVII, su importancia no residió tan solo en la gran cantidad de productos que se comerciaban, ni tan siquiera en las letras de cambio que se giraban entre diferentes plazas. El verdadero motivo que otorgó fortaleza a toda la comarca fue el consumo que se generaba en la villa de Medina en las épocas de ferias. Todo este consumo se sustentaba en los productos que eran enviados desde estas localidades próximas y que por tanto crecieron al calor del desarrollo ferial medinense. En definitiva, cuando las ferias se apaguen, serán los pueblos de las proximidades de Medina los que continúen en su desarrollo económico sustentado en el cultivo de la tierra, bien cereal, bien, sobre todo, viñedo, en tierras de titularidad del concejo medinense pero que desde mediados del siglo XVI como futuro de los procesos de exención jurídica de Medina de estos pueblos, van a disfrutar como arrendatarios Habrá que tener esto también a la hora de calibrar el desarrollo medinense a mediados del siglo XVIII, ya que evidentemente no cuenta ya con los mismos recursos que a comienzos del siglo XVI.

Por todo ello y sin entrar en más valoraciones generales acerca de la economía de la comarca, valgan los datos referentes a la población existente en ella y en la villa de Medina del Campo para comprender su evolución a lo largo del Antiguo Régimen. Para el siglo XVI las cifras que aportan los vecindarios de 1561 y 1587 establecen una población para la Tierra de Medina de unos 36.000 y 38.000 habitantes respectivamente, situándose la población de Medina del Campo en torno al cuarenta por ciento del total de la comarca. Pues bien, dos siglos después, en 1751, el Catastro de Ensenada arroja una cifra de 27.000 habitantes para la comarca, habiéndose reducido la aportación de Medina del Campo a menos del trece por ciento. Esta será por tanto la situación general de la villa a mediados del siglo XVIII respeto a su más cercano ámbito comarcal.

La operación catastral en Medina del Campo.
Características y documentación.

Portada del Libro de los cabezas de seglares de Medina del Campo, donde se regoge el nombre del cabeza de familia así como los hijos mayores y menores de edad, las hijas, hermanos y criados, incluso los pobres de solemnidad. (Archivo Histórico de Valladolid)
Portada del Libro de los cabezas de seglares de Medina del Campo, donde se regoge el nombre del cabeza de familia así como los hijos mayores y menores de edad, las hijas, hermanos y criados, incluso los pobres de solemnidad. (Archivo Histórico de Valladolid)

Los trabajos tendentes a sustanciar la operación catastral en la villa de Medina del Campo se extenderá a lo largo del mes de julio del año 1572. En concreto la recogida de la información que formará las Respuestas Generales se extenderá desde el tres de julio de dicho año, hasta el catorce del mismo mes, once largos días que dan muestra de la meticulosidad con la que se actuó en este sentido, aun a sabiendas de que haya datos que, con todas las localidades, se aportaron de forma aproximada y que luego serían matizados con la consulta de la documentación específica, es decir, los libros de los cabezas de casa y los Libros Maestros de Hacienda (o libro de lo real).

La persona encargada de dirigir toda la operación fue el corregidor de la villa, Don Manuel Joaquín de Vega y Meléndez, quien lo era desde 1747, y que, gracias a los buenos servicios desarrollados es de suponer que también en la confección del Catastro medinense, lo fue hasta 1753, para darse ahí continuidad toda una exitosa carrera en la Administración que le llevó a ser corregidor de Ronda y Marbella entre 1753 y 1755m de Salamanca de 1765, de Cáceres en 1776, de Trujillo en 1780, finalmente de Córdoba entre 1783 y 1787.

El resto de personas que van a participar en la elaboración de las Respuestas Generales serán dos regidores perpetuos -Don Juan Antonio Galarza y Don Francisco José Escudero-, el procurador síndico general -Don Juan de Pedrosa-, así como el escribano de ayuntamiento con más antigüedad y cuatro peritos, dos de ellos designados por parte de la Real Hacienda y los otros dos por la junta que se encarga de responder al Interrogatorio. Como no podía ser de otra manera, también estaba presente el estamento eclesiástico, así, había tres sacerdotes en representación de los presbíteros, prebendados y capitulares de los cabildos eclesiásticos de la villa. Todos estos serían los miembro fijos de la comisión o junta, si bien se sumaron otros como peritos especializados en hasta nueve oficios diferentes, a saber: para el trato y granjería del ganado mular, herradores y albéitares, trato y granjería del ganado lanar, obra prima para la curtición, sangradores, mercaderos y tenderos, panaderos, mesoneros y fruteros.

En la actualidad no se conserva toda la documentación referente al Catastro e Ensenada de Medina del Campo. Los fondos documentales que han aguantado el paso de los años se encuentran divididos entre tres archivos: en el Archivo General de Simancas se hallan las Respuestas Generales; En el Archivo Municipal de Medina del Campo se custodian los Libros de Hacienda o Libros de lo real de seglares, en tres tomos; por último, en el Archivo Histórico Provincial Valladolid se conservan copia de los Libros de Hacienda o Libros de lo real eclesiásticos, así como los Libros de los cabezas de casa de seglares. Por lo demás, faltan por completo los Memoriales, así como los Libros de los cabezas de casa eclesiásticos.

Medina del Campo a mediados del siglo XVIII según el Catastro de Ensenada.

Aun cuando el análisis que se va a desarrollar en este texto será a partir de la consulta de las Respuestas Generales de la villa, lo cierto es que también se algunos datos que proceden de los Libros de cabezas de casa, y de los Libros de Hacienda. Afortunadamente para Medina del Campo, se cuenta con varios trabajos realizados por el profesor Alberto Marcos Martín que analiza precisamente la documentación catastral, fundamentalmente los citados libros. Gracias a ello podremos contemplar ahora ambas documentaciones. Para establecer un cierto orden, se analizan diferentes grupo de preguntas de las Respuestas Generales, así, se empezará por los datos generales de la villa, después se comentará todo lo relativo a la economía agraria, los bienes pertenecientes al rey y al común, así como todo lo referente a los impuestos y gastos municipales, a los diferentes oficios y comercio, y por último lo relativo a las instituciones de beneficencia y al estamento eclesiástico.

Villa realenga... y poco poblada a mediados del siglo XVIII.

Medina del Campo ostentaba el rango de villa realenga a mediados del siglo XVIII, estableciéndose como cabeza de partido y por lo tanto centro natural de la comarca, al menos para las cuestiones administrativas. El control político de la villa recaía en la figura del corregidor, figura que dependía directamente de la Corona.

La cuestión de ser villa de realengo, como la mayor parte de las localidades de su comarca, hace referencia a cómo se produjo en estas tierras el proceso repoblador, tan diferente a como se llevó a cabo al norte del río Duero, donde predominaba el señorío. No obstante, Medina del Campo también había pasado por diferentes etapas en las que el señorío fue su forma de gobierno. De hecho, en 1388 el monarca castellano Juan I otorgó al señorío de la villa a Doña Constanza de Lancaster, hija de Pedro I, pasando después el señorío a la esposa de Don Fernando de Antequera, Leonor de Alburquerque, siendo este un periodo de esplendor para la villa, como lo refleja el impulso que se dará a las ferias de comercio durante estos años de señorío. Con posterioridad, dicho señorío recayó en un hijo de aquellos, Juan, rey consorte de Navarra desde 1425.

Pocos años después, en 1430, la villa volvería a ser realenga durante un breve periodo de tiempo, ya que en 1436 volvería a ser de señorío, esta vez a manos de Blanca de Navarra, esposa del heredero al trono castellano, es decir, el futuro Enrique IV. Finamente, y como consecuencia de los turbulentos avatares de la historia castellana y medinenses de la seunda mitad del siglo XV, el señorío pasó a manos de la infanta isabel, la futura Isabel I de Castilla. A partir de este momento y con el señorío ligado a la Corona, Medina ya no perdería esa condición de villa realenga, como se confirma en 1752.

Medina del Campo gozaba de un amplio término municipal a mediados del siglo XVIII, si bien no era nada en comparación con el que había disfrutado hasta mediados del siglo XVI. A partir de ese momento, y como consecuencia de las ansias recaudatorias de la Hacienda castellana, comenzará a producirse un fenómeno de venta de diferentes jurisdicciones de la villa hasta ese momento pertenecientes e integrantes de Medina del Campo, así, por ejemplo, Nava del Rey, La Seca o Rueda, que mutilarán el territorio medinense. De hecho, de todo ese terreno que poseía, ya solo aparecerá un monte en el término municipal de El Campillo, si bien el concejo medinense continuaría cobrando una importante suma de reales en concepto de aprovechamiento de todos estos pueblos de la tierra denominadas sernas, antes titularidad del concejo medinense. Ahora a mediados del siglo XVIII el término lo señalan todavía amplio, tanto es así que apuntan en la respuesta tercera al Interrogatorio, que para andar de manera circular todo el término municipal había que consumir al menos diez horas.

Respuestas 2ª y 3ª de las Generales donde hacen constar respectivamente que la villa es "realenga y sin sugeción a señor particular", así como sus dimensiones y "confrontaziones". (Archivo General de Simancas).
Respuestas y de las Generales donde hacen constar respectivamente que la villa es "realenga y sin sugeción a señor particular", así como sus dimensiones y "confrontaziones". (Archivo General de Simancas).

Respeto a la ubicación de Medina del Campo es interesante observar los límites que señalan, ya que nos permite apreciar cómo ha sido cambiado el espacio vital medinense. Por el levante indican que confronta con la villa de Moraleja de las Panaderas, así como con los dos despoblados, el de Pero Miguel y el de Villafuerte, por poniente limita con la villa de Rueda, por el norte con Pozaldez, Rodilana y La Seca, y por el sur con los despoblados de Tardelhombre, Fuente la Piedra y la Golosa, presentando estos dos últimos a pesar de su condición de despoblados, sendas operaciones catastrales aparte.

Es dentro de esos límites por tanto donde va a crecer la villa y donde se va a distinguir la población residente en ella. Probablemente sea este indicador, el del volumen de población de una localidad, el que mejor nos muestra cual es su coyuntura económica, ya que asumimos que a mejor situación, mayor volumen de población. El problema que se tiene a la hora de valorar este aspecto dentro del Antiguo Régimen es evidentemente el de la falta de documentos o, en algunos casos, la falta de rigor de los existentes. Para el caso de Medina del Campo, y como ya han señalado diversos autores, disponemos de diferentes vecindarios que aportan el dato del número de vecinos o cabeza de casa -fiscales- que había en la localidad. Es este por lo tanto un dato incompleto, ya que para poder convertir ese dato del número de vecinos es habitantes, debemos utilizar un coeficiente de conversión, presuponiendo que si se establecerá una media entre los hogares con mayor población y los que cuentan con menos. A estos efectos, se utilizará el coeficiente de 4,5 habitantes por vecino para aquellos vecindarios localizados en el siglo XVI, mientras que para los datos del siglo XVIII se rebajará dicho coeficiente hasta el 3,75 debido al menor tamaño medio de la familia para ese periodo. Atendiendo a este criterio, los datos referentes al volumen de población de Medina del Campo es el Antiguo Régimen con los que indica el cuadro 1.

Cuadro 1

Número de vecinos y habitantes en Medina del Campo, 1530 - 1787

Año Vecinos Habitantes
1530 3.872 17.424
1561 3.287 14.836
1570 3.050 13.725
1591 2.760 12.420
1597 1.897 8.536
1752 929 3780
1761 743 2.943
1770 914 3.429
1787 921 3.454
Fuente: Elaboración propia a partir de Marcos Martín (1986: 490-502)

Como se puede observar en el cuadro, el descenso de la población desde mediados del siglo XVI hasta la segunda mitad del siglo XVIII fue continuo. Lejos quedaban ya a mediados del siglo XVIII esas cifras tan elevadas de cerca de veinte mil habitantes de las que hablaban las crónicas de la época. No obstante, ese es el periodo en el que Medina del Campo mayor dinamismo económico al amparo de las ferias, y, no hay que olvidarlo tampoco, ese será también el momento de mayor población en la inmensa totalidad de las poblaciones del interior de Castilla, a pesar de no contar con ferias comerciales. Por tanto, de nuevo aludimos a lo que señalábamos al comienzo, ya que aunque sí que es un volumen de población reducido respeto a lo que fue la villa, no hacía más que repetir el mismo comportamiento que se había registrado por doquier.

Si nos centramos solo en los datos referentes al siglo XVIII, se puede observar que es una tendencia a la pérdida de población parece reducirse durante la segunda mitad, ya que si atendemos a los datos de los dos recuentos más fiables, el del Catastro de 1752 y el de Floridablanca de 1787, este descenso es de trescientas veintiséis personas. Pese a ello hay que recordar que en términos generales la segunda mitad del siglo XVIII sirvió en numerosos lugares del interior de Castilla para restañar en parte las pérdidas demográficas sufridas a lo largo del siglo XVII. Como se puede ver, en el caso de Medina del Campo esto no va acontecer y seguirá perdiendo población, pese a que si solo atendiésemos a lo señalado en la pregunta número veintiuno de las Respuestas Generales, indican que la población "se compone de unos mil vecinos". Sirva este dato para comprobar que las respuestas señaladas en la operación no buscaban falsear la realidad, ya que lo que se podía presumir en este caso, si quisiesen engañar a la Real Hacienda, hubiera sido dar una cifra más pequeña en el número de vecinos con el ánimo de poder pagar menos impuestos. De hecho, la cifra que aportan ellos no se aleja de la realidad, ya que el recuento de los habitantes que aparecen en los Libros de los cabezas de casa de seglares, alcanza la cifra de tres mil cuatrocientos cuarenta y un habitantes, a lo que habría que sumar la población de eclesiásticos, los familiares que residían con ellos y los criados de esa casas. Como se han conservado los Libros de los cabezas de casa de eclesiásticos, desconocemos cual es su cifra exacta, pero es de suponer que la suma de todos ellos rondaría la de los mil vecinos que ellos, de forma aproximada, señalaban en la pregunta veintiuno.

En definitiva, lo que constatan los datos es que la atonía demográfica continuaba en Medina del Campo a mediados del siglo XVIII, hecho que sí diferencia de otras localidades castellanas. Buena prueba de que la recuperación demográfica todavía no había comenzado es el dato de las casas existentes en la villa. A estos efectos la respuesta a la pregunta número veintidós indica que había unas seiscientas casas habitadas, cien inhabilitadas y trescientas arruinadas, cifra muy parecida a las ochocientas noventa y cinco que resulta de la lectura de los Libros de Hacienda. Como se puede observar, para una localidad que contaba con unos mil vecinos, quiere decir que bastantes de ellos tenía que vivir forzosamente en la misma casa en edificios de varias plantas, es de suponer que este urbanismo no era otra cosa sino la herencia del esplendor del siglo XVI. Igualmente el hecho de existir un número tan elevado de casas inhabitadas, (imaginemos que se refiere a cerradas), y sobre todo el hecho de haber trescientas casas arruinadas, indica la escasa presión demográfica que había a mediados del siglo XVIII sobre el parque de viviendas medinense. Es más, no solo es esa gran cantidad de casas arruinadas, o lo que es igual, solares, lo que indica la escasa presión demográfica, también lo muestra el hecho de existir las más de setenta y dos hectáreas de tierras cortinales dentro del casco urbano. Estos cortinales no eran otra cosa que tierras de cultivo ubicadas en el interior de Medina, destinadas al cultivo de forraje para los animales. Sin lugar a dudas en más de una ocasión estos cortinales eran antiguos solares de casa venidas abajo, cuyo terreno absorbía el adobe de la construcción derruida y se convertía en una buena tierra de cultivo. Lejos quedaba de nuevo las cifras referentes a mediados del siglo XVI cuando la villa estaba muy poblada, así, en 1561 se contabilizaban cerca de dos mil quinientas casas, casi el triple que a mediados del siglo XVIII.

Rasgos generales de la economía de Medina de Campo en 1752.

Si por algo ha sido conocida la forma secular Medina del Campo ha sido por sus ferias comerciales, tanto es así, que en buena medida se ha llegado a distorsionar su historia. Enclavada como se ha podido ver en el corazón de Castilla, su vinculación con la economía agraria siempre ha sido muy importante, si bien es cierto que la evolución de la actividad ferial, así como la acumulación de una gran cantidad de población en la villa -hasta veinte mil habitantes-, generaron un desarrollo tanto del sector secundario como del terciario mayor que del primario. Los datos a este efecto son los siguientes:

Año Primario Secundario Terciario
1561 19,1 47,3 33,5
1597 27,6 44,8 27,5
1625 43,5 27,3 29,1
1752 48,2 26,1 25,6

La diferencia entre lo acaecido durante el siglo XVI y los siglos posteriores es evidente. Mientras las ferias estuvieron en la villa, éstas fueron en motor económico medinense. El predominio del sector secundario en 1561 responde a las necesidades generadas por la elevada demanda interna al amparo del elevado número de habitantes, y a la concentración de población derivada de la celebración de las ferias. A finales del siglo XVI estos datos empiezan a cambiar, destacando cómo sobre todo el sector terciario pierde fuelle frente al sector primario, que adquiere importancia. Aun cuando todavía hay un importante contingente de población, los efectos de la crisis de las ferias, en franca decadencia, inician una carrera hacia la ruralización de la economía de Medina del Campo. Esta tendencia se acusa con mayor crudeza en los datos referentes al año 1625, momento en el que la economía de la villa se muestra en crisis respecto a lo acontecido un par de décadas atrás. La primacía es ya para el sector primario, acorde con ese aire rural que ahora impera. Además, el descenso rápido de población provoca que el sector secundario en tan solo veinticinco años se haya derrumbado por completo, siendo ahora el sector menos ocupado. Finalmente a mediados del siglo XVIII la situación ha cambiado poco, si acaso, se ha intensificado la presencia de un mayor número de activos en el sector primario con buena muestra de que en este periodo la economía medinense giraba en torno a la agricultura. Veamos con mayor detenimiento cuál era la situación de Medina del Campo en 1752.

Cuadro 3
Vecinos con profesione en Medina del Campo en 1752

Profesión Vecinos con esa profesión %
Labradores 59 17,9
Jornaleros

235

71,4
Hortelanos 14 4,3
Pastores 21 6,4
Total Primarios 329 48,2
Alimentación 10 5,7
Textil 31 17,4
Cuero 60 33,7
Construcción 20 11,2
Madera 12 6,7
Metales 24 13,5
Varios 21 11,08
Total Secundarios 178 26,1
Transporte y correo 5 2,9
Comercio 33 18,9
Hostelería y Alimentación 24 13,7
Profesiones liberales y servicios 52 29,7
Funcionarios 37 21,1
Servicio doméstico 24 13,7
Total Terciario 175 25,6
Total 682 100

Ya se ha señalado que la primacía del sector primario se debía a la ruralización de la economía que padecía la villa desde finales del siglo XVI. La estructura de la población activa en este sector es fiel reflejo de cómo estaba repartida la propiedad de la tierra, así, que más de setenta por ciento de los activos en el sector primario fueron jornaleros, es decir, mano de obra sin cualificar y carente de tierras en propiedad, mientras que los propietario de, tierra, los labradores, solo llegan al diecisiete por ciento. Este dato nos demuestra que la propiedad de la tierra se encontraba muy mal repartida ya que estaba concentrada en muy pocos propietarios. Por lo demás respecto al sector primario, destaca el escaso número de hortelanos y de pastores, dando claras muestras de que el peso de la ganadería en la economía medinense era bastante reducido.

Día de mercado en la Plaza Mayor de Medina del Campo. Vista de la acera de la mercería. Litografía de Muirhead Bone. (Fondación Museo de las Ferias).
Día de mercado en la Plaza Mayor de Medina del Campo. Vista de la acera de la mercería. Litografía de Muirhead Bone. (Fondación Museo de las Ferias).

Por lo que respeta al sector secundario, presenta una estructura muy poco dinámica, en la que salvo la artesanía del cuero que ocupa a un tercio de los artesanos, y el textil con un diecisiete por ciento, el resto está muy escasamente representado. Estos datos impiden hablar de un sector manufacturero fuerte, algo que estará acorde con el escaso volumen de población que tenía la villa. Además, hay que pensar que aun cuando en buena medida estos vecinos cabeza de casa estuviesen representando de forma mayoritaria maestros de sus correspondientes oficios, estos en general eran oficios que podían desempeñar una única persona sin necesidad de tener amplios talleres. En definitiva, se trata de un sector manufacturero muy limitado y orientado a cubrir las necesidades más básicas de la probación, o en algunos casos a remendar objetos comprados en el mercado. Del resto de oficios del sector secundario hay que destacar la escasa presencia del trabajador del subsector de la madera y de la construcción, algo acorde con la escasa presión existente sobre las casas de la villa, en las que ya habíamos señalado la gran cantidad de ellas que estaban cerradas y en mal estado debido a la falta de habitantes.

El sector terciario, aquel que procuró esplendor y renombre a la villa, se hallaba sumamente abatido en 1752, de hecho era el sector que agrupaba una menor cantidad de población activa. El subsector más numeroso, y eso es ya toda una declaración de intenciones, era el conformado por las profesiones liberales y de servicios, llegando casi al treinta por ciento del total. Este dato, junto al de los funcionarios que alcanzan el veintiuno por ciento, y a los integrantes del servicio doméstico con un trece por ciento, que alcanzan casi las dos terceras partes del total, supone que si bien la villa había perdido su pujanza económica continuaba siendo una localidad cabecera de su comarca teniendo en su seno diferentes instancias administrativas que propiciaban la residencia dentro de sus muros de funcionarios, servicio doméstico y profesiones liberales. Además de estos oficios ligadas directamente con la administración, destaca el porcentaje alcanzado por los activos dedicados al comercio, casi un diecinueve por ciento, si bien el tamaño de ese comercio más bien pequeño y en nada se parecía al de los comerciantes que todavía operaban por esas fechas en Medina de Rioseco o Villalón de Campos, y por supuesto nada que ver con los comerciantes medinenses del siglo XVI del estilo de Simón Ruiz. Aun cuando ya a mediado s del siglo XVIII las ferias habían dejado de existir, Medina del Campo celebraba todos los miércoles del año un merado franco concedido en 1693 por Carlos II previo pago por parte de la Hacienda Local de cuatro mil ducados a la Hacienda Real. Pese a este generoso esfuerzo por parte de la villa, la reactivación económica seguía sus aparecer en el horizonte medinense, como lo demuestra el hecho de que ninguno de esos mercaderes registrados fuesen considerados grandes comerciantes.

El cultivo de la tierra como principal recurso de la economía agraria.

Como es de sobra conocido, las Respuestas Generales del Catastro aportan una gran cantidad de datos referentes a la agricultura de la localidad de la Corona de Castilla. Habida cuenta de que la agricultura que se acaba de ver, era el principal motor económico de la villa a mediados del siglo XVIII, resulta pertinente detenerse para analizar de forma pausada cómo estaba configurada la producción agrícola.

A partir de la pregunta número cuatro, hasta la catorce, aportan datos sobre la agricultura. El primero de ellos es el que indica que en Medina del Campo existían huertas de regadío a noria, tierras de secano, cortinales, viñas, pastos, un pedazo de pinar y un par de alamedas. En todos los casos salvo en los cortinales y el los viñedos, como es obvio, todas las demás tierras se cultivaban bajo el sistema de año y vez, es decir, un año de producción seguido de un año de barbecho para dejar reponer a la tierra de suficientes nutrientes para sacar adelante una nueva cosecha.

Por lo que respecta a los árboles, señalan que no hay árboles frutales "a causa de que la tierra no es a propósito", dando a entender que la tierra es muy fuerte para hacer que agarren dichos árboles, a lo que había que sumar la ausencia de lluvia, por lo que muchos superaban los estragos del verano. Tan solo destacan como árboles un pequeño pinar y dos alamedas, siendo una de ellas fruto del nuevo plantío mandado ejecutar por la Corona, si bien indican que esa alameda tiene muy pocos árboles ya que no ha agarrado.

Día la pregunta 9ª de las Generales responden que las medidas de tierra utilizadas son la obrada para el secano y la aranzada para el viñedo. (Archivo General de Simancas).
Día la pregunta 9ª de las Generales responden que las medidas de tierra utilizadas son la obrada para el secano y la aranzada para el viñedo. (Archivo General de Simancas).

Es llamativo el hecho de que tan solo señalen la existencia de un trozo de pinar, en concreto de una extensión de noventa hectáreas. En la actualidad se puede observar cómo prácticamente las únicas masas forestales que se encuentran en la zona próxima a Medina del Campo son las de los pinares, pero esto no era así a mediados del siglo XVIII. En origen, al menos constatado desde la Edad Media, la masa forestal de la Tierra de Medina estaba formada por encinas y robles, quedando los pinos relegados a zonas minúsculas y marginales. Esas masas forestales de encinas y robles se extendían por una gran zona próxima a Medina del Campo, en concreto a buena parte de lo que luego van a ocupar los términos municipales de aquellas localidades que lograrán, vía pago a la Real Hacienda, eximirse de la jurisdicción medinense, serán las conocidas como tierras de sernas. Esas grandes extensiones de terreno arbolado se van a deforestar y a roturar por parte de los habitantes de esos pueblos, por lo que el bosque va a desaparecer. Esos terrenos roturados primero se dedicarán al cultivo de cereal, para con el paso de los años, sobre todo en el siglo XVIII, dedicarlo al plantío de viñedos, hecho que permitirá la expansión económica de estas localidades en detrimento de Medina del Campo, que solo cobrará un canon a renta anual por dichas tierras antaño de su propiedad. Ante la necesidad de madera, ahora sería el momento en que de forma paulatina y ante la desaparición de la encina y el roble se comenzará a repoblar con pinos.

La pregunta número nueve de las Respuestas Generales aporta información sobre algo fundamental, las medidas de superficie utilizadas en Medina del Campo a mediados del siglo XVIII. Para las tierras de , utilizaba la obrada. Esta medida se componía de cuatrocientos estadales de cuatro varas y media castellanas, o lo que es igual, cada obrada equivalía a 0.5659 hectáreas. Por el contrario, para los viñedos utilizaban una medida , la aranzada, que se componía de "cuatrocientas veinte cepas cada una plantadas a distancia de once pies de una a otra", lo que equivale a 0,378 hectáreas. Como se puede observar, la medida para las viñas es inferior a la de las tierras de secano, hecho común en muchos lugares de Castilla ya que la extensión de viñedo por regla general siempre era inferior a la de las tierras de secano.

Atendiendo por lo tanto a lo que señala la pregunta número diez, en la que especifica lo que ocupa cada tipo de cultivo, se puede realizar un cuadro con dicha distribución y su porcentaje sobre el total del término municipal declarado.

Cuadro 4
Distribución de la tierra en Medina del Campo en 1752

Tipo de tierra Superficie de la hectárea
%
Tierra de secano 6.790,80 59,11
Viñedo 3.112, 45 27,10
Ejidos 1.58,23 9,21
Caminos, cañadas etc. 245,60 2,13
Plantío nuevo 169,77 1,50
Pinar 90,54 0,80
Huertas 11,31 0.09
Prados 5,65 0.04
Alamedas 3,39 0,02
Total 11.487,74 100

Fuente: Respuestas generales

La primera conclusión que se obtiene al analizar estos datos es que pese a contar con un volumen reducido de población, la presión que se ejercía sobre el término municipal era muy grande. Tan solo se contabilizaban doscientas cuarenta y cinco hectáreas como terreno inculto o de ningún aprovechamiento, conformado este terreno lo comprendido por caminos, sendas, el río Zapardiel y el casco del pueblo, el resto se distribuye entre tierras de cultivo, prados y arboleda. Por lo demás, hay que destacar la primicia de las tierras de secano que alcanzaban casi dos terceras partes del total, dando así una clara prioridad a estos cultivos frente a otros como el viñedo. Dos factores pasan a la hora de tener esta distribución tan dispar a favor de las tierras dedicadas al cultivo de cereal: por un lado, la adaptación a los condicionantes climáticos ya señalados páginas atrás hacían de esta especialización productiva una decisión económicamente racional; por otro lado, el hecho de que en bastantes localidades de la comarca de viñedo estaba muy extendido y por tanto era difícil competir con esa especialización vitícola.

Tras el cultivo del cereal en las tierras de secano, el siguiente cultivo más extendido, aunque a mucha distancia, era el viñedo, alcanzando el veintisiete por ciento del total. Este cultivo, en retroceso desde el siglo XVI, había ido dejando paso a más tierras dedicadas al cereal, reduciendo por tanto la producción de vino local, y dependiendo de esta forma del vino elaborado en las localidades cercanas que ahora, a mediados del siglo XVIII, eran sedentarias en su producción. Mientras que en Rueda, La Seca o Nava del Rey la producción aumentaba y se basaba en la exportación, en el caso de Medina esta situación provocaba el efecto contrario, así se pasará de los treinta y cinco mil hectolitros, cuantía del vino elaborado en Medina del Campo en 1590, a los siete mil setecientos de mediados del siglo XVIII.

Del resto de aprovechamientos poco hay que señalar debido a su escas importancia en el cómputo general, si bien hay que tener en cuenta, por lo que suponía de aprovechamiento común, esa cantidad de tierras destinadas a ejidos, es decir, "pastos comunes para ganados de la labranza y vecinos particulares de esta dicha villa y pueblos de su tierra y partido conforme a la inmemorial costumbre y a lo dispuesto y mandado en este asunto por Reales Cartas Ejecutorias...".

Cuadro 5

Cultivos en hectareas de las tierras de secano según calidad en Medina del Campo

Cultuvo Buena % Mediana % Inferios %
Trigo 735,67 86,7 2.348,485 92,2 - -
Cebada 84,885 10,0 84,885 3,4 - -
Centeno - - - - 3.384,082 99,7
Garbanzos 28,298 3,3 - - - -
Garrobas - - 113,18 4,4 - -
Avena - - - - 11,318 0,3
Total 848,85 100 2.546,55 100 3.395,4 100

Dentro de las tierras de secano dedicadas al cultivo del cereal, su distribución se hacía en función de su calidad, así, las había buenas o de primera calidad, medianas o de segunda, e inferiores o de tercera calidad. Esta clasificación hacía referencia a los rendimientos que e obtenían de dichas tierras, y en atención a estos rendimientos, se sembraba una siembra u otra. Gracias a lo que respondiendo la pregunta número diez, sabemos que en estas tierra de secano, en los cortinales que estaban dentro del casco de la villa, y que eran las mejores tierras, se sembraba cebada para forraje. En las tierras de primera calidad se sembraba trigo, cebada y garbanzos, si bien la correlación era claramente favorable al trigo ya que a este cultivo se dedicaban más del ochenta y seis por ciento de as tierras de primera calidad, dejando en un lugar muy por debajo a la producción de cebada, y en una cantidad casi anecdótica la producción de avena, utilizada como pienso para el ganado.

Detalle del mapa de la provincia de Valladolid leantado por Tomás López, 1779. (IGN)
Detalle del mapa de la provincia de Valladolid levantado por Tomás López, 1779. (IGN).

Por lo que respecta a las tierras de secano de segunda calidad, el cultivo más extendido es el del trigo, superando las dos mil trescientas hectáreas y llegando a abarcar más del noventa por ciento del total de extensión de esta calidad. En este caso, al igual que en las de primera, aparece una pequeña extensión dedicada al cultivo de cebada, y como tercer elemento, en vez de garbanzos lo que cultivan son garrobas, otra leguminosa destinada al consumo animal.

Por último en las tierras de secano de tercera calidad, las más numerosas acorde con la definición que de los suelos se hizo líneas atrás, el cultivo estrella era el centeno, un cereal que necesitaba menos nutrientes para crecer y por lo tanto se adaptaba mejor a sus tierras de peor calidad. Por otro lado el centeno también era un cereal destinado a pienso para los animales de labranza y para el ganado estante, ambos en franco aumento en toda la comarca, por no decir por todo el interior de Castilla, a mediados del siglo XVIII. Es por lo tanto un reajuste en la producción de cereales encaminado por un lado a satisfacer la demanda local del trigo, más reducido lógicamente por dos siglos atrás, y por otro lado a adaptarse a las necesidades de esa demanda de fuera de Medina del Campo, que requiere mayores suministros de cereales como el centeno para el ganado.

Por lo que respecta a los rendimientos de etas tierras , se sitúan ligeramente por encima de la media de la zona, así las tierras de trigo de primera calidad tiene un rendimiento del 4,5 semillas por cada una sembrada, las de segunda calidad en rendimiento de 4 y las de tercera calidad, que hay que recordar se sembraban con centeno, tenían también un rendimiento de 4 semillas por unidad sembrada, cifra esta para el centeno algo más baja de lo habitual, ya que por ejemplo por diversas localidades de la Tierra de Campos de la provincia de Valladolid el centeno se cultivaba mezclado con el trigo -morcajo- y su rendimiento era superior a 5. En el resto de cultivos, atendiendo a la cantidad de semilla sembrada y al producto que recogían como media, se establecen unos rendimientos de 8,5 para la cebada en tierra de primera y segunda calidad, de 5,4 en las de primera calidad de garbanzos, de 9 en la segunda calidad destinada al cultivo de las garrobas y de 5 en las de tercera calidad que producían avena. Además del cereal y las leguminosas, también aportan información acerca de los rendimientos que ofrece el viñedo, así, sabemos que la aranzada (0,378 ha) de primera calidad producía veinticuatro cántaras, es decir, 16,125 litros cada una, alcanzaban los trescientos ochenta y siete litros de vino (146,286 l/ha), las de segunda calidad producían doscientos veinticinco litros (85,06 l/ha) mientras que las peores, las de tercera calidad daban ciento veintinueve litros por aranzada (48,762 ha). Por último, también nos informa la pregunta número trece de que el rendimiento que se obtenía del pinar existente era cada siete años, momento en el que se entresacaba la leña sobrante, mientras que en el caso de la alameda, se entresacaba con una menor periodicidad, cada diez años.

La pregunta catorce hace referencia a los precios medios a los que corrían los diferentes bienes producidos por la tierra, así sabemos que la fanega de trigo valía quince reales, la de cebada seis reales, la de centeno siete y medio, la de garbanzos veinticinco, la de garrobas y la de avena seis reales. Por su parte, la cántara de vino se estimó un valor en cinco reales.

Por último, la pregunta numero quince hace referencia a los derecho que se hallaban impuestos sobre la tierra. En el caso de Medina del Campo el reparto de los bienes producidos por la tierra en concepto de diezmo era sumamente complejo atendiendo al elevado número de parroquias existentes en la villa, y el hecho de que varias instituciones, como la Universidad de Salamanca tenía otros derechos por los que percibían diferentes cantidades de los diezmado. Para el conjunto de lo diezmado en Medina del Campo, un tercio iba destinado a las fábricas de los diferentes parroquias, a las Tercias Reales y a la Universidad de Salamanca; otro tercio era integro para los cabildos de beneficiados de las parroquias; y finalmente el último tercio era para el cabildo colegial, distribuido partes iguales entre el abad y los diferentes canónigos. No obstante en tres parroquias de la villa este tercio lo percibía también la Universidad de Salamanca junto a dos prebendados de fuera de la villa, quienes descontaban una vigésima parte a favor de dicha Universidad.

El sistema se complicaba aún más puesto que antes de hacerse el reparto en tercios señalado, de cada montón se sacaba el denominado cuarto diezmero, es decir, el menor de los cuatro diezmeros más importantes de cada cilla, y de ellos se hacían nueve partes, siendo cinco para la Universidad de Salamanca, tres para el cabildo de beneficiados de la parroquia en cuestión, y uno para la fábrica de dicha parroquia.

Otras particularidades de la percepción del diezmo de Medina del Campo era lo que se conocía con el nombre de mejora, que consistía en apartar una carga de pan y 8 cántaras de mosto por parroquia. Igualmente, hay que señalar que las tierras de la colegiata y de las parroquias hacían mesa aparte repartiéndose esta cantidad entre los beneficiados, y que de las tierras propiedad de los beneficiados y de las memorias de fundación moderna había que sacar un noveno que iba a parar a la Universidad de Salamanca. Como se ve era un complejo sistema por el que buena parte de las rentas agrarias de la localidad iban a parar fuera de la villa.

Medina del Campo, tierra de agricultura, no de ganadería.

En función de cómo estaba distribuida la tierra en el término municipal de Medina no es difícil imagina que la presencia de ganado fuera reducida. La presión productiva hacía que casi todo el término no estuviera destinado a tierra de cultivo, salvándose únicamente los prados y ejidos destinados para el pasto. No obstante al no ser pastos de regadío, y al estar en una zona con un clima muy exigente, estos pastos difícilmente podrían aportar pasto más allá del mes de mayo debido a la falta de agua. Por tanto la cabaña ganadera existente a mediados del siglo XVIII se reducía el ganado de labor imprescindible par efectuar las tareas agrícolas, así como un corto número de ovejas que pastaban en el término.

Dentro del ganado de labor predomina el ganado vacuno, así, en el Estado de la letra H, registran un total de trescientos setenta y cuatro bueyes, vacas y terneros, sin precisar cuántos de cada tipo. Por otro lado, aparecen doscientos cincuenta y nueve machos y mulas, animales éstos que en otras localidades superaban con creces el ganado bovino. Probablemente el hecho de tener en Medina una economía agracia menos diversificar hacia la pluriactividad y con ello al comercio o acarreo de productos, hacía que aún fuera mayor la cantidad de ganado vacuno que al mular. Como complemento existían cuatrocientos setenta jumentos que también podían hacer las veces de animal de transporte aunque con menos cargas que el ganado mular. Se registran también ochenta y cinco caballos, normalmente propiedad de los vecinos más acaudalados.

Por lo que atañe al ganado ovino, su presencia es muy reducida en el campo medinense. El mismo documento nos informa de la presencia de unas dos mil setecientas ovejas y cerca de doscientas cabras, cantidades muy reducidas pero acordes al espacio vital en el que podían moverse estos rebaños. Además de estas ovejas, la raza churra, un vecino de la localidad, Don José Alfonso de la Barrera y Anaya, regidor perpetuo de la villa, era propietario de una cabaña trashumante de ovejas merinas que a tenor de lo señalado en la pregunta número veinte "les parece se compone como de mil cabezas", cantidad que según los datos reflejados en el Libro de Hacienda alcanzaba las seis mil. ¿Tal vez era un burdo intento de ocultación del número real de cabezas de ganado de su propiedad? Puede ser, pero teniendo en cuenta los elevados controles por los que pasaba la documentación, de nada sirvió. Lo cierto es que esas ovejas trashumantes de desplazaban desde los pastos invernales de Extremadura hasta las montañas de Burgos en la temporada estival. En el medio de esa ruta se encontraba Medina del Campo, de donde llegaban las ovejas desde el sur por la Cañada de Extremadura, y desde donde subían al norte siguiendo la Cañada Real Burgalesa.

Ingresos y gastos de la Hacienda Local.
La importancia e las sernas

Otro capítulo relevante que aborda la información catastral es el referente a los ingresos de la Hacienda Local, así como sus gastos. De esta forma sabemos de dónde procedían los ingresos existentes en las arcas municipales medinenses a mediados del siglo XVIII, bien en calidad de bienes de propios, bien en calidad de arbitrios impuestos sobre el consumo. Aun cuando los veremos por separado debido a su diferente naturaleza, ambas cantidades se juntaban en la Hacienda Local para hacer frente a los f¡gastos municipales. La pregunta número veintitrés ofrece información sobre los bienes de propios del concejo y señala los ingresos que se derivan de su uso o arrendamiento. Gracias a estos podemos conocer cuáles eran esos bienes de propios, que consistían en las casas del ayuntamiento, donde residía el corregidor, las carnicerías públicas, una panera donde se recogían las rentas en trigo procedentes del pago de las tierras de sernas, la cárcel o los prados e ejidos que servían para el pasto del ganado de labor de los vecinos de Medina y su Tierra. Otros bienes de propios que también aportaban fondos a la Hacienda local derivaban de la posesión de diferentes oficios enajenados a la Corona, presumiblemente previa compra de la Hacienda Real. A esos efectos había que mencionar el oficio de cuarto fiel medidor de vino, vinagre y mosto, que gravaba con seis maravedíes la compra de cada cántara de vino por parte de algún forastero, el oficio de haber del peso, el pozo de la nieve, o el almacén de donde se guardaban las tinajas de barro que acopiaban el aceite de oliva que se consumía en la localidad.

Las preguntas 22ª y 23ª de las Generales integran respectivamente sobre cuántas casas hay en el pueblo, cuántas inhabitadas y arruinadas, así como sobre los propios que tiene el común y a cuánto asciende su producto al año. (Archigo General de Simancas).
Las preguntas 22ª y 23ª de las Generales integran respectivamente sobre cuántas casas hay en el pueblo, cuántas inhabitadas y arruinadas, así como sobre los propios que tiene el común y a cuánto asciende su producto al año. (Archigo General de Simancas).

Aunque cuando esos ingresos son destacables, el mayor ingreso sin lugar a dudas de la Hacienda Local de Medina de Campo era el procedente de las tierras de serna, o como ellos señalan "las tierras intituladas sernas y plantíos de majuelos". Cada año se hacía un apeo de las tierras de serna en los municipios próximos a Medina del Campo disfrutaban los vecinos de dichas tierras, y se actualizaban las tierras que se sembraban, motivos por el que se elaboraban libros donde se registraba cada año. El concejo medinense percibía en concepto de estas rentas cinco mil doscientas fanegas de trigo "regulado según el último quinquenio". Este trigo se guardaba en la panera municipal destinada a este efecto, y es de suponer que se iría vendiendo en función de las diferentes necesidades de la Hacienda local y del vecindario. Atendiendo el precio medio que regularon en la pregunta número catorce a la fanega de trigo, que era de quince reales, las cinco mil doscientas fanegas que recaudaba la Hacienda local equivalían a unos setenta y ocho mil reales, o lo que es igual, el noventa y cuatro por ciento de todos los ingresos derivados de la explotación de los bienes de propios.

El otro capítulo de ingresos de la Hacienda local era el de el uso de diferentes arbitrios l consumo. En concreto señalan tres, todos ellos establecidos por Real Facultad, es decir, impuestos con el beneplácito y conocimiento de la Real Hacienda. Uno afectaba al consumo de vaca y carnero, cargándose un maravedí por libra; otro gravaba dieciséis maravedís por cada cántara de vino vendido al por menor; y el tercero recaía sobre el consumo de aceite y jabón al que imponía el pago de un maravedí por libra. Hay que señalar que, como ellos mismos indican, el consumo de estos productos había descendido debido al menor volumen de población residente, ya que si bien en años atrás se habría recaudado por este concepto unos tres mil reales anuales, ahora, en 1752 esta cifra solo alcanzaba los dos mil quinientos reales. En total, gracias a estos tres arbitrios, se recaudaban anualmente catorce mil trescientos reales, que servían para pagar diferentes réditos de censos, así como para pagar la refacción de los dos cabildos eclesiásticos de la villa, es decir, la devolución de aquella cantidad que en origen habían pagado de derechos reales pero que por su condición de eclesiásticos estaban exentos de pago.

Sumados los ingresos de los bienes propios de los atributos impuestos, alcanzaban anualmente unos ingresos de noventa y siete mil ciento cuarenta reales, de los que, hay que volver a llamar la atención por su importancia, el capítulo adecuado era el de la renta de las tierras de serna, alcanzando el ochenta por ciento del total.

Analizados los ingresos, veamos en qué se gastaba el dinero de todos los medinenses a mediados del siglo XVIII. Los diferentes cargos hacen referencia a muy diversos conceptos, así, la pregunta número veinticinco se centra por un lado en los gatos de salarios de empleados municipales, y por otro los gastos de la celebración de diferentes fiestas de carácter religioso. En total todos esos gastos sumaban cincuenta mil cuatrocientos ochenta y tres reales. Dentro de los salarios aparecen todos los relacionados con la administración o gestión de los asuntos el concejo, así, el corregidor, el alférez mayor, los ocho regidores, abogado, procurador, pregonero, porteros, etc. Podemos observar también otros salarios correspondientes al desarrollo de diferentes oficios que redundaban en bien para la comunidad, así por ejemplo "a la persona que rige el reloj del común" cuyo salario era de quince reales, "al clarín de esta dicha villa que toca los días de Ayuntamiento y demás funciones públicas" que le asignan un salario de mil cien reales, o por ejemplo a los escribanos que elaboraban cada año los libros de sembrados de las tierras de sernas y así poder cobrar las rentas de dichas tierras. Además de estos trabajos desarrollados en Medina del Campo, también se pagaban diferentes salarios a otros empleados que actuaban fuera de la villa, destacando por la transcendencia que tenía el agente en Madrid "por la asistencia a las dependencias que tenía el agente en Madrid "por la asistencia de las dependencias que puedan ocurrir propias de dicho Ayuntamiento", o al procurador del número de la real Chancillería de Valladolid, quien asistía en todas las cuestiones judiciales que en dicha institución afectasen al concejo medinense.

Hospital General de la Villa. conocido también como de Simón Ruiz, en honor al próspero mercader que lo hizo levantar entre 1593 y 1619. Las dependencias y estancias hospitalarios se disponían en torno a un amplio claustro, la iglesia-capilla quedaba en la parte este, mientras que la parte posterior se destinó a cementerio con un pequeño oratorio (Foto: Alfonso Asperilla)
Hospital General de la Villa. conocido también como de Simón Ruiz, en honor al próspero mercader que lo hizo levantar entre 1593 y 1619. Las dependencias y estancias hospitalarios se disponían en torno a un amplio claustro, la iglesia-capilla quedaba en la parte este, mientras que la parte posterior se destinó a cementerio con un pequeño oratorio (Foto: Alfonso Asperilla)

Junto a estos gastos derivados del pago de salarios por diversos trabajos desarrollados por el concejo, también aparecen en este capítulo de gastos, señalados en la pregunta número veinticinco de las Respuestas Generales, los gastos relacionados en diversos aspectos religiosos. En total ascendían a casi siete mil reales, es decir, un trece por ciento del total de gastos derivados del pago de salarios y fiestas, esa cantidad se distribuía entre el pago de los dos cabildos eclesiásticos de la villa en concepto de diezmos de las tierras de sernas, por su asistencia de las mismas de las diferentes funciones organizadas por el ayuntamiento, y en los gastos derivados de las diferentes funciones o festividades religiosas que se celebraban a lo largo del año. La más costosa, y es de suponer que la más vistosa, era la celebración del Corpus Cristi, que ascendía a dos mil ochocientos reales, a los que habría que sumar las funciones que se repartían a lo largo de todo el año, así, la de la Purificación de Nuestra Señora (2 de febrero), San José (19 de marzo), San Miguel Arcángel (8 de mayo y 29 de septiembre), el Voto de San Boal (20 de mayo), San Fernando (30 de mayo) San Antonio de Padua (13 de junio), San Roque (16 de agosto), San Agustín (28 de agosto) y el Patrocinio de Nuestra Señora (segundo domingo de noviembre).

La pregunta veintiséis de las Respuestas Generales completa la información referente a los gastos que tenía que atender la Hacienda local medinense. En este caso se centra fundamentalmente en los gastos derivados del pago de diferentes censos (dinero dado a préstamo) que el concejo de Medina había suscrito en diferentes momentos y que a mediados del siglo XVIII continuaban en vigor. En concreto eran tres los censos que estaban gravados sobre la Hacienda local, dos de ellos impuestos al dos y medio de interés, y un y tercero al tres por ciento. En total la suma que tenían que pagar anualmente por este concepto ascendía a algo de quince mil reales de interés, cantidad que iba a parar a la Compañía de Jesús de Medina del Campo a una Memoria fundada en la provincia de Burgos y Hospital General o de Simón Ruiz.

En resumen, todos los gastos a los que tenía que hacer frente la Hacienda local alcanzaban la importante cantidad de setenta y tres mil seiscientos cincuenta y nueve reales, cifra inferior al dinero ingresado que hemos dicho era de noventa y siete mil ciento cuarenta reales, es decir, existía un sobrante de unos veintitrés mil reales. Como se ha podido ver, y a diferencia de la mayoría de pueblos de su entorno o de otras comarcas vallisoletanas próximas como la de Tierra de Campos, donde las cuentas públicas se encontraban muy endeudadas, eso no sucedía en Medina del Campo gracias a los ingresos que obtenía por el pago de las tierras de sernas, principal sostén de la Hacienda medinense. Sin este capítulo de ingresos, recordemos que ascendía a setenta y ocho mil reales, la situación para el concejo medinense hubiera sido mucho más angustiosa.

Manufacturas y servicios en Medina del Campo en el siglo XVIII

El carácter local del sector manufacturero de Medina del Campo se hace patente en el reducido número de operarios que refleja la respuesta a la pregunta 33ª de las Generales. (Archivo General de Simancas).
El carácter local del sector manufacturero de Medina del Campo se hace patente en el reducido número de operarios que refleja la respuesta a la pregunta 33ª de las Generales. (Archivo General de Simancas).

Ya se ha comentado en términos generales cual era la situación de estos dos sectores en la economía medinense de mediados del siglo XVIII. Dependientes para su desarrollo del volumen de población, al contar la villa con un registro de habitantes reducido poco podían crecer. Si la demanda interna no se podía configurar como elemento trascendental para impulsar el desarrollo de las manufacturas debido a su debilidad, el crecimiento de las manufacturas solo podría darse si estas se apoyasen en el mercado exterior, es decir, en el mercado de fuera de Medina del Campo, bien fuera comarcal o regional. Para ello se requería una especialización productiva que hiciese que sus productos, diferentes y mejores a los de otra fábrica, fuesen demandados en esos mercados alejados. Como se pudo ver en la estructura del sector manufacturero, este se componía de un reducido número de integrantes que además tan solo dirigían su producción al mercado local. La nómina de operarios de este sector así lo confirma, ya que predominan los sastres, zapateros de viejo y de nuevo, tejedores de lienzos, albañiles y carpinteros, es decir, operarios de actividades relacionadas con el consumo local. A esos efectos sirve como referencia el hecho de que Eugenio Larruga en sus célebres Memorias tan solo destaca en Medina del Campo, a la altura de 1748, la presencia de actividad textil lanera, aunque su producción se reducía a ocho mil quinientas varas al año (unos siete mil cien metros) siendo además su producción -estameñas, paños, y jerguillas- de escasa calidad u ordinaria, por otro lado acorde a la demanda rural a la que iba destinada.

Plaza Mayor de Medina del Campo, lugar de celebración de sus famosas ferias de comercio. Al fondo, la Colegiata de San Antolín. 1906-1915. Foto: IPCE. (c) MECD.
Plaza Mayor de Medina del Campo, lugar de celebración de sus famosas ferias de comercio. Al fondo, la Colegiata de San Antolín. 1906-1915. Foto: IPCE. (c) MECD.

Por lo que respecta a los artefactos instalados en la localidad, cuestión sobre la que se pregunta en la número diecisiete de las Respuestas Generales, señala que tan solo existía una "tahona par hacer harina, con dos piedras, que solo al presente de la una se usa...". Según el Diccionario de la RAE, la tahona es un "Molino de harina cuya rueda se mueve con caballería". Más rico en matices será el Tesoro de la Laguna Castellana de Covarrubia", así señala que la atahona o tahona "es un molino en seco que usan en las fortalezas; y algunos lugares donde no tienen molinos de agua a veces mueven la rueda hombres, a veces bestias". Esa definición deja claras dos cosas: la primera que es un molino de sangre, accionado bien por la mano del hombre, bien sobre todo por el empuje de un animal; la segunda, que es un molino utilizado en lugares carentes de cursos fluviales, característica que se adapta a la perfección con la situación de Medina del Campo que dependía en exclusiva del escaso caudal del río Zapardiel par accionar estos artefactos como molinos o batanes. Por ello, la única posibilidad de aportar energía a estos artefactos, descartada la presencia de molinos de viento en la zona, era con la energía a sangre. Esta tahona existe en Medina del Campo era por tanto la única forma de proporcionar harina al vecindario medinense, ya que, prohibido el comercio de harina, la única posibilidad de no llevar el trigo a esta tahona era llevarlo a algún molino en un pueblo cercano. Sabemos por lo que indica la respuesta a la pregunta diecisiete que esta tahona, aunque disponía de dos muelas para molturar el trigo, solo tenía corriente una que era propiedad del beneficio de la parroquia de San Miguel, y estaba arrendada por cuatrocientos reales anuales al tahonero de origen francés Pedro Jambiel.

El sector servicios ocupará a una cuarta parte de los vecinos activos en 1752. Se presencia estará ligada al funcionamiento de la administración local y al hecho de contar con una amplia presencia de instituciones eclesiásticas, bien sean conventos, parroquias o la primera de ellas, su colegiata. Igualmente, Medina del Campo se habían convertido a lo largo de los años, y como capital de su tierra, en un centro eminentemente receptor de rentas agrarias, pues en Medina residían esas instituciones religiosas perceptoras de dichas rentas, así como hidalgos y nobles propietarios de tierras y rentas. Será una población, minoritaria eso sí, la que mantenga ese aire semiurbano en Medina del Campo, y será por tanto la población que demande la presencia de boticarios -tres-, médicos -cuatro-, sangradores y barberos -once- o músicos de capilla -catorce entre organistas, contraltos, sochantre, maestro de capilla y violín, todos adscritos a las diferentes parroquias de la villa-.

Respecto al transporte destaca la presencia de las veinticutro carretas propiedad de Don Miguel Antonio de Dueñas, regidor y descendiente del famoso banquero del siglo XVI Don Rodrigo de Dueñas, quien a la sazón era propietario del palacio en el que residirá en Medina del Campo al marqués de la Ensenada. También destacará por su trato en mulas lechuzas, es decir, menores de un año, cuya utilidad la consideraban en veinticuatro mil reales anuales.

Por último hay que señalar las actividades relacionadas con el comercio. Si bien estas fueron las que dieran lustre a la villa al amparo del desarrollo de las ferias comerciales durante los siglos XV y XVI, ahora, a medidos del siglo XVIII, la situación era bien distinta. Las actividades comerciales habían caído tanto como su volumen de población, por lo que solo se localizan actividades relacionadas con el comercio local, así, dieciséis tenderos -ocho de ellos mujeres-, y catorce mercaderes de por menor -dos de ellos mujeres-. En los dos casos las utilidades que consignaban a estas actividades no eran muy elevadas, así, entre lo mercaderes solo cuatro superan los cinco mil reales, y entre los tenderos solo uno de los mil reales. De aquellos grandes mercaderes ya no queda más que el lejano recuerdo. nada más. Recuérdese que tras la desaparición de las ferias se trató de buscar desde finales del siglo XVII una fórmula que reactivase se comercio, y la única disponible fue la de la compra del derecho a desarrollar un mercado semanal todos los miércoles, franqueza concedida por Carlos II en 1693 previo pago de la sustanciosa cantidad de cuatro mil ducados más el pago de la media annata, pago este último que se renovaba cada quince años. Como se ha podido ver, este mercado franco no generó ese aumento de la actividad comercial previsto por los regidores medinenses, y esta actividad siguió inmersa en su secular atonía.

El estamento eclesiástio, pobreza y beneficencia.

Un último aspecto que hay que mencionar de la sociedad de Medina del Campo a mediados del siglo XIII es el referente al estamento eclesiástico. De él ya hemos tenido que va a ser el estamento que va aglutinar la mayor parte de las rentas agrarias de la villa y de la comarca, por lo que su incidencia en la economía local y comarcal va a ser sumamente importante. Ahora bien, ¿cual era el volumen de la población del estamento eclesiástico en Medina del Campo?. Sabemos, gracias a la pregunta número treinta y ocho, que había unos setenta miembros del clero secular, una cifra bastante elevada para una localidad con un volumen de población de Medina del Campo. De esta forma +, suponían casi el seis por ciento del total de la villa. Mayor era el número de integrantes, hombre y mujeres del clero regular. La respuesta a la pregunta número treinta y nueve indica la existencia de dieciocho conventos, diez de hombres y ocho de mujeres, número de nuevo muy elevado y que responde a la presencia de muchas comunidades desde los tiempos de bonanza económica de la villa en los siglos XV y XVI. Por este motivo, y aunque no aportan datos precisos, sí sabemos que el número de integrantes del clero regular descendió, a lo largo del siglo XVIII como reflejo de esta decadencia económica ya señalada.

En las respuestas 35ª, 36ª y 37ª de las Generales informan de que "...abrá como doscientos jornaleros, ynclusos pastores y mozos de labranza", ...doscientos pobres que para mantenerse necesitan de pedir limosna", y que solo un vecino, Manuel Martínez, tiene por oficio el pescar en el río Zapardiel. (Archivo General de Simancas).
En las respuestas 35ª, 36ª y 37ª de las Generales informan de que "...abrá como doscientos jornaleros, ynclusos pastores y mozos de labranza", ...doscientos pobres que para mantenerse necesitan de pedir limosna", y que solo un vecino, Manuel Martínez, tiene por oficio el pescar en el río Zapardiel. (Archivo General de Simancas).

La presencia del estamento eclesiástico no solo era importante para la villa por ser un centro receptor de las rentas agrarias, también era importante por hacerse cargo de una función imprescindible para una buena parte de la población, la más necesitada: la asistencia caritativa, la beneficencia. En efecto la presencia de pobres en la villa era una realidad bien notoria a mediados del siglo XVIII. la pregunta número treinta seis aporta el dato de la existencia de "como doscientos pobres que para mantenerse necesitan de pedir limosna". Es decir, que si Medina del Campo en ese momento había unos tres mil setecientos habitantes, estos doscientos considerados como pobres suponían 5,5 por ciento. Probablemente su número fuera mayor, ya que un recuento del Libro de las cabezas de casa muestra que el número de vecinos considerados pobres llegaba a los ciento veintiuno, por lo que es de extrañar que solo incorporasen en esa categoría de pobres a ochenta habitantes más. De hecho en esta época la frontera entre lo que se consideraba pobre o no era tan difusa que es difícil poner fronteras al término. Mucha población viviría de forma continua al borde de la pobreza, así por ejemplo habrá que pensar que las familias de esos doscientos jornaleros que indicaban en la pregunta treinta y cinco. Una característica que hay que destacar de esa pobreza es que afectaba fundamentalmente a las mujeres, ya que el noventa por ciento de esos vecinos considerados pobres lo eran.

Para atender las necesidades de esas personas, además de la limosna que en forma de dinero o de alimento podría, recibir de las instituciones eclesiásticas -no hay que olvidar que había dieciocho conventos-, también estaban en funcionamiento dos hospitales. Hospital General o de la Purísima Concepción, era el hospital que dotó y mandó erigir el famoso mercader beliforano del siblo XVI, afincado en Medina del Campo, Simón Ruiz. Además de sus rentas propias, el concejo medinense aportaba anualmente para la manutención de los enfermos del hospital doscientas fanegas de trigo. Por último, el segundo hospital, el de la Piedad, dotado por el que fuera obispo de Cuenca y natural de Medina del Campo, Lope de Barrientos, atendía a los enfermos que podía acoger en sus quince camas disponibles.

Como se ha podido ver a lo largo de estas líneas, la economía de Medina del Campo a mediados del siglo XVIII se había ruralizado a medida que su antaño florenciente comercio había ido disminuyendo, hasta salir casi por completo de la villa. Su reducido vecindario, volcado en las actividades agrarias, impedía un mayor impulso de las manifacturas, que se conformaban con abastecer al mercado local. El mercado franco, supuesta piedra angular del desarrollo económico medinense, no era más que otro elemento ilusorio que no respondía a las expectativas creadas. En definitiva, esta imágen decadente de Medina del Campo será la que contemple el marqués de la Ensenada a lo largo de sus últimos quince años de vida. Lejos, muy lejos quedaba el resurgir de la vilal al hilo de la llegada de ferrocarril, elemento que cambiará por completo el futuro económico de la villa y de la comarca.


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