Vista Medina
Titulo
Villa histórica, monumental, escultórica y paisajística
Villa de las Ferias

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IX - LAS FERIAS

81. - Origen de las Ferias. 82. - Ordenanzas. 83. - Aposentamiento de feriantes. 84. - Prerrogativa del Aposentador. 85. - Otro testimonio de su antigüedad. 86. - Variedad de Mercaderías. 87. - La concurrencia de las ferias fueron tal cual la celebran los autores que se refirieron a ellas en sus escritos. 88. - Cuantía y variedad de las mercaderías. 89 - Cambistas. 90 - Urbanización. 91. - Su duración. 92. - Su decadencia. 93. - Frustrado intento de compra de las ferias de Rioseco y Villalón. 94. - Fracasada unión de las mismas con las de Medina. 95. - Propósitos no logrados de Valladolid. 96. - Sentencia de muerte. 97. - Traslado a Burgos y vuelta a Medina. 98. - Un siglo de supervivencia nominal. 99. - Mercado franco. NOTA

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81. - Origen de las Ferias

Queda dicho que el principal factor del engrandecimiento de Medina fueron sus renombradas ferias, cuya infausta desaparición provocó la caída, casi vertical, de la villa. Por eso hemos de hacer una breve reseña histórica de las mismas.

Es desconocido el origen de las ferias de Medina del Campo. No se ha encontrado documento alguno que nos oriente respecto a su concesión, porque, al desenvolverse en circunstancias privilegiadas, fueron naturalmente desde un principio objeto de una protección o concesión oficial. Cuando el infante medinense D. Fernando de Antequera, otorgó a nuestras ferias su decidido apoyo, equivalente, en concepto de algunos, a verdadera creación, tenía ya positiva importancia, no puramente comarcal, y es lógico suponer que llevaran ya muchos años de existencia. En efecto, Fernando IV el Emplazado dio una carta en 1305 para que o se tuvieran ferias en otros lugares al tiempo que se hacían las de Medina.

El documento más antiguo que tenemos referente a las ferias es el de las Ordenanzas de 1421, dadas por Dª. Leonor, viuda del mismo infante D. Fernando, estando naturalmente la villa bajo su señorío. Es de capital interés para apreciar el orden con que se celebraban aquellas contrataciones, la cuantía de sus operaciones y la amplia variedad de los productos que se presentaban, por lo que he de extractarlas, conservando en lo que no perjudique a la inteligencia del texto, sus rancias y sabrosas locuciones. Fueron confirmadas por D. Juan II en 28 de abril de 1439, y por los Reyes Católicos en 30 de diciembre de 1492.

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82. - Ordenanzas

Por cuento a nos es notificado --decía la ex-Reina de Aragón-- que en razón de aposentar de las ferias nace alguna contienda e debate, ansí entre los vecinos desta nuestra villa de Medina del Campo, como entre los extranjeros que a ella vienen al tiempo de las ferias, por no guardarse ciertas ordenanzas, e no queriendo poner proveimiento convenible, por la ayuda de Nuestro señor Dios, e vistas las ordenanzas que en esta razón fueron hechas en los tiempos pasados, es nuestra merced que cerca del aponsentador de las dichas ferias se guarden de aquñi adelante las ordenanzas siguientes. Primeramente que ninguno, ansí vecinos como otra cualquier persona de cualquier ley, estado o condición que sea, que tengan casas, ansí suyas como alquiladas, que no tomen ni reciban, al tiempo de las ferias, huesped alguno, sin licencia de Diego Gutiérrez porque sean aposentados los que a las dichas ferias vinieron por la forma de esta nuestra ordenanza, y el que lo contrario hiciere, que caya en pena de 300 maravedises por cada vez, y lo mismo el mercader que la tal casa tomare sin licencia.

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83. - Aposentamiento de feriantes

Todos los mercaderes que trajeren paños mayores de lana e otros paños de fuera del Reino, de oro, de seda, cendales, trecenales, fustedas, tapicerías, paramentos de sarga o de lienzo, paños franceses, lienzo de Rennes, y todos los traperos de vara, sean aposentados en la Rúa Nueva (Padilla), ansí de una parte como la de la otra hasta donde alcanzaren, en cada casa un mercader y no más. Los cambiadores sean aposentados en la dicha Rúa. Que los paños menores que llaman de la tierra, que se dicen del Reino, sean aposentados en las Cuatro Calles (1), vienen a saber, en cada casa un mercader y no más, a vista del dicho Diego Gutiérrez. Los plateros sean aposentados en la calle que va de la Rúa hacia las casas del Mariscal de Ávila (Bernal Díaz del Castillo). Que en la plaza que se hace adelante de las dichas casas del Mariscal (Plaza del Pan) esté el alcacer (cebada verde) y otras hierbas. Los pellejeros sean aposentados en dicha plaza. En la calle del Pozo los vareadores menores que traen paños de Palencia e otros vareadores de esta villa y de otras partes que compraren paños en las ferias para vender por varas. Desde las casas de Alfonso Ruiz hasta la calle que va a las casas del Almirante (acera de la Joyería) sean aposentados los joyeros. Desde la calle del Almirante hasta Palacio (el Potrillo) , silleros y freneros. en la calle de Salamanca (Gamazo) todos los mercaderes que trajeren cera, pez, sebo, aceite, rubia y espartería. Desde la calle de Salamanca hasta San Antolín los que trajeren mantas de pared, poyales, bancales, alfamares, tapeteros, y alfombras. En la Carpintería (Bravo) la ropa vieja, Jubetería y calcetería. En la calle de Ávila (Simón Ruiz), desde la Plaza adelante, la astería y en pos de los asteros los cabestreros. Desde la calle de Ávila hasta la Rinconada los armeros y en pos de ellos los buhoneros. Desde la Rúa hacia la calle de San Francisco, los especieron. En la calle de San Francisco los que trajeren lienzos. Desde el postigo del doctor Juan Sánchez hasta San Juan del Azogue (calleja que deja a su izquierda el convento de las Isabeles hasta esa iglesia), los que trajeren pescado. Desde esta calle por la que va hacia las casas de Esteban Martín (parte de la de Isabel la Católica) sean aposentados calzones y picones, jergas y ropas hechas. Por la calle arriba hacia San Salvador, los albarderos.. En la plaza de la Adajuela las bestias bravas ansí asnos como yeguas, potros e otras que no son de silla. En la plaza de San Andrés el pan en grano y la madera. En la Zapatería, desde San Miguel adelante hacia la puentecilla (Valladolid), los cueros curtidos y por curtir, cordebanes, badanas, casca y zumaque. En la Herrería (Claudio Moyano) hierro labrado y por labrar, acero y herraje y los caldereros. Los otros buhoneros que no sean groseros sean aposentados en medio de la plaza, en el suelo, y los barberos a las espaldas de dichos buhoneros.

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84. - Prerrogativa del Aposentador

Preceptuaban además estas ordenanzas "que a mesón alguno de toda la villa no se dé ni tome morada con mercadería, para que estén desembarazados para los que vienen a comprar... Que cualquier que tuviere mercaderes que ponga linterna, cada casa una, desde que tañerenla esquila del aposentador hasta que acabe de tañer la campana de queda. Que si no se avinieren el mercader y el dueño de la casa en el precio, que tase dicho precio el aposentador". Con el fin de que éste estuviese libre para atender a los menesteres de su cumplido cargo, nadie podía demandarle ni enjuiciarle durante el tiempo de las ferias, garantizándole así de las asechanzas de litigantes de dudosa intención, que quisiesen entretenerle con pleitos para esquivar su vigilancia, pudiendo además llevar armas, aunque fuesen vedadas, él y tres acompañantes. Podía también mandar dar los pregones que estimase conveniente, y el alcande mayor y la justicia habían de asistirle con su autoridad. Contra los trasgresores se establecían en cada capítulo penas o multas de las cuales se hacían cuatro partes: una para el acusador, otra para la justicia, otra para el aposentador y otra para la Cámara. Terminaban las ordenanzas disponiendo que para que llegasen a conocimiento de todos, se publicasen por pregones tres días antes de cada feria y otros tres después de haber comenzado, uno jueves, por ser día de mercado.

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85. - Otro testimonio de su antigüedad

Tales ordenanzas suponían, sin duda, un extraordinario concurso de feriantes y una copiosa abundancia de mercaderías, lo que nos reela igualmente la Crónica de D. Álvaro de Luna por Gonzalo Chacón, de quien es lo que sigue: "...a esto era por el mes de mayo. E como en aquel tiempo fuera la feria de Medina del Campo, a la cual suelen venir a concurrir en ella tantos tropeles de gentes de diversas naciones, así de Castilla como de otros reinos, a fin de que el Rey con la Reina pasasen algunos días de placer, suplicó a Su Alteza, aunque él no lo tenía en voluntad, que le plugiera ir a ver la feria e llevasr en su compaña a la señora Reina, a ver el trato y las grandes compañías e gentío, e asimesmo las diversidades de mercaderías e otras cosas que ende había. En efecto, el Rey y la Reina e con ellos el loable Maestre e otra gran muchedumbre de gente, de caballeros e nobles e gentiles mancebos, polidos e bien arreados, e de otra cortesana gente, van a Medina del Campo, a donde tuvieron ciertos placeres. Los cuales, por más que fuesen acrecentados, el buen Maestre tuvo tal modo que la primera nuera del Rey y mujer del Príncipe, su fijo, la cual por entonces estaba el Olmedo, vino por ruego del Rey allí a Medina, a donde fue recibida e tratada, ansí por el Reycomo por la Reina e por el Maestre, por cierto con mucho honor e debido acatamiento, e la fueron por ellos dadas grandes dádivas, según la real liberalidad e la magnificencia lo requería. Pasados pues así en Medina algunos alegres días, el Rey y la Reina e con ellos el dicho Maestre e la otra cortesana gente, se tornaron a Madrigal, e la primera se tornó a Olmedo".

Los Reyes Católicos dispensaron también el honor de visitar las ferias en 1475, poco después de haber sido coronados en Segovia, como igualmente las visitó la emperatriz isabel en 1532, aunque por prudente consejo debió prescindir de la compañía de sus damas por ser los galanes que las servían pocos y no sobrados de dineros, lo que les impedía regalar cual convenía y brindaba la abundancia de preciosidades.

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86. - Variedad de Mercaderías

Merecieron nuestras ferias la constante protección de los Reyes en los siglos XV y XVI. Enrique IV, en las Cortes de Vieva de 1473, recibió bajo su amparo y seguridad a los mercaderes que a ellas acudían, mandando que "por ida a las ferias e por estada e tornada dellas, e por obligaciones ni debidas que cualquier concejo ni personas singulares daban a otras cualesquier personas, no pueda sere hecha toma ni represalia ni embargo ni ejecución a las dichas personas de las que fueren a las dichas ferias". "Los Reyes Católicos por carta de 6 de septiembre de 1491, tomaron bajo su seguro a todos los mercaderes del reino de Portugal que vinieren a la noble villa de Medina del Campo, a la dicha feria que se hará por el dicho mes de octubre que verná deste presente año, que por la venida a ella e estada en ella e vuelta a sus casas, ellos e sus bienes, que irán e vernán e estarán seguros e que por ninguna debda que daban ni por otra razón e cabsa alguna que sea, serán presos ni detenidos". Carlos V mandó a los alcaldes de su Real Chancillería, que durante el tiempo que hubiese feria en Medina, no llamasean ante sí en primera instancia a los mercaderes que fuesen a contratar a ella ni a sus factores ni hicieren ejecución en sus personas, bienes y mercaderías "por cuanto eran notoriaslas grandes contrataciones y muchos contratos que se hacían entre mercaderes y las muchas sumas de maravedises en las ferias de la dicha villa"

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87. - La concurrencia de las ferias fueron tal cual la celebran los autores que se refirieron a ellas en sus escritos

Se comprende, pues, por semejantes franquicias que la concurrencia a las ferias fuera tal cual la celebran los autores que se refirieron a ellas en sus escritos, aun aplicando un descuento prudencial a cálculos desorbitados, formulados con demasiada ligereza. Fernández de Oviejo, al ocuparse de los parajes más célebres de Castilla por su contratación y comercio, cita la plaza de Medina como la principal del trato y ferias en toda España. Valle de la Cerda hace ascender a cincuenta y tres mil millones de maravedises la cuantía de lo contratado en una sola feria, la de 1563, aunque se considera con razón errónea la astronómica cifra, deviendo rebajarla en tres ceros, como hacen Espejo y Paz. Empere y Guarinos asegura ser las de Medina las más concurridas de Europa, y que en ella se giraban letras por valor de 135 milloes de escudos. Navaguiero, embajador de Venecia que estuvo en ésta, hacia 1527, dice hablando de Medina que "sus ferias abundaban en diversos géneros, parcularmente en especiería procedente de Portugal, aunque los mayores negocios consistían en el producto de las letras de cambio". Mercado asegura ser las ferias de Medina en aquel entonces las principales, y su contratación una fragua de cédulas. Pedro de Medina afirma que estas ferias "son las principales de España, donde concurren muy gran número de gentes y mercaderías, así de España como de fuera de ella... Hay a la continua en esta villa grandes mercaderes que tienen tiendas muy ricas y abastadas de todas maneras y suertes de mercaderías. Vi muchas casas de mercaderes que solo en libros trataban, según fui infirmado, en diez o doce mil ducados; de sedas, lienzos, paños y otras cosas de trato no se puede decir lo que en ellas hay" Charles Voges, uno de los traductores de la obra de Scheren Historia del Comercio, dice que en Medina del Campo se tenían grandes ferias, donde afluían las mercaderías del país y las del extranjero, y cuya circulación en letras de cambio, lingotes y especies fue valuada en 662 millores y medio de francos por un ministro de Felipe II en una sesión de Cortes de 1563 (2).

Ramón Carande, en su reciente obra Carlos V y sus banqueros da cuenta del memorial enviado en 1557 a Felipe II por Fernando López Campo, desempeñando misión oficial. Refiriéndose éste a las ferias de 1556, dice, pág. 213: "lo que vi en esta feria de octubre no se puede escribir ni creer, si no se ve. Porque antes que yo me fuese de este reino anduve en estas ferias cinco años continuos, y ver lo que entonces se negociaba y trataba con lo que ahora vi en estas ferias, yo certifico a Vuestra Majestad que es cosa que no se puede creer ni encarecer; porque donde en una feria como ésta se solían negociar cuatro o cinco millones de ducados, verdaderamente no se negoció en ella medio millón ni aún con mucho, y donde solían venir doscientas personas de hacienda y crédito y de gran trato, no vinieron veinte, y donde solían venir grandísima cantidad de negocios remitidos de esos Estados (Flandes), Italia y de otras partes, para esta feria no han venido de cien partes una". Este testimonio, más fehaciente que los anteriores por ser testigo de vista, prueba cuando menos que tuvieron las ferias, antes del definitivo, un transitorio periodo de decadencia.

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88. - Cuantía y variedad de mercaderías

Pasando a la cuantía y variedad de las mercaderías, eran en verdad imponderables. Alfombras y tapices de Siria y Berbería, rasos, brocados, sedas y terciopelos de Francia; joyas de Flandes; especiería procedente de Valencia y Lisboa; orfebrería de Valladolid; naipes de Toledo; cerámica de Talabera; azulejos de Sevilla; cueros de Córdoba; azabaches, corales cristalres, aderezos para el rostro, artículos de tocador, cuchillería, ganados de Salamanca, Extremadura y Andalucía; lanas, papelcomestibles... de toda enviaba Medina a todo el orbe y muy particularmente lanas.Los extranjeros adquirían por millares de arrobas, porque era materia prima para las manifacturas de Flandes. Solamente a Brujas se remitían 40.000 bajas a 16 ducados cada una. Numerosos navíos circulaban el mar, entre Vizcaya y Flandes, con fletes de lana; y tocavía llevan ventaja los genoveses en el comercio de nuestras lanas.

De aquí se surtían los mismos telares de Castilla que eran numerosísimos. También era de los principales el comercio de sedas y bordados en oro y plata. Lo surtían Valencia con sus sedas labradas; Toledo con sus bordados y sus sederías en madeja, gastando anualmente 435.000 libras. Sevilla, poseedora de 6.000 telares, cuyos tejidos de seda y oro eran justamente celebrados por su elegancia y perfección. Artículo de alguna importancia era también la exportación de vinos de la comarca a Flandes y a Francia.

Eran pues, las ferias de Medina un enorme centro de contratación. Cuando se producía o fabricaba en Europa o descargaban las flotas de Indias que arribaban a Sevilla, venía a medina, y en ella se concertaban comerciantes de toda Castilla, Valencia, Lisboa, Génova, Florencia, Milán y de Flandes, Francia, Alemania, Inglaterra... que acudían a dar y tomar cambios, pagar seguros y liquidar cuentas. Porque es de advertir que la contratación, que en un principio versaría principalmente y casi exclusivamente sobre artículos de gasto y consumo en las ferias presentados, al correr el tiempo el mecanismo de la contratación y compraventa tuvo otras derivaciones. Los mercaderes y negociantes acudían muchas veces a las ferias no a comprar o vender géneros en ellas expuestos, sino a realizar tratos sobre mercancías inexistentes, productos de cosechas pendientes de recolección, géneros cuya elevoración se encargaba o cuyo embarque se convenía, rentas vencidas o por vencer, servicios que se había de prestar, pagamentos y verdaderas operaciones de cambio.

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89. - Cambistas

Para comprender esto, sin entrar en profundas cavilaciones muy ajenas a nuestro propósito, basta considerar algunos hechos. Mediado el siglo XVI, la balanza de explotaciones e importaciones nos eran desfavorables. Comprábamos al extranjero más que le vendíamos porque nuestra producción era deficiente. Flamencos, franceses, milaneses, genoveses, etc., traían a la feria de Medina más mercaderías o de más valor que llevaban. En consecuencia no habría quedado una banca en España si la ley no hubiera prohibido, aunque con intermitencias, la saca de dinero; y esta prohibición --en buena parte burlada-- originó un nuevo género de contratación. Los mercaderes extranjeros, al no poderse llevar en dinero el importe de sus ventas, necesitaban realizar de alguna manera sus créditos, y al efecto solicitaban a los mercaderes españoles que exportaban productos a sus respectivos países, concertando con ellos el trueque o cambio de moneda, y verifican la contratación de créditos y débitos. Esta contratación, sujeta como todas a la ley inexorable de la oferta y la demanda, determinaba el cambio o interés que abonaba el oferente al requerido y presuponía la intervención del cambista o banquero.

Este banquero abría además cuentas corrientes a los mercaderes que les habían fiado su dinero, por inspirarles más confianza y garantía que el tenerlo en sus propias arcas, y a requerimiento de los mismos pasaba el crédito de uno lo que cargaba al débito de otro, y con tan sencilla operación, verdadera transferencia, se simplificaban los cobros y pagos sin mediar un maravedí. Por otro lado las cofradías de comerciantes o Universidades, como decían, de Burgos, Sevilla, Toledo, Granada, Cuenca, Córdoba, Segovia, Palencia y otras, les endosaban sus créditos; los ministros que tenían encomendada la administración y cobranza de puertos, montazgos, salinas, subsidios, etc., estaban obligados a pagárselos al Rey en los pagos de las ferias, y aun la misma Hacienda Real remitía siempre a las ferias el pago de las cuantiosas sumas que con asentistas y hombres de negocios tenía concertado. A más de 176 millones de maravedises ascendían los créditos, y a más de 153 millones las deudas que por S. M. se habían de pagar en una sola feria, la de octubre de 1564. En la de mayo siguiente había de pagarse por cuenta de la Hacienda Real más de 270.000 ducados; en la de octubre del mismo año, 410.240 ducados. Las letras de cambio jugaban importante papel en las ferias, aunque no es cierto, contra lo que se ha dicho, que aquí comenzara su uso, pues en España la difundieron los banqueros italianos en el siglo XIV.

Cuando llegaban los cambistas a la feria, presentaban sus fianzas en el Ayuntamiento, quien nombraba regidores-comisarios para examinar si bastaban o si convenía aumentarlas, según la mayor o menor riqueza de la contratación (3). Formalizado este requisito, comenzaban los pagos y, concluídos, retiraban sus libros con la venia del corregidor. Utilizaban dos libros, el de Caja y el Manual, llevando la contabilidad por debe y haber, con relación separada de nombres, cuenta del dinero recibido, clase de moneda, vecindad de los clientes y firma de los mismos. Cuando estos terminaban sus negocios llegábanse al Banco a comprobar su cuenta, y si alcanzaban alguna suma no podían exigirla hasta 20 días después de fenecidos los pagos, pero si necesitaban dinero para gastos menudos lo recibían de contado mediante un descuento al millar, que variaba del tres al siete. Si por el contrario el banquero resultaba acreedor del mercader, en breve plazo remitía éste la suma, aumentada regularmente con otra mayor para su mayor crédito y disponibilidad en las próximas ferias. En virtud de estos créditos abiertos en los libros de los cambios, la venta al fiado, de una a otra feria, era muy frecuente con beneficio general de la contratación y especial de los particulares.

Conforme a las ordenanzas, los Bancos, así llamados del Banco de respaldar que utilizaban para verificar sus operaciones en el tablón largo y ancho que colocaban al aire libre, tenían lugar determinado en las ferias. el trecho ocupado por estos negociantespoderosos, estaba circundado por gruesas cadenas con el fin de evitar atropellos y trastornos que pudieran producirles el tránsito de carros, cadenas que cuidaban de poner y quitar, ya en la calle de la Rúa, ya en la Plaza, acera de la especiería al socaire del cierzo, donde se han conservado hasta el día algunas de las columnas de piedra a que amarraban las cadenas. Dos horas por la mañana, de diez a doce, y dos por la tarde, empleaban los Bancos en hacer estos asientos, y era tal el número de negocios que no se daban mano a escribir y librar, llevando hasta 14.000 hojas del Manual. La autoridad estaba por su parte vigilante para que no se ejercieran el oficio de cambio quienes no tuvieran facultad. Así el 11 de octubre de 1553 piden los regidores al corregidor que castigue a cuatro vecinos de esta villa, dos de Segovia y otro respectivamente de Valladolid, Burgos, Toledo y Rioseco que cambian si la competente licencia.

D. Ramón Carande (ob. cit. pág. 221) trae una relación de los cambios que actuaron en las ferias del año 1531, tomándola del Archivo Histórico de Valladolid procedente de las escribanías de aquí. Fueron los siguientes: Bernabé de medina, Juan de Ortega, Diego Díaz, Diego de Salvartierra, Luis de Medina, Cristóbal de Maldonado, Gaspar Enríquez, Cristóbal de Roa, y Antonio de Dueñas, de esta villa. De Burgos: Gregorio de Santa María, Alonso de Castro y Diego de Mazuelos. De Valladolid: Luis de Bragán, García Cocón, Gaspar de Paredes y Juan de Portillo. De Segovia: Diego de Toro, Hernán Gómez, Rodrigo y Bernardino de Zamora. De Rioseco: Juan de Zamora y Francisco Ríos. En total, ventidos cambistas.

Si el banquero tomó el nombre del Banco o tabla que usaba para verificar sus operaciones, del hecho de romperlas publicamente ese Banco o tabla cuando el negociante faltaba fraudulentamente a su compromiso en señal de degradación, ha derivado la palabra bancarrota, significación de anormalidad e insolvencia. Otros opinan que quiebra tiene análoga derivación. Que sus ganancias fueron a menudo considerables, pruébalo la fortuna del cambista Simón Ruiz Envito, insigne bienhechor de la villa, con ser ya de la época decadente.

Un hecho muy singular, tan concertado en aquellos tiempos de profunda religiosidad, como discordante en los nuestros, aunque la necesidad presente sea tal vez mayor, es que, a fin de que la conciencia de mercaderes y asentistas se regulara por los principales de la moral cristiana. y para frenar la laxitud a que propenden los negociantes por su natural condición, no faltaban predicadores, si creemos a Ossorio, pág. 331, que en la propia Rúa ponían paño al púlpito y sermoneaban a la muchedumbre de traficantes para los negocios se hiciera lícita y cristianamente.

Para frenar a los de conciencia acorchada e insensible a exhortación ascéticas, y para evitar raterías de todo orden había un alguacil, dice el mismo historiador, pág. 123, con su compañía de velliguines que guardaban las tiendas, rondando toda la noche con sus linternas y tocando unas trompetas para ahuyentar a la gente maleante. Ésta, al margen de la ley, saltándola o barrenándola, vistiendo andrajos u ostentando traje de seda y cadena de oro, actuaba, como siempre ha solido en las aglomeraciones de gentes adineradas, y ejercitabalas malas artes peculiares de truhanes, fulleros y rufianes. Hasta los mendigos profesionales seguían muy de cerca a mercaderes y tratantes que, unos por caridad, propter imbitatem otros, habían de redimirse de sus pedrigüeñerías, con blancas o maravedises.

No para satisfacer el precepto dominical, que habían de hacerse en la iglesia, cesando tal día las operaciones mercantiles, pero sí a la devoción y piedad de los feriantes, más espirituales entonces que ahora, se celebraba diariamente misa en el saltar del balcón de Santa María del Polo, en la Colegial, para que todos los concurrentes pudieran oírla sin desatender sus puestos y tiendas (I. N.p.)

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90. - Urbanización

"Como consecuencia de tanta grandeza, dicen los señores Espejo y Paz, pág. 42, presentaba Medina un estado de urbanización notable para su época y hacía cuantiosos gastos de sus propios y rentas para mejorar sus condiciones, todo en beneficio y fomento de las ferias. Alcanzaba licencia de los Reyes Católicos para gastar 25.000 maravedises a fin de hacer una albarca y abrevadero en el camino de Medina a Dueñas, sitio llamado Fuentelapiedra, a media legua de aquélla, cuya obra era muy necesaria para recogerse el gran número de caballerías que conducían a l feriantes en una dehesa contigua; se hacía información de lo que costaría el traer a la plaza de Medina el agua de dos fuentes que estaban en su término, cerca del lugar de pedro Miguel..., se establecían ordenanzas para que las calles estuvieranlimpias y no hubiese ledo, prohibiendo a los vecinos arrojar aguas sucias por los albañales bajo la multa de 600 maravedises y a las carretas ferradas circular por las que tenían empedrado."

"Se tomaban 30.000 maravedises de propios, previa información de la una gente necesidad que había de construir una casa para el peso de la harina; se autorizaba al corregidor y Concejo para construir una lonja enfrente de la Joyería, en donde los mercaderes concurrentes pudiesen negociar, tomando el dinero necesario para la obra, de los maravedises de penas de cámara que hubiese; se nombraba procurador de pobres, con 3.000 maravedises de salario anual, a Gonzalo de Villejera, por ser su oficio de utilidad a las personas que a las ferias concurrían; se disponía en mayo de 1496 que los moros de Medina pudiesen tener tiendas fuera de la morería, a pesar de lo dispuesto en contrario de las Cortes de Toledo, para no perjudicar el comercio; se fomentaba el arbolado por la gran necesidad de madera que había para las muchas construcciones que con motivo de las ferias se hacían, sin contar el consumo de combustible, ya ordenado repoblar las arboledas y plantar viñas por cédula de Alcalá de Henares de 20 de enero de 1498, ya confirmando en 15 de septiembre del mismo año las ordenanzas de Medina del Campo sobre plantío de árboles en las viñas, en que se mandaron poner dos frutales y dos maderables por aranzada..."

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91. - Su duración

Duraban las ferias en cada año cien días, repartidos en dos temporadas de cincuenta. la primera comenzaba 30 días después de pascua de Resurrección, y la segunda el primero de octubre, teniendo además siete mercados francos en cada uno de los jueves, a contar desde el Jueves Santo. En 1534 se fijaron para comienzo de las respectivas temporadas, el día 11 de junio y el 28 de octubre. En 1583, cuando ya se acentuaba la decadencia de las ferias, considerando demasiado largo el plazo de seis meses para cambios y vencimientos de letras, de feria a feria, y por el deseo de hallar más adecuada correspondencia con las ferias de Amberes y Lyon, dio el Rey Felipe II una cédula en que establecía tres ferias, a saber, una del 1 de febrero al 5 de marzo; otra del 1 de junio al 3 de julio y la tercera del 1 de octubre sal 3 de noviembre.

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92. - Su decadencia

Hemos mentado la decadencia que, en efecto, se había iniciado mucho antes por diversas y muy complejas causas. Gran quebranto habían sufrido con la guerra de las Comunidades, no solo por la pérdida causada en los incendios, sino por la disminución del tráfico consiguiente a toda grave perturbación pública. En 9 de septiembre escribía Medina a Valladolid para que procurase fomentar la concurrencia a aquella feria, pues "todavía quedaba donde celebrarla, a pesar de los incendios; y la Junta de Ávila escribió a la villa pinciana para que enviase sus mercaderes a la de octubre, prometiendo a todos los concurrentes la seguridad de hallar quietud, sosiego y provisión en aposentamientos y vituallas; y no tardaron en recuperar su antiguo esplendor, eclipsado con frecuencia por las guerras que perturbaban e impedían la venida de tratantes y mercaderes extranjeros. Mas el empobrecimiento de Castilla se acentuaba como consecuencia del descubrimiento de América, que llevó la vida del centro de la Península a la periferia, y en las ferias se reflejaba perceptiblemente".

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93. - Frustrado intento de compra de las Ferias de Medina de Rioseco

No se consideró Medina con recursos suficientes en 1557 para comprar las ferias de Rioseco y Villalón, cuya venta ofrecieron respectivamente el Almirante y el Conde de Benavente, por la renta anual de cuatro cuentos (millones) de maravedises cada uno. Base para la negociación, establecida en la sesión celebrada el día 15 de junio, había sido conseguir previamente del Rey un encabezamiento perpetuo, y por un mínimo de 50 años, y al no verificarse tal condición, no se efectuó la compraventa. Recelaban además los regidores de poder pagar un encabezamiento de 20 cuentos, a que ascendería en el supuesto de la compra de las ferias, por hacer de salir tal tributo exclusivamente de los vecinos, pues las ferias habían de ser francas, y los vecinos no encontrarían compensación suficiente en el cobro de mejores alquileres y en la mejor venta de su pan y su vino.

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94. - Fracasada unión de las mismas con las de Medina

Nuevamente se trató de juntar las aludidas ferias de Villalón y Rioseco a estas de Medina. Esta vez por voluntad de Felipe II que, apremiado por la necesidad de arbitrar recursos para las dispendiosas empresas nacionales, creyó encontrarlos con tal unión, simplificando al propio tiempo la contratación y ahorrando molestias y gastos a los feriantes.

En mayo de 1566 envió el Rey a su contador Francisco Gutiérrez de Cuellar con la propuesta de la compensación que Medina estaría dispuesta a dar por reunir en la villa todas las ferias de Castilla. El 16 del mismo mes dieron nuestros regidores la respuesta escrita, en la cual, después de varias consideraciones, concluían ofreciendo, caso de ser favorecida la villa con la reunión de las tres ferias, un crecimiento de tres mil ducados en el encabezamiento de cada uno de los años de 1567 al 1570; cuatro mil ducados en cada uno de los tres siguientes y cinco mil en el trienio consecutivo. "Y además de lo susodicho (terminaban), por la merced que S. M. quiere hacer a esta villa y su tierra, le serviremos con cuatro mil ducados pagados en cuatro pagos de ferias de octubre, con que S. M. nos haga merced que lo podamos hacer por la mejor orden que nos pueda haber de los montes, prados y propios...". A esta respuesta de Medina contestó el citado contador Cuéllar que la oferta "era muy poca cantidad, mayormente en tiempo que las necesidades grandes que ocurren a S. M. son muy notorias". Insistió la villa en su criterio, expuesto de nuevo el 18 del mismo mes, pero ampliando su ofrecimiento a 60.000 ducados, que mereció el mismo desdén.

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95. - Propósitos no logrados de Valladolid

Idéntica proposición que a Medina hizo luego el Consejo de Hacienda a Valladolid, y la entonces villa se mostró más generosa, acaso por no conocer tan bien el volumen del negocio, llegando a ofrecer, en II de junio del mismo año, 350.000 ducados pagaderos en diez años, oferta que también par3eció escasa; mas como siguiera gestionando Valladolid el dar albergue a las tres ferias reunidas, Medina vio en ello un grave peligro que se propuso conjurar, y en 20 de septiembre del repetido año elevó el Rey una representación que merece ser conocida porque refleja con bastante exactitud la situaciónmercantil, y las causas que iban restando importancia a las ferias (4). Ponderaron en ella nuestro regidores las ventajas de todo orden que encontraban los feriantes en medina, y los inconvenientes que por el contrario los aguardaban en la villa del Pisuerga, que solo por ser asiento de la Chancillería del habría de desproporcionar serios sobresaltos y preocupaciones; terminando con una serie de peticiones acompañadas de nueva oferta de 20.000 ducados por la reunión de las tres ferias, con privilegio rodado de "que no haya ninguna otra feria franca ni por franquear desde los puertos de Vaños y Segovia hasta el mar".

No logró Medina el anhelado acaparamiento de las ferias de Castilla, pero se consoló con no verse despojada de la suya propia en beneficio de Valladolid.

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96. - Sentencia de Muerte

El peligro nos seguía acechando y no tardó en sobrevenir la crisis fatal. Las costosísimas guerras que sostenía España demandaban con apremio dinero y había que sacarlo de donde lo hubiera, adoptando el Conseco de Hacienda resoluciones fiscales de extrema gravedad, que vinieron a ser la sentencia de muerte pronunciada contra las ferias. Por haber sido francas de alcabalas, los mercaderes de media Europa vinieron a ella a gozar del beneficio de comprar a bajos precios; por dejar de serlo comenzaron a ahuyentarse.

Por decreto de 1 de septiembre de 1575 suspendía Felipe II todas las consignaciones de cualquier clase hechas a los hombres de negocios por asientos y cambios, y se timaban otras medidas equivalentes a una confiscación en regla y a una suspensión de pagos. En virtud de estas disposiciones, que llevaron a la quiebra a importantes casas de Lyon, Amberes, Venecia, Milán y Génova, con sucursales en ésta, cesaron los cambios y pagos durante tres años, a igual tiempo estuvieron suspendidas las ferias.

A esto se añadió el aumento de tributos y alcabalas. Hasta el reinado de Enrique IV fueroin totalmente francas. Entonces, sin precisarse la fecha, comenzó la imposición de once al millar en las ferias de mayo y octubre, y diecisiete en las ferias de los siete mercados semanales en los jueves, desde el Santo hasta el del Corpus: imposiciones muy llevaderaspor ser tanta la concurrencia de mercaderías y porque fuera de ferias cobraban las alcabalas a razón de ciento al millar (5). Por su partelos encabezamientos, que, desde el general del Reino que comenzó en 1536, con 8.510.000 maravedises repartidos a esta villa, habían subido hasta 12.400.000 en que se cifraba por el año 1574, iban a experimentar una subida agobiadora. La Contaduría real había formado un concepto muy exagerado de la opulencia de la villa y le repartió la enorme suma de 43.400.000 mrs., de los cuales, 40.232.000 a la villa y el resto de los pueblos de su tierra. No aceptando la villa este encabezamiento por considerarle exorbitante y ruinoso, fue puesta en administración, y el contador, Luis de Peralta, enviado al efecto, afanoso de su oficio, empezó a registrar las mercaderías poner portazgos y multiplicar toda suerte de diligencias fiscales para recaudar de diez a uno; y si logró los primeros años superar los doce millones de los anteriores encabezamientos, no superó sin embargo la mitad de los 40 cálculados quedándose aproximadamente en la cifra por la que transigían nuestros regidores que entonce se acreditaron de tan perspicaces hacendistas como leales vasallos. Lo peor de todo fue que, advertidos los mercaderes del rigor empleado por el fisco, soportaron aquella vez la exacción inevitable, pero no volvieron a Medina los forasteros, y como los comarcanos del Reino no hallasen en las ferias sucesivas el buen recaudo que solían, sobre el aumento de alcabalas, tomaron la costumbre de acudir a hacer las compras a las fábricas y a los puertos donde no se adeudaban alcabalas, abriéndose así nuevos rumbos al comercio e imposibilitando la vuelta al statu quo.

En verano clamó y suplicó Medina por voz de sus discretos regidores porque tuviese en consideración el Real Consejo que su riqueza principal no consistía en bienes raices inalterables, suceptibles de aguantar con mayor o menor menoscabo un tributo excesivo, sino en la mera contratación, que al menor soplo de contradicción podía ahuyentarse y trasladarse donde encontrara más ventajas. No fue oída, y sucedió lo irremediable. Más de 300 vecinos de Medina, de los más acaudalados, fijaron en poco tiempo su residencia en valladolid, donde, por estar encabezado, pagaban la cuarta parte de alcabalas, y otros muchos se trasladaron a otras ciudades, dejando a ésta "descabezada y totalmente acabada". Ossorio, pág. 315.

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97. - Traslado a Burgos y vuelta a Medina

La decadencia fue ya vertiginosa. Los intentos de rehabilitación resultaron inútiles. Se estimó que trasladándolas a Burgos lograrían completa restauración, y así lo hizo Felipe III cuando trasladó su Corte a Valladolid, de 1600 a 1606, trayendo en compensación la Chancillería a Medina, pero en la cabeza de Castilla tampoco prosperaron las ferias ni recobraron siquiera la salud perdida, y fueron reintegradas nuevamente a Medina para morir en su cuna, celebrándose en esta última etapa preagónica en cuatro tiempos, cada tres meses, con 25 días de franqueza cada uno: la primera desde el 24 de febrero al 25 de marzo; la segunda de 27 de mayo al 20 de junio; la tercera del 27 de agosto al 20 de septiembre, y la cuarta del 26 de noviembre al 20 de diciembre, dedicándose los 25 días íntegros a feria de mercaderías y los diez últimos a cambios y pagos.

Nuevas ordenanzas mandaron que hubiera en ellas un Prior y Cónsules elegidos y nombrados por los hombres de negocios que a ellas asistieran, de una a otra feria, con amplias facultades para conocer y fallar en cuantos pleitos se suscitasen sobre contratación. De nada sirvieron estas nuevas medidas para contener la fatal desaparición. Las lamentaciones que vemos, así en López Ossorio como en Montalvo, nos evidencian que de año en año disminuía progresivamente la contratación, quedando de las antiguas ferias solo la parte ritual y formularia, que iba a perdurar todavía un siglo.

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98. - Un siglo de supervivencia nominal

Esta supervivencia fue puramente nominal. Harto expresivo es a este respecto el auto de 19 de marzo de 1635 para formalizar el cuento de aquella feria. Asistieron diez apoderados de otras tantas casas levantinas, y después de establecido el cuento para las distintas plazas, nacionales y extranjeras, añadieron estas significativas palabras: "... y porque los que vienen a hacer el cuento vienen con hábito indecente, como vienen de camino, y el lugar donde se hace este acto es la sala consistorial desta villa, la parte más grave della, se ordena de aquí adelante entren con hábito decente y de otra manera no serán admitidos...". Se ve claro que los banqueros enviaban apoderados, más para cumplir con fórmula protocolaria que para realizar auténticas operaciones bancarias.

Quejóse más adelante el Ayuntamiento de que las casas aludidas no mandaban sendos apoderados, sino que conferían poder a una sola persona, y entonces, 8 de enero de 1658, se recibía carta de Valencia dando la explicación, no otra que, por la sublevación de Cataluña. Nápoles y Portugal, la ruina había sido tan grande que de 20 casas de ferias muy importantes, habían quedado reducidas a seis, y estas muy menoscabadas.

Posteriormente ya no se cuidaron los valencianos de enviar apoderados, porque uno de los escribanos del Ayuntamiento estaba habitualmente comisionado para representarlos en las operaciones de cuento; y el acta levantada en cada una de las ferias venía a ser calcada en la precedente; la tasa o el precio fijado para el cambio, el mismo sobre las distintas plazas, que eran invariablemente: Florencia, Plasencia (Italia), Lyon, Amberes, Lisboa, Barcelona, Valencia y Zaragoza.

Una prueba más de que la operación del cuento respondía más a un vano formulismo que a una realidad, es que el 24 de marzo de 1705 se leían en la sesión unos puntos que presentó el rector del Colegio de Jesús, recibidos de Valencia, "a fin de recibir noticias de la forma con que el prior y cónsules de la contratación hacen las cuatro ferias del año, y si las letras de cambio vienen a esta villa y cómo se dan los retornos...; y visto por la villa, tratado y conferido, acordaron llamar para el primer Ayuntamiento". Tratado efectivamente en el Ayuntamiento siguiente, después de larga deliberación, por o saber qué contestar, acordaron "que se busquen los libros antiguos para reconocer lo que en aquel tiempo se ejecutaba". Luego habían perdido hasta la noción de lo que fueron, y ya no eran, las complicadas operaciones de cambios y retornos...

Y esde el año siguiente se perdió hasta la fórmula, pues no se vuelve a ver en los libros la consuetudinaria operación del cuento trimestral, y se evaporó la única sustancia que había quedado de las ferias: los doblores que periódicamente remitía Valencia en pago de las certificaciones que expedía Medina para su feria de cambios. El decreto de Felipe V por el cual revertían a la Hacienda Real todos los privilegios no justificados, abolió los fueros de la ciudad del Turia y agotó en la villa del Zapardiel el último tenue manantial de la fuente que le diera tanta prosperidad.

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99. - Mercado franco

Fallidas, por otra parte, resultaron las esperanzas que pusieron los medinenses en la merced lograda de Carlos II, el 30 de junio de 1693, concediéndonos, a cambio de 2.000 ducados, un mercado francoel miércoles de cada semana "en que no paguen alcabalas no otros derechos... y que los días de dicho mercado, están en él, no pueden ser presos, ni prendados", ejecutados entregados ni demandadospor deudas, salvo si se hubiesen obligados a pagar en dicho mercado... ". Las ventajas obtenidas del mismo fueron mínimas, pues cuando en 1752 preguntó el Marqués de la Ensenada cuantas ferias y mercados había en la población, contestó nuestro Ayuntamiento "que tenía Real Provisión para celebrar en ella mercado en cada uno de los miércoles del año, reducido al presente a muy corto el comercio de géneros que en él se vendían".

No he visto fundamento legal para ningún otro legado, creyendo que el dominical de nuestros días es meramente suetudinario.

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NOTAS

Somos deudores a D. Cristóbal Espejo y a D. Julián Paz en su obra Las antiguas ferias de Medina del Campo, más concretamente en sus capítulos I, III, VI, IX y X, de muchas de las ideas desarrolladas en este estudio. A la misma deberá acudir el lector deseoso de información más detallada. De ella y no de sus fuentes originales hemos tomado las referencias a los testimonio de Gonzalo Chacón en La Crónica de D. Álvaro de Luna; de Fernández de Oviedo en Historia general y natural de las Indias; de Fr. Tomás de Mercado en tratos y contratos de mercaderes; de Navagiero en Viajes por España; de Pedro de Medina en Grandezas y cosas memorables de España; y de Valle de la Cerda el desempeño del patrimonio de S. M.

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(1) - En este documento y en otros antiguos es frecuente la alusión a Cuatro Calles, concepto que nadie ha precisado, y aunque por mi parte no he encontrado datos suficientes para descifrar totalmente el enigma, sí puedo asegurar que tal denominación no correspondió a una calle determinada y menos a una encrucijada, como creyó Antero Moyano, sino a las calles de Cuenca, Toledo, Segovia y Palencia ciudades del Reino, que recibían tal denominación del hecho de aposentarse precisamente en ellas los mercaderes de sus respectivas procedencias; y el colectivo de Cuatro Calles por afectarles privativamente, a tales mercaderes, peculiares ordenanzas. Un clérigo de San pedro, Cristóbal Ruiz, en su testamento otorgó en 1535, legaba una casa sita "en las cuatro calles desde villa y en la calle Segovia...". En el libro 2º de becerro de Santa María del Castillo se describen unas casas sitas "en la calle de Toledo en las cuatro calles della...", La de Cuenca y Toledo existen todavía. La de Segovia fuela actual de Ramón y Cajal que perdería su genuino nombre por alguna sinrazón para recibir primero el de Gallegos, y después el que ahora tiene. Hubo también calle de Palencia que no he podido localizar.

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(2) - Un vate de la época hizo esa pintoresca descripción de aquél emporio mercantil:

Está San Miguel
Y los corredores,
Junto a Zapardiel
Arcas de escribanos
Seros ha notorio
No se dan de manos.
El gran Consistorio
Y veréis los cambios
De los regidores
Cambios y recambios.
Justicia y señores,
Y el rollo y la albarca,
Todos en cuadrilla
La noria con cerca.
Gabiernan la villa.
Es grande alegría
Luego en continente
Ver la Joyería
pasaréis la puente.
Y la Mercería
Y a un paso de grúa
Y la Librería
Pasaréis la Rúa,
Con la Lencería
Pero en esta calle
Y el reloj armado
No es razón que calle
De San Antolín.
Que hay mil ejercicios
Y luego a mandrecha
De dos mil oficios.
Una calle estrecha,
Veréis los traperos,
Y por allí van
Sastres, calceteros
Luego a San Julián
Y los tundidores
.............................................
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(3) - La fianza exigida a los cambistas solía superar los cien mil ducados. Ossorio, pág. 332.

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(4) - Lo más suntuoso del documento aludido es lo que sigue: "Por el mes de mayo pasado Francisco Gutiérrez de Cuellar, por mandado de V. M. dio en el Ayuntamiento...que la voluntad de V. M. era juntar las ferias de Villalón e Rioseco en una y que supiese de la dicha villa los propios que tenía y con lo que podía servir porque se pidiesen en ella, a lo cual se le respondió que la villa de Vallid ha pedido y suplicado a V- M- le haga merced de las dichas ferias y de la de mayo y octubre que son desta dicha villa...; Medina del Campo suplica humildemente a >V. M. no sea servido de permitir que se trate de semejante cosa, pues dichas ferias de mayo y octubre son suyas, por merced y privilegio que della tiene, confirmado por V. M. e por otros Reyes sus antecesores y por muchas leyes destos reinos... y porque no conviene al servicio de V. M. ni a su patrimonio real que se haga tal mudanza... porque no es justo que lo que es suyo, V. M. permite que se le quite, porque sería despoblarse la villa... y perder V. M. un pueblo tan principal...; y las rentas reales vendrían a tanta disminución que no valdría dos mil ducados cada año, demás que sería destruir y perderse la nobleza y vecinos..., porque tienen la mayor parte de sus haciendas en censos y rentas de casas en gran valor y cantidad, que todo se perdería, porque se sustenta con la contratación y para este efecto, confiado en el derecho de sus ferias, han comprado las heredades e hecho las casas que tienen en que han gastado grandes sumas, aunque se han quemado muchas veces, y porque la dicha villa es lugar más conveniente para las dichas ferias, trato e comercio dellas, que otro ninguno de estos reinos, así por estar trazada y edificada como es notorio, al propósito y fin de los negocios y como es menester pa ellos, como por estar sentada y edificada en la mayor comarca de Castilla pa el acomodo de los pueblos que han de traer sus mercaderías a él, y ser lugar que se su propia cosecha está proveído de todos los mantenimientos necesarios, y porque es lugar tan recogido en sí, que ningún tratante puede echar vicios que ofenda su trato que no se le entienda y sepa luego, y porque le faltan las ocasiones que otros lugares tienen pa hacerse los tratantes viciosos e destraídos de sus negocios...; donde es el concurso de todos los negocios, así en verano como en invierno, ser toda la villa edificada de soportales de tal manera que el sol del verano ni el agua del invierno los ofende, y tan junta la contratación al aposento de las mercaderías que no se pueden perder los unos a los otros de vista, lo cual todo cesa en la villa de Vallid, por no concurrir en ella las partes dichas... e de de ser como en Vallid lugar tan grande y tan aparejado pa hacerse viciosos y destraídos de sus negocios, y falto de leña, y pueblo donde hay tantos alguaciles, alcaldes y justicias, que es la cosa más contraria a la contratación y que más la inquieta y ofende con los achaques y molestias; por todo lo cual la dicha villa de Medina suplica a V. M. le haga merced que todas las dichas ferias se junten y pongan en ella, e se reduzca a tres ferias con los mesmos derechos e con los que han estado y están las de mayo y octubre... y que los pagos de la una por el mes de hebrero, los de la otra por el mes de junio, e los de la otra por el mes de octubre de cada año, porque en estos dichos meses los tratantes y personas que han de cumplir e negociar en las ferias habrán cobrado los juros, censos, rentas de casas y dehesas y otras posesiones, e las cosechas de pan y vino, y deudas que les debieran pa poderse aprovechar de todo ellos en los dichos pagos, y los mercaderes andarán descuidados y tendrán las pascuas y cuaresmas en sus casas. Otrosí hacemos saber a V. M. que todas las mercaderías que venían por mar de Francia, Flandes, Denamarca, Alemania, Escocia e otras partes, se traían a vender e vendían por los mismos dueños que las traían en las ferias de mayo e octubre... que es una de las cosas que sostentan las ferias, y de algunos años a esta parte no vienen sino que se quedan en los puertos de Vizcaya y demás que hay en aquella costa donde vienen a descargar, y ansí las ferias han recibido gran daño e diminución, y se siguen otros inconvenientres, que algunos de ellos con que por ser la mar libre de alcabala, se pierde el alcabala de la primera venta que podía pagar en la dicha villa y que el mercader que la trae, como no costea sobre ella, la vende más cara, lo cual no haría si el dueño della la trajese a vender a la feria, y que el vecino del reino que va a comprar la dicha mercadería lleva todo el dinero que pueda pa la pagar, y como se halla a la legua del agua, a la ganancia de pasar el dinero es tan grande, lo sacan y pasan al extranjero... y así es la puerta por donde se saca todo el dinero destos reinos...; y porque cesen los dichos daños y vengan a las dichas ferias e haya gran concurso della y de gente, la dicha villa suplica a V. M. mande que no se pueda vender ninguna mercadería que venga de fuera del, sin de poner e registrar primero en la dicha villa, y para que no se pueda sacar del reino los dineros que son el alma de las ferias V. M. mande y se prohíba que dentro de las doce leguas ninguno, poniendo puerto como los hay entrestos reinos y los de Aragón, pues la mar en estos casos es raya de Francia e Inglaterra y los demás reinos arriba dichos... Otrosí decimos que de algunos años a esta parte, a los veinte días de cada mes se hace un mercado en la villa de Villalpando a vender y comprar lienzos y cordobanes y otras cosas que se traen de Galicia e Portugal en gran cantidad, y por la franqueza que allí se les hace dejan de venir a Medina donde siempre vinieron, en gran daño de las dichas ferias e aún del patrimonio de V. M...; por tanto suplico a V. M. mande quel dicho mercado cese... Otrosí decimos que a causa de una premática... por la cual se mande que ninguna persona pueda comprar paño por junto para tornar a vender en feria, han dejado de venir a ellas muchas mercaderías, e así viene en diminución el comercio, porque los tratantes a que los han menester los vez a comprar donde se hacen los dichos paños, y de allí los llevan a donde quieren y dejan de venir a la feria... Medina suplica a V. M. mande suspender la ejecución de la dicha premática... ques muy dañona a las ferias e no provechosa al reino, porque yéndolo a comprar a sus casas los vende a a más excesivos precios e no pagan el alcabala por estar encabezados en sus propios lugares. Otrosí decimos que Medinaestá lejos de donde hay los mantenimientos de aceite, sal y pescados...; y suplica a V. M. le haga merced quel jueves de cada semana... dichas cosas de comer que se vendieren sean francas de alcabala. Otrosí suplicamos a V. M. sea servido de dar privilegio rodado de todo lo arriba dicho, y que no haya ni pueda haber jamás otra feria franca ni por franquear en todo el reino de los puertos de Baños y Segovia hasta el mar... `pues las alcabalas tercias y derechos de la dicha villa de Medina son de V. M. y el crecimiento que en ella hubiere es pa Vuestro patrimonio real. Y haciendo V. M. esta merced a la dicha villa e vecinos della, segund e de la ,manera que lo tenemos pedido y suplicado, por el crecimiento que habrá en las rentas reales, en los diezmos questá encabezada, y por la merced que V. M. hace a la dicha villa e su tierra e partido de incorporar las dichas ferias de Rioseco y Villalón en la dichavilla... servirá a V. M. con cien mil ducados, de más e allen de los cien mil ducados que por el pliego que se dió a francisco Gutiérrez de Cúellar, la dicha villa tirene ofrecido; por manera que todo lo con que servirá es ducientos mil ducados, pagados en diez años, con la merced comience desde primero día del mes de enero de año sesenta y siete".

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(5) - Véase el documento que inserta D. Ildefonso Rodríguez, pág. 642.

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