|  
         
          
       
        Villa histórica, 
          monumental, escultórica y paisajística 
        Villa 
          de las Ferias 
       
       
         
        
         
        
         
         
          13-03-10 
            - Pregón de la Semana Santa de Medina del Campo en Sevilla 
            por el escritor y periodista Ángel María de Pablos, 
            26 DE FEBRERO DE 2010 
          Reporteaje 
            de la presentación de la Semana Santa de Medina del Campo en 
            Sevilla 
         
          
         
          Llego 
            hasta este estrado con respeto. Y con una profunda admiración. 
            Vengo para hablar ante vosotros que formáis parte de una ciudad 
            larga en historia, dueña de un riqueza monumental envidiable 
            que, en no pocas ocasiones, ha engrandecido mi espíritu con 
            la contemplación de un patrimonio que ofrece al visitante muestras 
            tan excepcionales como los Reales 
            Alcázares, la Torre 
            del Oro, la Giralda, 
            el Archivo 
            de Indias, el palacio 
            de San Telmo o la Universidad, 
            ante cuyo Cristo 
            de la Buena Muerte tantas veces me he postrado, tantas veces he 
            rezado. Y cito solo unos ejemplos por no alargar aquí una relación 
            que vosotros conocéis mucho mejor que yo
 Vengo para hablaros 
            de Semana Santa, 
            a vosotros, amigos sevillanos, que sois el compendio de cuantas semanas 
            santas se conmemoran en el mundo desde la filigrana de vuestras antiguas 
            mezquitas transformadas en iglesias, desde la intensidad de vuestras 
            viejas sinagogas convertidas en templos cristianos, desde la austeridad 
            de vuestros conventos nacidos para divulgar la vida y la muerte del 
            único Dios, la única fe, el único sentimiento
 
            San 
            Clemente, Santa 
            Clara, Santa 
            Inés, Santa 
            Isabel, Santa 
            Paula o el de San 
            Leandro de las agustinas ermitañas, que mueven no solo 
            el alma sino el cuerpo también y es que sus Yemas se deben 
            a una repostería que no es, en absoluto, humana
 Vengo 
            para hablaros de una Semana 
            Santa que siempre es la misma aunque, impulsada por las mil y 
            una culturas que conviven en nuestro país, parece siempre diferente. 
          
          Llego 
            deslumbrado por ese carácter vuestro que, en su grandeza, no 
            es sino una muestra más de esa Semana 
            que, según donde se viva, puede ser austera, o puede ser penitente
 
            Que puede estar envuelta en el carácter vivo que transmitís 
            desde el sur, un carácter manifestado a través de ese 
            dolor que se convierte en saeta, de unos mantos que se enriquecen 
            con el joyel del amor humano, de unos tronos que arden en la cera 
            del desgarro y lucen con el fuego de la pasión. ¡Hay 
            tantas Semanas Santas!... ¡Tantas!... 
          Es 
            todo un reto subir aquí
 Mucho más cuando, como 
            en estos momentos, el dolor y la emoción cortan mi respiración 
            exterior y ahogan mi tranquilidad interior. Hace unos días 
            se nos ha muerto Jesús 
            Matilla, presidente que fue de la Junta de Cofradías durante 
            algunos años, un medinense de corazón que quiso a Medina 
            hasta el último suspiro, un trabajador incansable a la búsqueda 
            de horizontes más despejados para esta hermosísima manifestación 
            religiosa, dueño de iniciativas que promovieron el respeto 
            y el cariño hacia lo que no es sino, como en todas las Semanas 
            Santas del mundo, una manifestación de fe, una reafirmación 
            de todo cuanto aprendimos desde niños
 Jesús no 
            podrá vivir la Semana 
            Santa del 2010 como vivió las anteriores, a pie de calle, 
            con el hábito blanco de su cofradía: la Oración 
            del Huerto, acompañando a la imagen de su devoción, 
            el Cristo 
            orante entre los olivos, como la había acompañado 
            desde sus años más chicos
 Perdonad que hoy, aquí, 
            donde él tenía pensado estar para acompañarnos, 
            deje que su recuerdo vuele sobre las cabezas de todos cuantos le queríamos 
            aunque el dolor nos ahogue las palabras y la ausencia nos lacere el 
            alma
 Perdonad que, desde lo más profundo de mi corazón, 
            os ruegue a todos una oración sencilla por el eterno descanso 
            de quien, con todos nosotros, sevillanos o medinenses, compartió 
            su amor apasionado por la Pasión de Cristo, por la Semana de 
            Pasión, por la Semana 
            Santa... 
          El 
            reto, pues, amigos míos, se hace mucho más duro
 
          
          Pero 
            el reto es aún mayor si consideramos que vengo para hablaros 
            de una tierra noble que se levanta en el eje del paisaje castellano, 
            de una villa abierta a los campos que la rodean y que aún conservan, 
            a Dios gracias, la misma feracidad de antaño
 capital 
            que fue de un reino gobernado por una gran reina
 punto de reunión 
            para dos de los santos más ilustres que figuran en el santoral: 
            Santa 
            Teresa de Jesús y San 
            Juan de la Cruz
 refugio de artistas inigualables tocados 
            por el don de la inspiración divina, Domingo Beltrán, 
            Luis Fernández de la Vega, Juan Picardo, Francisco Rincón, 
            Sebastián Ducete, Maestro de Covarrubias y tantos y tantos 
            otros que se encajaron en el genérico nombre de Escuela Castellana
 
            Vengo a hablaros de Medina 
            del Campo, estuche de joyeles únicos como su Colegiata 
            entre cuyo gótico tardío reside la Archicofradía 
            de Nuestra Señora de las Angustias, y la Cofradía 
            de Nuestra Señora de la Soledad y Virgen de la Alegría, 
            y la Cofradía 
            de Nuestro Padre Jesús Nazareno
 También es 
            la Medina 
            de los campos villa regada por las oraciones que nacen en el Convento 
            de Dominicas Reales en cuyo seno descansa la reina de Aragón, 
            doña 
            Leonor, o en el de las Madres 
            Agustinas que enlazan con el espíritu de vuestro Monasterio 
            de San Leandro y que conserva en su interior un impresionante 
            Calvario 
            de Esteban Jordán, o en el Monasterio 
            de Santa Clara donde se adora a un Cristo 
            del siglo XIV que es compendio y suma de los dolores en la Crucifixión
 
            Os hablo de esa Medina 
            preferida por la reina Isabel 
            la Católica y vigilada por su real mirada desde la orgullosa 
            torre del homenaje que preside el Castillo 
            de la Mota, símbolo y guía de la Villa sobre la 
            que se alza desde el altozano en el que descansa
 Os hablo de 
            esa Medina 
            que mantiene en su Palacio 
            Testamentario no solo los deseos finales de la gran reina sino, 
            también, los últimos suspiros de una gran mujer
 
            Y que ofrece al visitante la singularidad de sus edificios tanto civiles 
            (Palacio 
            de los Dueñas... Palacio 
            del Almirante
 Carnicerías
 
            Hospital 
            Simón Ruiz) como religiosos (ermita de San 
            Roque fundada por San 
            Vicente Ferrer en 1412, iglesia de la Concepción 
            con uno de los Ecce 
            Homo más hermosos que han salido de gubia alguna, Santiago 
            el Real considerado bien de interés cultural, San 
            Miguel Arcángel acariciado por las notas de su formidable 
            órgano barroco, o la iglesia de Santo 
            Tomás donde puede contemplarse el impresionante retablo 
            de Francisco del Rincón)
 Medina 
            de los campos castellanos, que comparte sobre todo las luces de otros 
            siglos, de un pasado paralelo que vivieron los medinenses de la mano 
            de tantos otros reinos y de un futuro que, también, quienes 
            residís en otros reinos y los medinenses, quisiéramos 
            ir descubriendo juntos y paso a paso
 
          
          Pero, 
            vamos a detenernos en algo que, viniendo del pasado y siendo parte 
            de nuestras propias raíces, tenemos la obligación de 
            proyectar hacia el futuro para que se mantenga por los siglos que 
            irán llegando con la misma intensidad con que se ha mantenido 
            hasta nosotros a lo largo de los siglos que ya han sido. 
          Vengo 
            aquí para hablaros de una Semana 
            Santa, de la Semana 
            Santa de Medina 
            del Campo que, cuando nos encontramos en el seno del siglo XXI, 
            tiene la inmensa virtud de ser la misma que hemos ido viviendo durante 
            el siglo XX, el valor de no perder ninguna de aquellas características 
            que merecieron páginas de reflexión en las crónicas 
            de la época más remota, de renacer cada año sobre 
            el mismo espíritu del siglo XV. 
          La 
                Semana Santa 
            de Medina 
            del Campo, que es la fiel expresión de la fe de un pueblo. 
            De un pueblo que se regocija en la alegría del Domingo de Ramos 
            y que muere en la Cruz del Viernes Santo. De un pueblo como el medinense 
            que vive, día a día, la Semana de Pasión y que 
            sufre, año tras año, con los dolores y las espinas de 
            Nuestro Señor. 
          Vengo 
            para hablaros de una Semana 
            Santa. Y, al hacerlo, quiero rendir ante vosotros un sentido homenaje 
            a quienes han pregonado esta manifestación en las mismas iglesias 
            de Medina 
            y han sabido aportar, cada cual en su especialidad (investigación, 
            dogma, periodismo, poesía), los datos que, reunidos en una 
            misma fe, dejan constancia de los valores infinitos que se conjugan 
            en Medina 
            del Campo. Así, por ejemplo, el ilustre investigador y 
            director del Archivo de Simancas hasta su jubilación, Amando 
            Represa, dejó en 1984 constancia de una realidad incuestionable: 
          
"el 
            origen de las procesiones de disciplina -dijo el ilustre investigador- 
            arranca nada menos que de 1411 y son, por tanto, las primeras documentadas 
            cronológicamente, no sólo de nuestro ámbito castellano, 
            sino de España entera
. Nos consta que fray Vicente 
              Ferrer estaba en Valladolid 
            capital en el Adviento de 1411 y que la entonces regente de Castilla, 
            la reina catalina de Lancaster, junto con el infante don Fernando 
                  de Antequera (nacido en Medina, 
                    Señor de Medina y más tarde rey de Aragón), precisamente 
                    por la influencia oratoria de fray Vicente, 
                      quisieron oir al futuro Santo. La noticia del Memorial casa perfectamente 
                      con las andanzas del fraile por Castilla y nada tiene de extraño 
                      su predicación en Medina 
            por sus relaciones con el infantazgo"
 
Amando 
            Represa añade para confirmar sus palabras: 
          
"lo 
            hasta aquí expuesto es seguro y comprobable documental e históricamente". 
          
          Estoy, 
            pues, presentando ante vosotros las procesiones de disciplina más 
            antiguas de España y, seguramente, más antiguas del 
            mundo según la comprobación documental a la que se refiere 
            el investigador. Implantadas las procesiones de disciplina por el 
            Santo 
            valenciano, han ido como es lógico evolucionando con el paso 
            de los años aunque el espíritu sea el inicial de aquellos 
            pretéritos tiempos. Hoy en día, la Semana 
            Santa de Medina 
            arranca el Viernes de Dolores con la procesión de Nuestra 
            Señora de las Angustias, patrona por demás de la 
            Villa y alcaldesa perpetua. 
          Por 
            ello, en esta primera procesión, el alcalde cede su bastón 
            de mando, que es colocado a los pies de la Señora 
            para que lo luzca en el desfile procesional. Los medinenses tienen 
            gran devoción por la imagen de Nuestra 
            Señora de las Angustias o "La Dolorosa", como 
            la conocen de forma tradicional, y acuden en masa a entonar la Salve 
            a la llegada de la imagen al templo. 
          La 
            poetisa Carmen Isabel Santamaría, en el pregón que pronunció 
            el año 1987 en la iglesia de los Padres 
            Carmelitas, escribió un canto inigualable a la patrona: 
         
        El 
            amor desbordado se derrama 
            en la noche del Viernes de Dolores. 
            La Madre 
            vacilante va entre flores 
            y lleva en su regazo al que más ama. 
            Fuego divino la prendió en su llama 
            y una vez que fue ardida, hubo temores. 
            Sentíase morir
 ¡Cuántos horrores!... 
            Inerte el Hijo. Duro panorama 
            proclive para el luto y la amargura. 
            Y hay un llanto callado que corona 
            la tierna suavidad de la hermosura. 
            Y Medina, 
            que adora a su patrona, 
            queriendo mitigar tal desventura, 
            en tanta soledad no la abandona.
          
          
          
          Cuando 
            la noche ha extendido su negro manto en el Sábado de Pasión, 
            se celebra el traslado procesional del nazareno 
            de la Cruz de ermita a ermita, desde la ermita de San 
            Roque en la que reside a lo largo del año hasta la ermita 
            del Amparo, 
            donde habitará a lo largo de estos tan señalados días. 
            En Medina 
            se conoce al Nazareno de la Cruz como el "pequeño Nazareno" 
            debido a su tamaño, de tan solo 85 centímetros. Pero 
            la pequeñez de la talla no impide que sea una grandísima 
            obra de arte de papelón, técnica de antaño en 
            la que se mezclaba el papel, el cartón y la tela encolada para 
            dar forma a las imágenes. Tallada en madera, esta figura tiene 
            tan solo los pies, las manos y la cabeza. Y es una de las pocas, poquísimas 
            imágenes procesionales, de papelón, que han llegado 
            hasta nuestros días y que aún desfila. 
          Mariano 
            García Pásaro, mi amigo entrañable y un poeta 
            tan grande como los campos de su Medina 
            natal, utilizó en el pregón que pronunció el 
            año 1990 una oración romanceada que Antonio 
            Sánchez del Barrio escuchó y recogió para 
            la historia de las tierras de Medina: 
         
        Jesucristo 
            se ha perdido, 
            María le va a buscar, 
            le busca de huerto en huerto, 
            desde rosal en rosal; 
            debajo de un rosal blanco 
            un hortelano allí está: 
            - Hortelano de mi vida 
            me has de decir la verdad, 
            si a Jesús 
            de Nazareno 
            por aquí has visto pasar. 
            - Si señora, si le he visto 
            antes del gallo cantar, 
            una cruz lleva en los hombros 
            que le hacía arrodillar, 
            una soga en su garganta 
            que de ella tirando van.
        
          
          
          El 
            Domingo de Ramos es un paréntesis en la agonía de los 
            otros siete días. La procesión de la borriquilla 
            pone una nota de color y de simpatía en las celebraciones de 
            la Pasión con los niños en las calles aportando su humana 
            algarabía a la divina conmemoración. Se bendicen los 
            ramos y también los ramos presiden la eucaristía en 
            la iglesia de Santiago 
            el Real. La imagen procesional se compró por suscripción 
            popular en 1945 gracias, sobre todo, a las aportaciones de los niños 
            en las catequesis y, en sus primeros años, desfilaba sobre 
            un carro fabricado con ruedas de bicicleta. En honor a la simpatía 
            de los cofrades infantiles que participan, debo decir que es la única 
            procesión de cuantas se celebran en la Villa capaz de romper 
            el silencio que caracteriza la Semana 
            Santa de Medina 
            del Campo. 
          En 
            el pregón que yo pronuncié en la iglesia de San 
            Miguel la Semana 
            Santa de 1997, utilicé unos versos de mi padre, también 
            escritor y poeta, que definen por sí mismos el ritmo y la alegría 
            de este domingo enfundado en los ramos de los niños: 
         
        Hoy 
            es domingo, domingo 
            (el viento lo va cantando 
            en el sol de la mañana) 
            hoy es domingo de ramos
 
            Allá va la borriquilla 
            por la plaza y, a su paso, 
            en el aire tintinea 
            la voz de los campanarios. 
        Y 
            la Plaza de Santiago 
            florece luego en los ramos 
            y en las palmas de los niños, 
            palmas rubias, bosque andando, 
            río de espuma amarilla, 
            niños vestidos de blanco, 
            colegialas de uniforme 
            con el "hosanna" en los labios
 
            Al azul de la mañana 
            lo va el viento pregonando: 
            hoy es domingo, domingo, 
            hoy es domingo de ramos
 
            ¡Jerusalén aquel día 
          sería un pañuelo blanco!...
        
        
          Ese 
            mismo domingo, adornado con las palmas y los ramos de olivo, cuando 
            la noche cae sobre la Villa y el recogimiento íntimo y personal 
            domina el ajetreo habitual, desde la iglesia de la Inmaculada 
              Concepción de los Padres Carmelitas se pone en marcha la 
            Peregrinación del Santo 
              Cristo del Amor. Una peregrinación que se apostilla con 
            el subtítulo de "Meditación de las Siete Palabras" 
            y que, si bien se trata de una procesión de penitencia, puede 
            considerarse también como una procesión popular ya que 
            son numerosos los fieles que acompañan a la imagen, una talla 
            del siglo XVI de autor anónimo dentro de la llamada Escuela 
            Castellana. Los fieles alumbran con sus velas durante todo el recorrido 
            y existen momentos de especial emoción allí donde la 
            procesión se detiene para meditar sobre cada una de las siete 
            palabras que pronunció Cristo en la Cruz. 
          Haciendo 
            referencia a la condición anónima del escultor que talló 
            este  
            Cristo del Amor, quiero traer aquí un hermoso soneto que 
            escribió el poeta y académico vallisoletano Godofredo 
            Garabito Gregorio para su pregón del año 1991. Decía 
            Godofredo que "las esculturas de los pasos de Medina 
            empiezan a latir como si las gubias de los mejores imagineros castellanos 
            siguieran sacando del pino su alma inmortal y, entre tanto, cualquier 
            mercader de aquellos siglos gloriosos, acercándose al escultor 
            le dice: 
         
        No 
            tienes manos para hacer demoras. 
            Desesperadamente estás viviendo 
            y al aire de tu gubia estás poniendo 
            tantas vidas en los pinos que atesoras. 
            Cabalgan sobre el viento tantas horas, 
            por tierras de Medina 
            están latiendo 
            el céfiro y la tarde que muriendo 
            alcanzan plenitud donde tu moras.
         
        Esta 
            madera se hizo oración, llanto. 
            Crepúsculo, alborada, poesía, 
            cantata, fontana, salmodia y canto
 
            Todo se va creciendo en armonía, 
            mientras tanto tu vivas, mientras tanto 
          insuflas al madero profecía.
        
        
          El 
            lunes y el martes santo son días dedicados al santo rosario 
            y, de una manera especial, a los jóvenes que fueron quienes 
            tuvieron la iniciativa y, por ampliación, a todos los hombres 
            de Medina. 
            Los Rosarios de Penitencia son recientes y datan del año 1954, 
            cuando un grupo de jóvenes medinenses decidió implicar 
            a los hombres de la villa para rogar por el fin de la invasión 
            de Hungría. Es una de las procesiones que mejor conserva el 
            carácter austero de las celebraciones pasionales en Castilla 
            porque, en ella, los jóvenes y los hombres que participan entonan 
            oraciones y cánticos penitenciales por las calles que se incluyen 
            en los recorridos. Y digo recorridos, en plural, porque el trazado 
            previsto para el martes es distinto por completo del que se recorrió 
            el lunes. 
          El 
            ya tristemente desaparecido consejero de Cultura de la Junta 
            de Castilla y León, 
            Emilio Zapatero Villalonga, en su pregón del año 1995 
            incluía unos versos amargos de Miguel de Unamuno que nacen 
            cuando, al leer a Julio Senador tras su recorrido por nuestros páramos 
            de tierras áridas y secarrales baldíos, le llega el 
            dolor del olvido hasta lo más profundo del alma. 
         
        ¡No 
            hay nada más eterno que la muerte; 
            todo se acaba! -dice a nuestras penas- 
            no es mi sueño la vida, 
            todo no es más que tierra, 
            todo no es sino nada, nada, nada
 
            y hedionda nada que al soñarla apesta. 
            Es lo que dice el Cristo pesadilla, 
            porque este Cristo de mi tierra es tierra.
        
        
          Este 
            año, la Semana 
              Santa de Medina 
                del Campo tiene una importante novedad. Se suma una procesión 
            más en la noche del martes santo. Porque, si los hombres tienen 
            sus rosarios de penitencia ¿por qué no habrían 
            de tener las mujeres el suyo?... ¿Y qué mejor que las 
            mujeres acompañen en su soledad a esa María a quien 
            el Hijo, con su muerte, dejó tan desamparada?... Las mujeres 
            acompañarán a la nueva talla mariana que ha sido bautizada 
            con el nombre de Virgen 
              de la Esperanza. Y como es la primera vez que procesionará 
            ese Rosario de la Esperanza y, por lo tanto, no puedo recurrir a ningún 
            antecedente pregonero, permitidme que añada aquí una 
            oración en soneto que me inspiró, en su momento, el 
            desamparo de nuestra Madre: 
         
        Quiero 
            llenar tu Soledad de amor 
            porque llenes de luz mis soledades... 
            porque cubras de fe mis impiedades, 
            purgo mi soledad en tu dolor...
         
        Quiero 
            aliviar tu pena en el calor 
            de mi sed infinita de bondades 
            porque tu inmensa sed de eternidades 
          alivie la ansiedad de mi rigor... 
        Quisiera 
            ser, Señora, compañía 
            en esa Soledad de tu amargura... 
          Quisiera ser, Señora, día a día,
         
        el 
            sostén de tu triste desventura 
            porque nunca le falte a tu agonía 
          el beso de mi voz hecho ternura...
        
          
          
          Que 
            tremenda afirmación para la pluma de un profundo observador 
            como Unamuno
 Que tremendas decepción la del Rector de 
            Salamanca 
            cuando se duele del secular retraso al que se ha condenado a no pocos 
            de los pueblos que habitan nuestro paisaje castellano
 Pero ese 
            dolor y esa decepción empalman con el Vía Crucis Popular 
            del miércoles durante el que se procesiona al llamado Cristo 
              del Vía Crucis, otra imagen anónima nacida de la 
            gubia desconocida de un maestro perteneciente a la Escuela Castellana. 
            A lo largo del recorrido están marcadas las catorce estaciones 
            y en cada estación se hace una parada y una meditación. 
            Impresiona ver a más de tres mil personas acompañando 
            al Cristo 
            en un silencio absoluto y casi solemne, roto únicamente por 
            el rezo de las plegarias que los penitentes van desgranando. 
          En 
            el pregón que yo pronuncié en el año 1997 me 
            referí a uno de los Vía Crucis que la historia habla 
            para Medina 
            del Campo. Me referí al Vía Crucis de los humilladeros 
            y lo hice con tal pasión que, incluso, recomendé recuperarlo 
            porque, en su momento, aquello suponía un abrazo místico 
            a la ciudad, y a sus gentes, y a sus costumbres y a sus, a veces, 
            penosas, sufridas y hasta despiadadas tareas de cada día. Y 
            escribí unos versos que rezaban así: 
         
        En 
            las catorce estaciones 
            la procesión que camina 
            paso a paso, se detiene 
            y la multitud, contrita, 
            canta su dolor y siente 
          la pesadumbre divina. 
        El 
              Cristo 
            Crucificado, 
            quebradas sus dos rodillas, 
            derrotado por el peso 
            de la Cruz, pasa y nos mira 
            como diciéndonos algo 
            en su mirada infinita, 
            para dejarnos la huella 
            de su rostro, imagen viva, 
            para siempre en nuestros ojos, 
            en el alma pura y limpia 
            de nuestro paño de lágrimas 
            como sagrada reliquia
          
        
        
          La 
            Procesión de la Caridad, que parte de la iglesia de Santiago 
              el Real y regresa al mismo templo después de cubrir un 
            amplio recorrido, acompaña a la imagen del Cristo 
              de la Agonía, una de las obras cumbres de ese gran imaginero 
            que fue Domingo Beltrán de cuya gubia nació en 1565. 
            La peculiaridad de esta procesión es la promesa solemne de 
            silencio que realizan todos los cofrades antes de ponerse en marcha. 
            Y aunque, ahora, su salida está prevista para las nueve menos 
            cuarto de la noche, a la manera de prólogo a la impresionante 
            procesión de la Vera Cruz, cuando las calles se van quedando 
            solas y el frío comienza a azotar los rostros, en sus orígenes 
            desfilaba el Jueves Santo por la mañana y acudía a la 
            cárcel donde se liberaba a un preso. 
          Joaquín 
            Díaz, el folklorista y cantautor vallisoletano, escogió 
            para su pregón del año 2001, pronunciado en el templo 
            de las Madres 
            Agustinas, el "Punge lengua" del obispo Fortunato, misterioso 
            pero intenso: 
         
        Cante 
            la voz del cuerpo más glorioso 
            el misterio sublime y elevado 
            de la sangre preciosa que, amoroso, 
            en rescate del mundo ha derramado, 
            siendo fruto de un vientre generoso 
            el rey de todo el orbe más sagrado. 
            De nuestra carne el verbo revestido 
            hace, con solo haberlo pronunciado, 
            que el pan sea en su carne convertido 
            y el vino en propia sangre transformado. 
            Y si a desfallecer llega el sentido 
            con la fe el corazón es confirmado.
        
        
          La Procesión de la Vera Cruz tiene su prólogo en cada uno 
            de los actos individuales que realizan las cofradías antes 
            de salir de sus templos. Cada cofrade, para este acto, se despoja 
            de su capa y desfila, tan solo, con su hábito. Todos los cofrades, 
            sin distinción de cofradías, llevan en su mano un farol 
            de forja a la manera antigua, con una vela en su interior mientras 
            los pasos son portados a hombros, sobre unas simples andas, sin luces, 
            sin adornos, sin flores y al ritmo de unos tambores destemplados hasta 
            concentrarse en la Plaza 
              Mayor de la Hispanidad, todavía hermoseada por la luz artificial
 
            Son las once y media de la noche
 La luz de las farolas se apaga 
            y únicamente ilumina el entorno la llama de las velas que arden 
            en el interior de los faroles de mano
 En esa media luz y dentro 
            del intenso silencio que acompaña la concentración, 
            resuena el Miserere interpretado por los propios cofrades. El momento 
            es de una sublime emoción para el que, sin duda alguna, resulta 
            el signo más emblemático e intenso de la Semana 
              Santa medinense. 
          En 
            mi pregón del año 1997, incluí unos versos que 
            tratan de reflejar de la manera más lírica posible la 
            emoción de ese momento en el que los cofrades y los fieles 
            entonan esa canción de perdón y piedad como si de una 
            plegaria se tratase: 
         
        ¡Cómo 
            suena el Miserere 
            por esas calles perdidas 
            en trance de amanecer! 
            ¡Cómo canta, llora y grita 
            en el "perdón, oh Dios mío" 
            su dolor la noche al día! 
            ¡Qué eco extraño el de los pasos 
            de la gente que camina 
            y sus cánticos, qué coro 
            de singular sinfonía 
            van dejando cuando dobla 
            la procesión las esquinas! 
            Sacrificio y penitencia: 
            en el alba florecida 
            la procesión de las sombras, 
            al retornar, se ilumina 
            con un clamor doloroso 
            que todo lo purifica. 
            Viento, luz, alba y estrellas 
            poniéndose de rodillas 
            tiñen de tristes presagios 
            las auras del nuevo día.
        
        
          El 
            nuevo día que se dispone a amanecer es el Viernes Santo que, 
            muy temprano, a las siete de la mañana, nos trae la Procesión 
            de Sacrificio que no es sino el traslado de un Cristo 
            tallado en el siglo XIV desde la iglesia de San 
              Miguel Arcángel hasta su sede en el Monasterio 
                de Santa Clara. No en vano la imagen, anónima como tantas 
            otras, como tantas otras dentro de la Escuela Castellana, recibe el 
            nombre de Cristo 
              de Santa Clara. La procesión discurre por las calles de 
            Lope de Vega y Aguacaballos hasta el barrio de La Mota, al pie del 
            Castillo 
            del mismo nombre que fue residencia de la Reina Católica. Justo 
            al llegar el crucificado a los límites de la barriada, son 
            los vecinos quienes toman el relevo a los cofrades para llevar ellos 
            mismos las andas durante el recorrido procesional por las calles de 
            su barrio. Allí se entona una saeta (una de las pocas, casi 
            ninguna, saeta que se escucha en la Semana Santa de Castilla) y comienza 
            el recorrido impresionante de una imagen gótica por las estrechas 
            calles de un barrio trazado "a la antigua". La comitiva, 
            por vez primera, pasará junto al mismo foso del Castillo 
            y al otro lado de su patio de armas. Y desfilará entre el verdor 
            de los campos hasta su entrada en el Concento 
            donde las Clarisas, 
            que esperan la llegada de "su" Cristo, 
            le reciben con un dolor especial. 
          El 
            poeta local, nacido y vecino de Medina, 
            Francisco Gavilán, interpreta la emoción que se siente 
            al contemplar ese Cristo 
            en plena agonía trasladado en el vuelo de un amanecer de sangre, 
            hasta su altar de siempre: 
         
        ¡Ay, 
              Cristo 
            de la Agonía! 
            Que con su triste mirar 
            haces que la pena mía 
            rompa en silencio a llorar 
            y a suplicarte perdón 
            por todos nuestros pecados, 
            que tenemos olvidados 
            sin quererlos recordar
        
        
          A 
            las once de la mañana, y para confluir en la Plaza 
              Mayor, desfilan dos de las imágenes más queridas 
            por las gentes de Medina: 
            Nuestro Padre 
              Jesús Nazareno, una de las figuras cumbres de Francisco 
            del Rincón y la Virgen 
              de la Soledad, ambas del siglo XVI y ambas dueñas de un 
            dramatismo que enaltece la Procesión del Encuentro. En ese 
            momento cumbre, que se produce en la Plaza 
              Mayor, el sistema de descenso y elevación que posee la 
            carroza del Nazareno 
            permite que la figura caiga arrodillada delante de su Madre constituyendo 
            uno de los momentos más emotivos y brillantes de la Semana 
            Santa. 
          El 
            periodista Francisco Muro de Íscar, en el pregón que 
            pronunció en la iglesia de Santo 
            Tomás Apóstol, en el año 2007, utiliza unos 
            bellísimos versos que reflejan el sentimiento de María 
            y la predilección de Medina 
            por su Madre: 
         
        Dame 
            tu manto, María, 
            la de las tocas moradas. 
            Clávame tus siete espadas 
            en esta carne baldía. 
            Quiero ir contigo en la impía 
            tarde negra y amarilla. 
            Aquí, en mi torpe mejilla, 
            quiero ver si se retrata 
            esa lividez de plata, 
            esa lágrima que brilla.
        
        
          Viernes 
            Santo. Ocho y media de la noche. Medina 
              del Campo se hace silencio. Y el silencio profundiza de tal manera 
            en el espíritu que hasta se contienen los suspiros. En el Convento 
              de las Madres Agustinas todo está preparado para que se 
            inicie la Procesión del Silencio, una procesión general 
            de la Pasión en la que participan las ocho cofradías 
            penitenciales que sacan a la calle dieciséis pasos monumentales. 
            En esta ocasión, la realidad de cuanto se va a contemplar supera 
            con creces aquello que las frases reflejadas en carteles y folletos 
            puedan decir. Se trata, sin duda, de un verdadero museo del arte renacentista 
            en la calle. Se trata, además, de la serie más importante 
            de Crucificados del siglo XVI de todas cuantas desfilan durante estos 
            días por la geografía española. Comenzando con 
            el Lignum Crucis, 
            obra anónima del siglo XVII, que abre la procesión con 
            sus impresionantes brazos de plata desde donde se muestra a los fieles 
            el camino de la redención. Medina 
              del Campo, como lo es una importante zona de esta Castilla nuestra 
            austera siempre, si, pero también enamorada de lo bello, de 
            lo hermoso, tiene un corazón flamenco desde el que se ama, 
            se canta y se siente la saeta. Por eso no es de extrañar que, 
            a lo largo del recorrido, ese silencio al que antes aludía 
            se vea cortado, de forma espontánea, por el arranque de alguna 
            saeta que entonan los aficionados a este arte tan vuestro pero que, 
            de alguna manera y desde el máximo respeto, asumen muchos castellanos, 
            asumen todos los medinenses. La sede del Centro 
              Católico de Obreros es el punto clave para esta manifestación 
            capaz de unir, a la aspereza de las costumbres castellanas, el rasgado 
            sentimiento de vuestra tradición andaluza. 
          Francisco 
            Gavilán que, como os dije antes, para eso es medinense, incluyó 
            en su pregón unas letrillas que bien pudieran algún 
            año cantarse como saetas. Esta primera, al paso de Nuestra 
            Señora de la Soledad
 
         
        De 
            sus ojos brotan 
            dos perlas finitas, 
            lágrimas de pena 
            que por ser chiquititas 
            no son menos buenas 
            porque son benditas.
        
        
          Esta 
            otra, al bajar de la Cruz el cuerpo inerte del Dios hecho hombre: 
         
        En 
            la penitencia 
            de este anochecer, 
            unido al redoble 
            de viejos tambores, 
            se ha de prever 
            que estamos viviendo 
            una noche intensa 
            de pasión y fe, 
            de fe y de pasión
 
            Silencio, mucho silencio 
            que van a enterrar a Dios
          
        
          
          
          El 
            sábado, las calles permanecen desiertas. La gente recupera 
            con cierta timidez la tendencia habitual de cada día. Se mueve 
            el mundo del comercio, servicio en el que Medina 
              del Campo fue pionera al poner en circulación la primera 
            letra de cambio en cuyo recuerdo la villa de los campos mantiene un 
            monumento al pie de la Colegiata, 
            en la Plaza 
              Mayor de la Hispanidad. Medina 
            recupera su normalidad habitual, pero siempre desde el sereno convencimiento 
            de que, en efecto, la Semana de Pasión no ha concluido aún, 
            todavía el Señor está completando su obra. 
          Falta, 
            por supuesto, el triunfo de Cristo sobre la muerte, falta la Resurrección 
            de un domingo que amanece entre las auras de una misteriosa alegría 
            que se nota por las esquinas y en los rincones de su geografía 
            urbana. Y es que, después del doloroso encuentro del Viernes, 
            este del domingo es un encuentro de júbilo y de alegría. 
            Cuando la imagen del Jesús 
            Resucitado, que cinceló Mariano Nieto en 1990, se 
            encuentra con la Virgen 
            de la Alegría, de Manuel Romero, la figura del Cristo se 
            eleva sobre su carroza y a la Madre la despojan de sus lutos para 
            revestirla de blanco y azul. En ese preciso momento, todas las bandas 
            interpretan el Himno de la Alegría, se disparan 
            cohetes y se voltean las campanas de la Colegiata 
            que han permanecido mudas desde el Jueves Santo. Las mujeres que visten 
            mantilla española cambian, también, el luto riguroso 
            de la mantilla negra por la pureza de la mantilla blanca y el cordón 
            blanco y negro de la Cofradía 
            de la Soledad se transforma en azul y blanco. Es la culminación 
            feliz de la Semana Santa
 
          En 
            su pregón, la poetisa Carmen Isabel Santamaría quiso 
            acabar con un mensaje de vida, con un mensaje Pascual que resumiera, 
            en los catorce versos de un inspirado soneto, la intensidad de este 
          domingo y de esta resurrección: 
         
        Ya 
            el sábado pasó. Y el Nazareno 
            una vez que su sangre hubo fluido 
            vino a cobrar la vida su sentido 
          al renacer su cuerpo en gloria pleno.
         
        Y 
              despertó del sueño tan sereno 
            que no se comprendió que fuera herido. 
            Y aquel camino, largo y dolorido 
            que le llevó a la Cruz, pareció ajeno. 
            Tan triunfante Jesús resplandecía 
            que gozo hubiera sido haberle visto, 
            cómo en amar al hombre entretenía 
            su regreso al latido ya previsto. 
            El volvió, como dijo, al tercer día 
            y el alma se colmó de amor a Cristo.
         
        
          
          El 
            pregón que pronunció en el año 1986 don Marcelo 
            González, Cardenal Arzobispo de Toledo y Primado de España, 
            concluyó con unas palabras apostólicas y muy especialmente 
            emotivas. Decía
 
          
 
            "Que las Cofradías 
              y Hermandades de la Semana 
                Santa de Medina 
                  del Campo aumenten su número y el fervor de sus participantes
            que desfilen los pasos del Señor y de María Santísima 
            por vuestras calles
 que la mirada pura de los niños se 
            levante con ansiedad infantil hacia las imágenes tratando de 
            ver el rostro de Dios y de su Madre bendita
 Pero, se necesita 
            también, y más que nada, vivir la vida cristiana con 
            coherencia entre lo que se afirma y se practica: en una palabra, se 
            necesita volver a las raíces que siempre han servido para que 
            el árbol se nutra y ofrezca frutos abundantes de fe y de piedad 
            religiosa"
 
Yo 
            puedo aseguraros, que las procesiones de Medina 
            del Campo son las mismas que, en espíritu, nacieron de 
            la mano de San 
            Vicente Ferrer hace ya seis siglos. Seis siglos que se conmemorarán 
            el próximo año, 2011, con la grandeza que un hecho así 
            merece
 Yo puedo aseguraros que Medina 
            del Campo y sus gentes son coherentes entre el silencio y la religiosidad 
            de su Semana de Pasión y su práctica diaria frente a 
            la vida y los golpes que de ella puedan recibir
 Yo puedo aseguraros 
            que el árbol de Medina, 
            alimentado por la savia entusiasta de sus habitantes y crecido en 
            el eje de sus campos castellanos, ofrece frutos abundantes de religiosidad. 
          Pronuncié 
            el Pregón de la Semana 
            Santa medinense en el año 1997. Y concluí mis palabras 
            leyendo un soneto de mi padre que bien pudieran asumir como propio 
            todos y cada uno de los habitantes de Medina 
            del Campo. Con él quiero terminar hoy también esta 
            mi humilde exposición ante vosotros, amigos sevillanos, que 
            sois el compendio de cuantas Semanas Santas se celebran en el mundo, 
            para agradeceros vuestra acogida aquí a mi querida gente de 
            Medina. 
            Para agradeceros el faro de religiosidad en el que os habéis 
            convertido para todos cuantos amamos de una manera muy singular la 
            Pasión de Cristo y porque, además, pienso que ese soneto, 
            tan válido para los hombres y mujeres de Medina, 
            es igualmente válido para los hombres y mujeres de Sevilla. 
            Dice así: 
         
        Brilló 
          en la noche de mi vida el faro 
          de un repentino resplandor gigante, de un repentino resplandor gigante, 
          como una llamarada y al instante 
          se hizo el canino transparente y claro.
          Alzaba 
            el sacerdote revestido 
            sobre mi frente la Sagrada Forma, 
            faro de luz y resplandor de norma 
            para mi corazón arrepentido.           
            Y 
            abriendo el alma, en vuelo de tan pura, 
            al goce inmenso de la Eucaristía, 
            fuente de claridad y de ventura, 
            mis 
            ojos ciegos vieron. Sucedía 
            que no era noche ya mi noche oscura. 
            Era que en mi, Señor, amanecía
          
         
       
      
       
        
       
       
        _________________________________________________________________________Subir 
          al inicio   
         
         
        
         
        Esta pagina 
          está en const ante 
          actualización, diseñada para visualizar en 800 x 600 y 
          superior, mantenida por Juan Antonio del Sol Hernández - MEDINA 
          DEL CAMPO, -- Teléf. 696 42 68 94 -- Última modificación: 
          
           
       
     |