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PREGÓN DE LA SEMANA SANTA DE MEDINA DEL CAMPO EN SEVILLA. ÁNGEL MARÍA DE PABLOS AGUADO

13-03-10 - Pregón de la Semana Santa de Medina del Campo en Sevilla por el escritor y periodista Ángel María de Pablos, 26 DE FEBRERO DE 2010

Reporteaje de la presentación de la Semana Santa de Medina del Campo en Sevilla

Cartel presentación de la Semana Santa medinanse en la Fundación Cruzca en Sevilla

Llego hasta este estrado con respeto. Y con una profunda admiración. Vengo para hablar ante vosotros que formáis parte de una ciudad larga en historia, dueña de un riqueza monumental envidiable que, en no pocas ocasiones, ha engrandecido mi espíritu con la contemplación de un patrimonio que ofrece al visitante muestras tan excepcionales como los Reales Alcázares, la Torre del Oro, la Giralda, el Archivo de Indias, el palacio de San Telmo o la Universidad, ante cuyo Cristo de la Buena Muerte tantas veces me he postrado, tantas veces he rezado. Y cito solo unos ejemplos por no alargar aquí una relación que vosotros conocéis mucho mejor que yo… Vengo para hablaros de Semana Santa, a vosotros, amigos sevillanos, que sois el compendio de cuantas semanas santas se conmemoran en el mundo desde la filigrana de vuestras antiguas mezquitas transformadas en iglesias, desde la intensidad de vuestras viejas sinagogas convertidas en templos cristianos, desde la austeridad de vuestros conventos nacidos para divulgar la vida y la muerte del único Dios, la única fe, el único sentimiento… San Clemente, Santa Clara, Santa Inés, Santa Isabel, Santa Paula o el de San Leandro de las agustinas ermitañas, que mueven no solo el alma sino el cuerpo también y es que sus Yemas se deben a una repostería que no es, en absoluto, humana… Vengo para hablaros de una Semana Santa que siempre es la misma aunque, impulsada por las mil y una culturas que conviven en nuestro país, parece siempre diferente.

Llego deslumbrado por ese carácter vuestro que, en su grandeza, no es sino una muestra más de esa Semana que, según donde se viva, puede ser austera, o puede ser penitente… Que puede estar envuelta en el carácter vivo que transmitís desde el sur, un carácter manifestado a través de ese dolor que se convierte en saeta, de unos mantos que se enriquecen con el joyel del amor humano, de unos tronos que arden en la cera del desgarro y lucen con el fuego de la pasión. ¡Hay tantas Semanas Santas!... ¡Tantas!...

Es todo un reto subir aquí… Mucho más cuando, como en estos momentos, el dolor y la emoción cortan mi respiración exterior y ahogan mi tranquilidad interior. Hace unos días se nos ha muerto Jesús Matilla, presidente que fue de la Junta de Cofradías durante algunos años, un medinense de corazón que quiso a Medina hasta el último suspiro, un trabajador incansable a la búsqueda de horizontes más despejados para esta hermosísima manifestación religiosa, dueño de iniciativas que promovieron el respeto y el cariño hacia lo que no es sino, como en todas las Semanas Santas del mundo, una manifestación de fe, una reafirmación de todo cuanto aprendimos desde niños… Jesús no podrá vivir la Semana Santa del 2010 como vivió las anteriores, a pie de calle, con el hábito blanco de su cofradía: la Oración del Huerto, acompañando a la imagen de su devoción, el Cristo orante entre los olivos, como la había acompañado desde sus años más chicos… Perdonad que hoy, aquí, donde él tenía pensado estar para acompañarnos, deje que su recuerdo vuele sobre las cabezas de todos cuantos le queríamos aunque el dolor nos ahogue las palabras y la ausencia nos lacere el alma… Perdonad que, desde lo más profundo de mi corazón, os ruegue a todos una oración sencilla por el eterno descanso de quien, con todos nosotros, sevillanos o medinenses, compartió su amor apasionado por la Pasión de Cristo, por la Semana de Pasión, por la Semana Santa...

El reto, pues, amigos míos, se hace mucho más duro…

Pero el reto es aún mayor si consideramos que vengo para hablaros de una tierra noble que se levanta en el eje del paisaje castellano, de una villa abierta a los campos que la rodean y que aún conservan, a Dios gracias, la misma feracidad de antaño… capital que fue de un reino gobernado por una gran reina… punto de reunión para dos de los santos más ilustres que figuran en el santoral: Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz… refugio de artistas inigualables tocados por el don de la inspiración divina, Domingo Beltrán, Luis Fernández de la Vega, Juan Picardo, Francisco Rincón, Sebastián Ducete, Maestro de Covarrubias y tantos y tantos otros que se encajaron en el genérico nombre de Escuela Castellana… Vengo a hablaros de Medina del Campo, estuche de joyeles únicos como su Colegiata entre cuyo gótico tardío reside la Archicofradía de Nuestra Señora de las Angustias, y la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Virgen de la Alegría, y la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno… También es la Medina de los campos villa regada por las oraciones que nacen en el Convento de Dominicas Reales en cuyo seno descansa la reina de Aragón, doña Leonor, o en el de las Madres Agustinas que enlazan con el espíritu de vuestro Monasterio de San Leandro y que conserva en su interior un impresionante Calvario de Esteban Jordán, o en el Monasterio de Santa Clara donde se adora a un Cristo del siglo XIV que es compendio y suma de los dolores en la Crucifixión… Os hablo de esa Medina preferida por la reina Isabel la Católica y vigilada por su real mirada desde la orgullosa torre del homenaje que preside el Castillo de la Mota, símbolo y guía de la Villa sobre la que se alza desde el altozano en el que descansa… Os hablo de esa Medina que mantiene en su Palacio Testamentario no solo los deseos finales de la gran reina sino, también, los últimos suspiros de una gran mujer… Y que ofrece al visitante la singularidad de sus edificios tanto civiles (Palacio de los Dueñas... Palacio del Almirante… Carnicerías… Hospital Simón Ruiz) como religiosos (ermita de San Roque fundada por San Vicente Ferrer en 1412, iglesia de la Concepción con uno de los Ecce Homo más hermosos que han salido de gubia alguna, Santiago el Real considerado bien de interés cultural, San Miguel Arcángel acariciado por las notas de su formidable órgano barroco, o la iglesia de Santo Tomás donde puede contemplarse el impresionante retablo de Francisco del Rincón)… Medina de los campos castellanos, que comparte sobre todo las luces de otros siglos, de un pasado paralelo que vivieron los medinenses de la mano de tantos otros reinos y de un futuro que, también, quienes residís en otros reinos y los medinenses, quisiéramos ir descubriendo juntos y paso a paso…

El Castillo de la Mota ganador del concurso Joyas de Castilla y León

Pero, vamos a detenernos en algo que, viniendo del pasado y siendo parte de nuestras propias raíces, tenemos la obligación de proyectar hacia el futuro para que se mantenga por los siglos que irán llegando con la misma intensidad con que se ha mantenido hasta nosotros a lo largo de los siglos que ya han sido.

Vengo aquí para hablaros de una Semana Santa, de la Semana Santa de Medina del Campo que, cuando nos encontramos en el seno del siglo XXI, tiene la inmensa virtud de ser la misma que hemos ido viviendo durante el siglo XX, el valor de no perder ninguna de aquellas características que merecieron páginas de reflexión en las crónicas de la época más remota, de renacer cada año sobre el mismo espíritu del siglo XV.

La Semana Santa de Medina del Campo, que es la fiel expresión de la fe de un pueblo. De un pueblo que se regocija en la alegría del Domingo de Ramos y que muere en la Cruz del Viernes Santo. De un pueblo como el medinense que vive, día a día, la Semana de Pasión y que sufre, año tras año, con los dolores y las espinas de Nuestro Señor.

Vengo para hablaros de una Semana Santa. Y, al hacerlo, quiero rendir ante vosotros un sentido homenaje a quienes han pregonado esta manifestación en las mismas iglesias de Medina y han sabido aportar, cada cual en su especialidad (investigación, dogma, periodismo, poesía), los datos que, reunidos en una misma fe, dejan constancia de los valores infinitos que se conjugan en Medina del Campo. Así, por ejemplo, el ilustre investigador y director del Archivo de Simancas hasta su jubilación, Amando Represa, dejó en 1984 constancia de una realidad incuestionable:

…"el origen de las procesiones de disciplina -dijo el ilustre investigador- arranca nada menos que de 1411 y son, por tanto, las primeras documentadas cronológicamente, no sólo de nuestro ámbito castellano, sino de España entera…. Nos consta que fray Vicente Ferrer estaba en Valladolid capital en el Adviento de 1411 y que la entonces regente de Castilla, la reina catalina de Lancaster, junto con el infante don Fernando de Antequera (nacido en Medina, Señor de Medina y más tarde rey de Aragón), precisamente por la influencia oratoria de fray Vicente, quisieron oir al futuro Santo. La noticia del Memorial casa perfectamente con las andanzas del fraile por Castilla y nada tiene de extraño su predicación en Medina por sus relaciones con el infantazgo"…

Amando Represa añade para confirmar sus palabras:

…"lo hasta aquí expuesto es seguro y comprobable documental e históricamente".

Nuestra Señora de las Angustias

Estoy, pues, presentando ante vosotros las procesiones de disciplina más antiguas de España y, seguramente, más antiguas del mundo según la comprobación documental a la que se refiere el investigador. Implantadas las procesiones de disciplina por el Santo valenciano, han ido como es lógico evolucionando con el paso de los años aunque el espíritu sea el inicial de aquellos pretéritos tiempos. Hoy en día, la Semana Santa de Medina arranca el Viernes de Dolores con la procesión de Nuestra Señora de las Angustias, patrona por demás de la Villa y alcaldesa perpetua.

Por ello, en esta primera procesión, el alcalde cede su bastón de mando, que es colocado a los pies de la Señora para que lo luzca en el desfile procesional. Los medinenses tienen gran devoción por la imagen de Nuestra Señora de las Angustias o "La Dolorosa", como la conocen de forma tradicional, y acuden en masa a entonar la Salve a la llegada de la imagen al templo.

La poetisa Carmen Isabel Santamaría, en el pregón que pronunció el año 1987 en la iglesia de los Padres Carmelitas, escribió un canto inigualable a la patrona:

El amor desbordado se derrama
en la noche del Viernes de Dolores.
La Madre vacilante va entre flores
y lleva en su regazo al que más ama.
Fuego divino la prendió en su llama
y una vez que fue ardida, hubo temores.
Sentíase morir… ¡Cuántos horrores!...
Inerte el Hijo. Duro panorama
proclive para el luto y la amargura.
Y hay un llanto callado que corona
la tierna suavidad de la hermosura.
Y Medina, que adora a su patrona,
queriendo mitigar tal desventura,
en tanta soledad no la abandona.

Antonio Sánchez del Barrio

Cuando la noche ha extendido su negro manto en el Sábado de Pasión, se celebra el traslado procesional del nazareno de la Cruz de ermita a ermita, desde la ermita de San Roque en la que reside a lo largo del año hasta la ermita del Amparo, donde habitará a lo largo de estos tan señalados días. En Medina se conoce al Nazareno de la Cruz como el "pequeño Nazareno" debido a su tamaño, de tan solo 85 centímetros. Pero la pequeñez de la talla no impide que sea una grandísima obra de arte de papelón, técnica de antaño en la que se mezclaba el papel, el cartón y la tela encolada para dar forma a las imágenes. Tallada en madera, esta figura tiene tan solo los pies, las manos y la cabeza. Y es una de las pocas, poquísimas imágenes procesionales, de papelón, que han llegado hasta nuestros días y que aún desfila.

Mariano García Pásaro, mi amigo entrañable y un poeta tan grande como los campos de su Medina natal, utilizó en el pregón que pronunció el año 1990 una oración romanceada que Antonio Sánchez del Barrio escuchó y recogió para la historia de las tierras de Medina:

Jesucristo se ha perdido,
María le va a buscar,
le busca de huerto en huerto,
desde rosal en rosal;
debajo de un rosal blanco
un hortelano allí está:
- Hortelano de mi vida
me has de decir la verdad,
si a Jesús de Nazareno
por aquí has visto pasar.
- Si señora, si le he visto
antes del gallo cantar,
una cruz lleva en los hombros
que le hacía arrodillar,
una soga en su garganta
que de ella tirando van.

La Borriquilla

El Domingo de Ramos es un paréntesis en la agonía de los otros siete días. La procesión de la borriquilla pone una nota de color y de simpatía en las celebraciones de la Pasión con los niños en las calles aportando su humana algarabía a la divina conmemoración. Se bendicen los ramos y también los ramos presiden la eucaristía en la iglesia de Santiago el Real. La imagen procesional se compró por suscripción popular en 1945 gracias, sobre todo, a las aportaciones de los niños en las catequesis y, en sus primeros años, desfilaba sobre un carro fabricado con ruedas de bicicleta. En honor a la simpatía de los cofrades infantiles que participan, debo decir que es la única procesión de cuantas se celebran en la Villa capaz de romper el silencio que caracteriza la Semana Santa de Medina del Campo.

En el pregón que yo pronuncié en la iglesia de San Miguel la Semana Santa de 1997, utilicé unos versos de mi padre, también escritor y poeta, que definen por sí mismos el ritmo y la alegría de este domingo enfundado en los ramos de los niños:

Hoy es domingo, domingo
(el viento lo va cantando
en el sol de la mañana)
hoy es domingo de ramos…
Allá va la borriquilla
por la plaza y, a su paso,
en el aire tintinea
la voz de los campanarios.
Y la Plaza de Santiago
florece luego en los ramos
y en las palmas de los niños,
palmas rubias, bosque andando,
río de espuma amarilla,
niños vestidos de blanco,
colegialas de uniforme
con el "hosanna" en los labios…
Al azul de la mañana
lo va el viento pregonando:
hoy es domingo, domingo,
hoy es domingo de ramos…
¡Jerusalén aquel día
sería un pañuelo blanco!...

Ese mismo domingo, adornado con las palmas y los ramos de olivo, cuando la noche cae sobre la Villa y el recogimiento íntimo y personal domina el ajetreo habitual, desde la iglesia de la Inmaculada Concepción de los Padres Carmelitas se pone en marcha la Peregrinación del Santo Cristo del Amor. Una peregrinación que se apostilla con el subtítulo de "Meditación de las Siete Palabras" y que, si bien se trata de una procesión de penitencia, puede considerarse también como una procesión popular ya que son numerosos los fieles que acompañan a la imagen, una talla del siglo XVI de autor anónimo dentro de la llamada Escuela Castellana. Los fieles alumbran con sus velas durante todo el recorrido y existen momentos de especial emoción allí donde la procesión se detiene para meditar sobre cada una de las siete palabras que pronunció Cristo en la Cruz.

Haciendo referencia a la condición anónima del escultor que talló este Cristo del Amor, quiero traer aquí un hermoso soneto que escribió el poeta y académico vallisoletano Godofredo Garabito Gregorio para su pregón del año 1991. Decía Godofredo que "las esculturas de los pasos de Medina empiezan a latir como si las gubias de los mejores imagineros castellanos siguieran sacando del pino su alma inmortal y, entre tanto, cualquier mercader de aquellos siglos gloriosos, acercándose al escultor le dice:

No tienes manos para hacer demoras.
Desesperadamente estás viviendo
y al aire de tu gubia estás poniendo
tantas vidas en los pinos que atesoras.
Cabalgan sobre el viento tantas horas,
por tierras de Medina están latiendo
el céfiro y la tarde que muriendo
alcanzan plenitud donde tu moras.

Esta madera se hizo oración, llanto.
Crepúsculo, alborada, poesía,
cantata, fontana, salmodia y canto…
Todo se va creciendo en armonía,
mientras tanto tu vivas, mientras tanto
insuflas al madero profecía.

El lunes y el martes santo son días dedicados al santo rosario y, de una manera especial, a los jóvenes que fueron quienes tuvieron la iniciativa y, por ampliación, a todos los hombres de Medina. Los Rosarios de Penitencia son recientes y datan del año 1954, cuando un grupo de jóvenes medinenses decidió implicar a los hombres de la villa para rogar por el fin de la invasión de Hungría. Es una de las procesiones que mejor conserva el carácter austero de las celebraciones pasionales en Castilla porque, en ella, los jóvenes y los hombres que participan entonan oraciones y cánticos penitenciales por las calles que se incluyen en los recorridos. Y digo recorridos, en plural, porque el trazado previsto para el martes es distinto por completo del que se recorrió el lunes.

El ya tristemente desaparecido consejero de Cultura de la Junta de Castilla y León, Emilio Zapatero Villalonga, en su pregón del año 1995 incluía unos versos amargos de Miguel de Unamuno que nacen cuando, al leer a Julio Senador tras su recorrido por nuestros páramos de tierras áridas y secarrales baldíos, le llega el dolor del olvido hasta lo más profundo del alma.

¡No hay nada más eterno que la muerte;
todo se acaba! -dice a nuestras penas-
no es mi sueño la vida,
todo no es más que tierra,
todo no es sino nada, nada, nada…
y hedionda nada que al soñarla apesta.
Es lo que dice el Cristo pesadilla,
porque este Cristo de mi tierra es tierra.

Este año, la Semana Santa de Medina del Campo tiene una importante novedad. Se suma una procesión más en la noche del martes santo. Porque, si los hombres tienen sus rosarios de penitencia ¿por qué no habrían de tener las mujeres el suyo?... ¿Y qué mejor que las mujeres acompañen en su soledad a esa María a quien el Hijo, con su muerte, dejó tan desamparada?... Las mujeres acompañarán a la nueva talla mariana que ha sido bautizada con el nombre de Virgen de la Esperanza. Y como es la primera vez que procesionará ese Rosario de la Esperanza y, por lo tanto, no puedo recurrir a ningún antecedente pregonero, permitidme que añada aquí una oración en soneto que me inspiró, en su momento, el desamparo de nuestra Madre:

Quiero llenar tu Soledad de amor
porque llenes de luz mis soledades...
porque cubras de fe mis impiedades,
purgo mi soledad en tu dolor...

Quiero aliviar tu pena en el calor
de mi sed infinita de bondades
porque tu inmensa sed de eternidades
alivie la ansiedad de mi rigor...
Quisiera ser, Señora, compañía
en esa Soledad de tu amargura...
Quisiera ser, Señora, día a día,

el sostén de tu triste desventura
porque nunca le falte a tu agonía
el beso de mi voz hecho ternura...

Que tremenda afirmación para la pluma de un profundo observador como Unamuno… Que tremendas decepción la del Rector de Salamanca cuando se duele del secular retraso al que se ha condenado a no pocos de los pueblos que habitan nuestro paisaje castellano… Pero ese dolor y esa decepción empalman con el Vía Crucis Popular del miércoles durante el que se procesiona al llamado Cristo del Vía Crucis, otra imagen anónima nacida de la gubia desconocida de un maestro perteneciente a la Escuela Castellana. A lo largo del recorrido están marcadas las catorce estaciones y en cada estación se hace una parada y una meditación. Impresiona ver a más de tres mil personas acompañando al Cristo en un silencio absoluto y casi solemne, roto únicamente por el rezo de las plegarias que los penitentes van desgranando.

En el pregón que yo pronuncié en el año 1997 me referí a uno de los Vía Crucis que la historia habla para Medina del Campo. Me referí al Vía Crucis de los humilladeros y lo hice con tal pasión que, incluso, recomendé recuperarlo porque, en su momento, aquello suponía un abrazo místico a la ciudad, y a sus gentes, y a sus costumbres y a sus, a veces, penosas, sufridas y hasta despiadadas tareas de cada día. Y escribí unos versos que rezaban así:

En las catorce estaciones
la procesión que camina
paso a paso, se detiene
y la multitud, contrita,
canta su dolor y siente
la pesadumbre divina.
El Cristo Crucificado,
quebradas sus dos rodillas,
derrotado por el peso
de la Cruz, pasa y nos mira
como diciéndonos algo
en su mirada infinita,
para dejarnos la huella
de su rostro, imagen viva,
para siempre en nuestros ojos,
en el alma pura y limpia
de nuestro paño de lágrimas
como sagrada reliquia…

La Procesión de la Caridad, que parte de la iglesia de Santiago el Real y regresa al mismo templo después de cubrir un amplio recorrido, acompaña a la imagen del Cristo de la Agonía, una de las obras cumbres de ese gran imaginero que fue Domingo Beltrán de cuya gubia nació en 1565. La peculiaridad de esta procesión es la promesa solemne de silencio que realizan todos los cofrades antes de ponerse en marcha. Y aunque, ahora, su salida está prevista para las nueve menos cuarto de la noche, a la manera de prólogo a la impresionante procesión de la Vera Cruz, cuando las calles se van quedando solas y el frío comienza a azotar los rostros, en sus orígenes desfilaba el Jueves Santo por la mañana y acudía a la cárcel donde se liberaba a un preso.

Joaquín Díaz, el folklorista y cantautor vallisoletano, escogió para su pregón del año 2001, pronunciado en el templo de las Madres Agustinas, el "Punge lengua" del obispo Fortunato, misterioso pero intenso:

Cante la voz del cuerpo más glorioso
el misterio sublime y elevado
de la sangre preciosa que, amoroso,
en rescate del mundo ha derramado,
siendo fruto de un vientre generoso
el rey de todo el orbe más sagrado.
De nuestra carne el verbo revestido
hace, con solo haberlo pronunciado,
que el pan sea en su carne convertido
y el vino en propia sangre transformado.
Y si a desfallecer llega el sentido
con la fe el corazón es confirmado.

La Procesión de la Vera Cruz tiene su prólogo en cada uno de los actos individuales que realizan las cofradías antes de salir de sus templos. Cada cofrade, para este acto, se despoja de su capa y desfila, tan solo, con su hábito. Todos los cofrades, sin distinción de cofradías, llevan en su mano un farol de forja a la manera antigua, con una vela en su interior mientras los pasos son portados a hombros, sobre unas simples andas, sin luces, sin adornos, sin flores y al ritmo de unos tambores destemplados hasta concentrarse en la Plaza Mayor de la Hispanidad, todavía hermoseada por la luz artificial… Son las once y media de la noche… La luz de las farolas se apaga y únicamente ilumina el entorno la llama de las velas que arden en el interior de los faroles de mano… En esa media luz y dentro del intenso silencio que acompaña la concentración, resuena el Miserere interpretado por los propios cofrades. El momento es de una sublime emoción para el que, sin duda alguna, resulta el signo más emblemático e intenso de la Semana Santa medinense.

En mi pregón del año 1997, incluí unos versos que tratan de reflejar de la manera más lírica posible la emoción de ese momento en el que los cofrades y los fieles entonan esa canción de perdón y piedad como si de una plegaria se tratase:

¡Cómo suena el Miserere
por esas calles perdidas
en trance de amanecer!
¡Cómo canta, llora y grita
en el "perdón, oh Dios mío"
su dolor la noche al día!
¡Qué eco extraño el de los pasos
de la gente que camina
y sus cánticos, qué coro
de singular sinfonía
van dejando cuando dobla
la procesión las esquinas!
Sacrificio y penitencia:
en el alba florecida
la procesión de las sombras,
al retornar, se ilumina
con un clamor doloroso
que todo lo purifica.
Viento, luz, alba y estrellas
poniéndose de rodillas
tiñen de tristes presagios
las auras del nuevo día.

El nuevo día que se dispone a amanecer es el Viernes Santo que, muy temprano, a las siete de la mañana, nos trae la Procesión de Sacrificio que no es sino el traslado de un Cristo tallado en el siglo XIV desde la iglesia de San Miguel Arcángel hasta su sede en el Monasterio de Santa Clara. No en vano la imagen, anónima como tantas otras, como tantas otras dentro de la Escuela Castellana, recibe el nombre de Cristo de Santa Clara. La procesión discurre por las calles de Lope de Vega y Aguacaballos hasta el barrio de La Mota, al pie del Castillo del mismo nombre que fue residencia de la Reina Católica. Justo al llegar el crucificado a los límites de la barriada, son los vecinos quienes toman el relevo a los cofrades para llevar ellos mismos las andas durante el recorrido procesional por las calles de su barrio. Allí se entona una saeta (una de las pocas, casi ninguna, saeta que se escucha en la Semana Santa de Castilla) y comienza el recorrido impresionante de una imagen gótica por las estrechas calles de un barrio trazado "a la antigua". La comitiva, por vez primera, pasará junto al mismo foso del Castillo y al otro lado de su patio de armas. Y desfilará entre el verdor de los campos hasta su entrada en el Concento donde las Clarisas, que esperan la llegada de "su" Cristo, le reciben con un dolor especial.

El poeta local, nacido y vecino de Medina, Francisco Gavilán, interpreta la emoción que se siente al contemplar ese Cristo en plena agonía trasladado en el vuelo de un amanecer de sangre, hasta su altar de siempre:

¡Ay, Cristo de la Agonía!
Que con su triste mirar
haces que la pena mía
rompa en silencio a llorar
y a suplicarte perdón
por todos nuestros pecados,
que tenemos olvidados
sin quererlos recordar…

A las once de la mañana, y para confluir en la Plaza Mayor, desfilan dos de las imágenes más queridas por las gentes de Medina: Nuestro Padre Jesús Nazareno, una de las figuras cumbres de Francisco del Rincón y la Virgen de la Soledad, ambas del siglo XVI y ambas dueñas de un dramatismo que enaltece la Procesión del Encuentro. En ese momento cumbre, que se produce en la Plaza Mayor, el sistema de descenso y elevación que posee la carroza del Nazareno permite que la figura caiga arrodillada delante de su Madre constituyendo uno de los momentos más emotivos y brillantes de la Semana Santa.

El periodista Francisco Muro de Íscar, en el pregón que pronunció en la iglesia de Santo Tomás Apóstol, en el año 2007, utiliza unos bellísimos versos que reflejan el sentimiento de María y la predilección de Medina por su Madre:

Dame tu manto, María,
la de las tocas moradas.
Clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí, en mi torpe mejilla,
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.

Viernes Santo. Ocho y media de la noche. Medina del Campo se hace silencio. Y el silencio profundiza de tal manera en el espíritu que hasta se contienen los suspiros. En el Convento de las Madres Agustinas todo está preparado para que se inicie la Procesión del Silencio, una procesión general de la Pasión en la que participan las ocho cofradías penitenciales que sacan a la calle dieciséis pasos monumentales. En esta ocasión, la realidad de cuanto se va a contemplar supera con creces aquello que las frases reflejadas en carteles y folletos puedan decir. Se trata, sin duda, de un verdadero museo del arte renacentista en la calle. Se trata, además, de la serie más importante de Crucificados del siglo XVI de todas cuantas desfilan durante estos días por la geografía española. Comenzando con el Lignum Crucis, obra anónima del siglo XVII, que abre la procesión con sus impresionantes brazos de plata desde donde se muestra a los fieles el camino de la redención. Medina del Campo, como lo es una importante zona de esta Castilla nuestra austera siempre, si, pero también enamorada de lo bello, de lo hermoso, tiene un corazón flamenco desde el que se ama, se canta y se siente la saeta. Por eso no es de extrañar que, a lo largo del recorrido, ese silencio al que antes aludía se vea cortado, de forma espontánea, por el arranque de alguna saeta que entonan los aficionados a este arte tan vuestro pero que, de alguna manera y desde el máximo respeto, asumen muchos castellanos, asumen todos los medinenses. La sede del Centro Católico de Obreros es el punto clave para esta manifestación capaz de unir, a la aspereza de las costumbres castellanas, el rasgado sentimiento de vuestra tradición andaluza.

Francisco Gavilán que, como os dije antes, para eso es medinense, incluyó en su pregón unas letrillas que bien pudieran algún año cantarse como saetas. Esta primera, al paso de Nuestra Señora de la Soledad

De sus ojos brotan
dos perlas finitas,
lágrimas de pena
que por ser chiquititas
no son menos buenas
porque son benditas.

Esta otra, al bajar de la Cruz el cuerpo inerte del Dios hecho hombre:

En la penitencia
de este anochecer,
unido al redoble
de viejos tambores,
se ha de prever
que estamos viviendo
una noche intensa
de pasión y fe,
de fe y de pasión…
Silencio, mucho silencio
que van a enterrar a Dios…

El sábado, las calles permanecen desiertas. La gente recupera con cierta timidez la tendencia habitual de cada día. Se mueve el mundo del comercio, servicio en el que Medina del Campo fue pionera al poner en circulación la primera letra de cambio en cuyo recuerdo la villa de los campos mantiene un monumento al pie de la Colegiata, en la Plaza Mayor de la Hispanidad. Medina recupera su normalidad habitual, pero siempre desde el sereno convencimiento de que, en efecto, la Semana de Pasión no ha concluido aún, todavía el Señor está completando su obra.

Falta, por supuesto, el triunfo de Cristo sobre la muerte, falta la Resurrección de un domingo que amanece entre las auras de una misteriosa alegría que se nota por las esquinas y en los rincones de su geografía urbana. Y es que, después del doloroso encuentro del Viernes, este del domingo es un encuentro de júbilo y de alegría. Cuando la imagen del Jesús Resucitado, que cinceló Mariano Nieto en 1990, se encuentra con la Virgen de la Alegría, de Manuel Romero, la figura del Cristo se eleva sobre su carroza y a la Madre la despojan de sus lutos para revestirla de blanco y azul. En ese preciso momento, todas las bandas interpretan el Himno de la Alegría, se disparan cohetes y se voltean las campanas de la Colegiata que han permanecido mudas desde el Jueves Santo. Las mujeres que visten mantilla española cambian, también, el luto riguroso de la mantilla negra por la pureza de la mantilla blanca y el cordón blanco y negro de la Cofradía de la Soledad se transforma en azul y blanco. Es la culminación feliz de la Semana Santa…

En su pregón, la poetisa Carmen Isabel Santamaría quiso acabar con un mensaje de vida, con un mensaje Pascual que resumiera, en los catorce versos de un inspirado soneto, la intensidad de este domingo y de esta resurrección:

Ya el sábado pasó. Y el Nazareno
una vez que su sangre hubo fluido
vino a cobrar la vida su sentido
al renacer su cuerpo en gloria pleno.

Y despertó del sueño tan sereno
que no se comprendió que fuera herido.
Y aquel camino, largo y dolorido
que le llevó a la Cruz, pareció ajeno.
Tan triunfante Jesús resplandecía
que gozo hubiera sido haberle visto,
cómo en amar al hombre entretenía
su regreso al latido ya previsto.
El volvió, como dijo, al tercer día
y el alma se colmó de amor a Cristo.

El pregón que pronunció en el año 1986 don Marcelo González, Cardenal Arzobispo de Toledo y Primado de España, concluyó con unas palabras apostólicas y muy especialmente emotivas. Decía…

… "Que las Cofradías y Hermandades de la Semana Santa de Medina del Campo aumenten su número y el fervor de sus participantes… que desfilen los pasos del Señor y de María Santísima por vuestras calles… que la mirada pura de los niños se levante con ansiedad infantil hacia las imágenes tratando de ver el rostro de Dios y de su Madre bendita… Pero, se necesita también, y más que nada, vivir la vida cristiana con coherencia entre lo que se afirma y se practica: en una palabra, se necesita volver a las raíces que siempre han servido para que el árbol se nutra y ofrezca frutos abundantes de fe y de piedad religiosa"…

Yo puedo aseguraros, que las procesiones de Medina del Campo son las mismas que, en espíritu, nacieron de la mano de San Vicente Ferrer hace ya seis siglos. Seis siglos que se conmemorarán el próximo año, 2011, con la grandeza que un hecho así merece… Yo puedo aseguraros que Medina del Campo y sus gentes son coherentes entre el silencio y la religiosidad de su Semana de Pasión y su práctica diaria frente a la vida y los golpes que de ella puedan recibir… Yo puedo aseguraros que el árbol de Medina, alimentado por la savia entusiasta de sus habitantes y crecido en el eje de sus campos castellanos, ofrece frutos abundantes de religiosidad.

Pronuncié el Pregón de la Semana Santa medinense en el año 1997. Y concluí mis palabras leyendo un soneto de mi padre que bien pudieran asumir como propio todos y cada uno de los habitantes de Medina del Campo. Con él quiero terminar hoy también esta mi humilde exposición ante vosotros, amigos sevillanos, que sois el compendio de cuantas Semanas Santas se celebran en el mundo, para agradeceros vuestra acogida aquí a mi querida gente de Medina. Para agradeceros el faro de religiosidad en el que os habéis convertido para todos cuantos amamos de una manera muy singular la Pasión de Cristo y porque, además, pienso que ese soneto, tan válido para los hombres y mujeres de Medina, es igualmente válido para los hombres y mujeres de Sevilla. Dice así:

Brilló en la noche de mi vida el faro
de un repentino resplandor gigante,
de un repentino resplandor gigante,
como una llamarada y al instante
se hizo el canino transparente y claro.

Alzaba el sacerdote revestido
sobre mi frente la Sagrada Forma,
faro de luz y resplandor de norma
para mi corazón arrepentido.
Y abriendo el alma, en vuelo de tan pura,
al goce inmenso de la Eucaristía,
fuente de claridad y de ventura,
mis ojos ciegos vieron. Sucedía
que no era noche ya mi noche oscura.
Era que en mi, Señor, amanecía…

Ángel María de Pablos Aguado

Primera parte
Segunda parte
Reporteaje de la presentación de la Semana Santa de Medina del Campo en Sevilla (Documento externo pdf)
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